sábado, 30 de noviembre de 2019

AGENDA 2030 PARA EL DESARROLLO SOSTENIBLE. LOS 17 ODS


La Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó en septiembre de 2015 la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad, que también tiene la intención de fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia. Los Estados miembros de las Naciones Unidas aprobaron una resolución en la que reconocen que el mayor desafío del mundo actual es la erradicación de la pobreza y afirman que sin lograrla no puede haber desarrollo sostenible.

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible plantea 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible con 169 metas de carácter integrado e indivisible que abarcan las esferas económica, social y ambiental. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son:

1.    Erradicar la pobreza en todas sus formas en todo el mundo.
2.  Poner fin al hambre, conseguir la seguridad alimentaria y una mejor nutrición, y promover la agricultura sostenible.
3.  Garantizar una vida saludable y promover el bienestar para todos y todas en todas las edades.
4. Garantizar una educación de calidad inclusiva y equitativa, y promover las oportunidades de aprendizaje permanente para todos.
5.     Alcanzar la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas.
6.   Garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos.
7.  Asegurar el acceso a energías asequibles, fiables, sostenibles y modernas para todos.
8.   Fomentar el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo, y el trabajo decente para todos.
9. Desarrollar infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible, y fomentar la innovación.
10. Reducir las desigualdades entre países y dentro de ellos.
11. Conseguir que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros,  resilientes y sostenibles.
12.Garantizar las pautas de consumo y de producción sostenibles.
13.Tomar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos.
14.Conservar y utilizar de forma sostenible los océanos, mares y recursos marinos   para  lograr el desarrollo sostenible.
15.Proteger, restaurar y promover la utilización sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar de manera sostenible los bosques, combatir la desertificación y detener y revertir la degradación de la tierra, y frenar la pérdida de diversidad biológica.
16.Promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar acceso a la justicia para todos y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles.
17. Fortalecer los medios de ejecución y reavivar la alianza mundial para el desarrollo sostenible.

La nueva estrategia regirá los programas de desarrollo mundiales durante los próximos quince años. Al adoptarla, los estados se comprometieron a movilizar los medios necesarios para su implementación mediante alianzas centradas especialmente en las necesidades de los más pobres y vulnerables.

Los 17 ODS de la Agenda 2030 se elaboraron durante más de dos años de consultas públicas, interacción con la sociedad civil y negociaciones entre los países. La Agenda implica un compromiso común y universal, no obstante, puesto que cada país enfrenta retos específicos en su búsqueda del desarrollo sostenible, los estados tienen soberanía plena sobre su riqueza, recursos y actividad económica, y cada uno fijará sus propias metas nacionales en consonancia con la Agenda.

La Agenda 2030 incluye también un capítulo de Medios de Implementación que vincula de manera integral el acuerdo de la Agenda de Acción de Addis Abeba para la financiación del Desarrollo.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

CARLOS PAGNI: EL HAMBRE EN LA ARGENTINA, UN PROBLEMA QUE NO SE MIDE


La columna de Carlos Pagni: el hambre en la Argentina, un problema que no se mide
Escuchar a los pobres podría ser la clave para que el gobierno de Alberto Fernández encuentre cómo combatir un flagelo que persiste en el país desde hace años.

El viernes, el presidente electo Alberto Fernández encabezó una reunión a la que asistieron sindicalistas, empresarios y hasta referentes de la gastronomía, en lo que fue el inicio del Plan Argentina contra el Hambre. Marcelo Tinelli, Pérez Esquivel, Estela de Carlotto, Héctor Daer, Pablo Micheli y Roberto Baradel y Narda Lepes, entre otros, dijeron presente.
Carlos Pagni, columnista de Telenoche, analizó este escenario y cómo la pobreza es un problema que trasciende generaciones en la Argentina. A continuación, los puntos destacados.
19/11/2019

- La pobreza es un tema recurrente en la Argentina desde hace muchos años. La informalidad y la exclusión irrumpieron con fuerza en el país probablemente en la crisis que fue desde 1998 al 2003, y con ellas el problema del hambre. Sobre este último punto, hay dos cuestiones a determinar: cuánto hay y qué hacer con él.

- Este año se le otorgó el Premio Nobel a tres economistas, que están radicados en EEUU, por sus estudios sobre el hambre. Dos de ellos, Abhijit Banerjee y Esther Duflo, escribieron un libro que se llama "Economía de la Pobreza", que aborda las estrategias para combatirla.

- De acuerdo con los autores, el gran problema de los programas para reducir la pobreza y el hambre es que quienes los diseñan no escuchan a los pobres. Probablemente, leer ese libro sea una buena experiencia para el presidente Alberto Fernández o para Daniel Arroyo, que se presume que va a ser su ministro de Desarrollo Social.

- Para Banerjee y Duflo, un pobre es un genio de la economía, porque es capaz de vivir, por ejemplo, con 9 centavos de dólar en Miami. Entonces, ¿por qué no preguntarle a ellos qué hacer con el dinero? Esto remite a la idea de la tarjeta alimentaria. ¿Es una buena idea decidir que lo que necesita el pobre es comprar alimentos, o necesitará otra cosa?

- Con respecto a qué sabemos del hambre, lo cierto es que éste no se mide. Sí tenemos registro de la pobreza a través del acceso a una canasta de productos básicos. En tanto, la indigencia también se calcula con alimentos, en base a una canasta elaborada en los años 80' de 2000 calorías básicas por día. Sin embargo, ésta no se carga con datos desde el año 2004, por lo que no sabemos qué come la gente en realidad ni cuántos están por debajo de esos requerimientos.

- Es por eso que, antes de repartir una tarjeta, tendremos que saber qué es lo que comen los argentinos, quiénes están por debajo de lo deseable y luego evaluar qué mecanismo es el más eficiente para resolver el problema.

lunes, 18 de noviembre de 2019

LATINOAMÉRICA, SUMIDA EN UNA CRISIS DEL SIGLO XXI


Eduardo Fidanza. 16 de noviembre de 2019

En la última década del siglo pasado, dos relevantes sociólogos europeos escribieron ensayos que anticiparon lo que las sociedades mundiales atravesarían pocos años después. Anthony Giddens -un notorio especialista en teoría social, considerado el padre de la Tercera Vía- publicó en 1990 Las consecuencia de la modernidad, donde traza un retrato inquietante del mundo contemporáneo.

Para describir su naturaleza, recurre a un término extraído de la mitología hindú: el juggernaut, que representa el carro en el que era sacado en procesión el dios Krishna, cuyas ruedas aplastaban a los fieles, sacrificándolos en aras de la divinidad. La expresión alude a una fuerza terrible e indetenible que destruye todos los obstáculos que se presentan en su camino.

