domingo, 7 de julio de 2013

La clase media lidera ahora la política mundial

Por Jorge Castroa protesta social. Masivas demostraciones en Brasil /REUTERS
No son los pobres de Brasil los que se han movilizado en las ciudades de todo el país en las últimas tres semanas, sino el nuevo protagonista de la política mundial en la segunda década del siglo XXI, que es la clase media, guiada por sus sectores más jóvenes, hondamente conectados entre sí y con el sistema global a través del cruce de Internet y telefonía móvil (redes sociales).
El ingreso real per cápita de Brasil es U$S 12.000 anuales; hay pleno empleo (5,6% de desocupación); y el consumo individual crece 8% por año, en tanto el PBI es el 6° del mundo (U$S 2,2 billones), mayor que el de Gran Bretaña, superior al de India. También, y en los últimos 10 años, por primera vez en la historia brasileña, un período de alto crecimiento económico ha coincidido con una disminución de la desigualdad social, no con su exacerbación, como había ocurrido indefectiblemente en los 60 años previos, a partir del gobierno de Juscelino Kubitschek (1956-1961).

La brecha social en Brasil tiende a reducirse, no a incrementarse.
La crisis orgánica (económica y política) desatada a partir del 19 de junio tiende a transformarse en crisis de régimen en los últimos 10 días, debido al desconcierto generalizado y notorio de los órganos del Estado, que se traduce en una parálisis creciente de las decisiones políticas. El resultado de esta profundización de la crisis es que comienzan a sumarse a las movilizaciones de la clase media actores sociales ajenos al tronco central del nuevo proceso histórico: todas las centrales sindicales, incluyendo la del PT, han convocado para el 11 de julio a paros y movilizaciones de alcance nacional; y los propietarios de camiones — gremio extremadamente poderoso en Brasil — han cortado las rutas y los caminos de acceso a las capitales en seis de los principales estados, incluyendo San Pablo y su puerto Santos.

Los acontecimientos de Brasil, convertido en uno de los países más relevantes del nuevo mapa geopolítico mundial, tienen un significado extraordinariamente positivo. Lo que sucede allí es un punto de inflexión de su historia, de alcance global. El contexto estructural es el de la aparición y despliegue de un nuevo mecanismo global de acumulación, surgido tras culminar la globalización, debido a la integración y alianza estratégica entre China y EE.UU.
Lo decisivo en él no es ni el capital ni el trabajo, sino el conocimiento, transformado en “inteligencia colectiva”, producto de la fusión entre cultura y razón técnica. El sistema que emerge es superintensivo (boom de productividad) e hiperconectado (80% de la población mundial integra la infraestructura creada por el cruce de telecomunicaciones e Internet); y los acontecimientos se aceleran, a punto de que la utopía desaparece, fundamentalmente porque se realiza.

La clase media global encarna la “inteligencia colectiva” del nuevo mecanismo de acumulación.
El sistema se transforma en un dínamo exponencialmente cargado de energía, donde lo potencial se funde con lo actual; y que encuentra en la Tierra -unidad espacial y de sentido- finalmente su hogar. Los miles de millones de personas que se incorporan a la clase media en los próximos 20 años (serían 4.900 millones en 2030 sobre una población mundial de 8.100 millones entonces) adquieren poderes individuales notablemente vigorosos, capaces de desatar y llevar al triunfo procesos insurreccionales frente a todas las expresiones del statu-quo.

Esta clase media, sobre todo en sus sectores más jóvenes, tiene una identidad inmediatamente global. Emerge una ciudadanía planetaria, cuyo protagonismo se basa en una redistribución sin precedentes de las decisiones de arriba hacia abajo, de los gobernantes a los gobernados. Se cumple la premisa de Tocqueville sobre el carácter incontenible de la democratización en el mundo. Las calles de Brasil se han convertido en las últimas tres semanas en un laboratorio que adelanta la hora mundial.