“Viene un mundo con
condiciones monetarias y financieras muy laxas, pero hay que saber
aprovecharlas”. En una reciente publicación, que ya es best seller, el
economista reflexiona sobre los desafíos para la Argentina y el contexto global
luego de la pandemia. Fragmentos del capítulo “¿Puede volver a crecer la
economía argentina?
6 de Septiembre de 2020
“Estamos en presencia de un fenómeno nuevo
porque se registra, en forma conjunta, un shock de oferta —es decir, una caída
estrepitosa en la producción de bienes y servicios— junto a un shock de demanda
—debido a que más del 70% de la población mundial debe permanecer en sus
casas—”.
Ese es uno de los primeros
conceptos que se destacan en “Argentina primero” (Sudamericana), el nuevo libro
del economista Martín Redrado, ex presidente del Banco Central, que salió al
mercado la semana pasada y rápidamente escaló a los primeros puestos de ventas
en las principales librerías del país.
Allí se propone construir un
nuevo camino, virtuoso e inclusivo, para estabilizar la economía, reducir la
inflación y la pobreza, y trazar un sendero de crecimiento sostenido con inclusión
social. “Un plan para dejar de improvisar”, como lo define el propio fundador
de la Fundación Capital y director, junto al Premio Nobel de Economía Robert
Merton, del Master of Central Banking de la Asia School of Business.
En una charla con Infobae, el
economista de la UBA y con un Master en Administración de la Universidad de
Harvard, detalló la génesis de su sexto libro, cómo imagina la economía global
post pandemia y qué Argentina sueña para dentro de 10 años.
- ¿Cómo nació la idea de
“Argentina primero”, su nuevo libro?
- Surgió en medio de la
pandemia, en términos de cómo cambiaron todos los parámetros de análisis. La
idea es pensar y analizar la Argentina luego del coronavirus y la crisis
sanitaria. Venía madurando estos conceptos desde hace tiempo. En una de las
charlas habituales que doy en foros internacionales, sobre finales del año
pasado, en Nueva York, me preguntaron si está en el ADN de los argentinos ser
incumplidores seriales de contratos. Difícilmente se me nota cuando me molesta
algo, pero esa pregunta logró irritarme. Por supuesto dije que no, que habíamos
tenido políticas económicas muy pendulares, que vamos de un lado al otro, pero
que de ninguna manera era así. Entonces me puse a pensar con mi equipo por qué
nos ocurren estas crisis y a buscar miradas superadoras, integrales. Tuve
muchas charlas con economistas y otros especialistas, como Facundo Manes. Por
ejemplo, dedico un capítulo específico a la innovación productiva, algo que
emergió de charlas con Facundo a lo largo de los últimos dos años. Es parte de
la visión integral que debe buscar reemplazar a los compartimientos estancos de
la economía: quien piensa en lo fiscal no piensa en lo productivo; el que
piensa en la parte productiva no lo hace en términos de innovación; el que mira
lo monetario pierde la integralidad. Planteo una visión integral de las
necesidades económicas y políticas para los próximos 10 años. Cómo se puede
lograr un proceso de crecimiento de 3,5% anual para la próxima década. Así se
generó este libro, basado en un programa para estabilizar la economía y de una
transformación productiva y social que nos ponga en un sendero de crecimiento
productivo.
- Cuenta una anécdota en la
que Ben Bernanke, el ex titular de la Fed de EEUU, propuso a sus colegas pensar
“fuera de la caja” en medio de la crisis de 2009. ¿Qué sería hoy pensar de esa
manera?