Según Giddens, la modernidad adquiere ese rasgo angustiante por tres factores: primero, la tecnología consuma la separación del tiempo y el espacio; segundo, eso produce un "desanclaje", porque se destruyen las referencias locales, reorganizándose los vínculos sociales a través de enormes distancias espacio-temporales; y tercero, el conocimiento se torna reflexivo, provocando el cuestionamiento incesante de las certezas y los valores. Así, la humanidad globalizada queda a merced de culturas controvertidas y sistemas expertos, que a pesar de su sofisticación no garantizan la seguridad. Cuando Giddens escribió esto ya había explotado Chernobyl, que le sirvió de ejemplo. Pero aún no las Torres Gemelas, cuyo destino pareciera sintetizar su pesadilla sociológica en el inicio del siglo XXI.

Hay algo más, sin embargo. Y es fundamental. Giddens dictamina acerca de la globalización capitalista: "En algunos sentidos el mundo es 'uno'; pero en otros sentidos, esa unidad está desgarrada por las injusticias del poder". Eso significa que la apropiación del conocimiento y las oportunidades es diferencial, abriendo la puerta a una insondable desigualdad entre los individuos y entre las naciones. Esta reflexión se vincula con el segundo sociólogo que evocamos.

Se trata de Ralf Dahrendorf, quien publicó en 1995 un ensayo titulado Economic Opportunity, Civil Society, and Political Liberty, que en español se tradujo como La cuadratura del círculo, una feliz metáfora acerca de la dificultad de conciliar bienestar económico, cohesión social y libertad política. Dahrendorf se pregunta cómo afecta la globalización a la sociedad civil, y responde que de muchas maneras, cuyas consecuencias son graves: nuevos tipos de exclusión, pérdida de ciudadanía, destrucción de los bienes públicos, desempleo, pobreza, desigualdad. Considera a la sociedad civil "una realidad preciosa, todo lo contrario a lo universal, que es producto de un largo proceso de civilización, pero que queda expuesta a la amenaza de los gobernantes autoritarios o a las fuerzas de la globalización". Hace 25 años, este sociólogo vislumbró la llegada de los Trump, los Bolsonaro, los Orbán, los Maduro y otros de su estirpe. Vio la tierra fértil para estos psicópatas de la política al afirmar: "La fusión de competitividad global y desintegración social no es una condición favorable para la libertad".

Sin descuidar los rasgos específicos de cada país, acaso haya que recordar estas condiciones generales para tratar de entender lo que les sucede a las sociedades cuando concluye la segunda década del siglo XXI. Es sintomático que un jubilado que protesta en Irak afirme que ha trabajado 40 años y no puede vivir con los 300 dólares que recibe. Podría decir lo mismo uno de Brasil, Ucrania o la Argentina. Sucede algo similar con los que se alzan contra el autoritarismo en Hong Kong, Managua o Caracas. A unos les han quitado los ingresos, a otros, la libertad. Ese malestar se traslada al cuestionamiento de los sistemas de gobierno, expresados a través de una anomia política desconcertante: los que perdieron con la democracia liberal la repudian, los que carecen de libertad la buscan. A unos les resultan indiferentes los golpes de Estado, a otros se les va la vida tratando de liberarse de sus dictadores. Ya no existe la verdad, sino las lecturas contrapuestas. Como la Ilustración en su momento, el capitalismo globalizado ha sido infiel a sus promesas.

Por estas cosas, y por muchas otras que no caben aquí, es tan difícil conceptualizar lo que ocurre en América Latina, cuya crisis repite las incertezas típicas de este siglo. Hay acuerdo en que el comercio internacional fue adverso. Más allá de eso, las piezas no encajan. La macroeconomía equilibrada multiplicó la desigualdad en lugar de impulsar el bienestar, con la complicidad de la democracia liberal. Los responsables del modelo no saben cómo justificar el desastre. Mientras tanto, los progresistas se niegan a asumir las inconsistencias evidentes de su moral redentora. Es tan cierto que mejoraron las condiciones de vida de las masas como que incurrieron en todo tipo de corrupciones y autoritarismos. Entre el fracaso liberal y la doble moral progresista, Latinoamérica sigue desangrándose.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

UNA TRANSICIÓN CON BRÚJULA, PERO SIN PÉNDULO


Una transición con brújula, pero sin péndulo
Eduardo Fidanza. PARA LA NACION. 9 de noviembre de 2019 

En septiembre de 1983, pocos días antes de la elección presidencial que concluiría con la dictadura militar, el economista Marcelo Diamand publicó un texto titulado "El péndulo argentino: ¿hasta cuándo?". Llamaba péndulo a la permanente oscilación de la política económica entre lo que denominaba "dos corrientes antagónicas": la popular o expansionista y la ortodoxa o liberal. La primera expresa las aspiraciones de las masas, mientras que la segunda representa la opinión ilustrada, enseñada en las universidades occidentales y adoptada por las instituciones financieras internacionales.

Según Diamand, la corriente popular -hoy diríamos "populista"- propugna la distribución progresiva del ingreso y el pleno empleo. Para lograrlo, busca ampliar los beneficios sociales, otorga aumentos nominales de salarios y, si lo considera necesario, recurre al control de precios.

También manipula los principales instrumentos de política económica -básicamente el tipo de cambio y las tarifas de los servicios públicos- para disminuir la inflación. Con eso, el populismo consigue, en una primera fase, aumentar el salario real y el acceso al crédito, que impulsan decididamente el mercado interno al incrementar el consumo.

Al cabo de esa euforia, sostenía Diamand, el modelo se agota debido al déficit presupuestario, el desequilibrio de la balanza comercial (la reactivación genera un insostenible aumento de las importaciones) y el recrudecimiento de la inflación. El final del experimento es conocido: se agotan las reservas y se precipita la crisis de la balanza de pagos.

Según esta interpretación, a la ilusión populista le ha seguido el correctivo liberal. Este consiste en una fuerte devaluación, que mejora los ingresos del sector agropecuario y derrumba el salario, complementada con restricción monetaria, freno al consumo y atracción de capital externo bajo la forma de inversión o préstamos. Para Diamand, con este modelo sucede lo mismo que con el otro: luego de algunos éxitos iniciales se agota, poniendo otra vez la economía al límite. Su explicación es increíblemente actual: "En algún momento del proceso sobreviene una crisis de confianza. Los préstamos del exterior que habían ingresado comienzan a huir.

Se produce una fuerte presión sobre las reservas, una crisis en el mercado cambiario y una brusca devaluación. Caen los salarios reales, disminuye la demanda, la tasa de inflación otra vez aumenta vertiginosamente y se vuelve a caer en una recesión, más profunda aún que la anterior". Diamand dice que los impulsores de ambas corrientes explican el fracaso argumentando que no tuvieron suficiente poder para imponer su programa.

