martes, 29 de diciembre de 2020

UNA VISIÓN DESARROLLISTA DEL SECTOR DE LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO

La economía del conocimiento, sin articular con los sectores productivos tradicionales, profundiza el subdesarrollo

Por Sebastián Lucas Ibarra -16 julio, 2020

Detrás del sector agroindustrial, y disputándole de cerca el segundo lugar a la industria automotriz, la denominada economía del conocimiento es el tercer sector exportador argentino. En 2019 exportó más de 6000 millones de dólares. No es un fenómeno autóctono, sino global, que ha irrumpido con fuerza en las últimas dos décadas en el marco de la revolución 4.0 y gana cada vez más fuerza. La economía del conocimiento crece tres veces más rápido que el promedio de la economía mundial, según la Organización Mundial del Comercio.

La economía del conocimiento está formada aquellas actividades productivas que se caracterizan por el uso intensivo de tecnología y que requieren capital humano altamente calificado, según la definición de Argencom, entidad conformada por empresas prestadoras de servicios basados en el conocimiento. Es el sector económico que usa la información y el conocimiento para generar valor y ofrecer a la sociedad productos y servicios que mejoran su calidad de vida.

Actividades que se comprenden dentro de la Economía del Conocimiento

La economía del conocimiento está en todas partes. Es posible que trabajes en una empresa de la economía del conocimiento y no lo sepas. Abarca desde productoras audiovisuales, como Mundo Loco, del director Juan José Campanella, hasta Globant, un unicornio informático de Argentina. Los unicornios son las empresas que tienen un valor en bolsa superior a los mil millones de dólares. Pero también incluye al INVAP, la compañía estatal argentina que produce reactores nucleares y satélites. “Una empresa tecnológica es aquella donde parte del proceso productivo tiene lugar en el cerebro de alguien”, define Lino Barañalo, ex ministro de Ciencia y Tecnología, en entrevista con Visión Desarrollista.

La economía del conocimiento esta entrelazada en una amplia variedad de sectores económicos y productos. En las chombas Lacoste, por ejemplo, destaca el economista Luciano Pizarro en una charla organizada por la Usina Desarrollista. A pesar de que su elaboración tiene un componente manual muy importante y el proveedor textil, de Rumanía, entrega la chomba prácticamente terminada, solo el 8% del precio llega al fabricante, explica Pizarro. El resto del valor va al dueño de la patente, el diseñador y la publicidad, entre otros. En tantos casos como este así se evidencia el impacto de la economía del conocimiento.

Los unicornios

La firma emblema de la economía del conocimiento, y en particular de la actividad de servicios basados en el conocimiento, es Mercado Libre. El unicornio fundado por Marcos Galperín vale hoy 10 veces más que YPF. Vale aclarar que mucho tiene que ver lo fuerte de la comparación entre ambas empresas el  hecho de que el precio del petróleo está en su valor histórico más bajo. Consecuentemente, alguien podría deducir que esto evidencia que el eje del desarrollo ya no son recursos naturales. Lo cierto es que nunca lo fueron.

La clave del desarrollo fue, es y será siempre el agregado de valor. Los países desarrollados compiten desde siempre por la riqueza global y para eso generan actividades económicas de mayor valor, el cual se genera del aporte del conocimiento, en lo concreto en investigación, innovación y desarrollo, explica el científico Fernando Stefani en entrevista con Visión Desarrollista. Ahora está de moda hablar de la economía del conocimiento, subraya Stefani, pero el conocimiento siempre fue el mayor generador de valor.

Esa falta de visión estratégica, y de esfuerzo colectivo, fue precisamente la trampa del subdesarrollo argentino. El país no tuvo un plan superador del modelo agroimportador hasta que estadistas como Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio buscaron trascenderlo con la industrialización, algo que hizo desde el primer momento Estados Unidos. Hoy seguimos reproduciendo las causas del subdesarrollo, con preponderancia de exportaciones de bajo valor agregado basadas en recursos naturales. Como bien demostró Frondizi, quien dio impulso al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET) y creó el Consejo Nacional de Educación Técnica (CONET), no se trata ni de prescindir de los recursos naturales ni tampoco dormirnos en la fácil de exportarlos sin agregar valor, sino de aprovechar que los tenemos, diversificar y agregar valor. La evidencia se encuentra de manera negativa en el caso de Venezuela o Nigeria, o positiva en el deEstados Unidos, que es el primer productor mundial de petróleo. Un caso revelador es el de Emiratos Árabes, que busca diversificar una economía fuertemende dependiente del peróleo  hacia… el conocimiento.

Al igual que en el gobierno desarrollista, el desafío sigue siendo combinar conocimiento, los recursos naturales y atraer capital para la inversión productiva. Sobre todo porque Argentina es una economía descapitalizada en un sistema que se llama capitalista. Es errado pensar que la economía del conocimiento lleva al fin de la industria o las necesidades de capital. Sí es cierto que hay nuevas cuestiones y desafíos a considerar, como el paso de la lógica cultural de poseer bienes a la de consumir servicios o los cambios en la secuencia del modelo productivo. “En el modelo de hoy, se trabaja con el usuario, existe un codiseño antes de que se fabrique el producto”, plantea Raquel Ariza, directora de industrias 4.0 del INTI en su exposición la Usina Desarrollista. Lo mismo con respecto a que el cambio del modelo de negocio repercute en la organización de la economía en general. “Hoy no importa tanto el capital, quién tiene las máquinas, los medios de producción, sino quién entiende mejor las necesidades y da las mejores respuestas”, explica Ariza. Si bien es cierto, pero no por eso deja de serlo los robots requieren inversión de capital. Si no, que lo digan las pymes e industrias que deben atravesar el proceso de adaptación que implica la revolución 4.0.

La economía del conocimiento demanda inversiones menores que las necesarias para construir una represa, perforar pozos en Vaca Muerta o instalar una planta industrial. Pero eso no significa que sea completamente cierto que “el desarrollo ya no viene de la mano de los capitales”, como señala el presidente de la Fundación Clementina Carlos Pallotti en su exposición en la Usina Desarrollista.  Esta es una más visión sectorial, propia de las compañías vinculadas a la venta de servicios basados en conocimiento, que una concepción holística que contemple la economía como un todo dinámico, sistémico y transversal, donde realmente la economía del conocimiento se transforma en un driver para el desarrollo. Y esto es fundamental.

Hay un caso global que quizás justifique un modelo de foco sectorial de economía del conocimiento: Israel. En este país están las oficinas de todas las grandes compañías globales haciendo investigación y desarrollo (I+D), vive de eso. Las vacunas desarrolladas por científicos israelíes se fabrican en otros países, como Tailandia, señala Barañao. Israel  lidera el ranking mundial de I+D,invierte muchísimo en educación y fomenta la cooperación público y privada. Pero no es un modelo que Argentina pueda imitar directamente. En primer lugar, porque tiene solo nueve millones de habitantes. Y esto sin mencionar las características geopolíticas muy particulares, combinadas con el desarrollo de una importante industria armamentista.

La primarización tecnológica

La economía del conocimiento tiene capacidad para potenciar del desarrollo en el agregado de valor a otras actividades más tradicionales, pero también entraña el riesgo de profundizar el subdesarrollo si no existe esa dinámica transversal: la primarización tecnológica. Este factor, que no es tan evidente, pues asociamos a este sector con el valor agregado, parte de ver al sector aislado del resto de la economía y solo ponderar el factor de estar produciendo y exportando bienes y servicios tecnológicos y no valorar  la integración de las cadenas productivas de manera vertical y horizontal. Exportar horas de programación o proyectos tecnológicos e importar programas o bienes de mayor valor tecnológico se vuelve a análogo a lo que fue en su momento exportar el cuero e importar los zapatos. Stefani da un ejemplo que ilustra la cuestión: “Imaginen que una emprendedora argentina desarrolla una nueva antenita para celulares, mucho mejor que las existentes. ¿Qué puede ocurrir? La va a vender a Huawei o Motorola, ganará algunos millones de dólares y va a salir en todos los diarios. Será objeto de nuestro orgullo. Y al poco tiempo compraremos el teléfono con la antena de la emprendedora argentina. Pero el balance para el país será negativo: invirtió en criarla, educarla y formarla, le permitió desarrollar su emprendimiento hasta el punto en que una empresa lo consideró suficientemente interesante.” El valor agregado se incorporó afuera, a productos industriales más elaborados que después les compramos a ganancias exponenciales. En clave desarrollista, no nos hizo más Nación.

Los avances tecnológicos que definen la revolución 4.0, como la big data, el internet de las cosas, la robotización, la inteligencia artificial, el aprendizaje automático y la impresión 3D, los sensores, la realidad virtual, los servicios en la nube y la nanotecnología son el eje transversal productivo que afectan a todos los sectores revolucionando la manera de producir bienes y servicios. Son estas tecnologías del conocimiento los factores transversales que impactan en toda la vida cotidiana de las personas, de las ciudades y de todos los ecosistemas y sectores de la economía y la producción. Lejos de ser obsoleta, la industria, en su versión 4.0, es la nave insignia de la innovación y desarrollo a nivel mundial al punto que no sólo la I+D de los países desarrollados se orienta a la industria (80%), sino que incluso ese ritmo de inversión sirve para medir al propio avance al desarrollo. La revolución 4.0 debería ser la oportunidad para que los argentinos revaloricemos nuestra industria, en particular “los intangibles que están en ese entramado industrial”, señala el presidente de la Agencia I+D+i de la Nación,  Fernando Peirano. En Argentina, explica Peirano, existe una cultura del trabajo alrededor de la industria que no todos los países tienen y que valoran mucho las empresas multinacionales, que saben que acá cuentan con un entramado de PyMEs que pueden atender esas exigencias que hoy tiene la producción.

De esta revalorización de la industria en los países desarrollados se debe comprender en relación a nuestro asunto de que la economía del conocimiento sin articular con los sectores productivos tradicionales no sólo no alcanza, sino que profundiza el subdesarrollo. Generar una economía basada en los servicios, sin ese sustento productivo es algo suicida que solo pudimos haber hecho los argentinos como sucedió en la década del 90 cuando se desindustrializó la matriz productiva y se promovió el modelo de país de servicios, esa vez en el marco de la globalización y el lanzamiento de Internet. Los servicios, incluso los basados en el conocimiento, en un modelo de desarrollo sustentable, agregan valor a un bien o servicio tangible de generación nacional. En un modelo de desarrollo sustentable la economía del conocimiento se debe pensar más por su capacidad de impacto transversal en los sectores tradicionales de la economía que por un fin en sí mismo. Es esa oportunidad estrategia del sector y es lo que hacen los países desarrollados. Luis Galeazzi explica precisamente esto al decir que “si hablamos de la manufactura, tenemos que hablar de la robótica. No solo es un motor de la economía en sí mismo, sino también por lo que genera en la productividad de los sectores”.

Un caso concreto bien nacional es el que cuenta Rosana Negrini, presidenta de Agrometal, firma líder en el mercado de sembradoras, con planta en Monte Maíz y una red de concesionarias en todo el país. Hoy las maquinas son mitad fierros y mitad electrónica y sistemas, explica. La cadena de producción misma de las maquinarias agrícolas  hace foco en los desarrollos tecnológicos como algo prioritario y eje de la competitividad. Incluso los perfiles requeridos para la cadena productiva han cambiado hacia las nuevas tecnologías. Esa es la economía del conocimiento y las nuevas tecnologías aplicada al agro: Agro 4.0.  Otro caso lo dio Luciano Pizarro en su charla para la Usina: una hectárea de maíz en EEUU rinde un 25% más que en Argentina, y la diferencia no se deba al tipo de tierra ni el clima, sino el conocimiento invertido en tecnología y capital humano. Es decir, la economía del conocimiento hasta en las materias primas puede marcar la diferencia.

Participación de sectores y tecnologías 4.0 en la Economía del Conocimiento en Argentina

Las oportunidades del sector para la Argentina son amplias, así como sus desafíos. Galeazzi enumera entre los atributos positivos a una base de talento muy fuerte, un sistema educativo público y universitario muy desarrollado, emprendedores muy activos y un entramado empresarial con mucha capacidad y vocación exportadora. Por otro lado, explica, tiene desventajas fuertes: por supuesto la inestabilidad económica, no saber cuánto va a valer el dólar el mes que viene, la inestabilidad normativa (hay un bache normativo muy grande para el sector) y la burocracia y la poca legislación laboral afín al sector. Precisamente para resolver esta cuestión se encuentra con media sanción la nueva ley de economía del conocimiento que busca reemplazar la que se había dictado en la gestión de Macri pero que nunca se reglamentó. El titular de Argencon celebra en sí mismo que haya una ley y explica lo relativo a las dos propuestas “dependiendo cuál sea la actividad sectorial, estos cambios juegan mejor o peor que la ley anterior. Es decir, no a todas las empresas le significan lo mismo.”

