martes, 25 de noviembre de 2008

Estados Unidos y la era post Bush

Por Andrés Oppenheimer
MIAMI.- Es muy probable que el sentimiento antiestadounidense disminuya en todo el mundo en los próximos años por motivos que van más allá del hecho de que el presidente George W. Bush -convertido en un símbolo casi universal de la arrogancia política- deje la Casa Blanca.
Según un nuevo informe del Consejo Nacional de Inteligencia, el departamento que realiza pronósticos a largo plazo para la comunidad de inteligencia del gobierno de Estados Unidos, hay otras tendencias que influirán más profundamente que la partida de Bush -o la reciente elección del primer presidente afronorteamericano en la historia estadounidense- y que hacen prever una cierta recuperación de la imagen del país en el resto del mundo.
El estudio, "Tendencias globales 2025: un mundo transformado", que acaba de salir y se puede leer en la página web del Consejo Nacional de Inteligencia, dice que, irónicamente, el declive gradual de Estados Unidos como única superpotencia mundial en los próximos años traerá aparejada una disminución del sentimiento antiestadounidense.
Entre ahora y 2025, "la característica más notable del nuevo orden [mundial] será la transformación de un mundo unipolar dominado por Estados Unidos en una nueva jerarquía relativamente desestructurada de viejas potencias y naciones emergentes" a la que se sumarán entidades no estatales como grupos de opinión transnacionales, dice el informe.
Esto significa que Estados Unidos, en vez de ser la única potencia mundial, será, en 2025, la más grande entre varias potencias similares y que China, la India y Europa, en ese orden, no estarán demasiado a la zaga.
En el nuevo mundo multipolar globalizado, consigna el informe, los siguientes factores contribuirán a reducir el sentimiento antiestadounidense:
Muchos países desconfían de las grandes potencias, independientemente de cuáles sean esas potencias. A medida que el poder militar de China aumente y el país asiático se convierta en la segunda economía del mundo, el recelo del mundo se dirigirá contra esa nación "y la función de contrapeso de Estados Unidos será más apreciada".
Estados Unidos se beneficiará de un probable cambio en el pensamiento político en una buena parte del mundo. El respaldo del terrorismo ha disminuido de manera contundente en muchos países islámicos, señala el informe. "Hay menos musulmanes que consideran que los atentados suicidas son justificables, y la simpatía por Osama ben Laden ha disminuido", afirma.
En tanto crezcan grandes mercados emergentes en Asia y otras regiones, "la globalización será cada vez menos identificada con la «norteamericanización»", señala el informe.
A medida que los países en desarrollo avancen y se expandan sus clases medias, como ha ocurrido en las últimas décadas en Asia, "las ideas y costumbres extranjeras que provocan rechazo en esos países empezarán a ser identificadas como producto de la modernidad más que del expansionismo estadounidense", agrega el informe.
En cuanto a cómo será el mundo en 2025, el estudio dice que probablemente esté dividido en tres grandes bloques: América del Norte, Europa y Asia. Mientras tanto, la mayoría de los países sudamericanos y africanos, con la posible excepción de Brasil, seguirán siendo actores secundarios.
El regionalismo asiático -producto del creciente número de acuerdos comerciales entre países asiáticos- será una de las más importantes tendencias económicas, según el informe.
Las ocho economías más grandes del mundo en 2025 serán, en este orden, Estados Unidos, China, la India, Japón, Alemania, el Reino Unido, Francia y Rusia.
Con la excepción de Brasil, "América latina seguirá desempeñando un rol marginal en el sistema internacional", afirma.
En recuperación
Mi opinión: gran parte del sentimiento antiestadounidense de los últimos años, especialmente en América latina, donde las encuestas revelan algunos de los niveles más altos de sentimiento antiestadounidense del mundo, tiene más que ver con las políticas unilaterales de Bush que con un rechazo a los valores o a la cultura estadounidense.
Ahora que Bush se va, ese sentimiento ha comenzado a disminuir. Una encuesta reciente, realizada en 21 países por el Pew Global Attitudes Project, reveló que la imagen de Estados Unidos ya ha empezado recuperarse en muchos países, incluyendo China, la India y Corea del Sur.