Pero él tiene otra tesis: no es el empate entre fuerzas lo que impide el progreso, sino la inconsistencia intrínseca de ambos modelos. Ninguno de ellos logra eludir la restricción externa, un rasgo característico de las economías que no pueden compensar con los ingresos del agro la inmadurez de la industria y los servicios. Eso provoca que cíclicamente el país se quede sin dólares. El drama de la escasez tuvo una consecuencia impensada: varias veces, un mismo gobierno aplicó recetas populistas y ortodoxas, como lo demuestran V. Arza y W. Brau en un paper publicado estos días en el sitio Alquimias Económicas. La administración saliente incurrió en esa ambigüedad.

En 1983 Diamand concluyó que después de repetidas frustraciones el péndulo se había agotado. Escribió entonces, con resonancias que llegan al presente: "Por primera vez en la historia, está por asumir el poder la corriente popular sin que existan reservas de divisas y, además, con más de la mitad de las exportaciones comprometidas para el pago de los intereses de la deuda. Esto significa que el gobierno popular esta vez carecerá del margen de maniobra inicial con el que siempre contó". Años después se repite el estrangulamiento, pero el estrés inicial del próximo gobierno se debe a una inversión paradójica de la historia: cuando debido al agotamiento de las reservas debería ser la hora de la ortodoxia, le toca presidir al populismo.

En síntesis, la economía pendular se terminó. Porque no hay reservas para que el producto crezca y porque el endeudamiento o la emisión son inviables. Podría decirse, sin embargo, que esta es una transición sin péndulo, aunque con brújula, si se repara en algunas señales prometedoras: predisposición a transferir el poder ordenadamente, equilibrio de fuerzas, redefinición de los liderazgos, conciencia de ambos lados sobre los pocos caminos disponibles para resolver la crisis.

Tal vez sobre este piso mínimo, y ante la amenaza de un mal mayor, se construyan acuerdos para afrontar el problema que lo traba todo. Diamand describió la cuestión con claridad, pero acaso sin imaginar que la agonía se prolongaría casi cuatro décadas: "O la Argentina queda condenada a una permanente recesión, con consecuencias sociales y políticas imprevisibles, o aprenderá finalmente a superar la restricción externa que limita el crecimiento de su economía".

domingo, 10 de noviembre de 2019

AVANZADA ANTIMONOPOLIO. EL DESAFÍO DE DIVIDIR A LOS GIGANTES TECNOLÓGICOS


Mark Zuckerberg confía en que Facebook resistirá los embates para dividir a la compañíaMark Zuckerberg confía en que Facebook resistirá los embates para dividir a la compañía Fuente: AFP
En Estados Unidos se alzan cada vez más voces que alertan sobre el papel que tienen empresas como Facebook, Amazon, Apple y Google; las propuestas para separar a las compañías
9 de noviembre de 2019 

"Padre Lennon, ¿tiene algo de dinero? Compre acciones de Standard Oil." Es lo que se dice que John D. Rockefeller le aconsejó a su compañero de golf, un sacerdote, cuando recibió en 1911 la noticia de que la Corte Suprema había dictaminado que su compañía petrolera debía ser dividida en 34 firmas más pequeñas. Fue un buen consejo. En pocos años el valor de esas firmas se triplicó. La riqueza neta de Rockefeller, que poseía más del 25% de cada empresa, pasó de alrededor de US$300 millones en 1911 a US$900 millones en 1923, alrededor de US$23.000 millones actuales.

Una división de los gigantes tecnológicos de hoy -Google, Amazon, Facebook y Apple- también podría destrabar una inmensa riqueza, según algunos analistas. Si se implementara plenamente el plan más radical, propuesto por Elisabeth Warren, una contendiente demócrata líder para la presidencia de Estados Unidos, de acuerdo a algunos cálculos las partes separadas podrían valer más de US$2 billones, lo que es aproximadamente la mitad del valor de las cuatro firmas completas hoy.

El esquema de Warren que tiene dos vertientes, fue presentado en marzo, pero ahora está siendo analizado más cuidadosamente, a medida que su campaña por la nominación presidencial demócrata cobra impulso. La primera parte es relativamente directa. Quieren deshacer fusiones tecnológicas consideradas "anticompetitivas", porque se realizaron para neutralizar a potenciales competidores. Esto apunta principalmente a Facebook, que en 2012 compró la red social Instagram por US$1000 millones y en 2014 pagó US$19.000 millones por el servicio de mensajería WhatsApp. En la industria hay voces que sostienen que ambas empresas podrían haberse convertido en serias rivales para Facebook. Pero Warren también apunta a deshacer otros acuerdos, como el de DoubleClick, un market place de publicidad comprado por Google, y Whole Foods, la cadena de supermercados que fue adquirida por Amazon.

La segunda vertiente del esquema requiere más explicación. Los gigantes tecnológicos son mayormente bestias de dos cabezas. No sólo operan un mercado sino que también compiten en el mismo. Amazon posee el mayor market place del mundo y también vende productos en ese mercado bajo marcas privadas. Apple administra la tienda de apps del iPhone pero también ofrece sus propias apps. Esto crea incentivos para que estas firmas promuevan sus productos de manera desleal, por ejemplo presentándolos en primer lugar en las páginas de resultados de sus motores de búsqueda.

Warren quiere que los operadores de mercados online que generen ingresos globales anuales de más de US$25000 millones sean declarados "empresas de servicios de plataformas" y que se les prohíba ser dueños de una plataforma y hacer negocios en la misma. Como mínimo esto significaría, por ejemplo, que Amazon tendría que deshacerse de sus marcas privadas, en particular Amazon Basics. Apple tendría que deshacerse de apps como Mail y Maps.

Determinar el efecto de las divisiones es difícil, aunque un análisis de los ingresos de varias partes de los negocios de los titanes tecnológicos da una idea de su valor. Analistas de activos que hacen análisis "de la suma de las partes" también tratan de estimar el valor de las piezas de un negocio usando como medida firmas similares. Sus evaluaciones con exceso de entusiasmo de cuánto podrían valer las firmas a veces parecen fantasiosas. Pero el enfoque puede servir razonablemente bien para unidades de negocios que tienen partes comparables, como Instagram. En junio Bloomberg Intelligence calculo que Instagram valdría US$100.000 millones (aunque algunos en Silicon Valley ubican la cifra en un nivel mucho más alto, alrededor de US$200.000 millones, por su acelerado crecimiento). El banco Brent Thill valúa el negocio de comercio minorista online de Amazon (incluyendo Amazon Basics, pero sin su mercado) en casi US$200.000 millones, y las tiendas físicas de la firma (principalmente Whole Foods) en hasta US$6000 millones.

Si no hay buenos términos de comparación y datos financieros, estimar los valores se parece más a un arte que a una ciencia, dice Brian Wieser, de Group m, el mayor comprador de publicidad del mundo. Eso hace aún más difícil calcular el valor del negocio publicitario de Google de conjunto (La estimación de Jefferies es de US$539.000 millones). Warrant quiere dividirlo en un mercado de publicidad y los servicios que operan en el mismo. Pero valuar sus partes constitutivas es pura adivinanza. La firma no da cifras.

