lunes, 25 de febrero de 2008

EL DUALISMO ECONÓMICO

Elías Gannagé es uno de los autores que con más precisión ha expuesto las características del dualismo, sostiene que la naturaleza del subdesarrollo consiste en diferentes combinaciones de elementos que forman un verdadero retrato del atraso: 1) aspectos humanos: una alta tasa de natalidad y una alta tasa de mortalidad; 2) aspectos económicos: prevalencia de actividades primarias, bajo nivel de capital per cápita y bajo volumen de transacciones comerciales; 3) aspectos extraeconómicos: estructura social desequilibrada y estratificada, valores divergentes, actitudes atributivas respecto al trabajo, tradicionales en cuanto al plano social, pasivas en el plano ideológico.


Destaca Gannagé los indicadores del subdesarrollo más frecuentemente señalados por la literatura económica: 1) el índice de evolución del producto nacional real, dato esencial previo a la elevación del nivel de vida; 2) el índice del ingreso real per cápita, que se obtiene dividiendo el ingreso nacional real por la cantidad de población total; este índice no puede ser disociado de ataduras éticas y de su vinculación con un sistema de valores, a partir del obligado análisis de las pautas distributivas de la economía; 3) el consumo medio real, que se obtiene tomando del producto real el consumo global, dividiéndolo por la cantidad de población total.

Para Gannagé, la naturaleza del subdesarrollo reside en la coexistencia de dos sistemas económicos y sociales totalmente diferentes, y cuya interacción de los elementos estructurales es el comportamiento normal.


Tal es el dualismo económico:

Rasgo fundamental de los países en vías de desarrollo. Entendemos por dualismo económico toda separación, toda yuxtaposición, todo abismo establecido entre, ya sea una región y el resto del territorio, ya sea entre dos sistemas o sectores, o entre grupos sociales del territorio, en un área espacial determinada, como ser, en una nación. Los puntos de contacto son limitados, las relaciones a menudo interrumpidas y las comunicaciones frecuentemente imperfectas. Con relación a los criterios de análisis elegidos por Gannagé, el dualismo puede ser territorial, funcional y social.

Dualismo territorial:


Los países subdesarrollados se presentan como un conjunto de regiones cuya expansión no es homogénea. Ciertas zonas están adelantadas, polarizadas, y constituyen puntos neurálgicos de crecimiento; otras, replegadas en sí mismas, permanecen demoradas y no llegan a transponer los umbrales a partir de los cuales el proceso acumulativo de crecimiento entra en juego.
El dualismo territorial se manifiesta a través de la desigualdad de los desarrollos regionales y la consiguiente presencia de “efectos retardadores” y “efectos de propulsión”. Los efectos retardadores indican en qué medida una región polarizada empobrece las zonas que se hallan fuera de su demarcación. A la inversa, los efectos de propulsión demuestran el grado de irradiación de los polos de desarrollo sobre el resto del territorio. Las desigualdades entre las regiones persisten o se atemperan, según el juego recíproco de los efectos retardadores y los efectos de propulsión.Dualismo funcional:

Se trata de la coexistencia de dos sistemas económicos, el capitalista y el precapitalista, sin que por ello debamos referirnos a dos zonas geográficas distintas. El sistema capitalista no se identifica con las zonas desarrolladas, ni el sistema precapitalista con las zonas subdesarrolladas. En efecto, dentro de una misma región geográfica pueden convivir economías de mercado con economías de subsistencia, sin demasiado contacto entre ellas.
Dualismo social:
En los países subdesarrollados se está en presencia de dos tipos de sociedades cuyas relaciones son divergentes y hasta opuestas e incompatibles, tanto a partir del rol de los individuos, como de los valores culturales prevalecientes. A la manera del dualismo funcional, la evolución del dualismo social puede conducir, ya sea a efectos de resistencia, ya sea a efectos de transformación, dada la interpenetración de las estructuras de las dos sociedades.


La causación circular acumulativa.
Utilizado primeramente por Nurkse, y desarrollado luego por Myrdal, el principio del círculo vicioso de la pobreza pone de relieve la interacción mutua de las diversas fuerzas económicas que intervienen en la persistencia de la pobreza en los países insuficientemente desarrollados. Mientras que bajo el supuesto de equilibrio económico todo cambio inicial provoca un cambio secundario que lo neutraliza, aquí por el contrario toda modificación en un factor desencadena un proceso en el cual el cambio del factor secundario sirve para reforzar al primero, y este reacciona a su vez sobre el segundo. Es el efecto “feed back”.

De esta interacción mutua nacerá un proceso acumulativo circular en el sentido de la alza o de la baja, según el carácter y el sentido del cambio en el factor inicial. En los países insuficientemente desarrollados, la persistencia de la pobreza, y la dificultad de liberarse de ella, se explica por una causalidad circular de los efectos acumulativos en el sentido de la baja.

Para Elías Gannagé, a partir de la causación circular, estos son los principales “círculos” que impiden a un país superar su situación de pobreza: el círculo malthusiano, indicador del crecimiento de la tasa de población por sobre la tasa de producción; el círculo del capital, que revela la insuficiencia del ahorro y de la inversión, a partir de escasos niveles de ingreso; la paradoja de la distribución de los ingresos, donde los ricos se tornan más ricos y los pobres más pobres, y por fin, las dificultades externas que refuerzan la pobreza de los países subdesarrollados, pronunciando sus rasgos de dependencia a través del intercambio comercial y las inversiones extranjeras.

Los testimonios expuestos son contundentes. Sometiendo la realidad argentina a las condiciones identificables del dualismo, el atraso y el subdesarrollo, vemos que la gran mayoría de ellas “encajan” plenamente en sus presentes circunstancias. No podremos encarar el futuro sin una profunda reflexión que nos permita reconocer con certeza quiénes somos, de dónde venimos y dónde estamos. Y dejar de confundir, como siempre lo hemos hecho, el “ser argentino” con el “deber ser argentino”.


Alfredo Pérez Alfaro

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