- Es una historia importante
porque siempre hay gente que nos marca en nuestra carrera profesional. En lo
doméstico, como hacedor de políticas económicas, está Roberto Lavagna, también
mis charlas con Manes; y en términos internacionales, esa charla con Bernanke
quien nos pidió, en medio de otra crisis tremenda, pensar instrumentos que no
fueran tradicionales. Hoy, pensar fuera de la caja es plantear un programa de
reducción de la tasa de inflación con la convergencia de las variables que
maneja el Gobierno, el gasto y los salarios públicos, recaudación, emisión
monetaria, subsidios, inversión. Generar un esquema hacia una inflación de un
dígito en 5 años. Todo con un marco legal específico. Por ejemplo, una ley de
innovación productiva que duplique la inversión en I+D en 10 años. Argentina se
va a diferenciar en esa materia cuando tenga a los científicos y a la capacidad
de investigación aplicada alineada con el sistema productivo, las
universidades, etc. Lo vemos con las vacunas, pro ejemplo, un sector en el que
estamos a la vanguardia. También con la biotecnología y la genética animal.
Necesitamos incentivos específicos. Junto a una ley de infraestructura que
permita aumentar la inversión en pequeñas obras para generar trabajo para los
que hoy no lo tienen, y también obras importantes financiadas por organismos
internacionales, con mecanismos puntuales. Y dos ejes finales: una revolución
impositiva y una exportadora sustentadas por esquemas legales discutidos y
acordados en el Congreso. Pensar fuera de la caja es pensar el país de manera
integral, hacer todo junto y al mismo tiempo para recuperar la confianza. Así
se consigue un sendero que le quita incertidumbre a la economía y da
previsibilidad. Es la forma de crecer de manera inclusiva y sostenida.
Hoy, pensar fuera de la caja
es plantear un programa de reducción de la tasa de inflación con la convergencia
de las variables que maneja el Gobierno, el gasto y los salarios públicos,
recaudación, emisión monetaria, subsidios, inversión. Generar un esquema hacia
una inflación de un dígito en 5 años
- ¿Cómo cambiará el mundo
luego de la pandemia?
- Esta es una crisis de la que
se saldrá con condiciones muy favorables, con un costo del dinero que es igual
a cero. Será un mundo de grandes oportunidades para todo aquel que tenga buenos
proyectos, capacidad emprendedora y que esté en un país con predictibilidad de
sus principales variables. Pero serán oportunidades selectivas, no para todos.
Será también un mundo mucho más digitalizado, con empleos en el sector de
servicios. Hay que preparar al país para esa digitalización, para la
inteligencia artificial que permitirá conocer más a nuestros consumidores, por
ejemplo. Hay una cantidad de información que habrá que analizar y segmentar
para ser más productivos desde el sector privado. Cambiarán la formas de
trabajo y habrá nuevos desafíos, pero con condiciones monetarias y financieras
muy laxas. Los que las puedan aprovechar tendrán más posibilidades de crecer.
De eso se trata el libro: observar al mundo y poder generar una hoja de ruta
que nos de confianza a los argentinos y también a los que nos miran.
- ¿Qué Argentina le gustaría
ver en 10 años?
- Esta propuesta, plasmada en
el libro, tiene como objetivo crecer al 3,5% anual con generación de empleo de
calidad. Sueño con una Argentina con movilidad social ascendente. Para eso hay
otro capítulo importante en el que propongo “conectar a los desconectados”: que
todos los chicos del país tengan acceso a Internet y a la educación en línea.
Es central que esa movilidad social ascendente se base en una sociedad digital
que genere más y mejores oportunidades para todos.
A continuación, un extracto de “Argentina primero”.
¿Puede volver a crecer la
economía argentina?
En las últimas décadas, la
Argentina ha oscilado pendularmente entre dos modelos de desarrollo, cuyos
resultados han sido desalentadores. En ciertos períodos nuestro país decidió
insertarse en el mundo aceptando los precios de productos que rigen en él,
abriendo sus mercados financieros, y alentando el libre movimiento de capitales
y la integración a los mercados internacionales. En aquellas oportunidades, el
crecimiento se asoció a una expansión de los sectores en los que la Argentina
cuenta con ventajas comparadas, tales como la agricultura. Este tipo de modelo fracasó
sucesivamente en medio de recesiones, junto a niveles de desempleo y pobreza
cada vez más profundos.