Estos no son los únicos problemas. WhatsApp, pese al tremendo precio que pagó Facebook por la firma, no gana mucho dinero, lo que hace difícil valuarla. No tiene sentido tratar de estimar un precio para las apps de Apple y Google.

Lo poco preciso del plan de Warren también hace difícil estimar un valor total de la división. Si Facebook tiene que separarse de WhatsApp, ¿por qué debería conservar Messenger, su otro servicio de mensajería instantánea? ¿O porque debe Apple conservar iMessage? Se puede considerar ambos como servicios sobre una plataforma. Del mismo modo no está claro lo que sucedería con las tiendas de apps de Apple y Google o las ramas de computación en la nube de Amazon y Google (y la de Microsoft, que es rival de Amazon). La separación de Servicios Amazon en la red, por ejemplo, crearía la segunda firma corporativa más valiosa del mundo. Valdría US$438.000 millones, dice el banco Morgan Stanley, alrededor de cuatro veces más que IBM.

¿Aunque la mayoría de los analistas suponen que las partes separadas valdrían más que el todo, podría ser cierto lo opuesto? Las divisiones podrían destruir valor. Se evaporarían las sinergias, señala Amit Daryanani de Everccore, una firma financiera. Apple quizás ya no pueda ofrecer un paquete de hardware, software y servicios fuertemente integrado, lo que es su principal ventaja competitiva. Si se le quitara a Amazon su rama de computación en la nube perdería su negocio más rentable, lo que haría del resto una inversión menos atractiva. Tampoco está claro cómo reaccionarían los mercados si las desinversiones debilitaran los efectos de red y a las fuerzas económicas que permiten a las firmas grandes hacerse más grandes.

Los que creen que pueden beneficiarse de las divisiones no debieran llenarse de expectativas. Abundan las barreras políticas y legales. Aunque Warren gane la elección el año entrante, el senado norteamericano probablemente seguiría bajo control republicano y podría no estar dispuesto a convalidar una división radical. La otra vía, a través de los entes regulatorios, parece igualmente complicada. Warren quiere nombrar reguladores "comprometidos a revertir fusiones tecnológicas ilegales y anticompetitivas". Pero probablemente tendrían que convencer a la Justicia norteamericana. Tanto los jueces de los tribunales federales de apelación como la mayoría conservadora de la Corte Suprema son escépticos en cuánto a las posturas antimonopólicas.

En segundo lugar las dificultades prácticas serán una dificultad de agregada. En otros sectores prohibiciones de "líneas de negocios", del tipo que Warren quiere imponer a Amazon y Apple, han sido usadas para evitar el abuso de una posición dominante. Se prohibió a los ferrocarriles en EE.UU. transportar productos producidos por ellos mismos y a los bancos intervenir en el comercio. En el mundo digital estas fronteras son más arbitrarias y fluidas.

Nada de plataformas
Separar a las plataformas de los servicios que funcionan en ellas suena elegante. ¿Pero cómo dividir los datos que los gigantes tecnológicos han recogido? ¿Qué es parte de la plataforma y que no? ¿Qué pasa si se mueven las líneas que las separan? La mensajería instantánea podría describirse como un aspecto de una plataforma de redes sociales pero también como un servicio por separado. El caso contra Microsoft se detonó cuando empaquetó su sistema operativo Windows con su navegador de la red, que hasta entonces eran piezas separadas. Hoy los navegadores generalmente son considerados parte de un sistema operativo.

Tercero, el temor a consecuencias no deseadas actuará como un freno a las divisiones. El plan de Warren fue inspirado en parte por Lina Khan, Una estudiosa del derecho, que en 2017 publicó un trabajo influyente titulado "Amazon paradoja antitrust" y ahora asesora al subcomité antitrust del Congreso de EE.UU. en su investigación de las grandes empresas tecnológicas.

Pero en un trabajo más reciente enumera varios problemas que acarrearía imponer una regulación muy pesada. La tecnología en rápida evolución puede hacer que las divisiones resulten obsoletas. Debido a que introducen fricción, podrían llevar a una suba de precios. Si se las limita en cuanto a lo que pueden hacer, las plataformas pueden reducir la inversión, haciendo así más lenta la innovación. Aunque identifica estos problemas dice que no son "un argumento convincente para la inacción".

Lo que es más, las divisiones por sí solas no bastarán para domar a las grandes empresas tecnológicas. Harold Feld de Public Knowledge, un centro de estudios de orientación progresista, señala el "problema de la estrella de mar". Algunas estrellas de mar tienen poderes increíbles de regeneración: si se las rompe, las partes rápidamente crecen y se convierten en nuevas criaturas completas. En forma similar, una parte de un gigante tecnológico podría volverse dominante nuevamente debido a efectos de red. Sostiene que las divisiones tienen que ser acompañadas por una normativa que debilite este efecto, por ejemplo con el requisito de que el usuario de un servicio de mensajería instantánea pueda intercambiar textos con el usuario de otro servicio.

¿Dadas todas estas barreras se concretará alguna vez la división? Desinversiones en todo el sector parecen improbables, pero incluso Makan Derahim, jefe de la división antitrust del departamento de Justicia de EE.UU., dijo el 22 de octubre que están "perfectamente a la orden del día". Amazon se ve vulnerable. Está perturbando muchos sectores y creándose muchos enemigos. Parece relativamente fácil argumentar políticamente en favor de prohibirle algunas líneas de negocios. La víctima más probable es Facebook. Escándalos de privacidad y su rol en la diseminación de desinformación han convertido a la firma en un blanco tanto para los demócratas como para los republicanos.

Es relativamente fácil argumentar contra Facebook. Scott Hemphill y Tim Wu, dos estudiosos del derecho de Nueva York, ya lo están haciendo. Con el respaldo de Chris Hughes, un cofundador de Facebook que ahora es crítico de la firma, han estado haciendo presentaciones ante las autoridades regulatorias explicando que "evidencias disponibles indican que en 2010 Facebook lanzó un programa de adquisiciones defensiva seriales para mantener su dominio".

Más allá de los argumentos legales, no se presenta como una tarea fácil. WhatsApp sigue siendo un ente separado pero Instagram no lo es. Usa la misma plataforma de publicidad que Facebook. Y la firma está uniendo aún más sus mayores servicios fusionando sus agendas de direcciones. Los suscriptores de Facebook en algún punto podrán mandar mensajes con WhatsApp. La firma dice que busca hacerle la vida más fácil a los usuarios. Los críticos dicen que el objetivo es hacer más difícil la división. Para evitar un "daño irreparable" Hemphill y Wu piden a los reguladores que soliciten una prohibición preliminar que pondría fin al trabajo de integración.

Mark Zuckerberg, el dueño de Facebook, sabe que tiene un blanco en la espalda. Si Warren fuera elegida presidenta, le dijo recientemente al personal "apuesto a que enfrentaríamos un desafío legal". Agregó que además apostaría que él ganaría. Zuckerberg quizás debiera informarse de la historia de la Standard Oil. Rockefeller pensaba lo mismo, hasta que fue demasiado tarde.

