jueves, 26 de marzo de 2020

CORONAVIRUS EN ARGENTINA: PRIMER MANIFIESTO DE LOS INTELECTUALES ALBERTISTAS "RIVALES" DE CARTA ABIERTA


Se titula “Salir mejores” y lo firma Agenda Argentina, integrado por funcionarios de primera y segunda línea. Rechazo a la grieta y sus reflexiones sobre la pandemia.

Así como Néstor y Cristina Kirchner tuvieron a Carta Abierta, un grupo –ya disuelto– de pensadores K que teorizaron sobre de la praxis política de sus 12 años de gobierno, Alberto Fernández cuenta con su propio equipo de intelectuales.

Se llama Agenda Argentina, hay varios ministros como Santiago Cafiero, Sabina Frederic y Matías Kulfas entre sus filas, y hoy lanzaron su primer manifiesto público en medio de la cuarentena del coronavirus cuyo título ya es una declaración de principios: “Salir mejores”.

Las últimas noticias sobre el virus que afecta a la Argentina y al mundo.
Según afirman, lejos están de querer parecerse a los hombres y mujeres que se reunían, encabezados por Horacio González, Ricardo Forster y Eduardo Jozami, en la Biblioteca Nacional para pasar horas encerrados debatiendo ideas que luego eran volcadas en extensísimas cartas abiertas que publicaba enteras el diario Página/12.

La diferencia principal es que son una generación mucho más joven y que –dicen– quieren mantener la idea de un grupo de pensamiento "crítico", algo de los que sus tíos de Carta Abierta renegaron desde su concepción. Otro aspecto, comentan desde el espacio, es que apelan a la idea de “superar la grieta”, algo que planteó el Presidente en medio de la pandemia; impensado para los intelectuales K que se foguearon mediáticamente durante el gobierno de los Kirchner.

Sabina Frederic y Santiago Cafiero conforman el grupo de intelectuales K, pero desde su asunción están más en la gestión que en el debate interno de "Agenda Argentina.
Sabina Frederic y Santiago Cafiero conforman el grupo de intelectuales K, pero desde su asunción están más en la gestión que en el debate interno de "Agenda Argentina.

Agenda Argentina nuclea a 13 grupos de pensamiento afines al albertismo. El Grupo Callao, think tank que lidera el jefe de Gabinete y del que forma parte la Subsecretaria de Asuntos Parlamentarios Cecilia Gómez Miranda, es quizás el más conocido, pero hay otros:

-Espacio Atahualpa (entre sus referentes está Delfina Rossi, hija del ministro de Defensa, y vocal del Banco Ciudad).
-Grupo Fragata (dónde está Abelardo Vitale –@mendieta–, Subsecretario de Relaciones con la Sociedad Civil).
-El Centro de Formación y Pensamiento Génera.
-Usina de Pensamiento Nacional y Popular
- El Frente Federal Ciencia y Universidad (que cuenta entre sus filas a la ministra de Seguridad, Sabina Frederic​).
-El Sur no Espera (del que es parte la titular del Sedronar​, Gabriela Torres).
-Usina de Estudios Políticos, Sociales y laborales UEPLAS (en el que está Sol Prieto, de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género).
-Comunes
-El Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (uno de sus referentes es el economista Andrés Asain, habitual panelista de TV)
-El Instituto de Energía Scalabrini Ortiz
-El Proyecto Hábitat
-Y el Grupo San Juan (que responde al gobernador Sergio Uñac).
Hay otros apellidos conocidos que también son cercanos al grupo de intelectuales de Alberto Fernández, como Dora Barrancos, Alejandro Grimson, Fernando Peirano, Ana Castellani y Nicolás Tereschuk (@escriba), todos ellos funcionarios; y otros como Pedro Saborido, Agustín D’Attellis y Ricardo Rouvier.

Ahora, en medio de la cuarentena obligatoria por la pandemia del coronavirus, el grupo lanzó su primer documento en el que advierten que el Covid-19 está “transformando a nuestro mundo en otro” y por esa razón es necesario “repensar” el Estado, la economía y la salud pública.

“¿Todas las personas tienen la misma capacidad a la hora de acceder al sistema de salud? ¿La posibilidad de superar la enfermedad debe depender del lugar que cada una ocupa en el mercado?”, se preguntan en su análisis, en el que citan palabras recientes de Alberto Fernández. “El Presidente ha sido claro: la prioridad es la salud de las argentinas y los argentinos. Y ésto, también, es responsabilidad de cada uno”, señalan.