En otras etapas, optó por
divorciar los precios de productos domésticos de los internacionales,
sobrevaluar el peso de manera artificial junto con retenciones a las
exportaciones, en tanto que el sistema financiero se aisló de los mercados
globales. En esos períodos se favoreció la expansión de las actividades
mercado-internistas por sobre el agro y los servicios globales. Este tipo de
enfoque “hizo agua” en medio de una creciente inflación.
Este péndulo desalentador de
nuestra economía se dio con gobiernos de distintos colores partidarios y en
contextos internacionales bien diferentes
En las dos clases de modelos,
los problemas estructurales se acentuaron con políticas fiscales permisivas e
irresponsables. En el caso del modelo de inserción al mundo, el país se
financió emitiendo deuda, con niveles crecientes de tasas de interés que
agudizaron las recesiones. Mientras que, en el otro modelo, la financiación se
hizo con emisión monetaria, que obligó a incrementar de manera sostenida el
tipo de cambio nominal, generando saltos inflacionarios. En cualquier caso, los
desbalances de cuenta corriente tuvieron un lugar preponderante en ambos
modelos.
Este péndulo desalentador de
nuestra economía se dio con gobiernos de distintos colores partidarios y en
contextos internacionales bien diferentes. Por tanto, sintetizan dificultades
estructurales complejas que solo pueden ir enfrentándose de manera sistemática
y realista, a través de políticas públicas y acuerdos empresariales y
sindicales consistentes. Esto exige lograr consensos básicos no solo entre la
dirigencia política, sino también en el conjunto de la sociedad. Los
lineamientos orientados a avanzar en un plan de desarrollo que aquí se
presentan se enmarcan en este enfoque conceptual.
Tras un programa de emergencia
que tiene como resultado una fuerte expansión monetaria y fiscal, el punto de
partida debe ser un programa de “empalme”, que tenga como objetivo estabilizar
a toda la política económica. Esto se alcanzará a través de la convergencia
hacia un mismo objetivo en la política fiscal, monetaria y de ingresos, que
deberán mostrar un sendero decreciente, simultáneo y compatible entre sí,
balizando el camino y permitiendo “anclar” las expectativas de la población. La
coordinación es esencial, ya que este esquema debe involucrar a todas las áreas
competentes del Estado. De esta forma, el compromiso es efectivo por parte de
todos. A esto debe sumársele un mecanismo de rendición de cuentas que permita
evaluar y corregir desvíos. Una vez generado este esquema de trabajo, será
necesario comprometer a todo el sector privado hacia la misma nominalidad, en
particular en términos de precios y salarios.
Debe generarse una verdadera
cultura de proyección hacia otros países que nos permita generar dólares
genuinos. Será necesario encarar una política muy práctica, país por país,
producto por producto, mercado por mercado
Para poner en marcha un
programa de esta naturaleza, es clave invertir, innovar y exportar. Es hora de
hablar de soluciones a través del impulso de las principales variables de la
economía: deben expandirse el consumo, las exportaciones y la inversión, todo
en conjunto y en forma sincrónica.
A fin de lograr estos
objetivos múltiples, será necesario trabajar en herramientas no convencionales:
una modernización tributaria que simplifique y reduzca la presión impositiva
sobre las familias y las empresas, una reingeniería y desburocratización del
sector público con la incorporación de inteligencia artificial para cambiar los
procesos de gestión, junto a una revolución exportadora que proyecte nuestra
producción hacia el mundo. En particular, debe generarse una verdadera cultura
de proyección hacia otros países que nos permita generar dólares genuinos. Será
necesario encarar una política muy práctica, país por país, producto por
producto, mercado por mercado. Asimismo, este programa debe trabajar en
acciones y políticas para atraer inversiones generando incentivos fiscales y
crediticios que permitan iniciar un proceso de innovación liderado por la
investigación y el desarrollo de nuevos productos.
Llevar adelante estas
iniciativas requerirá apoyos mayoritarios de un amplio espectro político que
muestre que este es un proyecto del país y no de una facción en particular.