Traducción de Gabriel Zadunaisky

YVON CHOUINARD: "HAY QUE REINVENTAR EL CAPITALISMO POR COMPLETO"


A los 81 años, el fundador de la marca Patagonia desarma los mitos sobre la sustentabilidad, critica a Amazon y el plan de Elon Musk para ir a Marte y asegura que todavía no es tarde para salvar al planeta
Fast Company. Jeff Beer. 9 de noviembre de 2019 

"Quieren saber la verdad. No hay esperanza. No hay ninguna esperanza". Eso es lo que el fundador y presidente de Patagonia Yvon Chouinard le dijo al diario L.A. Times en 1994. A pesar de ello, Chouinard y su compañía han dedicado décadas-y millones de dólares-a combatir por causas ambientales en todo el mundo invirtiendo al mismo tiempo en prácticas de negocios más sustentables. Lo que es más, Patagonia ha abrazado y promovido el movimiento de corporaciones B, mientras que Chouinard encabezó esfuerzos como "El 1% por el planeta", un colectivo de compañías que se comprometieron a donar el 1% de su ganancias a grupos ambientalistas y que desde 2002 lleva reunidos más de US$225 millones.

Mientras tanto a lo largo de los últimos 46 años, Patagonia se ha convertido en una marca global valorada en miles de millones de dólares, lo que la convierte en el ejemplo de una compañía a la que le va bien y hace el bien.

Pero Chouinard sigue insatisfecho. A los 81 años está más concentrado que nunca en demostrar, con el ejemplo de Patagonia, a qué extremos puede llegar una compañía para proteger el planeta. Tomándose un descanso de sus jornadas de pesca cerca de su hogar en Wyoming, Chouinard se muestra tanto apasionado como irónico al hablar de su filosofía de negocios, lo que entendemos mal acerca de la sustentabilidad, porque lo entusiasma tanto la agricultura regenerativa y la maquinaria política de Patagonia en ascenso.

-¿Cómo se lleva con la idea de que estar en los negocios significa necesariamente que se está contribuyendo a la polución y el daño del planeta?

-Todo lo que el hombre hace provoca más daño que bien. Tenemos que aceptar ese hecho, no engañarnos pensando que algo es sustentable. A partir de ahí uno puede tratar de lograr una situación en la que cause el menor daño posible. Esa es nuestra manera de ver las cosas. Es una cumbre que nunca se alcanza. Uno siempre está tratando de alcanzarla. Nunca se llega a la cima, pero ese es el viaje.

-Hace unos ocho meses usted escribió una nueva declaración de misión para la compañía: "Patagonia está en el negocio de salvar a nuestro planeta". ¿Qué impacto ha tenido eso hasta ahora?
-Afecta el trabajo de todas y cada una de las personas. Algunos más que otros, pero puso a todos a pensar. Hicimos el compromiso de estar libres de combustibles fósiles para 2025. Hemos invertido en compañías que están trabajando en cultivar las fibras sintéticas, cosas hechas a partir de plantas en vez de petróleo. No sólo estamos limpiando nuestros edificios y nuestras cosas, vamos a nuestros proveedores y los convencemos de que usen energía más limpia. Además seguimos trabajando en salvar grandes áreas del planeta que captan mucho carbono. Personalmente estoy trabajando en un nuevo parque publico en la punta de América del Sur, alrededor de 325.000 hectáreas de turberas y pantanos y 81.000 hectáreas de mar, que "secuestra" más carbono que casi cualquier otra zona en la tierra.

-Hace diez años usted empezó a introducirse en el negocio de los alimentos, lanzando Patagonia Provisions. Y trabajan con la agricultura regenerativa. Ahora usted ha llevado esos principios regenerativos a su cadena de provisión de algodón. ¿Siempre vio eso como lo que había que lograr?
-Esto es todo bastante nuevo. Los científicos recién ahora están descubriendo lo importante que es la producción agropecuaria para el cambio climático, tanto en términos negativos como positivos. El ambientalista y empresario Paul Hawken tiene un libro que enumera 100 cosas que podemos hacer para combatir el cambio climático (titulado Drawdown: el plan más completo que se ha propuesto para revertir el calentamiento global). De esas 100 cosas, lo más importante que se relacionaba con nosotros era la agricultura, por lo que nos concentramos en la agricultura orgánica regenerativa. Estamos trabajando en una nueva certificación que va más allá de lo orgánico. Hemos estado usando algodón cultivado orgánicamente durante años, pero todo lo que hace es causar un poco menos de daño. Por lo que decidimos comenzar a cultivarlo de manera regenerativa y orgánica. Comenzamos con ciento cincuenta productores en la India, campesinos a pequeña escala. Los convencimos de cultivar el algodón con una cantidad mínima de labranza. Incluso con el algodón ahora, secuestramos carbono. Esto es importante. La agricultura regenerativa no puede hacerse a gran escala. Simplemente no se puede. Esta gente mata los parásitos aplastándolos con sus dedos. Ponen luces para atraer a los insectos de noche y usan métodos naturales. Y usan cultivos de cobertura: garbanzos y cúrcuma, para la que hay gran demanda. Y usan abono. Les pagamos 10% extra, así que casi han aumentado al doble sus ingresos. El año que viene vamos a tener 580 pequeños productores que cultivarán algodón de este modo.

-¿Y qué piensa de que Jeff Bezos y Elon Musk impulsen el viaje interplanetario para llegar a Marte y colonias en la luna, porque no parecen creer que podemos salvar nuestro planeta?
-Creo que es bastante tonto. Y no sólo tonto, realmente es una lástima. Los fondos que van a destinar a la exploración del espacio debieran usarse para salvar nuestro propio planeta ahora mismo. Estamos en una situación de emergencia. Las cosas se ven tan mal. Es la tercera guerra mundial. Yo viví la segunda guerra mundial y recuerdo lo que tuvo que hacer el país para movilizar. No se podía comprar azúcar. No se podía comprar carne. Siendo canadienses del lado francés, teníamos suerte si conseguíamos carne de caballo. [Ríe] Eso es lo que tiene que suceder con este asunto del calentamiento global. Estamos desperdiciando el dinero en esto de ir a Marte. Quiero empezar a fabricar remeras que tengan una trucha y que diga que no hay truchas en Marte o con la leyenda "a la mierda con Marte". Tenemos que hacer eso.