El capital humano, como bien señala Galeazzi, es una fortaleza, pero también un desafío y hasta puede ser amenaza. El crecimiento del sector no es problema de demanda sino de la oferta de capital humano. Pero eso también implica que la economía del conocimiento no es accesible para cualquiera. Demanda un adecuado nivel de formación y de preparación profesional. Especialistas en el sector, como Pallotti o Pizarro, coinciden que hay un problema en la desproporción de egresados en carreras duras con respecto a las carreras blandas y dar así respuesta a los desafíos de las nuevas tecnologías y empleos subyacentes. Reconvertir la mano de obra fue algo necesario en todas las revoluciones industriales anteriores, remarca Pallotti. Los países que son referentes en materia de economía del conocimiento tienen sistemas educativos fuertes y enfocados a la ciencia y la tecnología y acá eso no sucede enfatiza Pizarro quien manifiesta su preocupación por el efecto de la desproporción que implica que de cada ingeniero que se recibe todos los años en las universidades nacionales se reciban tres psicólogos.

La educación es entonces el insumo fundamental para la economía del conocimiento, pero requiere mucho más que enseñar programación en las secundarias. Quien cree que con la economía del conocimiento podemos dar respuesta problema de la pobreza estructural lamento decepcionarlo. Las deficiencias educativas sobre todo en los sectores más pobres los ponen a años luz de hasta las tareas menos exigentes como un data entry. La educación ya no puede ser considerada un instrumento de nivelación socioeconómica, porque ni eso puede cumplir ya, y ni hablar del desafío de integrarse a un modelo de desarrollo y cuyo más profundo análisis se refleja en la imperdible charla que con magistral pericia y evidencia brindó para la Usina Desarrollista el especialista en temas educativos Alieto Guadagni.

Esas carencias y asimetrías se ven sobre todo a nivel federal. Muchas actividades del sector favorecen el teletrabajo, pero para eso se requiere sumar también las condiciones de conectividad pertinente a la disponibilidad de capital humano ya planteada.  Si esto no sucede la economía del conocimiento, que será al fin de cuentas por su perspectiva transversal la lógica de la economía competitiva, no hará más que profundizar la falta de acceso a las oportunidades, generándolas solo a quienes pudieron tener buen nivel educativo y excluyendo aún más al resto, de los cuales la economía del conocimiento y la revolución 4.0 serán fenómenos muy ajenos de los cuales quizás nunca sepan existieron. Por esta razón no es la robotización la gran amenaza para el desempleo, sino la falta de políticas educativas acordes a estos desafíos.

La economía del conocimiento es un componente muy valioso del país que, sin lugar a dudas, hay que incentivar. Pero es fundamental hacerlo desde una visión sistemática de integración vertical y horizontal de la cadena de valor como hacen los países desarrollados.

domingo, 27 de diciembre de 2020

CARASSAI: "EL PRIMER TEMA QUE HAY QUE VOLVER A ABORDAR ES EL REENCUENTRO DE LOS ARGENTINOS"

Por Visión Desarrollista -4 noviembre, 2015. Jueves 10 de septiembre de 2015. Domicilio particular de Antonio Salonia, Barrio de Belgrano, Ciudad de Buenos Aires.

Entrevistamos al Dr. Hugo Carassai, Presidente de la Fundación Centro de Estudios Arturo Frondizi, con quien conversamos sobre el papel del agro en el desarrollo económico argentino y sobre el rol del Estado. En esta nueva edición, compartimos la conversación que mantuvimos con él.

 Hugo, muchas gracias por recibirnos. En primer lugar, siendo usted presidente de la Fundación Centro de Estudios Arturo Frondizi, ¿se considera desarrollista o frondizista?

 Me considero desarrollista. Desde ya, tengo un gran respeto y admiración por Frondizi, pero creo que, precisamente, una de las grandes virtudes que tuvo al Fundación es haber sumado gente que era más frondizista, gente que era más frigerista, y haber logrado que trabajen todas juntas. Es una amalgama. Por eso creo que no tiene sentido hacer diferenciación entre una cosa y la otra.

 ¿Cuál es la misión de la Fundación?

La Fundación tiene la función de recuperar las ideas del desarrollismo, las de Don Arturo, las de Frigerio, y ponerlas en conocimiento de todos.

Hugo, ¿Cómo llegó al desarrollismo?

De joven tenía mis inquietudes por las cuestiones sociales. Crecí en un hogar muy humilde, familia de zapateros. Siendo muy chico entre como aprendiz en la fábrica de zapatos donde trabajaba mi padre. De noche iba al colegio y de día trabajaba. En ese lugar se leía el diario La Vanguardia, del Partido Socialista. Esa fue mi primera inquietud  e inclinación. Con el tiempo me empezaron a interesar más esas cosas. Recuerdo que en esa época me llamó la atención y me marcó mucho un libro de Aldo Ferrer, el primero que hizo para el Fondo de Cultura Económica. También empecé a leer con mucho interés y asiduidad un suplemente que sacaba Clarín, en la época de Noble, donde se hablaba sobre siderurgia, petróleo y desarrollo económico. Así me fui contagiando de todas esas ideas: que el país debía progresar, salir de su economía estancada, que había países importantes como Estados Unidos que se habían desarrollado a partir de la agricultura y la ganadería, y después habían trasladado su potencial a la industria, pero sin dejar de ser relevantes productores agrícolas.

En mi ciudad, Bell Ville, provincia de Córdoba, conocí a Ángel Viqueira, dirigente desarrollista que luego fue intendente (1). Si bien no me afilié a la UCRI, estuve  cerca de su gobierno en la intendencia de Bell Ville. Se había creado una pequeña comisión formada por diversos profesionales y por mí, que era un joven estudiante de contador, donde estudiábamos cuestiones relativas al presupuesto, administración y desarrollo de la ciudad.  Cuando vine a Buenos Aires, empecé a frecuentar reuniones del circulo desarrollista. Aunque no he sido militante, me afilié al MID en su momento, a los 30 años. Iba a Ayacucho (2) a escuchar a Frigerio y fue entonces cuando le propuse ir a dar unas charlas a Bell Ville. Accedió y fuimos en mi auto para allá. Con el tiempo entablamos una cierta amistad.

PARTE 1 | FRIGERIO Y FRONDIZI

A propósito de Rogelio, ¿Cómo lo puede describir a Frigerio?

Cuando conocí a Rogelio, quería que me ilustrara con su conocimiento, pero él, en cambio, quería que yo le contara lo que conocía. Era alguien que le interesaba la microeconomía, me preguntaba sobre lo que pasaba en el campo y en la industria. Yo estoy vinculado al agro, a la construcción y a la industria frigorífica, y él se interesaba mucho por el día a día de la actividad productiva. Eso me pareció muy importante porque a veces en el escenario macro podes tener todos los indicadores diciendo que las cosas van en un sentido, pero en realidad, cuando ponderas la microeconomía, las cosas van para otro lado.

¿Considera que Frigerio fue el “ideólogo” de Frondizi?

No, no comparto esa opinión. Creo que Frondizi necesitaba un Frigerio y Frigerio necesitaba un Frondizi. No se hubiese originado el desarrollismo fuera de esa combinación. Uno era el político, el idealista, el hombre que quería llegar a la Presidencia de la Nación, y Rogelio era el práctico que tenía bien claro lo que había que hacer.

PARTE 2 | VIGENCIA DEL DESARROLLISMO

Pareciera que últimamente el desarrollismo se ha vuelto a poner en boga. ¿Qué opinión tiene al respecto?

Creo que mucha gente habla de desarrollismo sin entender lo que es. Durante años hemos sostenido que crecimiento no es lo mismo que desarrollo. Ahora todos lo dicen… incluso quienes durante años festejando porque “el país estaba creciendo”.

 ¿Podría explicar cuál es la diferencia entre crecimiento y desarrollo?

 Un país puede crecer en una serie de indicadores económicos, pero de una manera tal que no logra el desarrollo. El desarrollo es algo sistémico, significa  mejorar la calidad de vida, la situación social de las personas y la economía del país. Entonces, vos podes tener un crecimiento económico espectacular pero no conseguir resolver estas cuestiones y seguir postergando el desarrollo. Eso es lo que pasa en Argentina.

¿Considera que sigue estando vigente el pensamiento desarrollista a pesar de los cambios que se produjeron en el mundo en los últimos 50 años?

Muchas cosas cambiaron desde 1958 a la actualidad. Para empezar, en aquella época no llegábamos a 20 millones de habitantes, la producción agropecuaria no alcanzaba las 15 millones de toneladas, el país no tenía capitales. Cambiaron muchas cosas, pero los problemas siguen siendo los mismos. Por ejemplo, los que genera la ineficaz burocracia estatal.

Por otra parte, habría que recalar en el discurso del 1° de mayo de 1958. En él, Frondizi se centró en un punto básico: “el reencuentro de los argentinos”. Creo ese es el primer tema que hay que abordar hoy, un tema político y social más que económico.

 PARTE 3 | EL POTENCIAL DEL CAMPO ARGENTINO

 ¿Qué opina de la antinomia entre campo e industria?

 Frondizi en ningún momento la planteó. Al contrario, en el discurso del 1 de mayo del ‘58 dijo que había que tecnificar el campo. En aquel entonces, si veías cómo trabajaban la tierra en California te dabas cuenta de que allí había una actividad industrial. Hoy, si vez cómo se desarrollan las semillas en Argentina te das cuenta que esa semillita tiene mucha tecnología incorporada e industria agregada. De ninguna manera existe esa antinomia.

Pero, sin embargo, es una idea bastante arraigada en amplios sectores…

Porque hay un problema ideológico. Consideran que ganadero es sinónimo de oligarca, de terrateniente.

¿Considera que el campo y la agro industria podrían generar empleo suficiente para que vivamos 40 o 50 millones de argentinos?

El campo, cuando se mueve, necesita torneros, mecánicos, reparadores. Supongamos que tecnificamos el campo: cada vez que se mejoran las técnicas de siembra, riego y cosecha se requiere gente más capacitada. En el período en que el campo creció mucho, previo a  la 125, había zonas de la pampa húmeda donde se habían llegado a establecer empresa de catering que acercaban viandas. En estas condiciones se genera todo un entramado que es importantísimo.

¿El sector agropecuario está en condiciones de seguir creciendo?

El campo puede duplicar su producción en 5 años. Pero las 120 millones de toneladas que producimos hoy no pueden transportarse porque  no hay caminos suficientes, el ferrocarril está destruido y el sistema de transporte esta anarquizado.

Además, hay excesivos controles y excesivas regulaciones. Si vas a Rosario, que es el puerto de salida del 75% de la producción agropecuaria, vas a encontrar colas de camiones de 10, 15 o 20 km. ¡Cuánto mejor sería que en lugar del gastar en Fútbol para Todos gobierno hiciera una red de circulación en el entorno de los puertos que están cerca de Rosario, Granadero Baigorria, Bérmudez, San Lorenzo…!

¿Qué cambios considera necesarios en materia de política agropecuaria?

Argentina debería plantear algo más inteligente en el manejo de las retenciones. Las retenciones son un impuesto a la exportación de soja, maíz, trigo, carne y otros que responde al problema de recaudación que tiene el Estado. Pero, entonces, el campo, que podría producir mucho más, apenas alcanza las 120 millones de toneladas.

¿Habría que eliminar las retenciones?

Quitando las retenciones al maíz, al trigo y a la carne no se produce una pérdida de  recaudación importante y se pueden potenciar la exportación de estos productos.  Al maíz, además, se lo puede convertir en carne dándole de comer a vacas, pollos y cerdos, agregando valor.

¿A la soja habría que quitarle las retenciones?

No, con la soja hay que hacer algo más inteligente. Por un lado, tenemos un 35% de derechos de exportación. Por el otro, el impuesto a las ganancias. Y, por último, la necesidad de tecnificar, que no significa solamente incorporar maquinarias, sino también tecnología, genética y mejores sistemas.

Hay que combinar las tres cosas. ¿De qué manera? Cobrando las retenciones a cuenta del impuesto a las ganancias. En primer lugar, si las retenciones se cobran a cuenta del impuesto a las ganancias, los productores están obligados a trabajar en blanco, resolviendo el problema de la evasión. Por otro lado, para toda inversión en maquinaria de producción local se otorga el beneficio de la amortización fiscal acelerada. ¿Qué es esto? Si alguien compra hoy un tractor de 50.000 dólares lo puede deducir en su primer año de su balance fiscal. Invierten, blanquean y al año siguiente, cuando ya no tiene amortización, compra otro. Esto mismo lo hizo Arturo Frondizi en 1958 (3).

