La reducción del comercio afectará los
movimientos financieros y puede poner en jaque el rol dólar como moneda
dominante de las transacciones internacionales.
Daniel Montamat. 28/06/2020. Clarín.com
Opinión
Marco Tulio Cicerón sostiene en su
libro De Divinatione que si el futuro está escrito en piedra y es fatal mejor
ignorarlo. Porque si nos es favorable, no lo podemos anticipar, y si nos es
perjudicial, no lo podemos cambiar. Pero él cree que el futuro está abierto, no
predeterminado, y que es mejor recurrir a la observación y al conocimiento
científico que a los oráculos para indagar sobre su posible evolución.
Ya en el siglo XX, Bertrand de
Jouvenel, quien también creía que el futuro estaba abierto a distintas
alternativas escribe sobre los “futuribles”, o futuros posibles. ¿Cuáles son
los futuros posibles de la pospandemia? Los escenarios alternativos mucho del
futuro de la globalización. Ya antes del coronavirus la globalización en curso
estaba expuesta a crecientes tensiones.
La dimensión planetaria del shock
gatilló al principio un proceso de reflexión colectiva sobre la importancia de
contar con mecanismos globales de alerta temprana y de cooperación, junto a la
necesidad de promover nuevas instituciones de gobernanza global.
El cambio climático es otro problema
de dimensiones planetarias donde es imperativa la acción conjunta. Pero cuando
empezaron a hacerse evidentes los efectos del “coma inducido” en la economía
mundial, y el confinamiento cerró fronteras, la guerra contra el “enemigo
invisible” aumentó la presión antiglobalizadora.
La globalización de fines del siglo
XIX y principios del siglo pasado también venía para quedarse. En aquella época
los barcos transatlánticos, el telégrafo, la electricidad y los ferrocarriles
habían vertebrado el mundo con un salto tecnológico sin precedentes. La
transmisión de la información en tiempo real, el auge del comercio y la
ampliación del mercado mundial habían generado grandes ganancias en la
productividad global. Pero el reparto de las ganancias de productividad tuvo
hijos y entenados. Sobrevino la Gran Guerra, la economía mundial colapsó en los
treinta, y el auge del nacionalismo xenófobo derivó en una contienda mundial
con rasgos apocalípticos.
El proceso globalizador de aquella
revolución tecnológica quedó eclipsado. ¿Podrá repetirse la historia con esta
nueva ola globalizadora basada en la aviación y las tecnologías de la información
que también ha generado grandes ganancias de productividad? Los datos son
contundentes respecto a la reducción de la pobreza en el mundo en los últimos
30 años. Pero esa disminución se ha debido sobre todo a China. Allí ha habido
más de 600 millones de personas que han salido de la pobreza. Hay países en
Asia, África y Latinoamérica que también pueden exhibir indicadores de
reducción de pobreza. La contracara del fenómeno de la pobreza es que seguimos
viviendo en un mundo muy desigual.
En los albores de la revolución
industrial la brecha entre las regiones más ricas y pobres del mundo era del
orden de 2 a 1; hoy es de 20 a 1. A su vez, la brecha entre las naciones más
ricas y pobres del mundo actual es de 80 a 1. La globalización también ha
reducido algo las desigualdades entre países, pero no entre los ricos y los
pobres de los diferentes países. Y es dentro de los países ricos donde la
desigualdad hace más ruido político.
Hay que tener en cuenta que en las
democracias capitalistas desarrolladas los perdedores de la globalización votan
y se manifiestan; en cambio, en muchos países emergentes los ganadores de la
globalización todavía no votan. Así, el voto legitima sentimientos
antiglobalizadores en el mundo rico que no tienen contrapartida
proglobalizadora en el mundo pobre.
Kenneth Rogoff, de Harvard, viene
advirtiendo que la reversión del proceso de globalización es posible y que va a
ser traumática para todos. La retracción del comercio va a deteriorar la tasa
de crecimiento mundial y precipitará guerras tarifarias y devaluaciones
competitivas con caída de los ingresos por doquier.
La reducción del comercio afectará los
movimientos financieros y puede poner en jaque el rol dólar como moneda
dominante de las transacciones internacionales. Si eso sucediera, Estados
Unidos perderá una fuente privilegiada de acceso a la liquidez y al crédito
irrestricto y barato. Esa liquidez doinada por el dólar permitió a Estados
Unidos, además de financiar déficits a bajo costo, llevar adelante la revolución
del shale, que le devolvió la autosuficiencia petrolera y la capacidad de
exportar gas por barco (GNL).
En el libro La Paradoja de la Globalización,
Dani Rodrik plantea el trilema político que lleva a la economía mundial a
elegir entre 3 opciones incompatibles: hiperglobalización, democracia política
y Nación-Estado. En el escenario actual donde la democracia política tiende a
reforzar los vínculos con la Nación-Estado en contra de un mayor avance en el
proceso de globalización, el economista de Harvard recomienda hacer pie en las
instituciones de Bretton Woods, con las reformulaciones y aggiornamentos que
los tiempos imponen.
Más globalización impondría nuevas
instituciones de gobernanza global que hoy no están al alcance; pero una
reversión de la globalización puede retrotraernos a escenarios de
desintegración y autarquía que aticen una nueva crisis mundial de la que ningún
país saldrá ileso.
Cuando todos tienen para perder, todos
tienen para ganar. La pospandemia impone un reencuentro de evaluación y
reflexión de los líderes mundiales para evitar escenarios donde todos pierden.
Tal vez el G-20, que en la pandemia quedó confinado, tenga la oportunidad de
recuperarse.