En su proclama, lanzan críticas al neoliberalismo e instan a cumplir con la cuarentena. “La única certeza con la que contamos hoy para preservar la salud es que tenemos que quedarnos en casa, interrumpir la circulación y producción de muchas mercancías, atender a los enfermos, cuidar a los adultos mayores y aprovechar este tiempo para preguntarnos si queremos seguir viviendo como lo hacíamos hasta el día en que estalló la pandemia”.

Luego, plantean una serie de interrogantes: “¿Queremos seguir precarizados? ¿Queremos seguir endeudados? ¿Queremos seguir con la desigualdad de género? ¿Queremos que las mujeres carguen con todas las tareas domésticas y de cuidados?¿Queremos seguir contaminando el medio ambiente? ¿Queremos que la desigualdad sea la regla?”.

También tienen palabras de elogio para la oposición por su rol en la emergencia sanitaria, en línea con lo planteado por Fernández de “superar la grieta", al afirmar que tanto “el oficialismo y la oposición están teniendo un papel central en la configuración de las respuestas necesarias a la pandemia”.

“No podemos saber con certeza ni cómo ni cuándo va a concluir esta pandemia. Lo que sí sabemos es que tenemos la voluntad y la convicción de hacerlo con todas, todos y todes, asumiendo la responsabilidad particular y colectiva que nos corresponde para poder, así, salir mejores”, cierran diciendo en su manifiesto de los intelectuales albertistas.


SALIR MEJORES. TEXTO COMPLETO
“Todo despertó, todo comenzó”.
Paul Celan

La pandemia del Covid-19 está transformando a nuestro mundo en otro mundo. Por eso, entendemos necesario repensar su funcionamiento, en la economía, el Estado y en nuestras propias relaciones personales para que la salida de esta crisis sanitaria global sea con más igualdad, con más solidaridad y con más democracia.

Venimos hoy a manifestarnos a favor de ese futuro.

Atravesamos una coyuntura crítica, un momento de excepción y emergencia en el que múltiples fuerzas sociales, económicas y políticas deben confluir para encontrar una solución. Los interrogantes que circulan, desde cada hogar hasta los espacios de toma de decisiones, son centrales para la vida en común: ¿Todas las personas tienen la misma capacidad a la hora de acceder al sistema de salud? ¿La posibilidad de superar la enfermedad debe depender del lugar que cada una ocupa en el mercado? El presidente Alberto Fernández ha sido claro: la prioridad es la salud de las argentinas y los argentinos. Y ésto, también, es responsabilidad de cada uno.

En este sentido, la pandemia pone en cuestión la creencia de que el esfuerzo individual es la única respuesta posible a problemas que son sociales. Las experiencias de los países de Europa, de Asia e incluso Estados Unidos, muestran que el desmantelamiento o deterioro de los sistemas públicos y universales de salud ha dejado a millones de personas al borde del abandono y a sus Estados en una situación de gran inestabilidad. En los países emergentes, las precariedades laborales, sociales y habitacionales ponen a los trabajadores y trabajadoras formales e informales en una situación de extrema indefensión.

La respuesta a esta situación es política, porque es la política la que define la ecuación Estado-mercado-sociedad civil. En un plano más concreto, estas formas de resolver la ecuación son las que determinan los modos de intervención del Estado, y recortan distintas formas de subjetividad y de vínculo entre las personas y las distintas instancias del mundo social. Estos vínculos pueden ser democráticos o autoritarios; pueden ser individualistas o cooperativos, pero fundamentalmente se diferenciarán en si se pone por delante la necesidad de preservar la vida de las personas o si, en cambio, se priorizan las necesidades del capital para seguir reproduciéndose.

En medio de la pandemia, un zoom de algunos integrantes del colectivo de intelectuales.
En medio de la pandemia, un zoom de algunos integrantes del colectivo de intelectuales.

La única certeza con la que contamos hoy para preservar la salud es que tenemos que quedarnos en casa, interrumpir la circulación y producción de muchas mercancías, atender a los enfermos, cuidar a los adultos mayores y aprovechar este tiempo para preguntarnos si queremos seguir viviendo como lo hacíamos hasta el día en que estalló la pandemia. ¿Queremos seguir precarizados? ¿Queremos seguir endeudados? ¿Queremos seguir con la desigualdad de género? ¿Queremos que las mujeres carguen con todas las tareas domésticas y de cuidados?¿Queremos seguir contaminando el medio ambiente? ¿Queremos que la desigualdad sea la regla?