¿Pero esto no haría caer la recaudación?

No, no cae, el Estado recauda indirectamente. Si antes había 10 fábricas que vendían 100 máquinas, con este esquema va haber 20 que vendan 1.000. Y, a la vez, va haber más gente trabajando, más gente aportando a las cargas sociales. Es un mecanismo multiplicador. Esto, como muchas cosas, se puede hacer si se mira a largo plazo.

¿Del sector ganadero, que análisis se puede hacer? ¿Es cierto que se exportan menos cabezas que en la época de Frondizi?

En 1962, cuando fue derrocado el Presidente Frondizi, las exportaciones de carnes habían trepado a 400.000 toneladas, con una particularidad, en esos productos había TI favorables.

En el año 2014 con esta errática política anti-ganadera del actual Gobierno, de nuevo se ha dejado de cumplir con la Cuota Hilton, no se ha aprovechado la Cuota 481, y en total se han exportado 150.000 toneladas, cuando la capacidad del país, es llegar a un millón de toneladas, y con un buen plan se pueden alcanzar en un quinquenio 1,5 millones de toneladas.

Si se alienta la transformación de granos (maíz, soja, sorgo) en carne bovina y porcina, esta última producción de ciclo mas corto, puede ayudar al abastecimiento doméstico, y liberar asi los cortes bovinos mas caros, para la exportación.  Quede claro, para los que están ideologizados, que el “asado” (de los muchachos) no se exporta, porque tiene hueso

PARTE 4 | EL ROL DEL ESTADO

Mencionó la ineficaz burocracia estatal como uno de los principales problemas del país. ¿A qué se refiere, específicamente?

Tenemos una ineficaz burocracia en todos lados y eso genera costos. Alguien puede decir que damos empleo, pagamos salarios y con ese salario hay más consumo interno. Ese razonamiento es válido solo en parte, porque si se analiza desde el lugar del empresario que tiene que hacer cien trámites, llega un punto en el que se encuentra condicionado. Hoy si alguien quiere exportar trigo o maíz tiene que pasar por el ROE (4) y pedir permiso, si quiere importar bienes de capital tiene que llenar una DJAI (5). Esto se termina transformando en una “desventaja competitiva”.

¿Qué serían esas “desventajas competitivas”?

Son aquellas que generamos nosotros mismos por nuestra impericia e ineficacia.

Les doy un ejemplo. Se han generado un millón y medio de puestos públicos. Esto tiene un impacto negativo. Por un lado, los empleados públicos que están y que saben hacer las cosas bien quedan postergados por gente que no sabe. Por el otro, los empresarios se encuentran con gente inepta que cree que porque ha sido nombrada en un estamento público lo que tiene que hacer es obstaculizar. Como consecuencia de los dos puntos anteriores, se generan desventajas competitivas.

Miren otro caso. Conozco un productor en el Chaco que es eficiente y ha invertido en tecnología. ¿Cuál es su problema?  Tiene que llevar su producción al puerto de Rosario y el flete se lleva gran parte de su rédito.  Hay un gran problema de logística. Mandar un contenedor desde el sur hasta el puerto de Buenos Aires sale más caro que desde Buenos Aires hasta Indonesia.

Un tercer ejemplo. La zona de ChoeleChoel, Río Negro, es ideal para producir cebollas, avellanas, tomates… pero es necesario regarla. Hay agua, un río caudaloso. ¿Qué hace falta? Acumular agua y tener energía eléctrica. Son inversiones importantes. Para que se den una idea, es necesario invertir 3 mil dólares por hectárea para regar campos cuyo valor es de mil dólares por hectárea. Para proyectos de esta envergadura es necesario, como mínimo, armar un plan a 5 años. ¿Creen que es posible hacer estos proyectos si los bancos cobran tasas de interés del 35%? No, no lo es.

¿Cómo se podrían revertir estas desventajas?

El Estado tiene que facilitar las cosas. Tomemos el caso de ChoeleChoel.  En este momento, para hacer la extensión de la línea de electrificación,  que son 61 km, el Estado dice “no tenemos plata, hagan ustedes la infraestructura y nosotros le damos la energía”. Pero, ¿de dónde se obtienen los recursos para hacerlo? El Estado tiene que hacer la línea, los canales y la represa, o sino financiarlos. Cuando se emprende un desarrollo a 5 o 10 años es necesario tener financiación.

Hoy no hay ninguna empresa argentina que pueda salir a la bolsa a captar fondos. Incluso YPF toma al 9% a seis meses. En Brasil, Petrobras acaba de obtener financiamiento a 100 años. Bolivia acaba hacerlo a diez  al 4%. No se puede hacer el desarrollo sin mercados de capitales y con una inflación superior al 5%.

De alguna manera el Estado, en su innegable rol preponderante puede tanto potenciar y promover el desarrollo como trabarlo y obstaculizarlo..

Este tema es central, porque hemos visto en esta última década “crecer” al Estado y con consecuencias negativas. Quiero insistir en esto, porque pareciera que a muchos ciudadanos se les ha deformado la concepción elemental de lo que es el Estado: se ha confundido el Gobierno con el propio Estado, y también con el partido o “espacio”, o la “llamada” militancia que es la que accedió al manejo de lo que es de todos.

Asi las cosas, en la Argentina, nos hemos convertido, además de otras divisiones, en una sociedad, donde unos trabajan, y pagan impuestos, para que la otra mitad, no trabaje en algo productivo, y gaste esa recaudación. Y eso no es distribución de la riqueza. Eso es una “transferencia” de recursos, que suma menos que cero. Es un mercado interno falso.

Vale así hacer una diferenciación que tanto Frondizi como Frigerio tenían claro: hay que distribuir, si, pero el ingreso. Esto es el desarrollo y la integración del país para que crezca la producción y así la capacidad de distribuir el mayor ingreso.

¿Por qué sigue siendo desarrollista?

Porque creo que el país aún se puede desarrollar. Hay que abrir la mente y comprender que el mundo funciona de otra manera.

(1) Ingeniero Ángel Viqueira: Intendente de la ciudad de Bell Ville entre 1958 y 1963.

(2) Ayacucho 49: sede del comité nacional del Movimiento de Integración y Desarrollo.

(3) Buscar Fuente.

(4) ROE Verde: Registro de Operaciones de Exportación. Deben inscribirse todas las operaciones de venta al exterior de granos y derivados para obtener permisos de exportación.

(5) DJAI: Declaración Jurada Anticipada de Importación. Mecanismo administrativo que permite a la Secretaría de Comercio regular el ingreso al país de productos importados. En enero de 2015 la Organización Mundial del Comercio falló en contra de Argentina, instándola a eliminar las DJAIs. En julio el gobierno argentino acordó con el organismo internacional levantar este mecanismo el 31 de diciembre de este mismo año.

domingo, 6 de diciembre de 2020

LA "CIENCIA DEL COLAPSO": LECCIONES DE MÁS DE 3000 AÑOS DE ANTIGUEDAD PARA ENTENDER 2020

La pandemia de Covid-19 es estudiada junto a los grandes momentos críticos de la humanidadLa pandemia de Covid-19 es estudiada junto a los grandes momentos críticos de la humanidad.

Fuente: LA NACION. Sebastián Campanario. 6 de diciembre de 2020

Una forma de tomar perspectiva sobre la verdadera entidad de la crisis de 2020 es recorrer las noticias desde el inicio de la pandemia y ver con qué debacles anteriores se fue comparado la actual. Al principio, en marzo, se aludía a casos contemporáneos: 2008, 2001, la crisis del petróleo en los 70 o la Segunda Guerra, como mucho.

Luego, eso no alcanzó y hubo que ampliar el rango a la Gran Depresión, especialmente por la cantidad de puestos de trabajo perdidos. Esta semana, el gobierno de Inglaterra confirmó un anticipo de su Banco Central de mayo: será la peor crisis en 300 años, recién superada por la hambruna de 1706, provocada por el gasto de la guerra contra Francia combinada con malos años de cosecha. Otros países de Europa están yendo aún más atrás, hasta la "Pequeña Edad de Hielo" de 1580.

Pero tal vez con este rango de casi 500 años nos quedemos todavía cortos. La combinación de pandemia, recesión económica y cambio climático (aquí le podemos agregar la muerte de Maradona) le dio protagonismo en este segundo semestre a los investigadores y divulgadores de "la ciencia del colapso": historiadores, antropólogos y arqueólogos que se dedican a averiguar cómo se desintegraron civilizaciones del pasado.

"Creo que podemos aprender lecciones valiosas para el presente analizando colapsos de la antigüedad", cuenta a la nacion Eric Cline, un arqueólogo y académico estadounidense que escribió el best seller 1177 A.C: El año en el que la civilización colapsó. Con más de 30 excavaciones -principalmente en Medio Oriente- en su haber, Cline sostiene que "es cierto que cada colapso fue causado por distintos motivos, pero si notamos que hoy está presente alguno de esos ?estresores' (como el cambio climático), creo que debemos sentarnos y tomar nota."

Cline es un experto en la denominada "Edad de Bronce Tardía", un período en el cual florecieron civilizaciones como la cretomicénica, la egipcia, la asiria y la de otros grupos de la Mesopotamia. Fue una era de globalización y comercio internacional: en 1177 A.C... hay historias como la del rey Hammurabi (1810 A.C -1750 A.C) de Babilonia, que pidió unos zapatos de cuero a Creta y los mandó a devolver porque no le quedaban bien, 3800 años antes de Amazon o Mercado Libre. Pero a partir de 1177 A.C, una combinación de invasiones de los "pueblos del mar", terremotos, erupciones volcánicas, malas cosechas y tensiones internas hicieron que en el transcurso de pocos años estas civilizaciones se derrumbaran con su cultura, su escritura, sus rutas comerciales y su arquitectura monumental. "De la historia podemos aprender que no somos inmunes al colapso hoy en día, porque todas las sociedades anteriores en la Tierra colapsaron más temprano o más tarde", completa Cline por correo electrónico.

La "ciencia del colapso" se nutre hoy en día del análisis histórico, de nuevas tecnologías que pueden precisar, por ejemplo, el clima de hace miles de años (los estudios paleo-climáticos) y de los sistemas complejos, que ayudan a describir estas dinámicas en las que las civilizaciones se caen rápido, como un castillo de naipes de una fragilidad que nadie, o muy pocos, advierten ex ante. Además de Cline, un precursor es Joseph Tainter (El Colapso de la Civilizaciones Complejas, 1988); pero el grupo también incluye al geógrafo Jared Diamond (Colapso, 2004) y a Guy Middleton, que en 2017 publicó Entendiendo el Colapso. Todos tienen a la complejidad en el corazón de sus análisis.

Nuevas estrellas

"Creo que es un error pretender que se puede predecir el futuro sobre la base del pasado. Lo que los historiadores tenemos para aportar en esta época es cautela, decir: ?cuidado que las cosas son más complejas de lo que parecen'; la historia no tiene fin ni avanza en un sentido predecible", explica a la nacion Roy Hora, historiador, investigador del Conicet y profesor de varias universidades.

Buena parte de esta sensación de que predecir puede ser más fácil de lo que resulta en la realidad está dada por los relatos que se arman ex post: siempre es más sencillo unir puntos hacia atrás que hacia adelante. "Por ejemplo: los especialistas en esta disciplina en pandemias fueron siempre muy pocos, casi una capilla; y en los próximos diez años seguramente tendremos miles de tesis y libros sobre la historia de las pandemias", dice Hora. Lo mismo sucede con los medievalistas, hoy de moda por las similitudes de virus mortales, cuarentenas y tiempos oscuros en general. "Esto ya lo había planteado Umberto Eco en su momento. Los medievalistas, como hacemos todos los historiadores, tenemos un conocimiento sobre un período corto y tratamos de promover la idea de que eso en lo que nos enfocamos se puede generalizar y es muy importante para entender otras cosas", matiza Hora, que es doctor en Oxford.

Como sea, los historiadores parecen estar de moda. "Cada cambio de década en la posguerra trajo una crisis global con aspectos inesperados; y con ello, el surgimiento de nuevos expertos a los que acudimos por respuestas (economistas, especialistas en geopolítica, etcétera). Ahora que la pandemia y la desglobalización dejaron nuestra capacidad de comprender al borde del precipicio, queda una voz para ayudarnos a entender lo que está pasando: la de los historiadores. Y cuanto más ´ratas de biblioteca' sean, mejor todavía", dice el economista y periodista Gabriel Burín.