Asimismo, se deberá pasar de un programa de emergencia con el Fondo Monetario
Internacional a uno nuevo con un horizonte que privilegie el equilibrio
presupuestario, pero con la creatividad para generar estímulos que impulsen un
desarrollo armónico y sustentable.
Es hora de hablar de
soluciones a través del impulso de las principales variables de la economía:
deben expandirse el consumo, las exportaciones y la inversión, todo en conjunto
y en forma sincrónica
La economía argentina puede
volver a crecer de manera sustentable y consistente, a tasas estables, sin
sobresaltos. Lograr un incremento sostenido de nuestra producción por encima
del 3% anual permitiría aumentar el ingreso por habitante en alrededor del 2%
al año. Como consecuencia de ello, la meta de crecimiento sostenido para la
economía que incorpora el presente programa se encuentra en estos niveles. En
base a esa meta, y en función de un modelo de tres brechas (ahorro/inversión,
externa y fiscal), proyectamos que para alcanzar un sendero de crecimiento
sostenido se requiere que la inversión crezca cuatro puntos porcentuales por
encima del promedio observado en lo que va de esta década, las exportaciones en
17% de la producción (tres puntos porcentuales por arriba de dicho período) y
la inversión pública dos puntos porcentuales más que el promedio de 2011-2018.
Lograr este desempeño requiere
contar con un esquema productivo acorde. Se trata de generar un sistema en el
que los sectores agrícolas, industriales, energéticos y de servicios sean cada
vez más complejos, creativos, y operen de manera competitiva e integrada al
mundo. Ello requiere:
- incrementar la inversión
(nacional y extranjera) en bienes y servicios que se vendan en el exterior y en
infraestructura;
- alentar conductas
empresariales innovadoras;
- propiciar una creciente
interacción entre la economía del conocimiento y las actividades económicas
tradicionales.
Se deberá pasar de un programa
de emergencia con el Fondo Monetario Internacional a uno nuevo con un horizonte
que privilegie el equilibrio presupuestario, pero con la creatividad para
generar estímulos que impulsen un desarrollo armónico y sustentable
Con respecto a la inversión,
nuestro país debe ampliar sus capacidades empresariales de la mano de la
recuperación de la inversión productiva, nacional y extranjera. Así, y más allá
de lo expresado anteriormente sobre aumentar la tasa de inversión, en lo que
hace a la inversión extranjera directa (IED), si en los años noventa el país se
ubicaba como tercer destino en importancia como receptor de capitales
extranjeros en América Latina, desde el nuevo siglo la Argentina aparece como
quinto en dicho ranking. De este modo, recuperar la participación en los flujos
de inversiones externas que ingresan a la región implicaría pasar de los
actuales 12.000 millones de dólares a unos 25.000 millones.
Más allá de la importancia de
la inversión en sectores exportables, incrementar en cantidad y calidad la
inversión en infraestructura, a efectos de ir cerrando la brecha (y reduciendo
los sobrecostos que afectan a la producción derivados de la ineficiencia en
este terreno), y perfeccionar el desempeño logístico son parte de la agenda de
mejora de la competitividad. Será de fundamental importancia alcanzar un
consenso para situar el gasto en infraestructura en el orden del 5% del total
de la producción (fue 5,6% en los años noventa, para caer al 2,1% entre 2008 y
2015 y ubicarse en 2,5% en 2017).
La economía argentina puede
volver a crecer de manera sustentable y consistente, a tasas estables, sin
sobresaltos. Lograr un incremento sostenido de nuestra producción por encima
del 3% anual permitiría aumentar el ingreso por habitante en alrededor del 2%
al año
Por otra parte, la dinámica de
crecimiento sostenido deberá estar acompañada de un mayor compromiso de la
sociedad para con la innovación, elemento diferenciador de los países que han
logrado transitar con éxito el camino del desarrollo. Los actuales niveles de
inversión en Investigación y Desarrollo (I+D), que involucra toda acción
abocada a incrementar la productividad y a crear nuevos productos más
eficientes, son muy bajos en la comparación internacional, y la mayor parte de
estos —escasos— esfuerzos son realizados por el sector público. Por ende, resulta
necesario invertir más en I+D, y que el sector privado participe en mayor
medida de este esfuerzo.