En Argentina, el oficialismo y la oposición están teniendo un papel central en la configuración de las respuestas necesarias a la pandemia. Se trata de decisiones que tienen que ver con el fortalecimiento del sistema sanitario, el apoyo al personal de atención a la salud, el Ingreso Familiar de Emergencia, la actuación democrática de las fuerzas de seguridad, el acceso a la salud de nuestra población como núcleo organizador de todas las decisiones.

La sociedad civil construye consensos sobre las responsabilidades que le tocan y muestra su mejor faceta cuando prioriza cuidar al otro. Empezar por los últimos, los que más necesitan, es el camino a seguir para superar esta crisis, pero también para construir un país más justo e igualitario. El cumplimiento de las políticas de aislamiento, de los aplausos a los y las trabajadores de la salud pública, el trabajo conjunto de las universidades, las escuelas, las fuerzas de seguridad, los movimientos sociales, los sindicatos, las pymes, los comedores comunitarios, los hospitales, las iglesias, entre otros actores y espacios, buscan contribuir a una salida responsable, solidaria y colectiva. Este consenso puede ser el primer paso para activar novedosos mecanismos de ciudadanía y a su vez revisar las prácticas y las desigualdades que nos trajeron hasta aquí.

En suma, el gobierno y la sociedad argentina están demostrando que el camino para salir de la pandemia es con salud, con derechos, con responsabilidad y, sobre todas las cosas, con más igualdad. Esos son los valores que hoy se convierten en bandera y que queremos que sean los pilares de la sociedad que tenemos que construir.

No es el pesimismo lo que nos convoca; mucho menos el escepticismo. Por el contrario, tenemos la convicción de que estamos ante una oportunidad única para abandonar la cultura hiperindividualista que nos impuso, durante demasiado tiempo, el neoliberalismo. Desde los diversos colectivos de pensamiento y activismo político tenemos el desafío de aportar con ideas, producciones y acciones para la construcción de una solidaridad social activa.

No podemos saber con certeza ni cómo ni cuándo va a concluir esta pandemia. Lo que sí sabemos es que tenemos la voluntad y la convicción de hacerlo con todas, todos y todes, asumiendo la responsabilidad particular y colectiva que nos corresponde para poder, así, salir mejores.
Agenda Argentina

sábado, 14 de marzo de 2020

EL VIRUS Y LA ECONOMÍA: MUCHO PEOR DE LO QUE PARECE


Es seguro que el coronavirus tendrá consecuencias y costos. Su efecto dependerá del tiempo que dure la alarma y del frenazo de la actividad que produzca.
Juan Torres. 10/03/2020

 ¿Un simple virus puede poner en solfa al mundo entero? ¿Una economía mundial tan potente y asentada pueda estar en peligro por esa causa? ¿Se pueden venir abajo las bolsas sólo por el efecto de la propagación de un virus? ¿Qué está pasando y qué puede pasar, por qué tanta alarma? Es normal que la mayoría de la gente se haga este tipo de preguntas pero me temo que las respuestas que se están dando son confusas y que generan más dudas de las que resuelven.

Sobre la epidemia, lo cierto es que todavía no se sabe bien cuál puede ser su verdadera magnitud. Parece ser que si se aplican medidas de aislamiento e higiene que eviten su propagación, sobre todo a personas especialmente vulnerables, en muy pocas semanas se podría frenar su expansión sin que se produzca un efecto especialmente dramático. Eso es lo que parece que ha ocurrido en China, gracias a que allí hay un sistema de toma de decisiones muy centralizado, dictatorial, y en donde se han podido aplicar recursos millonarios para aislar a la población. Pero es difícil que se pueda actuar del mismo modo en otros países, de modo que no se puede descartar un contagio exponencial que afecte a millones de personas en unas cuantas semanas.