No todos los grandes nombres de la "ciencia del colapso" o del análisis del pasado en "grandes arcos" son historiadores. De hecho, muchos de los principales no lo son: Diamond, Yuval Harari o Steven Pinker vienen de otras disciplinas. Lo mismo ocurre con otro "Nostradamus" que ganó popularidad en 2020: el zoólogo ruso, radicado en los Estados Unidos, Peter Turchin, que diez años atrás pronosticó que en 2020 sobrevendría una "era de la discordia".

Turchin, cuyo padre fue en Rusia uno de los pioneros de la inteligencia artificial, mezcla matemática y big data con el estudio de la evolución de civilizaciones en "grandes arcos". Es lo más parecido en la actualidad al personaje de La Fundación, de Isaac Asimov, Hari Seldon, quien mediante técnicas de "psicohistoria" podía predecir el auge y caída de civilizaciones.

Tampoco todos los analistas de procesos históricos largos son pesimistas (Pinker sería el caso contrario). La semana pasada, en su espacio de Exponential View, Azeem Azhar comentaba que el tiempo récord en el que se está logrando la vacuna contra el Covid es un ejemplo de que la humanidad tiene la capacidad de cooperar y afrontar desafíos complejísimos con éxito.

¿Qué pasaría si esta energía, conocimiento y productividad se pusieran, con la misma intensidad, al servicio de solucionar otros grandes problemas globales, como el cambio climático, la desigualdad, las migraciones, etcétera?, se preguntaba Azhar. Parte de la respuesta seguramente está en las dificultades de equilibrio intertemporal. Lo que el tecnólogo Marcelo Rinesi llama "problemas que van demasiado rápido y demasiado lento a la vez": lentos como para no forzar incentivos a actuar en el presente, pero rápidos en el sentido de que veremos las consecuencias en vida. Esa trampa lleva a que cuando se quiera accionar ya sea demasiado tarde, como le ocurrió a las civilizaciones de la Mesopotamia en 1177 A.C.

Por: Sebastián Campanario

sábado, 5 de diciembre de 2020

LA HOJA DE RUTA DEL DESARROLLO ARGENTINO. Alfredo Pérez Alfaro

PRÓLOGO 

I. UN IMPERATIVO: VOLVER A CRECER

De la falacia cuantitativa a la “economía de la felicidad”.

La disrupción del coronavirus.

La incidencia decisiva de las instituciones.

La dicotomía de Amartya Sen: el modelo de ejercicio del poder.

II. ABORDAJE DEL ANÁLISIS PARA EL DISEÑO DE UN PROYECTO NACIONAL

El Triángulo del Desarrollo: un modelo para armar.

Las dicotomías de Bert F. Hoselitz en los procesos de desarrollo.

El sistema de poder, el triángulo y las dicotomías de Hoselitz en la pandemia.

Hacia una hoja de ruta del desarrollo argentino.

III. LOS EJES DEL CONSENSO: CUATRO CUESTIONES BÁSICAS A RESOLVER

La dicotomía de Amartya Sen: GALA o BLAST?

¿Cómo reconstruir el triángulo del desarrollo de Argentina?.

Las dicotomías de Hoselitz: geoeconomía, geopolítica y mercado.

El último y esencial interrogante: la calidad institucional.

IV. EL TEMIDO ESPEJO DE 2002

¿Y ahora qué? ¿Otra vez en 2002?

Argentina inmersa en el círculo vicioso de la pobreza.

Porqué fracasan los países: el rol de las instituciones.

Escenarios institucionales: opacidad, carrusel argentino, perfil industrial obsoleto.

V. POST PANDEMIA Y NUEVA NORMALIDAD

¿Una nueva normalidad o la nueva realidad del cambio permanente?

Un mundo abocado a superar el nuevo jaque mate tecnológico.

Argentina frente al mundo: los ejes geoestratégicos del nuevo desarrollo.

La madre de todos los problemas: “Son las instituciones…”

V. DE LA “AVENIDA DEL MEDIO” A LA “EXPLANADA DEL CONSENSO”

GALA: combate a la pobreza a través de la planeación indicativa del desarrollo.

Triángulo: reindustrialización inteligente para ingresar a la sociedad del conocimiento.

Hoselitz: modelo expansionista, multipolar, economía de mercado con parámetros sociales.

Consensos institucionales: hacia grandes acuerdos superadores de la grieta.

 

PRÓLOGO

El presente ensayo está basado en la presentación efectuada en setiembre de 2020 ante la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas de Argentina, en oportunidad de su reciente concurso “Desafíos y propuestas políticas, económicas y sociales post pandemia”.

Sus conclusiones están enfocadas tanto en el pasado, al que nos remiten a las causas profundas del estancamiento argentino de las últimas décadas, como en el futuro, que aún nos ofrece oportunidades inéditas para imaginar un regreso inteligente a la senda del desarrollo integral.

Como nexo ineludible entre ambos hitos transita este complejo presente de fines de 2020, que abre el camino a decisiones políticas y a protagonismos sociales que marcarán a fuego ese futuro. El esbozo de las grandes líneas de una posible hoja de ruta del desarrollo constituye un modesto aporte al debate profundo que todavía se debe el país a sí mismo sobre los contenidos de un proyecto nacional compartido por todos en el marco de la tolerancia y el libre juego de las instituciones democráticas.  

Alfredo Pérez Alfaro

I. UN IMPERATIVO: VOLVER A CRECER

De la “falacia cuantitativa” a la “economía de la felicidad”

La concepción del desarrollo en las primeras décadas del Siglo XXI fue influenciada por la corriente encabezada ya desde fines del siglo pasado por Amartya Sen, inspirador de la creación del Índice de Desarrollo Humano (IDH) de las Naciones Unidas. Sen sostiene que lo más importante como impulso al desarrollo sería preservar los derechos humanos y fomentar la libertad dentro de la sociedad. En conclusión, Sen admite que la concepción del desarrollo debería abarcar todos los elementos que favorezcan la protección de las libertades individuales, la cooperación, la participación efectiva en la toma de decisiones y la libertad de elección lejos de toda acción coercitiva. Para Sen, el desarrollo solo prospera en tales condiciones.

Se acentuaba así el rechazo a la llamada “falacia cuantitativa”, que pretende manejar únicamente números y solo dimensiones de carácter económico para definir el desarrollo, condicionando su éxito a la mera relación entre el aumento de la producción y el número de habitantes. Autores de la talla del Premio Nobel W. Arthur Lewis llegaron a definir al desarrollo como “el crecimiento de la producción por habitante”[1].  

A contrario sensu, los enfoques “finalistas” se alimentan de contribuciones como las de la Iglesia Católica, en particular con sus encíclicas Populorum Progressio y Centesimus Annus.

Ya ingresados al Siglo XXI, una de las mayores contribuciones al fortalecimiento de las concepciones éticas, solidarias y humanistas del desarrollo proviene de la sanción por las Naciones Unidas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (ODS 2030), que plantea 17 objetivos y 169 metas a considerar cumplidas en el año 2030, que abarcan las esferas económica, social y ambiental[2].

A tono con el ODS número 1, el Premio Nobel de Economía 2019 fue conferido a tres economistas por sus estudios sobre el hambre. Dos de ellos, Abhijit Banerjee y Esther Duflo, escribieron "Repensar la Pobreza", un libro que aborda las estrategias para combatirla[3]. Sostienen que el gran problema de los programas para reducir la pobreza y el hambre es que quienes los diseñan no escuchan a los pobres.

Tanto Sen como los ODS 2030 empoderan los argumentos de quienes plantean un nuevo enfoque de la “economía del bienestar” desplazándola hacia un concepto más amplio y abarcativo: la “economía de la felicidad”. Un claro ejemplo de ello es el Happy Planet Index (Índice del Planeta Feliz) desarrollado por la New Economic Foundation. Alineado a los ODS número 3, 6 y 7 de Naciones Unidas, el Índice del Planeta Feliz IPF mide el grado en el cual los países permiten a quienes viven en ellos desarrollar vidas largas, felices y sustentables.

El IPF se calcula a través de una fórmula que combina mediciones del bienestar, la esperanza de vida y la sensación de felicidad de las personas, ponderándolas por la “huella ecológica”, que mide el impacto promedio que cada residente de un país coloca en el medio ambiente.

Desde las nuevas realidades que impone la pandemia, cobran vigencia las teorías endógenas del desarrollo, con trabajos como los de Romer, Grossman y Helpman. Introducen el capital humano, el conocimiento y el progreso tecnológico en la ecuación del crecimiento. Destacan al respecto el valor de tres instituciones clave: las asociaciones industriales, las nuevas formas de producir y hacer negocios y las agrupaciones regionales de industrias. Consideran a la creación privada de conocimiento como un factor no prescindible del desarrollo.

Tal como lo explica Carolina Hernández Rubio: “Mientras que el modelo neoclásico toma al progreso tecnológico como exógenamente determinado, esta nueva teoría considera al progreso tecnológico como un factor de producción que queda determinado dentro del propio sistema. En este sentido, la teoría del crecimiento endógeno hace hincapié en los efectos del learning by doing  en la producción de bienes intensivos en tecnología, y los efectos externos dinámicos derivados del crecimiento del sector exportador, que actúa como agente principal de la difusión de tecnología moderna hacia otros sectores e industrias”[4].

La idea de la endogenizacion es funcional al impacto en la globalización generado por las restricciones físicas de circulación impuestas por la pandemia a las personas y a los suministros a cadenas de valor globales. Esto conduce al concepto de “glocalización”, que nace de la articulación entre globalización y localización, desarrollado inicialmente en Japón en la década de 1980. “Pensar globalmente, actuar localmente”.   

La disrupción del coronavirus

Las carencias de la post pandemia demandarán la máxima profundidad en la consideración de estos enfoques, y pondrán en evidencia la urgencia en implementarlos en la economía y la sociedad, cuando comience el retorno a una actividad razonablemente normalizada.

En el escenario argentino las condiciones del regreso al desarrollo no son las mejores: una sociedad estresada, el aparato económico parcialmente desintegrado, niveles inéditos de pobreza y marginalidad, y fuera de nuestras fronteras un mundo apartado de la globalización, inmerso en la preservación de intereses domésticos.

Está claro que le corresponderá al Estado un fuerte protagonismo en el desafío colectivo de generar espacios de construcción social que nos permitan alcanzar acuerdos y coincidencias. Como agente inductor de la recuperación de la economía dispondrá de una enorme ampliación de su rol y su poder fáctico, generada por las medidas de excepción que se fueron aplicando durante las diversas fases de la pandemia.

La incidencia decisiva de las instituciones

En esas instancias aparecerá como un requisito fundamental la calidad del institucionalismo necesario para articular los objetivos y aplicar los recursos estratégicos que nos allanen un camino de crecimiento de bases sólidas en el marco de las nuevas concepciones del desarrollo que se han descripto. Será el tiempo de las instituciones.

Para Robert E. Goodin “una institución es un patrón de conducta recurrente, valioso, estable y repetitivo. Por lo tanto, el institucionalismo es el proceso a través del cual las organizaciones y sus procedimientos adquieren valor y estabilidad. Estabilidad y predictibilidad representan la razón por la que valoramos los patrones de conducta institucionalizados”[5].

Aquí es donde adquiere importancia el análisis desde las instituciones de Daron Acemoglu, tema también abordado por Aldo Ferrer. Acemoglu expresa que “el éxito económico de los países difiere debido al tipo de las relaciones y articulaciones entre sus instituciones (políticas y económicas), a las reglas fijadas por la política que influyen en cómo funciona la economía y a los incentivos que motivan a las personas”[6].

Acemoglu distingue, tanto en el ámbito económico como en el ámbito político, entre instituciones inclusivas e instituciones extractivas. Las instituciones inclusivas posibilitan y fomentan la participación de la gran mayoría de las personas en actividades económicas que aprovechan mejor su talento y sus habilidades, y son esencialmente abiertas y pluralistas. En cambio, cuando tanto las instituciones políticas como las económicas son extractivas –ineficaces, anacrónicas, de baja calidad y sesgadas por intereses sectoriales- no hay incentivos para la destrucción creativa y el cambio tecnológico, ingredientes esenciales del progreso de las naciones. Se pueden asignar recursos y personas por decreto para promover el desarrollo -sostiene Acemoglu- pero sus resultados estarán limitados intrínsecamente.