De este modo, para promover
esta inversión debe contarse con políticas claras y estímulos al sector privado
sostenidos en el tiempo. La brecha tecnológica respecto de otros países no solo
nos lleva a dificultades para competir con nuestros productos en el mundo, sino
que limita nuestro potencial. Más aún, esta distancia se amplía año a año, por
lo que se hace preciso fomentar el desarrollo de actividades de alto valor
agregado con potencial, a la vez que es clave desarrollar y modernizar las
instituciones que conectan la investigación con el sector privado.
Recuperar la participación en
los flujos de inversiones externas que ingresan a la región implicaría pasar de
los actuales 12.000 millones de dólares a unos 25.000 millones
En función de ello, se
promueven acciones específicas para avanzar en estos objetivos. Del lado
público, se prevé establecer una regla de inversión estatal en I+D de carácter
procíclico, que habilite un incremento continuo de 0,05%/ de la producción
total en los años de crecimiento mayor o igual al 3%, durante quince años. Para
fortalecer o impulsar la inversión privada se prevé la desgravación parcial del
Impuesto a las Ganancias de los montos que las empresas destinen a ello, cuando
estos representen más del 5% de la facturación total.
En materia de inserción
internacional, nos caracterizamos por bajos niveles de importaciones y
exportaciones comparados con la producción total, ubicándonos entre las
economías más cerradas del mundo. Si bien a lo largo de las últimas décadas el
negocio exportador comenzó a presentarse como una actividad estratégica de un
creciente número de empresas, la performance observada por las ventas de nuestro
país al mundo registra escaso dinamismo, aun en comparación con otras economías
de América Latina.
Es precisa una modernización
tributaria que simplifique y reduzca la presión impositiva sobre las familias y
las empresas, y una reingeniería del gasto público con la incorporación de
tecnologías de la información para mejorar y transparentar la gestión
Desde el punto de vista de la
política exportadora, es necesario ejecutar tres medidas prioritarias: la
revisión del arancel externo (ajustando la protección que efectivamente recae
sobre un producto para desarrollar más y mejores bienes); el mejoramiento de
los instrumentos financieros para el sector (mediante una Agencia de Seguro de
Crédito a la Exportación, orientada a las necesidades de las empresas exportadoras
de bienes y servicios); la rebaja de costos y la simplificación normativa para
reducir costos operativos. En forma complementaria a estas medidas, se propone,
entre otras acciones, la focalización de las negociaciones internacionales y
las acciones de promoción comercial: con América Latina (para abrir mercados en
manufacturas y alimentos); con Asia y África para alimentos (enfatizando normas
técnicas y sanitarias, registros, estándares); la creación de un fondo para el
desarrollo de mercados y difusión de marcas y diseño; el impulso al desarrollo
de cadenas de valor exportadoras en base a recursos naturales, servicios
basados en el conocimiento y productos industriales.
En simultáneo, es precisa una
modernización tributaria que simplifique y reduzca la presión impositiva sobre
las familias y las empresas, y una reingeniería del gasto público con la
incorporación de tecnologías de la información para mejorar y transparentar la
gestión. Así, surge la necesidad de contar con bienes públicos de mucha mayor
calidad que los actuales y garantizar un financiamiento equitativo por parte de
la sociedad. Además, es necesario reducir la evasión y la elusión fiscal y
avanzar hacia una estructura tributaria más justa y menos distorsiva, que
traccione la inversión y la generación de empleo en el sector privado.
Para ello, nuestro enfoque
busca promover la creación de regímenes laborales especiales en los sectores
mayormente informales, tales como indumentaria y juguetes, entre otros, y una
reducción importante de los impuestos distorsivos (en particular, Ingresos
Brutos y Cheque) y su reemplazo por impuestos de mayor “calidad”.