Diferentes estudios realizados en los últimos años sobre los efectos económicos de este tipo de epidemias nos permiten saber algunas cosas. Primero, que es seguro que lo que está pasando tendrá consecuencias y costes; segundo, que su efecto final dependerá del tiempo que dure la alarma y del frenazo de la actividad que produzca; y, tercero, que sólo si se actuara con gran ineficacia y se alcanzara un nivel de mortalidad ahora mismo posiblemente impensable (más 15 millones de muertos al año), quizá se produciría un coste que comenzaría a ser más o menos equivalente al que supuso la última gran crisis.

Sólo si se actuara con gran ineficacia y se alcanzara un nivel de mortalidad ahora mismo posiblemente impensable (más 15 millones de muertos al año), quizá se produciría un coste que comenzaría a ser más o menos equivalente al que supuso la última gran crisis

A pesar de eso, a mi me parece que el peligro al que nos enfrentamos no es la difusión de un virus ni aunque este fuese mucho más letal de lo que ahora podamos imaginar que llegue a ser el coronavirus en el peor de los casos.

El problema grave que tenemos delante de nuestras narices y al que no le estamos dando la importancia que tiene es la situación en la que se encuentra el sistema en el que vivimos, el capitalismo de nuestros días. Un sistema complejo que tiene propiedades que le hacen funcionar de un modo muy específico.

Estos sistemas, como el capitalismo, son imprevisibles y permanentemente inestables, y de ahí que sea muy difícil predecir cuál será su evolución. Pero sí sabemos, sin embargo, algunas cosas importantes sobre su funcionamiento y evolución y, sobre todo, sobre lo que puede hacer que colapsen.

Sabemos, por ejemplo, que los sistemas complejos como el capitalismo viven al borde o expuestos permanentemente al fallo sistémico y fatal, que tienden constantemente a la crisis y que están siempre en peligro de colapsar, precisamente porque su complejidad no es otra cosa que inestabilidad y desorden.

Pero, al mismo tiempo, también sabemos que la gran probabilidad de fracaso, de fatalidad, que acompaña a cualquier sistema complejo hace que generen en su seno constantes y potentes elementos de protección. Por eso pueden resultar muy seguros a pesar de ser, al mismo tiempo, muy propensos al colapso. Precisamente por eso.

En segundo lugar, sabemos también que los sistemas complejos casi nunca colapsan por el efecto de un solo fenómeno. Para que se produzca un fallo total, sistémico, fatal, para que colapsen, es necesario que concurran diferentes fallos al mismo tiempo.

Y es muy importante saber que estos sistemas funcionan siempre en condiciones degradadas, es decir, con muchos fallos latentes que es imposible erradicar, bien porque se desconocen, porque no compensa o porque no se quiere asumir el coste de eliminarlos en todo o en parte. Las consecuencias de esto que sabemos sobre los sistemas complejos son de aplicación a lo que está pasando con la epidemia del coronavirus

En primer lugar, que es muy difícil que resulte tan fatal como se está creyendo. El sistema se está defendiendo del "fallo" en su funcionamiento que supone el coronavirus con mecanismos del propio sistema que son seguramente mucho más potentes de los que serían realmente necesarios para evitar que se convierta en un peligro global o letal. Y, como he dicho, es altísimamente improbable, por no decir, imposible, que el sistema en su conjunto se vea afectado fatalmente por un solo fallo o factor.

Pero, en segundo lugar, hay algo que es mucho más preocupante. La epidemia del coronavirus constituye un fallo añadido en el sistema que si se contempla linealmente puede parecer poca cosa. Pero que puede resultar de efectos muy graves si se tiene en cuenta que su presencia muta la condición del sistema en su conjunto porque interactúa con otros de sus fallos latentes. Es decir, el coronavirus es realmente peligroso no por lo que supone en sí mismo sino porque aumenta mucho la degradación del sistema en su conjunto, en mucha mayor proporción de la que correspondería a su aislada naturaleza de epidemia sanitaria.

A mi juicio, la extraordinaria gravedad del coronavirus no es el daño que produciría una epidemia si se pudiera contemplar aisladamente, sino la aceleración del efecto degradante o destructor de los demás fallos que estaban más o menos contenidos hasta ahora.

Ya escribí hace unos meses que se estaba gestando una crisis de muchos frentes pero que -a corto plazo- tenía tres manifestaciones o vías de expansión principales: las bolsas, que han alcanzado una sobrevaloración disparatada que las lleva a estallar antes o después; la deuda en crecimiento insostenible; y el bloqueo de la oferta como consecuencia de la continua caída de la rentabilidad del capital material en favor del beneficio financiero.