Aldo Ferrer se refiere a lo mismo cuando explica que las asimetrías en el desarrollo económico de los países dependen tanto de la forma en que logran adaptarse a la globalización, como de la existencia de factores endógenos e instituciones que actúan como instrumentos clave para el desarrollo y que permiten utilizar la globalización como una vía y no como un obstáculo[7].

Pertenece a Aldo Ferrer el concepto de “densidad nacional”, tal como lo sintetiza el investigador del CENES Pedro Gaite: “la densidad nacional abarca el conjunto de circunstancias que determinan la calidad de las respuestas de cada nación a los desafíos y oportunidades de la globalización. La capacidad de respuestas exitosas descansa principalmente en cuatro puntos: 1) cohesión y movilidad social; 2) liderazgos nacionales; 3) fortaleza de las instituciones; 4) pensamiento crítico”[8].

Desde los conflictos en el seno de la Primera Junta sobre la forma de gobierno de una nación en ciernes, pasando por la fallida Constitución Rivadavia de 1826, por las guerras civiles que precedieron a la Constitución de 1853, y por todo lo que vino después, los grandes desencuentros de los argentinos tuvieron que ver con las instituciones. La economía, obediente al vaivén de los acontecimientos, es un espejo que a lo largo de la historia se limita a mimetizarse con la imagen que devuelve lo mejor y lo peor de esa porfía.

La dicotomía de Amartya Sen: el modelo de ejercicio del poder

Superada la crisis del coronavirus, muchos países se enfrentarán a la dicotomía que plantea Amartya Sen: recuperar el desarrollo según la concepción que él denomina BLAST (Blood, And Sweat and Tears, en español “sangre, sudor y lágrimas”), o según la concepción GALA (Getting by, with A Little Assistance, en español “pasar, con un poco de ayuda”)[9].

En el modo BLAST, cuando se necesitan altos niveles de acumulación para alcanzar el desarrollo económico se recurre en el corto plazo a limitar los niveles de bienestar de la población, con el fin de alcanzar mayores beneficios en el futuro. Se los considera sacrificios necesarios que deben sufrir los individuos de una sociedad si quieren progresar. Sen expone los defectos de este enfoque: problemas como la pobreza, la educación, el alimento, la vivienda y la productividad económica surgen irremediablemente, dado que este modelo, en pos del mayor beneficio que se conseguirá en el futuro, no prioriza la solución de las necesidades presentes. Este método rechaza las medidas distributivas o equitativas argumentando que los beneficios llegarán a todos a su debido tiempo a través de la filtración (el “derrame”). Otra de las consecuencias de la concepción BLAST es la afectación temporaria de los derechos humanos, civiles y políticos en las etapas tempranas del desarrollo. Un ejemplo contemporáneo de este modelo sería la experiencia autoritaria china de las últimas décadas.

En cambio, la concepción GALA define el desarrollo como un proceso amigable que se alcanza con cooperación entre los individuos, a través de la interdependencia entre el bienestar social, un novedoso concepto de la felicidad, la capacidad productiva y el desarrollo potencial de una economía, de una manera más armónica, es decir, que las condiciones se tratan como un todo y no las dos últimas como requisito sin el cual no se pueden mejorar las primeras en el presente. Los modelos escandinavos de desarrollo, centrados en un concepto superador de la alicaída “economía del bienestar” se inscriben en el modo GALA. He aquí la primera de las cuestiones que deberá resolver el modelo de desarrollo a implementar en la post pandemia. 

II. ABORDAJE DEL ANÁLISIS PARA EL DISEÑO DE UN PROYECTO NACIONAL

Argentina ha sido lanzada por la fuerza de los hechos a una realidad planetaria compleja y convulsionada por los efectos demoledores del coronavirus. Y ese protagonismo debe asumirlo bajo circunstancias muy adversas. Por un lado, una crisis que si bien fue acentuada por la pandemia reconoce claros orígenes prevalecientes, y por el otro, con la ausencia de explicitación de un proyecto nacional convocante, claro y coherente.  

Arnold Toynbee definía los momentos supremos en la vida de los pueblos como “tiempos de desafío y respuesta; desafío, concebido como un llamado del destino; respuesta, concebida como la facultad de responder”. Y bien, la Argentina de este tiempo se encuentra desafiada, intimada a encontrar una respuesta. Y esa respuesta puede concebirse como la proposición consensuada de un Proyecto Nacional.

Así lo expresaba Ortega y Gasset: “La nación, antes que poseer un pasado común, tuvo que crear una comunidad de objetivos e intereses. Y antes que crearla tuvo que soñarla, que quererla, que proyectarla. Y basta con que una nación posea un proyecto de sí misma para que esa nación exista”[10]. Cuando al General De Gaulle se le preguntaba cuál era el Proyecto Nacional que él concebía para su país, él solía responder: “es una cierta idea de Francia”.

Decir Proyecto, recalca el carácter consciente y voluntarista de los nuevos horizontes buscados. Y decir Nacional, es referirse a un país concreto y a una situación concreta: su “hoy” y “aquí”. Podemos definir al Proyecto Nacional como una imagen de la nación deseada, compatible con las posibilidades existentes y con las predecibles, cuya realización se impone la sociedad a sí misma, por un acto razonado de voluntad. El Proyecto Nacional es una proposición de un destino para la nación, que encarna una empresa común a realizar, la que a su vez se asume colectivamente.

El proyecto contiene una serie de valores y objetivos que deben estar ordenados y que deben ser coherentes entre sí.  Estos valores y objetivos están integrados por cualidades que se exaltan, por el tipo de sociedad que se desea construir, por la ubicación que se aspira a lograr en el mundo, y está coronado por una serie de definiciones éticas, sociales, políticas y económicas que hacen a las relaciones entre la sociedad y las personas y a las relaciones de las personas entre sí.

El conjunto de valores asumidos constituye globalmente un estilo que distingue al Proyecto Nacional. Cuando en la definición se habla de un acto razonado de voluntad, se refiere a la reflexión política que lleva implícita la definición de un modelo. Existen cuatro dimensiones de la reflexión política: la doctrina (una concepción del hombre), la ideología (un modelo de sociedad), las políticas de largo plazo (afines a la doctrina y a la ideología), y la coyuntura (generación de políticas de mediano y corto plazo coherentes con la visión de largo plazo).

A lo largo de esas dimensiones quienes gobiernan deben plantear e instrumentar una agenda pública para cuya ejecución corresponderá elegir alternativas y resolver dicotomías. El Proyecto Nacional es necesario para la acción política tanto como los planos y los anteproyectos se requieren para ejecutar cualquier obra. Se trata de definir un “hacia dónde” muy claro, un “cómo hacerlo” bien programado, y un “por y para quién hacerlo” claramente establecido. Alguien ha comparado al Proyecto Nacional como un faro en el mar, del que los navegantes necesitan siempre, y mucho más en los momentos de peligro, agitación y desorientación.

Cabe suponer que un común denominador básico de la sociedad argentina es la convicción de que el país debe retomar con urgencia la senda del desarrollo, como una prioridad ineludible para la concreción exitosa de un proyecto nacional. Los caminos a emprender para lograrlo tendrán mucho que ver con la “idea de país” que los contenga.

¿Existe la posibilidad de establecer una Hoja de Ruta de las decisiones políticas, sociales y económicas que deben tomar los países para recorrer exitosamente los caminos del desarrollo bajo las circunstancias y condicionantes propios del Siglo XXI?

En ese intento, la resolución de la dIcotomía GALA/BLAST de Amartya Sen apunta al sistema de poder desde donde se generará y ejecutará esa agenda. Y otras tres herramientas de análisis nos ayudarán a imaginar los posibles rumbos del “viaje” al desarrollo que emprenderá Argentina luego del shock de la pandemia:

- La noción del “triángulo del desarrollo” de Jorge Sábato como facilitador de una visión macro de la realidad de un país.

- Las dicotomías de Bert Hoselitz como definitorias de los rasgos esenciales de los modelos de desarrollo.

- El carácter inclusivo o extractivo de las instituciones, según los planteos de Daron Acemoglu. 

Analizaremos a continuación la incidencia de cada uno de estos vectores en la formulación de una posible hoja de ruta del desarrollo argentino.

El triángulo del desarrollo: un modelo para armar

Inspirado en las propuestas de John Kenneth Galbraith[11], el físico argentino Jorge A. Sábato plantea una visión del desarrollo apoyada en la fortaleza de los que él denomina “triángulos del desarrollo”. Sus vértices son: el gobierno, el aparato productivo y la infraestructura científico-tecnológica y educativa. Cada uno de estos vértices está integrado por múltiples instituciones.

- El gobierno está representado por el sistema político, y las formas en que las instituciones nacionales, provinciales y municipales ejercen el poder.

- El aparato productivo está conformado por el conjunto de las empresas y demás sectores de la producción, sus microeconomías, sus asociaciones y el sistema de inversiones  que los contiene.

- La infraestructura científico-tecnológica está integrada por el sistema educacional, los centros de investigación, las instituciones de planeamiento y las variadas usinas culturales y creativas de la sociedad.

Dentro de cada vértice pueden darse intra relaciones de distinta intensidad. En cuanto a los lados del triángulo, representan las inter relaciones entre los vértices. Cualquier política de desarrollo a implementar debiera apoyarse en un triángulo nacional de vértices con intra relaciones muy consolidadas, y con lados de gran solvencia y  fluidez, capaces de asegurar un ida y vuelta virtuoso en sus inter relaciones.

Las dicotomías de Bert F. Hoselitz en los procesos de desarrollo

Para Hoselitz, los procesos nacionales de desarrollo transcurren a través de la resolución de tres grandes dicotomías. El modelo resultante estará supeditado a la elección que realizan las sociedades y sus gobiernos en relación con las siguientes alternativas:[12].

- La primera dicotomía es de carácter geoeconómico. De acuerdo con ella los procesos de desarrollo pueden acontecer a través de una paralela agregación de espacios territoriales, en cuyo caso se los define como “expansionistas”, o bien operar sobre espacios nacionales no ampliables, en cuyo caso se trata de procesos “intrínsecos”. Hablar de agregación de espacios no se refiere hoy a la idea literal del ensanchamiento de las fronteras políticas por la fuerza, sino a la participación en mercados más amplios, a la regionalización transnacional, a los acuerdos de libre comercio y a la proyección económica y comercial hacia otras latitudes geográficas.

- La segunda dicotomía es de carácter geopolítico, y tiene que ver con el grado de autodeterminación nacional. Cuando un país se desarrolla  soberanamente y sus objetivos, metas y condiciones no se subordinan a los de otras voluntades nacionales, se asiste a un proceso calificado por Hoselitz como “autónomo”. En cambio, cuando la voluntad nacional se halla de alguna manera condicionada por “efectos de dominación”[13] e influencias provenientes de otra u otras voluntades nacionales, se configura un modelo “satélite”.

- La tercera dicotomía tiene que ver con el grado de libertad de acción concedido a los agentes económicos. Si las unidades económicas – productores, consumidores, ahorristas, empresas, bancos, etc. -  se rigen en sus actos exclusivamente por los mecanismos del mercado y las reglas de la competencia, se trata de un modelo ”espontáneo”. Si por el contrario existe algún grado de planificación, incentivos, intervención o direccionamiento de la economía, nos hallamos ante un proceso “inducido”.

- ¿En términos geoeconómicos, el modelo a implementar será “expansionista” o “intrínseco”?

- ¿En términos geopolíticos, el nuevo crecimiento será “autónomo” o “satélite”?

- ¿En términos del juego de las leyes del mercado, el planeamiento se basará en la hipótesis de un desarrollo “espontáneo” o “inducido”?

El sistema de poder, el triángulo y las dicotomías de Hoselitz en la pandemia

Pasaremos revista a la forma en que estas herramientas de análisis discurrían en la realidad política, económica y social argentina en los momentos previos al estallido de la pandemia, y al impacto en su resolución producido por  las largas cuarentenas.

1. En marzo de 2020 el país se encontraba inmerso en una etapa de asentamiento y puesta en funciones por parte de las nuevas autoridades que asumieron sus cargos en diciembre de 2019. Se iba consolidando un sistema de poder que todavía no había desplegado en plenitud su impronta política; aun tenuemente, algunas tensiones incipientes anticipaban la controversia GALA/BLAST. 

2. El triángulo del desarrollo argentino presentaba serias debilidades e inconsistencias, muy acentuadas a partir de la crisis cambiaria de 2018.

- En el vértice gobierno la preocupación dominante giraba en torno a las negociaciones encaminadas a lograr el refinanciamiento de la deuda externa. Desde muchos sectores se reclamaba un plan económico.