-Ha sido bastante claro respecto de su pesimismo en relación al destino del planeta al mismo tiempo que está comprometido con tratar de arreglarlo. ¿A qué atribuye su capacidad de no ser nihilista y seguir avanzando hacia una cumbre que nunca se alcanza?
-La solución para la depresión es la acción y yo tengo una idea clara de lo que tengo que hacer. Mucha gente quiere hacer algo respecto al calentamiento global, pero no sabe por dónde comenzar. Es una falta de introspección e imaginación. Un técnico de nuestro laboratorio de tejidos se comunicó con uno de nuestros proveedores en Japón y le dijo: "Oiga, veo que usted compra su energía de usinas a carbón. ¿Por qué no se pasa a energía verde?" Se trata de una fábrica japonesa gigante. El hombre dijo: "No lo había pensado". Lo analizaron, se pasaron a energía verde y sólo les cuesta US$7000 más al año. Ahí tiene. El tipo nunca lo había pensado, pero sonaba como una buena idea. Hay mucha fruta al alcance de la mano.

-¿Qué rol ha tenido su budismo a la hora de encontrar ese enfoque?
-Uno puede abordar el zen de distintas maneras. Una manera es que uno puede sentarse y contemplarse el ombligo todo el día. Yo simplemente lo abordó a través de la acción, sea deportes o negocios.

-Usted ha dicho que podía convencer a cualquiera mano a mano de que buscar el crecimiento por el crecimiento mismo es malo y abrazar los ideales de la sustentabilidad o la responsabilidad lo hace a uno más rentable. ¿Qué le diría a los CEO de JPMorgan Chase o Apple?
-Si tuviera suficiente tiempo les daría un ejemplo tras otro de cómo hacer lo correcto término dándonos más dinero. Y la motivación adicional fue simplemente creer en el karma. Siempre vuelve.

-¿Si la idea es crear una mejor versión del capitalismo que cree que debe hacerse con las compañías que cotizan en bolsa?
-Hay que reinventar el capitalismo por completo. El capitalismo lleva a que haya un montón de gente pobre y muy poca gente extremadamente rica. De últimas el capitalismo va a perder su clientela. No va a haber nadie que pueda comprar el producto porque todos van a ser tan pobres. Todo se va a hundir antes de la próxima elección, probablemente. Va a haber otra inmensa recesión y todo el mundo va a perder con sus acciones. Otra vez. Es un sistema que tiene que cambiar. Todo el asunto de las acciones depende del crecimiento. Un ejemplo es el de Amazon. Hoy Amazon no tiene ganancias. No paga impuestos. Nada. Pero la empresa está creciendo como locos. Es todo crecer, crecer, crecer y es eso lo que está destruyendo el planeta. Yo mismo me enfrento a este dilema. Somos una compañía de US$1000 millones. Y yo no quiero una compañía de US$1000 millones. El día que me lo anunciaron bajé la cabeza y dije: "Ay Dios, yo sabía que íbamos a llegar a esto". Estoy tratando de pensar cómo hacer que Patagonia vuelva a actuar como una pequeña compañía.

-Mucha gente se inspira en usted. ¿Pero quién lo inspira a usted? ¿Quién es el Yvon Chouinard de Yvon Chouinard?
[Ríe] Creo que? No sé. Hay unas cuantas personas en el mundo que están haciendo cosas realmente buenas. Huey Johnson, que tiene una entidad sin fines de lucro en Marin County, San Francisco, ha estado haciendo cosas por mucho tiempo. Él creó Conservation International, Nature Conservancy, Trust for Public Land, y tiene una organización llamada Resource Renewal Institute. El tipo nunca se rinde. Es un optimista. Yo soy pesimista. El ha sido una inspiración para mí. El ambientalista David Bower. La oceanógrafa Sylvia Earle. Jane Goodall está tratando de salvar sus chimpancés que van camino de la extinción. Es algo parecido a la tarea que hacen los amigos del oso polar. Igual creo que hay que olvidarse de salvar al oso polar. Hoy, hay que salvar al planeta para salvar al oso polar. Eso es deprimente pero sigue la pelea. Goodall está en la ruta más de 360 días al año. A mí me mata pasar unos días. Yo acabo de volver de Labrador y por Dios, es duro?

-Eso queda lejos de Wyoming ...
-Volver de Labrador a Jackson Hole fue un esfuerzo. Corrí de una punta del aeropuerto de Boston a la otra, porque mi avión desde Halifax estaba atrasado. Pase 36 puertas y no llegaba porque los vuelos estaban en distintas terminales. Casi tuve un ataque al corazón. [Ríe] Y cuando llegué el vuelo ya estaba cerrado. El avión estaba listo para despegar. Ahí un tipo me dice: "Oiga yo sé quién es usted. Les dije que mantuvieran abierto el portón un par de minutos más. Yo sabía que iba a llegar". Y lograron que subiera. El tipo dice: "Oiga, yo soy cineasta. Conozco lo que usted hace. Siga con el buen trabajo". Y se fue. Yo pensé: "Este tipo es un ángel". [Ríe] Esa es la devolución kármica de la que hablo.
Por: Fast Company y Jeff Beer

domingo, 3 de noviembre de 2019

LA NEOCOLONIZACIÓN: CÓMO ES EL PLAN DE CHINA PARA CONQUISTAR AMÉRICA LATINA Y LAS PELIGROSAS CONSECUENCIAS


El gigante asiático somete a países empobrecidos a fuerza de préstamos y promesas de inversiones. Mano de obra barata, precarización y deterioro ambiental. El modelo impuesto en África
Por Laureano Pérez Izquierdo. 2 de noviembre de 2019. Director de Infobae América .

China ha iniciado -desde hace ya algunos años- un lento pero constante proceso de “neocolonización” sin freno. Principalmente en América Latina. Los rígidos estándares morales impuestos por el Partido Comunista (PCC) a la población y a su clase dirigente le impedirían al régimen someter a otros pueblos a fuerza de crucifijos o evangelios tal como ocurriera en siglos pasados. Tampoco los actuales tiempos permitirían invasiones militares. Es por eso que su voracidad expansionista lleva el sello de la Reserva Federal de los Estados Unidos: sus funcionarios ofrecen dólares. Muchos dólares. De a miles de millones. Y parece funcionar.

La sabiduría milenaria rinde frutos al PCC. Sus jerarcas -encabezados por Xi Jinping, el presidente del gobierno central- conocen cada una de las debilidades y necesidades de los países del Tercer Mundo cuya mayoría de líderes y conductores sólo piensa en perpetuarse en el poder o en sobrevivirlo. África y América Latina, continentes relegados históricamente, son claros ejemplos del uso que Beijing hace de su dinero para explotar sus recursos e intentar imponer costumbres y leyes.

En la región latina, China extiende sus brazos -más activamente- desde hace algo más de una década. Siempre con la misma táctica: préstamos blandos y dinero fresco. Siempre con la misma estrategia: intentar apropiarse de los tentadores e infinitos recursos naturales y de la información. Venezuela, Bolivia, Perú, Ecuador y Argentina, por ejemplo, fueron algunos de los países donde hicieron pie a fuerza de yuanes convertibles. Desde 2005 alrededor de 141 mil millones de dólares descendieron como maná para regocijo de presidentes amantes del Socialismo del Siglo XXI. Los dólares eran transferidos desde el Banco de Desarrollo Chino y el Banco de Exportaciones e Importaciones de China.