Los problemas que puede traer ahora la propagación del coronavirus tienen que ver justamente con esa crisis de oferta que ya en los últimos meses se estaba produciendo en casi toda la economía mundial en forma de una desaceleración relativamente atenuada.
Las respuestas que inevitablemente van a tener que adoptar los gobiernos para evitar el contagio van a bloquear todavía más la oferta y sus consecuencias van a ser varias. Ahora, las respuestas que inevitablemente van a tener que adoptar los gobiernos para evitar el contagio van a bloquear todavía más la oferta y sus consecuencias van a ser varias, pero todas con algo en común: reactivar los fallos hasta ahora latentes o adormecidos.

En primer lugar, va a disminuir la producción, se van a desarticular los canales de suministro y distribución, van a producirse carencias de aprovisionamiento a escala global y la crisis empresarial va a generalizarse, disminuyendo mucho más la rentabilidad del capital que mueve los motores de la economía productiva. La crisis de oferta va a ser muy fuerte.

En segundo lugar, va a aumentar la deuda empresarial y la dificultad para hacerle frente por parte de miles de empresas, especialmente por las "zombis" que hasta ahora han estado manteniendo su actividad a base de más deuda, pero sin generar beneficio suficiente.

En tercer lugar, el cambio de expectativas, la posibilidad de que se produzcan quiebras en cadena y movimientos extremos por parte de las autoridades en materia de gasto e intervención financiera, van a producir un caos bursátil de la mano de las operaciones automatizadas, de los algoritmos que utilizan los grandes fondos especulativos. Las bolsas, como ya anticipé, son ahora mismo el eslabón más débil y volátil del capitalismo, estaban a punto de saltar y el virus va a hacer que estallen sin remedio.

En cuarto lugar, todo eso va a afectar al sector financiero que perderá negocio solvente y frenará la financiación, amplificando los problemas anteriores, cuando no sufriendo él mismo una nueva crisis financiera.

En quinto lugar, la intervención de las autoridades va a ser bastante complicada y poco efectiva porque ahora no se trata de impulsar la demanda inyectando capacidad de gasto (que hará falta) sino de poner en pie la oferta, y eso es mucho más difícil cuando las empresas cierran y las redes productivas se han boqueado.

En sexto lugar, no descarto que, precisamente por el bloqueo de la oferta, se produzca un rebrote inflacionario que pondría a los bancos centrales ante un dilema terrible, pues estarían obligados a frenarlo. Y entonces estará por ver cómo podrán soplar y sorber al mismo tiempo, es decir, hacer política expansiva y contractiva a la vez.

Si no se toman medidas drásticas para evitar los contagios, si no se aísla a la población, la expansión de la pandemia es casi segura y esa expectativa de crisis paralizaría la actividad. Pero la cuarentena y el aislamiento también la frenará sin remedio. No hay salida. Pero el problema no es el virus, sino un sistema complejo en el que un fallo aparentemente sin demasiada importancia puede reactivar otros fallos hasta ahora latentes o medio controlados. Y es esa conjunción de factores lo que va a crear una situación nueva y que representa un peligro muy serio.

Si los fallos latentes diversos se hacen expresos y si su aparición coincidente los convierte en un fallo único y estructural, nos vamos a enfrentar a un problema económico hasta ahora desconocido en la época del capitalismo globalizado y neoliberal.

Y las recetas que los gobiernos y las autoridades monetarias han venido utilizando no les van a servir. Ahora tendrían que pensar "al revés" de como lo han hecho hasta ahora desde hace décadas y eso no les va a resultar fácil. No tienen soluciones porque ni siquiera se pueden imaginar cuál es la naturaleza del problema que tienen por delante. De ahí que estén desorientados y sin saber bien qué hacer.

El virus es la pequeña mariposa de la teoría del caos: el suave movimiento que producen sus alas en una esquina del planeta se está empezando a traducir en una tempestad a miles de kilómetros. La gente lo intuye con más sabiduría que los políticos y economistas que siguen creyendo que sólo se trata de tomar medidas sanitarias acompañadas de otras cuantas económicas convencionales, cuando el peligro verdadero está en otro lado, en los fallos estructurales del sistema que el virus puede haber reactivado ya.

Hablaré de alternativas en el siguiente artículo pero anticipo la principal: es obligado que vivamos de otro modo.