- El vértice del aparato productivo enfrentaba las secuelas de una profunda recesión, con el telón de fondo de un estancamiento de décadas y de una de las inflaciones más altas del mundo. En ese escenario de estanflación, se asistía a un conjunto de medidas de coyuntura que procuraban reactivar el consumo como recurso casi excluyente para lograr la reactivación económica, mientras se producía una importante retracción de la inversión.

- El vértice de la infraestructura científico tecnológica, en particular en el plano educativo, aparecía dominado por cuestiones coyunturales: dudas sobre el inicio puntual de las clases y discusiones de la paritaria nacional docente, sin agenda todavía para el profundo debate que se debe el país sobre la calidad, eficiencia y efectividad de la educación ante los desafíos de la desigualdad y de la revolución tecnológica.

3. Similar situación de incertidumbre se percibía en torno a las dicotomías de Hoselitz[14], en suspenso desde la asunción de un nuevo gobierno situado en las antípodas del anterior.

- La dicotomía geoeconómica [expansionista / intrínseco], históricamente irresuelta, aparecía flanqueada por cuestiones tales como el debate en torno al acuerdo de comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, la falta de sintonía política entre los gobiernos de Argentina y Brasil, o la incertidumbre sobre la continuidad del proyecto de Vaca Muerta. 

 - En cuanto a la dicotomía geopolítica [autónomo / satélite], Argentina aparecía confrontada, como toda América Latina, con la disyuntiva entre la irrupción de China como el mayor inversor externo y proveedor de tecnología  en la región y la firme posición de Estados Unidos en cuanto a no ceder posiciones en su “patio trasero”, reflejada en nuestro caso por su incidencia en las inminentes negociaciones ante el Fondo Monetario Internacional. Todo ello en un mundo hiper globalizado e interdependiente.

- Y en cuanto a la dicotomía de mercado [espontáneo / inducido], se percibía un retroceso de las políticas pro mercado vigentes hasta fines de 2019, lo que podría resumirse en una sensación generalizada: “vuelve el Estado”.

En este estado de cosas, el país se vio de pronto inmerso en la aparición de la pandemia del coronavirus y su efecto de shock. La sociedad se abroqueló detrás de una dicotomía excluyente: [salud / economía]. Y la mayoría de la población apoyó la decisión de priorizar la salud, aun al precio de afectar la economía.

La vida argentina ha transcurrido desde entonces en el “limbo” económico social de largas cuarentenas, con consecuencias  difíciles de evaluar en toda su dimensión. Entretanto, el país aguarda el esbozo de una hoja de ruta que permita vislumbrar el final de esta transición, donde por fin quede claro el sistema de poder que prevalecerá en la post pandemia, por dónde se comenzará a reconstruir creativamente el triángulo, e incluso si Argentina estará en condiciones de resolver con acierto estratégico su modelo de regreso al desarrollo. ¿expansionista/intrínseco? ¿autónomo/satélite? ¿espontáneo/ inducido?, ¿se lo promoverá con instituciones inclusivas o con instituciones extractivas?.

En este tiempo de resiliencia, el mayor compromiso de nuestra dirigencia política, social, empresarial, sindical y cultural consistirá en generar y compartir un liderazgo de crisis para construir una visión compartida sobre las cuestiones básicas abordadas en estos capítulos a fin de estar en condiciones de encontrar el camino más equilibrado que nos permita volver al desarrollo. 

Hacia una hoja de ruta del desarrollo argentino

En base al precedente marco conceptual, sería posible bocetar una hoja de ruta del desarrollo argentino, cuyos grandes trazos surgirán de las opciones que el país ejerza sobre las dicotomías y alternativas expuestas.

Los siguientes capítulos se ocuparán del comportamiento de estas variables fundamentales del desarrollo. 

III. LOS EJES DEL CONSENSO: CUATRO CUESTIONES BÁSICAS A RESOLVER

En los Capítulos anteriores se han expuesto las llaves de una hoja de ruta del desarrollo argentino, en base al análisis de las diferentes opciones y alternativas que se presentarán a los países en el doble compromiso de reconstruir sus estructuras económicas y sociales y a partir de allí retomar la senda del desarrollo.

El diálogo y la concertación entre todos los componentes de la sociedad es el instrumento idóneo para arribar a coincidencias sobre ese derrotero, tanto desde los actores políticos como desde las expresiones sociales, laborales, productivas y culturales que componen nuestra realidad nacional.

El proyecto nacional de desarrollo finalmente implementado tendrá mucho que ver con las opciones que elija el país –a través de su gobierno, su sociedad, su voluntad de Nación en los términos que usaba Ortega y Gasset - en las cuatro líneas de análisis planteadas:

1. El sistema de poder instrumentado por las clases dirigentes que conduzcan el proceso (la dicotomía de Amartya Sen).

2. El estado en que hayan quedado, luego del derrumbe económico, los vértices y los lados del “triángulo del desarrollo”.

3. Las posturas que prevalezcan en cuanto a lo geoeconómico, a lo geopolítico y a la actitud hacia las leyes del mercado (las dicotomías de Hoselitz).

4. La existencia en los vértices y en los lados del triángulo, de instituciones inclusivas, en el sentido en que lo explica Daron Acemoglu, para promover un desarrollo integral sustentado por iniciativas como la agenda 2030 de las Naciones Unidas para el desarrollo, considerando a los ODS2030 como un conjunto universalmente aceptado de objetivos nacionales “finalistas”.

La dicotomía de Amartya Sen: ¿GALA o BLAST?

Como ya se expresara, una vez que regresen a un primer plano las prioridades económicas la principal responsabilidad en planificar el regreso al desarrollo recaerá sobre el Estado y sus iniciativas. La magnitud y las prioridades del gasto público jugarán un rol fundamental en la recuperación del potencial productivo del país.

Esas políticas deberán orientarse por igual tanto hacia una reconstrucción creativa del sector privado de la economía, como hacia la adecuación de nuestro sistema educativo y científico tecnológico para ponerlo en condiciones de brindar asistencia al vértice gobierno y al vértice productivo en el marco de un mundo post pandemia caracterizado por una adaptación explosiva de la humanidad a la utilización de tecnologías que ya se están incorporando aceleradamente a la vida diaria de personas, empresas e instituciones por efecto de la digitalización impuesta por la pandemia.  

Visto el problema desde la dicotomía de Amartya Sen, la sociedad argentina enfrentará el dilema de asumir el lanzamiento de un programa de crecimiento desde estructuras de poder abiertas, consensuadas y respetuosas de un equilibrio armónico de intereses sectoriales (GALA), o bien, desde la inercia generada por la formidable concentración de atribuciones conferidas de hecho a los gobiernos por el caos de la pandemia, implementando una continuidad de ese formato de ejercicio del poder, fijando de motu propio prioridades y/o postergaciones sectoriales descompensadas (BLAST).

A estas cuestiones se refiere el filósofo Byung-Chul Han: “Con un rigor y una disciplina que para los europeos serían inconcebibles, los asiáticos están venciendo al virus. Sus rigurosas medidas evocan aquella sociedad disciplinaria que durante la época de la epidemia de peste se instauró en Europa y que desde entonces ha caído en un olvido absoluto… ¿hemos de temer que a raíz de la pandemia también Occidente acabe regresando al estado policial y a la sociedad disciplinaria que ya habíamos superado?”[15]

Cómo se resolverá esta dicotomía se verá reflejado, entre otras cosas,  en el tipo de planificación aplicado.

Existen tres caminos posibles por los cuales encarar la Programación del Desarrollo: la promoción espontánea, la promoción compulsiva y la promoción indicativa.

a) La promoción espontánea supone una presencia  mínima del Estado en la economía, dejando que los mecanismos del mercado actúen como reguladores de última instancia en el sistema de precios y en la asignación de los recursos. La preocupación fundamental de este enfoque consiste garantizar la libre competencia, neutralizando cualquier intrusión monopólica. Las experiencias de este modelo se pueden encontrar, con matices diferenciadores, en el desarrollo económico de los países anglosajones durante el Siglo XIX y principios del Siglo XX, hasta la Gran Depresión.   

b) La promoción compulsiva es el formato prevaleciente en los países de la órbita socialista, encabezados por la experiencia soviética y sus satélites de Europa Oriental en la implantación del comunismo. En Rusia, el gran asignador de recursos de la economía era el Estado, con su Gosplan, determinando el plan nacional de producción y el sistema de formación de los precios, basando sus decisiones en los objetivos del Politburó del Partido. 

c) En la promoción indicativa del desarrollo hay una presencia activa del  Estado, que deja de ser un simple suministrador de las reglas de juego, para propender a la adopción de un plan articulado con el sector privado de la economía, donde, en contextos de recursos escasos, interviene en la fijación de prioridades y sanciona políticas de estímulo a todas aquellas actividades e iniciativas orientadas al cumplimiento de los objetivos estratégicos del plan. A través de espacios institucionales de cooperación, se crea una atmósfera de unidad nacional e inter sectorial, favorable para la implantación del plan, dando lugar a una proyección coherente de la situación económica futura.

La evolución de esta primera dicotomía deberá resolverla el transcurso de la política, entendida como el formato que presidirá las relaciones entre el gobierno y la oposición y sus consecuencias.

¿Cómo reconstruir el triángulo del desarrollo de Argentina?

Teniendo en cuenta que las circunstancias previas al estallido de la pandemia ya eran inciertas en los tres vértices del triángulo nacional argentino, es posible inferir que este problemático punto de partida incidirá fuertemente en la precariedad de las condiciones en que lo encontrará la puesta en marcha de la economía post pandemia.

1. En el vértice Gobierno:

- Aparecerá un Estado agigantado en términos de su participación en el PBI nacional, soportando con emisión  monetaria un gasto público masivamente orientado al consumo, sin el contrapeso de una oferta en estado de shock, con los consiguientes riesgos inflacionarios.

- La conclusión de las etapas finales de la refinanciación de la deuda externa será determinante: si prosperaran razonablemente las tratativas con el Fondo Monetario Internacional Argentina quedaría en mejores condiciones de corto plazo para remontar el colapso de la economía, aunque con dudas sobre la sostenibilidad de la situación en el mediano y largo plazo.

- Se habrá producido una gran concentración de poder fáctico en el Estado, a partir de las crecientes condiciones de excepcionalidad en su gestión, con el riesgo de una incipiente descompensación en el equilibrio de poderes.

2. En el vértice productivo.

- El aparato productivo se verá profundamente dañado y fracturado, donde se podrán identificar diferentes situaciones frente a la crisis:

a) sectores que preservarán sus estructuras y al menos parte de sus niveles de actividad por estar ligados a áreas esenciales que han seguido demandando sus productos o servicios durante la cuarentena;

b) otros sectores que habrán sobrevivido luego de soportar el cese de sus explotaciones por efecto de la cuarentena merced a un hiper endeudamiento de reembolso presumiblemente dificultoso, para atender penosamente al menos los salarios de su gente;

c) un amplio sector de prestaciones de servicios y producciones –pymes o cuentapropistas- que a despecho de la cuarentena han proseguido precariamente con sus actividades bajo hipótesis de supervivencia;

d) una enorme cantidad de empresas medianas y pequeñas, de grandes empresas no ligadas a áreas esenciales de demanda durante la pandemia, como así también de muchas profesiones y ocupaciones por cuenta propia, que habrán quebrado y/o simplemente desaparecido del mercado. La dimensión de estos sectores dependerá de la sensatez de las regulaciones y de los momentos de la salida de la cuarentena.

- Niveles inéditos de desempleo, pobreza y marginalidad, concurrentes con un estrés de oferta sufrido por la economía al paralizarse la producción de numerosos sectores durante los momentos más álgidos de la cuarentena. Según un informe que publicaba INFOBAE el 28 de abril “En términos de valor agregado o producto bruto, no menos del 50% de la economía está comprometida”[16].

- Indicadores de inversión a tasas negativas, no solo por efecto del congelamiento de nuevos emprendimientos y proyectos de expansión sino también por el desmantelamiento de las empresas quebradas y/o desaparecidas, el que una vez producido será de muy difícil recuperación y puesta en marcha en un hipotético nuevo ciclo de expansión.

3. En el vértice científico tecnológico y educativo.

- La investigación financiada por el sector público se encontrará virtualmente paralizada –excepto los loables esfuerzos realizados en el combate a la pandemia-, y se enfrentará a la necesidad de replantear las prioridades de los proyectos vigentes, en función de la escasez de recursos y la mutación dramática de necesidades.

- La investigación financiada por el sector privado, ya de muy bajo tenor antes de la pandemia, se verá reducida a niveles todavía menos relevantes, por los ajustes presupuestarios que deberán realizar las escasas empresas que todavía sostengan programas de ese tipo.