Esa tendencia podría acelerarse con la asunción del presidente electo Barack Obama, su posible decisión de terminar los juicios militares en la base estadounidense de Guantánamo, el comienzo de la retirada de tropas de Irak y políticas más activas para reducir el calentamiento global, además de las tendencias de fondo citadas en el estudio del Consejo Nacional de Inteligencia.
Está claro que el presidente venezolano, Hugo Chávez, y otros líderes narcisistas-leninistas seguirán despotricando contra el Tío Sam, pero eso sólo ayudará a exponerlos como demagogos que buscan un conflicto con Washington para justificar sus presidencias vitalicias. Obama tiene la mejor oportunidad en mucho tiempo para recuperar la imagen externa de Estados Unidos. Es de esperar que no la desaproveche.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Lula da Silva, líder de América Latina, y la crisis mundial

En la Cumbre del G-20, Lula remarcó que el G-7 ya no puede conducir la economía mundial.
El presidente brasileño aseguró que el sistema global "cayó como un castillo de naipes" y que es necesaria la participación de los países emergentes; manifestó que debe haber una mayor integración comercial y menos distorsiones
El presidente brasileño Lula da Silva abre la reunión del G-20 en San Pablo, previo encuentro del fin de semana próximo en Washington.
SAN PABLO.-El presidente de Brasil, Luiz Lula da Silva, exigió hoy una nueva arquitectura financiera mundial, con mayor poder para los emergentes y afirmó que el Grupo de los 7 países más desarrollados del mundo "no tiene más condiciones de conducir la economía mundial" porque el sistema global "cayó como un castillo de naipes".
Lo hizo al inaugurar las sesiones de trabajo de ministros y presidentes de bancos centrales del Grupo de los 20 (G-20 financiero) reunido este fin de semana en San Pablo, que entregará propuestas para la cumbre presidencial de las principales economías mundiales del 15 de noviembre en Washington.
El G-20 está formado por los países del G-7 (EEUU, Canadá, Japón, Alemania, Reino Unido, Italia y Francia), además de Arabia Saudita, la Argentina, Australia, Brasil, China, Corea del Sur, India, Indonesia, México, Rusia, Sudáfrica y Turquía, más la Unión Europea (UE) como bloque.
Por nuestro país participaron el jefe del Palacio de Hacienda, Carlos Fernández, y el titular del Banco Central, Martín Redrado.
"Llegó la hora de un pacto entre gobiernos para la creación de una nueva arquitectura financiera mundial, con seguridad y en bases de equidad para todos", enfatizó el presidente Lula en su discurso ante los ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales de las 20 mayores economías mundiales.
Para Lula, "la economía real está amenazada por una recesión generalizada por la irresponsabilidad por la falta de regulación de los mercados". También afirmó que los países desarrollados no deben aumentar las exigencias de los países en desarrollo.
Nadie a salvo. "Ningún país está a salvo de la crisis financiera. Todos los países están siendo contagiados por la crisis originada en los países avanzados. La crisis hizo que bancos de Europa y Estados Unidos pararan de prestar dinero", indicó el presidente, que luego sostuvo que el Grupo de los 7 (países más industrializados del mundo) "no tiene condiciones por sí solo para conducir la economía del mundo, por eso la contribución de los emergentes está listo para asumir su responsabilidad".
El mandatario brasileño destacó el papel de las economías emergentes en la búsqueda de salidas a la crisis financiera global: "El Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó que las economías emergentes fueron responsables de 75 por ciento del crecimiento de la economía mundial este año. Esta tendencia se mantendrá en 2009".
Lula pidió a los líderes mundiales "no dejarse influenciar por el miedo" ni por el nacionalismo, al proponer que las salidas deben ser acordadas y aplicadas en forma multilateral.
Menos proteccionismo. "Brasil cree que los países deben evitar la tentación de usar el proteccionismo financiero y comercial como artificio para superar la crisis. Es necesario mas integración, más comercio, menos distorsiones y menos proteccionismo", subrayó.