La dictadura chavista conducida por Nicolás Maduro, por ejemplo, es un gran socio y deudor. De acuerdo a la Base de Datos Financiera de China y América Latina, los créditos que desembarcaron en Caracas en los últimos 10 años alcanzaron unos 62 mil millones de dólares. Hasta el momento, aún tiene que pagar más de un tercio de esa suma.

Conociendo la delicada situación financiera y económica del Palacio de Miraflores, Beijing deberá esperar. Sabe que el goteo de barriles de petróleo y de áreas de explotación minera y de crudo se le asignarán a cambio de no ser un acreedor hostil. Es más: Maduro promueve una joint venture con la casa matriz de PetroChina, la partidaria Corporación Nacional de Petróleo de China más conocida por sus siglas CNPC. En conjunto crearían una nueva unidad de negocio que podría equivaler a 65 mil toneles cada 24 horas.

Pero hay otro riesgo y es el ambiental. ¿Bajo qué parámetros operan las compañías chinas que se instalan en la Cuenca del Orinoco para explotar -además de las refinerías- las minas de diamantes y oro de Venezuela? Es un misterio. ¿Bajo qué legislación laboral trabajan los empleados venezolanos? ¿O son en su mayoría chinos?

Ecuador, en tiempos de Rafael Correa, también fue un beneficiario de la generosidad oriental. Desde 2009 fueron alrededor de 17.500 millones de dólares los que se le destinaron. Los sectores que verían llover los dólares: hidrocarburos, electricidad, minería. Compañías como Sinohydro, Gezhouba, China Petroleum y Chinalco están a cargo de varios de los proyectos más grandes, no sólo en tierra ecuatoriana, sino en todo América Latina.

Un informe elaborado por el Colectivo sobre Financiamiento e Inversiones Chinas, Derechos Humanos y Ambiente (CICDHA) -compuesto por un consorcio de ONGs de Ecuador, Argentina, Perú, Bolivia y Brasil- documentó “la falta de cumplimiento del Estado chino de sus obligaciones extraterritoriales en materia de derechos humanos por al menos 18 proyectos operados por 15 consorcios empresariales chinos, que han actuado con el apoyo de 6 bancos chinos en Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador y Perú. De los 18 casos documentados, 7 pertenecen a la industria minera, 6 a la industria petrolera y 5 al sector hídrico. 

Asimismo, 15 afectan a territorios indígenas, 11 a áreas naturales protegidas, 5 son patrimonio natural y cultural reconocidos por la Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultural (UNESCO) y 12 corresponden a la región amazónica ecuatoriana, boliviana y brasileña”.

La vulneración de los derechos de las comunidades es una constante. “En Ecuador, el proyecto San Carlos Panantza, ha reportado varios allanamientos, detenciones arbitrarias e investigaciones judiciales contra líderes indígenas a raíz de la confrontación por los desalojos forzosos de agosto 2016, evento que dejó un policía muerto y nueve personas heridas”, denuncian las organizaciones de derechos humanos. Detalle: todos los ataques eran conducido por las corporaciones a cargo del plan de inversiones.

En la mayoría de los proyectos, China desoye las recomendaciones internacionales y atropella a las comunidades -sobre todo originarias- y al medio ambiente. En Bolivia, por caso, “el bloque petrolero Nueva Esperanza se superpone con uno de los tres territorios del pueblo indígena Tacana, el cual alberga a un pueblo indígena en aislamiento voluntario ‘Toromona’. A pesar de que los Tacana se opusieron a la exploración petrolera, el Estado boliviano impuso el proyecto, y realizó un proceso de consulta en el que se acordaron condiciones para salvaguardar el territorio y proteger a los pueblos Tacana y Toromona. Sin embargo, BGP Inc. desconoció los acuerdos y causó daños ambientales afectando sus medios de vida”, señala el mismo documento. Para Evo Morales algunos indígenas tienen más derechos que otros.

En la Argentina, en tanto, el gobierno de Cristina Kirchner y el de Mauricio Macri -de diferente signo político- coincidieron en algo. Permitieron y alentaron la instalación de una base de “observación” en la Patagonia de uso exclusivo del gobierno chino. Allí está vedada la participación de funcionarios argentinos. Nadie se puede acercar a ver de qué se trata esa gigantesca antena capaz de recoger las comunicaciones en todo el continente. 

Sólo uniformados con bandera roja y estrellas amarillas pueden cruzar sus portones.
El continente africano es una de las mayores apuestas de China. Políticamente inició sus primeros pasos en los años 60, cuando comenzó a disputar su influencia en aquella región con los Estados Unidos y su rival en el comunismo, la Unión Soviética. Eran tiempos de Guerra Fría en los cuales el dinero no florecía en la capital de la Ciudad Perdida. Ahora es otra la historia... al menos económica.

En Nigeria, por caso, además de las grandes empresas asociadas con Beijng como Huawei o China Bridge, el régimen empuja a empresarios más pequeños a instalarse en el extranjero y penetrar en poblaciones hasta el hueso. Abandonan China por la escasa oportunidad de negocios internos que pueden encontrar en una población mayoritariamente empobrecida. O por orden directa.

En aquel país africano los ejemplos abundan. Igbesa, una pequeña área a 60 kilómetros de Lagos, la ciudad más importante de la nación es uno de ellos. En esa zona de libre comercio quienes mandan son empresarios chinos a quienes el poder central nigeriano les facilitó todo. Los “inversionistas” prometieron mejorar las infraestructuras. Lo hicieron al extremo: ahora en el importante y extenso poblado lograron imponer leyes propias, una policía que les responde y su administración.

Un estado dentro de otro donde quienes tienen el manejo son hombres de negocios enviados por el PCC, que además de controlar el terreno, ordenan quién puede y quien no comercializar productos a través de las fronteras.

Pero la olvidada ciudad del estado de Ogun no sólo sufre el yugo policial chino. También el medio ambiente es víctima de la destrucción. Su población ha hecho pedidos desesperados para que las autoridades pusieran un freno a lo que llaman una “invasión” de tierras. La comunidad ha denunciado que al menos 500 hectáreas habían sido destruidas por los “inversores” a pesar de que no podían hacer una explotación de ellas.

En términos absolutos la fracción aludida no parece extensa... si uno no es propietario de alguna de las hectáreas de allí. Los representantes legales chinos respondieron con dureza: amenazaron a los dueños con demandarlos ante la Justicia y retrotraer la adquisición que habían conseguido en 1977. Un litigio para ellos resultaría impensado en términos económicos. El gobierno de Nigeria, mientras tanto, mira hacia otro lado.
“Cada vez que vengo a África veo el dinamismo del continente y las aspiraciones de su gente para el desarrollo”. Las palabras corresponden a Jinping. Las pronunció en julio de 2018 en su cuarto viaje al continente. Seguramente no se refería al dinamismo y desarrollo percibido por los hombres y mujeres de Ogun.