- La educación en todos sus niveles estará concentrada en la compleja tarea de estimular la educación a distancia mientras se regresa a la presencialidad en un modelo híbrido; entretanto se habrá acentuado la profundización de dos grietas que se han hecho evidentes durante el transcurso de los sucesivos períodos de cuarentena:

a) la brecha generada entre los sectores dotados de recursos, docentes y tecnologías adecuadas para lograr una rápida reconversión hacia la docencia remota bajo condiciones de continuidad educativa y aquellos otros sectores que por falta de recursos o por el difícil acceso de sus educandos a los implementos y requisitos tecnológicos estén experimentando retrasos sustanciales en el aseguramiento efectivo de la continuidad.

b) la otra brecha, de carácter cognitivo, comenzará a gestarse dentro de las instituciones reconvertidas, y tendrá que ver con las diferencias de calidad pedagógica que deberán saldarse entre la educación a distancia implementada de urgencia y con recursos dispares y la tradicional educación presencial.                  

4. Los lados del triángulo.

Al mismo tiempo, se podrán observar vulnerabilidades en los tres lados del triángulo:

- Las políticas y los incentivos del Estado para lograr la recuperación del aparato productivo continuarán privilegiando el apoyo al consumo y la supervivencia, con escasos incentivos a la inversión.

- Se habrá generado una pérdida abrupta en la capacidad contributiva del sector empresarial para sostener el gasto público a través del sistema impositivo, acentuando de esa manera el déficit presupuestario de la Nación, las provincias y los municipios, el que deberá ser financiado con más emisión o nuevo endeudamiento.

- Se acentuarán los obstáculos en el circuito de ida y vuelta del lado del triángulo que relaciona al vértice productivo con el vértice científico tecnológico y educativo.

- El lado que vincula al sector público con el aparato científico tecnológico deberá enfrentar nuevas prioridades, acentuando el divorcio secular preexistente entre ambos vértices.

Ante este panorama, quedaría definida con certeza la segunda de las condiciones que plantea la hoja de ruta expuesta, referida a la situación del triángulo del desarrollo argentino: extrema debilidad en el punto de partida.

- ¿Qué iniciativas y políticas podrán colocar el triángulo al servicio de una recuperación del crecimiento, en el marco de las concepciones “finalistas” del desarrollo superadoras de la “falacia cuantitativa” y a tono con la revolución tecnológica y las restricciones ecológicas que caracterizan a esta primera mitad del Siglo XXI?

Las dicotomías de Hoselitz: geoeconomía, geopolítica y mercado

Sobre el final de las cuarentenas, aun bajo los efectos de una pandemia no totalmente superada, y resuelta en un sentido o en otro la dicotomía de Amartya Sen, habrá llegado el momento de avanzar desde el vértice Estado del triángulo en la planificación destinada a recuperar el aparato productivo y a direccionar el vértice científico tecnológico hacia los requerimientos de los nuevos escenarios emergentes de la crisis.

Para que ello ocurra, el plan deberá ejercer cada una de las opciones que plantean las dicotomías de Hoselitz: 

- La opción geoeconómica

Una de las consecuencias más evidentes de la pandemia en el mundo es la crisis de la globalización, no solo como consecuencia de una cuarentena prácticamente universal, sino también frente a las nuevas condiciones de vínculo que imperarán de ahora en adelante en la vida de los países.

Se observa en muchos casos un regreso al nacionalismo y el recurso a soluciones unilaterales y proteccionistas frente a las repercusiones económicas de la crisis. Pero también desde los países en vías de desarrollo habrá quienes apuesten a enfoques renovados de cooperación internacional, como los convenios de libre comercio, donde la prioridad pasará por compartir el acceso a las tecnologías del nuevo sistema tecnoeconómico imperante con las sociedades más avanzadas.

Sobre estos temas, en el Mercosur deberán resolverse algunas diferencias respecto de las tratativas de acuerdos de libre comercio con Canadá, Corea del Sur y otros países. A ello se sumará el debate pre pandemia respecto del acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, aun irresuelto.

Estos antecedentes inducen a vaticinar un perfil geoeconómico del modelo inclinado hacia un modelo  “intrínseco”. “Vivir con lo nuestro”, diría Aldo Ferrer.

- La opción geopolítica

En vísperas de la pandemia el mundo asistía a una confrontación creciente entre los Estados Unidos y China por ganar la delantera en la carrera tecnológica. Ese era en realidad el verdadero trasfondo de las escaramuzas comerciales y arancelarias sostenidas por los presidentes Trump y Xi Jimping.

Un claro ejemplo de ello es lo que ha venido ocurriendo en torno a la adopción de la tecnología móvil 5G. Ya a comienzos de 2019 se afirmaba en la versión impresa de La Voz: “quien domine la tecnología 5G tendrá una ventaja importante en el diseño de la nueva estructura política, económica y cultural de la nueva época, inclusive si el mundo encuentra caminos de cooperación. La llamada guerra comercial entre Beijing y Washington se trata de un conflicto estratégico por el dominio de las tecnologías de punta, planteado en términos de que el que gana se lleva el premio completo”[17].  

El conflicto no ha mermado durante la pandemia; va quedando en evidencia que detrás de los esfuerzos por salvaguardar sus economías frente a las consecuencias impuestas por las cuarentenas y los confinamientos, el primero de ambos colosos tecnológicos que logre poner nuevamente a pleno su capacidad productiva 4.0 antes que el otro habrá conseguido una ventaja quizás irrecuperable en la carrera a la singularidad.

Estados Unidos aparece como el menos favorecido por los acontecimientos. Tal como lo sostiene Katrin Bennhold en un reciente artículo en el New York Times, “La pandemia del coronavirus está sacudiendo las suposiciones básicas sobre la excepcionalidad de los EE.UU. Esta es quizás la primera crisis global en más de un siglo en la que nadie busca que Washington lidere. ´Estados Unidos no lo ha hecho mal, lo ha hecho excepcionalmente mal´, aseveró Dominique Moïsi, politólogo y asesor senior en el Institut Montaigne, con sede en París”[18]

La posición de China, en cambio, es diferente. Encabezando actitudes similares a las de otros países orientales –Corea del Sur, Taiwan, Singapur- ha logrado resultados contundentes en la contención de la pandemia, basados en dos grandes argumentos: el uso masivo de tecnologías de punta y la tolerancia ancestral de incursiones a la privacidad por parte de su población.

Así lo expone Byung-Chul Han en su reciente colaboración en la Revista Eñe de Clarín: “Como consecuencia de la pandemia, Europa ha perdido todo su carisma. En estos momentos Europa mira a Asia con asombro y envidia. Los países asiáticos han sabido controlar muy rápidamente la epidemia. ¿Qué hacen los asiáticos mejor que los europeos? A pesar del neoliberalismo, los estados asiáticos siguen siendo, a diferencia de Occidente, sociedades disciplinadas. En Asia impera un colectivismo con una fuerte tendencia a la disciplina. En ese contexto se pueden imponer, sin mayor problema, medidas disciplinarias radicales que en los países europeos toparían con un fuerte rechazo. Se perciben como el cumplimiento de deberes colectivos más que como restricciones de los derechos individuales”[19].

Existe por cierto un reflejo de esta disputa en la vocación de China y Estados Unidos de ejercer supremacía e influencia en América Latina. Ello tanto desde el punto de vista económico y financiero como desde su condición de vínculo necesario para que los países latinoamericanos puedan generar el salto tecnológico que les permita sortear etapas en su desarrollo post coronavirus. Como consecuencia de ello aparecerá en el mundo un renovado concepto de dependencia: la dependencia tecnológica. Y autores como Yuval Noah Harari alertan sobre el surgimiento de un nuevo imperialismo: el imperialismo tecnológico[20].

Será muy difícil para países como los latinoamericanos evadir los efectos de esa dependencia y sustraerse a los intereses de ese nuevo imperialismo: la pandemia aceleró exponencialmente la digitalización de la vida y por lo tanto ha potenciado  la necesidad de acceder a los beneficios de la revolución tecnológica para apuntalar el regreso al crecimiento.

Al respecto resultan premonitorias las reflexiones del escritor y crítico literario español Jorge Carrión: “El coronavirus está multiplicando exponencialmente nuestra dependencia de los dispositivos y de las grandes empresas tecnológicas (de Google a Netflix). La revolución está siendo completada por una pandemia. La paradoja es evidente: la biología —y no la tecnología— está acelerando la digitalización del mundo. Un virus que afecta a los cuerpos y que se transmite cara a cara o por la superficie de los objetos está multiplicando exponencialmente nuestra dependencia de los dispositivos. Un fenómeno biológico nos está hundiendo en la virtualidad. Si al ritmo del año pasado la transición digital se hubiera completado en treinta o cuarenta años, es muy probable que tras la pandemia ese plazo se reduzca drásticamente”[21].

¿Quién se convertirá en el socio tecnológico y financiero obligado de su recuperación post pandemia en la América Latina en vías de desarrollo? Como lo advierte Laureano Pérez Izquierdo, Director de Infobae América: “China ha iniciado -desde hace ya algunos años- un lento pero constante proceso de ´neo colonización´ sin freno. Principalmente en América Latina. Los rígidos estándares morales impuestos por el Partido Comunista (PCC) a la población y a su clase dirigente le impedirían al régimen someter a otros pueblos a fuerza de crucifijos o evangelios tal como ocurriera en siglos pasados. Tampoco los actuales tiempos permitirían invasiones militares... Sus funcionarios ofrecen dólares. Muchos dólares. De a miles de millones. Y parece funcionar”[22].

Será difícil que los países de América Latina puedan evadir los efectos dominación (corrientes de fuerza, poder y coacción incluso sin que exista la voluntad expresa de ejercerlas)[23] provenientes de la porfía financiera y tecnológica de China y Estados Unidos en la región. En estos momentos la segunda dicotomía de Hoselitz, referida a la alternativa geopolítica, podría calificarse como incierta: ni totalmente “autónoma” ni tampoco “satélite”: probablemente como una situación de hecho de “autonomía condicionada”. 

- La actitud ante el mercado

El fin de las sucesivas cuarentenas seguidas de aperturas parciales encontrará a Argentina con una economía masivamente intervenida por el Estado, con las empresas sujetas a una serie inédita de disposiciones y regulaciones financieras, fiscales, cambiarias, operativas y preventivas de emergencia.

Con el cepo extremo al dólar, la prohibición de los despidos, el congelamiento de precios, la suspensión de actividades de muchos rubros comerciales e industriales, la concesión de créditos a tasa cero, la intervención en el mercado de las telecomunicaciones y muchas otras medidas de emergencia, el Estado se arrogó atribuciones que hubieran sido impensables en otros momentos. 

La gran debilidad de las estructuras productivas, comerciales y de servicios y la situación precaria de numerosos emprendimientos podría inducir a dar continuidad a muchas de esas medidas excepcionales. El Estado deberá planificar con inteligencia para conducir racionalmente el reingreso a la “nueva normalidad”.

Como lo sostiene Alberto Follari: “Mucho se ha hablado de que la pandemia muestra que sólo el Estado puede hacerse cargo del cuidado poblacional en las emergencias. Efectivamente es así, y la situación ha sido elocuente. Por unas semanas, los panegiristas del mercado callaron desde la impotencia: se habían quedado sin discurso. El Estado, aún golpeado por las políticas neoliberales de tantos años, exhibe en todo caso su necesidad y pertinencia, y de ello seguramente quedará rastro y memoria para el futuro inmediato de nuestros pueblos”[24].

Lo resalta también Diego Sztulgart: "… la fórmula: ´es la hora del Estado´. Una vez más, y quizás esta vez más justificadamente que nunca, el Estado ´fuerte´ emerge como figura aclamada. … priorizar la salud (´la vida´) implica defender el gasto público para afrontar circunstancias excepcionales”[25].

Ese Estado fuerte, esa economía débil y la necesidad de un plan nos permiten avizorar la probable resolución de la tercera dicotomía de Hoselitz: un proceso “inducido”.

El último y esencial interrogante: la calidad institucional

Ha quedado delineado gran parte del camino a recorrer en la imaginaria hoja de ruta del desarrollo argentino. A partir de la apreciación de circunstancias y su probable evolución se ha discurrido sobre la probable evolución del dilema GALA/BLAST, la forma en que se encaminará la reconstrucción del triángulo y el probable enfoque de las tres dicotomías de Hoselitz.

No obstante, aún faltaría resolver la última de las cuestiones bajo análisis: el institucionalismo con el que el gran protagonista –el “Estado fuerte” de Diego Sztulgart- se hará cargo de planificar la marcha al desarrollo bajo las condiciones del modelo a implementar. Aparecerán entonces otros interrogante:

-¿Qué tipo de instituciones políticas predominarán en el sector público de Argentina en la post pandemia? ¿Inclusivas o extractivas?