El jefe de Estado comentó que "uno de los efectos más preocupantes de la crisis ocurre en el comercio, con la ya anunciada recesión los países ricos van a reducir las exportaciones", lo que afectará la balanza comercial de los países pobres.
"Es el momento para el impulso final de la Ronda de Doha. La mayor apertura del comercio mundial es un excelente antídoto contra la crisis y la conclusión de Doha, pasó de ser una oportunidad a una necesidad", enfatizó Lula.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Obama y América Latina

El fin de la hegemonía y un repliegue geopolítico
Con el regreso de los demócratas al gobierno de los Estados Unidos habrá seguramente un cambio importante de figuras y formas en las relaciones con el resto del continente. Pero, en lo fundamental, las líneas ya están trazadas y así continuarán.
Por: Jorge CastroLa política estadounidense ya no puede basarse en que Estados Unidos es el actor externo más importante en América Latina (lo que en términos prácticos, geopolíticos, implica hoy solo América del Sur). Si existió una era de hegemonía estadounidense en la región, ésta ha llegado a su fin", afirma el Council of Foreign Relations (CFR, 14/05/08).
El repliegue norteamericano de América del Sur, que se produjo el 11/09/2001, convirtió a la región en un área no hegemónica. Es una diferencia de fondo con respecto a la América Latina del Norte (de México a Panamá); y que ha completado el ciclo de su integración funcional con EE.UU.
Este repliegue estratégico no tiene un carácter circunstancial. Desencadenado por los ataques del 11 de septiembre, coincide ahora, en forma aparentemente irreversible, con el fin de la hegemonía estadounidense en la región. Obama se opuso al Tratado de Libre Comercio entre EE.UU y Centroamérica (más República Dominicana): CAFTA. El tratado fue aprobado en la Cámara de Representantes (2006) por dos votos de diferencia (217 a 215). Sólo 15 demócratas lo aprobaron.
También rechazó el Tratado de Libre Comercio con Colombia, firmado por George W. Bush y Alvaro Uribe (2007); y señaló su intención de modificar el NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), impulsado por Bill Clinton y aprobado por el Congreso en 1993, con el voto de 1/3 del bloque demócrata. Obama apoya la continuación del "Plan Colombia" para combatir el narcotráfico y fortalecer las instituciones civiles; y defendió la decisión de Uribe de realizar una incursión militar contra un campamento de las FARC situado en Ecuador (marzo 2008), en el que murió Raúl Reyes, número dos de la organización. Dijo Obama: "Colombia tiene derecho a golpear a los terroristas que buscan refugio más allá de sus fronteras".
También procura profundizar la integración funcional con México y Centroamérica, sobre todo en materia de seguridad, a través de una lucha conjunta, multi-estatal, contra los carteles de la droga y las bandas juveniles organizadas de carácter transnacional o "maras". La política exterior de EE.UU en América del Sur surge de un consenso demócrata-republicano desde 2007. El que ejecuta ese consenso es el Subsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos, Thomas Shannon.
Su prioridad en la región, que implícitamente admite su carácter no hegemónico, es Brasil; y luego el grupo de países gobernados por fuerzas de izquierda democrática volcadas a la globalización: Tabaré Vázquez en Uruguay; Michelle Bachelet en Chile; Alan García en Perú.
Respecto a los tres países de signo antinorteamericano (Venezuela con Hugo Chávez; Bolivia con Evo Morales; Ecuador con Rafael Correa) la política de Barack Obama -en su núcleo- será la misma que la de Shannon hoy: de contención y no de antagonismo.
La política del Departamento de Estado hacia la Argentina está definida. Consiste en la no aceptación de ningún conflicto, y atribuye a las denuncias del gobierno argentino sobre la "operación política" realizada por el FBI y la Justicia de Miami en el caso de la valija venezolana el carácter de un "mal entendido". Asume que la relación bilateral se funda en un status quo que acepta los términos de seguridad internacional de EE.UU, y no contiene ningún elemento de agenda positiva, ni en lo económico ni en lo político.
No hay retorno de la hegemonía norteamericana en América del Sur, ni siquiera bajo la forma del extraordinario atractivo (o "soft power") de Barack Obama.