Namibia es otro claro ejemplo. Le abrió completamente las puertas de sus recursos naturales, casi la exclusiva fuente de ingresos para la economía de aquel estado relativamente nuevo. A pesar de las promesas de crecimiento hechas por los “inversores”, ninguna permitió el desarrollo de su economía o infraestructura. La nación continúa atrasada.

Pero no sólo aquella explotación de sus riquezas (diamantes, cobre, uranio, oro, plata, plomo, estaño, litio, cadmio, tungsteno, zinc y ¿petróleo?) interesa a Beijing. También su influencia política. Hace apenas diez días ambos gobiernos firmaron un acuerdo por el cual el régimen chino capacitaría a sus fuerzas armadas. Se trata del Colegio de Personal y Comandos dirigido por el PCC. Para el presidente del país africano, Hage Geingob, se trata del aporte de conocimiento en guerras tácticas y operativas y del papel de los militares en una “sociedad democrática”. Nadie se animó a lanzar una carcajada cuando las palabras “China” y “democracia” fueron conjugadas en la misma oración.

También emerge otra ironía: Namibia logró independizarse definitivamente en 1990. La rebeldía que supo tener en épocas coloniales parece haberla olvidado al dejar en manos de otro imperio recursos y entrenamiento militar, instrumentos que cualquier discurso político colocaría bajo el paraguas de la soberanía.

Otras naciones africanas también han permitido el desembarco del dinero y funcionarios y empresarios enviados del régimen comunista chino: Angola, Etiopía, Kenia, Senegal, Sudán o Yibuti, son otras de las bendecidas. En septiembre de 2018, Jinping había prometido flamantes capitales en el continente por 60 mil millones de dólares. A los gobernantes les brillaron los ojos. Alguno habrá exagerado una emoción. El gesto del jerarca chino, en cambio, era indescifrable. Su objetivo, no. Tres años antes también había ofrecido una suma idéntica que fue concretando. Los leones se relamían.

En concreto, esa última suma -anunciada el año pasado en la cumbre del Foro de Cooperación China-África- se repartirá en 15.000 millones de dólares en préstamos sin intereses, 20.000 millones en líneas de crédito, 10.000 millones en fondos para el desarrollo y 5.000 millones para financiar las importaciones africanas. El resto en otro tipo de capital privado.

El comercio bilateral entre China y el continente crece alrededor de un 20% anual. Desde el año 2000 Beijing concedió créditos por 136.000 millones de dólares, según datos de la consultora estadounidense McKinsey. El argumento es siempre el mismo desde la oficina de Jinping: el desarrollo de África. Sin embargo, en ese lapso es poca la evolución que puede observarse en aquellos países.

En 20 años un total de 5 millones de niños han muerto como consecuencia de la falta de un sistema sanitario eficiente y de agua potable en el continente que China dice ayudar. ¿Dónde están las inversiones de miles de decenas de millones de dólares? Una nota del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) de enero de este año advertía que “miles de personas viven en riesgo de inanición en Somalia, Sudán del Sur, Nigeria y Yemen y se hace más importante que nunca no olvidar para que la tragedia no se repita”.

Difícil de sostener la defensa de esas inversiones que no están orientadas a lo más básico para el ser humano: la subsistencia alimentaria. En cambio, los planes del régimen trazan otros horizontes. Decenas de empresas tecnológicas desembarcan en países africanos para realizar tendidos de todo tipo: redes móviles, eléctricas, aeropuertos, internet.

El manejo de estas redes implica además el manejo discrecional de la información que ellas poseen. Y los ejemplos de mal uso son numerosos. El más escandaloso es el que puso al descubierto una publicación del diario norteamericano The Wall Street Journal que indicó que la mayor telefónica aliada al PCC -Huawei Technologies Co.- habría ayudado a gobiernos locales a espiar rivales políticos. La compañía desmintió de inmediato la información y amenazó con un juicio al periódico radicado en Nueva York. Sin embargo, las pruebas presentadas por el equipo de investigación periodística eran contundentes y verosímiles.

En el artículo se describió cómo funcionaba el mecanismo que sirvió para interceptar y desbloquear comunicaciones encriptadas de opositores, hackear sus redes sociales o rastrearlos en tiempo real. Hasta uno de los gobiernos favorecidos agradeció públicamente la gestión. ¿Impunidad o ingenuidad?

Una de las víctimas fue un dirigente político con ascendencia sobre la juventud y miembro del parlamento de Uganda. Se trata de Robert Bobi Kyagulanyi, quien además es un reconocido músico. Bobi estaba siendo espiado por la unidad de vigilancia digital del régimen de Yoweri Museveni. Sin embargo, sus técnicos no pudieron penetrar su celular ni sus redes sociales. Fue en ese momento cuando habrían acudido al principal jugador móvil del país.

Los técnicos de la firma china constituyeron entonces la solución al problema que enfrentaba el régimen: espiar a un rival del presidente Museveni, de acuerdo a The Wall Street Journal. Necesitaron dos días para cumplir con su misión. Fue así que consiguieron penetrar sus diálogos a través Whatsapp y de Skype. Documentaron todos sus movimientos y desarticularon manifestaciones que estaba planificando. Bobi fue apresado.

En Zambia, otro presidente, Edgar Lungu también sospechaba de sus rivales y no tenía las herramientas necesarias para atraparlos. Es por eso que ordenó un sistema de espionaje que no fue suficiente. Fue por ello que su policía digital debió recurrir a técnicos más confiables. Casualmente, trabajaban para la empresa de tecnología más grande del mundo a la que Beijing protege.

En esta oportunidad fueron dos los expertos de Huawei que habrían sido contratados por el gobierno zambiano. Trabajaron en conjunto desde agosto de 2018 hasta fines de abril de 2019. Dedicaron sus conocimientos a infiltrarse en las redes y los teléfonos de bloggers molestos para el régimen. Liswaniso Songiso, Patrick Mweetwa, Derrick Munshya y Emmanuel Kamosha, los espiados, fueron detenidos tras el “exitoso” hackeo.

El dominio podría extenderse aún más si Huawei consigue contratos de red 5G en Europa, África y América Latina. ¿Quién controlará las puertas traseras que este tendido albergaría en todo el planeta? ¿Quién estaría dispuesto a regalarle al neocolonizador su omnipresencia en las telecomunicaciones?

La tentación es mayúscula para cualquiera necesitado de dinero y promesas de inversiones. Máxime en continentes pobres y con rumbo dispar. Mucho más si se trata de naciones cuyos líderes lo único que suelen ver hacia el futuro es su propio proyecto político y no el desarrollo sostenible en el tiempo sin comprometer los recursos naturales, uno de los principales valores que un país puede tener, además de la visión estratégica de sus conductores.