-¿Podrán las instituciones políticas reconvertir en inclusivas las instituciones evidentemente extractivas de la economía? 

-¿Dispone el estado argentino del nivel necesario de calidad institucional que le permita gestionar un camino eficiente hacia el desarrollo?

“Estado fuerte” no necesariamente equivale a “Estado eficiente”. El diagnóstico de situación al finalizar la pandemia delata una inusitada debilidad del cuerpo social y económico; el ejercicio del poder y el avance de la tentación autoritaria dependen de la fortaleza de nuestra democracia; el modelo posible presenta alternativas geoeconómicas, geopolíticas y de mercado relativamente previsibles, aunque no necesariamente las mejores. ¿Cómo responderán las Instituciones?. La respuesta a esta pregunta cerrará la llave final de la hoja de ruta  del desarrollo argentino post pandemia.

IV. EL TEMIDO ESPEJO DE 2002

Desde la crisis de 2018, durante el agravamiento de la situación económica y social a lo largo de todo el año 2019, y con renovada intensidad a partir del estallido de la crisis del coronavirus, muchos se han empeñado a comparar estas realidades con los sucesos acaecidos entre 2001 y 2002.

Una y otra vez aparecen los fantasmas de la hiperinflación, la desintegración social, la incertidumbre frente al futuro. Muchas de las sensaciones, dudas y padecimientos que jalonaron gran parte de 2002 se suceden en la mente de todos los argentinos. ¿Qué hemos aprendido? ¿Qué hemos dejado de aprender de las experiencias de aquellos acontecimientos?

¿Y ahora qué? ¿Otra vez en 2002?

Desde aquel Otoño-Invierno de 2002, todavía en el remolino de la debacle, el autor ha conservado sus apuntes personales sobre aquellos acontecimientos tan críticos y dolorosos.

Diez y ocho años después, resulta asombroso comprobar que –aunque  ciertas circunstancias son distintas- muchos de los juicios de valor expresados entonces podrían aplicarse a los dilemas de este Otoño-Invierno de 2020. A pesar del tiempo transcurrido, algunos comentarios resultan sorprendentemente actuales. Pareciera que como en el milenario juego de la OCA, una y otra vez los dados nos devuelven al casillero de partida… y  como siempre, culpamos a los dados.

Me permitiré recurrir a la transcripción de algunas de aquellas reflexiones, en momentos en los que aquel dramático fin de la convertibilidad se ha transformado en esta implosión  del coronavirus.

Reflexiones personales en aquel Otoño-Invierno de 2002[26]: “Cuando ´el día después´ Argentina pueda evaluar sus alternativas de regreso a la ruta del desarrollo, cuando pueda volver a pensar en el largo plazo, será necesario regresar a las fuentes, definir a qué desarrollo se apuntará, qué atajos habrá que tomar para recuperar parte del tiempo perdido, y seleccionar cuidadosamente los elementos de la teoría del desarrollo que deberán participar en el análisis. No habrá tiempo que perder, habrá que hacer lo que haya que hacer, y hacerlo bien”.

"Por lo pronto habrá que encontrar previamente una explicación integral, no sólo financiera y bancaria - prisma que por ahora parece prevalecer - a las causas de semejante aterrizaje en la decadencia. No se trata de quedar atrapados en el diagnóstico, como tantas veces nos ha ocurrido en el pasado. Es que ninguna terapia que se ensaye tendrá sentido sin una cabal autocrítica basada en la comprensión de las debilidades culturales, sociales, políticas y económicas que nos condujeron a esta encrucijada. Es algo muy serio, muy patológico, lo que ha sucedido con nuestra sociedad, como para poder explicarlo simplemente desde el punto de vista de la convertibilidad, del ´corralito´, del nivel de las reservas del Banco Central o de otras anomalías financieras".

Y continuaba: “Habrá que tener en cuenta la impiadosa profundización del dualismo económico y social, la proliferación de regiones de indigencia e inviabilidad, la desarticulación del aparato productivo todavía a cargo de las empresas pequeñas y medianas nacionales, la franca vocación de retirada de numerosas empresas globales, el aislamiento del país respecto de los organismos financieros internacionales, la indiferencia estructural de los Estados Unidos hacia Argentina, la subordinación de facto al Brasil en el Mercosur, y otros condicionantes que exigirán, para su resolución, el concurso de mucho más que buenos negociadores de la deuda externa, teóricos de los grandes centros o economistas con buenos amigos en Washington”.

“Preparar el regreso al desarrollo será una tarea mucho más cultural que económica, mucho más comunitaria que política. La imaginación y la creatividad estarán mucho más presentes en las gentes del tercer sector que en los pliegues de una dirigencia política cortoplacista (oficialismos y oposiciones). Habrá mucha más fuerza local y regional, que directivas del puerto unitario, definitivamente inoperante. La plataforma del nuevo despegue será mucho más primitiva que la que generalmente evalúa la burocracia económica internacional. Los recursos disponibles, serán mucho más elementales y estrechos.[27]

Algunas de estas reflexiones sobre aquellos acontecimientos se conectan con este presente donde el gran desafío pasa por no reincidir en los errores del pasado.

Argentina inmersa en el círculo vicioso de la pobreza

Utilizado primeramente por Ragnar Nurkse, y desarrollado luego por Gunnar Myrdal, el principio del círculo vicioso de la pobreza pone de relieve la interacción mutua de las diversas fuerzas políticas y económicas que intervienen en la persistencia de la pobreza en los países insuficientemente desarrollados.

Mientras que bajo el supuesto de equilibrio económico todo cambio inicial provoca un cambio secundario que lo neutraliza, aquí por el contrario toda modificación en un factor desencadena un proceso en el cual el cambio del factor secundario sirve para reforzar al primero, y este espiraliza y reacciona a su vez sobre el segundo. Es el efecto feed back.

De esta interacción mutua nacerá un proceso acumulativo circular en el sentido de la alza o de la baja, según la orientación del cambio en el factor inicial. En los países insuficientemente desarrollados, la persistencia de la pobreza, y la dificultad de liberarse de ella, se explica por una causalidad circular de los efectos acumulativos en el sentido de la baja.

En la misma línea de pensamiento, para Elías Gannagé estos son los principales círculos viciosos que impiden a un país superar su situación de pobreza: el círculo malthusiano, indicador del crecimiento de la tasa de población por sobre la tasa de producción; el círculo del capital, que revela la insuficiencia del ahorro y de la inversión, a partir de escasos niveles de ingreso; la paradoja de la distribución de los ingresos, donde en medio de la pobreza los ricos se tornan más ricos y los pobres más pobres, y por fin, las dificultades externas que refuerzan la pobreza de los países subdesarrollados, pronunciando sus rasgos de dependencia[28].

TaTal pareciera que el mal desempeño argentino de los últimos cincuenta años se caracteriza por el atascamiento irresuelto de sus instituciones en esta persistente causación circular acumulativa de la pobreza.  

Porqué fracasan los países: el rol de las instituciones

Una de las explicaciones del subdesarrollo de los países considera que se genera como consecuencia de dos graves carencias: deficiencias sustanciales y deficiencias institucionales.

Las deficiencias sustanciales aluden al déficit relativo que puede padecer cada país en cuanto a la disponibilidad de uno o varios de sus factores de la producción: recursos naturales, trabajo, capital, empresa, tecnología e ideación.

Las deficiencias institucionales se reflejan en todos aquellos impedimentos del desarrollo originados en actos de gobierno o en manifestaciones de la política económica y monetaria de un país, que tienen por consecuencia deformaciones estructurales de la economía o el estancamiento a largo plazo de la producción y el progreso.

En muchas experiencias nacionales es posible comprobar que el subdesarrollo es imputable en mucho mayor grado a las deficiencias institucionales que a las sustanciales, o sea que el déficit que puedan padecer los países en cuanto a uno o varios factores específicos de su función de producción juega un papel secundario frente a los efectos de un pobre desempeño de sus instituciones. Es lo que pareciera aseverar la famosa comparación de algunos economistas entre los destinos de Argentina y Japón.

En su libro titulado “Porqué fracasan los países”, Daron Acemoglu trata de contestar los mismos interrogantes:

-¿Qué es lo que determina que un país sea rico o sea pobre?

-¿Cómo se explica que, en condiciones similares, en algunos países haya hambrunas y en otros no, como es el caso de las dos Coreas?

-¿Qué papel juega la política en estas cuestiones?

Y llega a conclusiones parecidas: el subdesarrollo y el empobrecimiento tienen mucho que ver con la nociva presencia en los países de instituciones políticas y económicas extractivas. Sostiene Acemoglu: “Los países fracasan hoy en día porque sus instituciones económicas extractivas no crean los incentivos necesarios para que la gente ahorre, invierta e innove. Las instituciones políticas extractivas convierten a las instituciones económicas también en extractivas para consolidar el poder de quienes se benefician de la extracción. Las instituciones políticas y económicas extractivas, aunque varíen en detalles bajo distintas circunstancias, siempre están en el origen de este fracaso“[29].

Cada uno de los vértices del triángulo del desarrollo contiene un enjambre de instituciones: políticas, ejercidas por los gobiernos a cargo de la gestión del vértice Estado, y económicas, que rigen el funcionamiento de las empresas que componen el vértice del aparato productivo y su perfil industrial. Equidistante de ambos vértices, el vértice del aparato científico tecnológico y sus instituciones educativas y de investigación complementan el escenario donde se define el carácter extractivo o inclusivo de cada componente.

Recorriendo la hoja de ruta trazada en el capítulo anterior, parece quedar claro que en el momento en que se deban tomar decisiones estratégicas irreversibles, más allá de la elección del camino GALA o el camino BLAST que decida recorrer el poder vigente, más allá del estado de fortaleza o deterioro estructural del triángulo, e independientemente del perfil geoeconómico, geopolítico o del formato pro/anti mercado que ese sistema de poder proponga a la sociedad, el éxito o el fracaso de nuestro proyecto de país dependerá en grado sumo de la calidad, eficiencia, eficacia y efectividad de las instituciones políticas y económicas encargadas de concretarlo. Para expresarlo en términos de Acemoglu: el predominio o la ausencia de instituciones inclusivas o extractivas en los vértices de nuestro triángulo será determinante para cualquier modelo de desarrollo a implementar, más allá de su impronta ideológica.

Escenarios institucionales: opacidad, carrusel argentino, perfil industrial obsoleto

Las políticas de desarrollo a encararse inmediatamente después de la pandemia deberán resolver varios escenarios institucionales particularmente críticos:

a)     ¿Será posible despejar la opacidad argentina para volver a conectar a Argentina con el mundo?

La condición de opacidad de un país es un índice que creó y desarrolló a principios del 2001 la firma de consultores y auditores Price Waterhouse Coopers. Ese índice trata de medir los efectos de la opacidad en el costo y disponibilidad de capital a nivel internacional. Según Price, opacidad significa la falta de prácticas claras, precisas, formales, de fácil discernimiento y ampliamente aceptadas en el mundo de los mercados de capitales, los negocios y el gobierno. La metodología propuesta se detiene especialmente en un elemento: ¿Cuánto cuestan económicamente ciertos comportamientos políticos de un país y cuáles son los aspectos más relevantes que afectan los flujos de inversión? 

Los factores determinantes del índice pueden sintetizarse en la sigla inglesa CLEAR, donde:

C= grado de corrupción (corruption).

L = eficacia del sistema legal (legal system).

E = política económica (economic policy).

A = prácticas contables (accountant and reporting standards)

R = régimen regulatorio (regulatory regime).

Los valores de un índice ponderado de opacidad, marcarían, en sus tramos bajos, un atributo virtuoso frente a lo problemático y retardatario que representan sus valores altos. En aquellos apuntes personales de Otoño-Invierno de 2002  se tomaba nota de los bajos valores del índice de Argentina, especialmente en el tema corrupción y en el tema del régimen regulatorio, compartiendo con Brasil el podio de la opacidad en América Latina, en tanto que Chile y México, elegidos ya por los Estados Unidos como socios para la concreción de proyectos asociativos de ampliación de mercados, mostraban los valores más bajos.

Trabajar sin pausa para la superación de las variables que componen el índice CLEAR reclama ante todo instituciones inclusivas. Estos no son temas de soberanía, dependencia o autodeterminación, ni tampoco ideológicos; simplemente, son temas de gerenciamiento eficaz en la conducción política de los países.

b) ¿Podrán las instituciones de Argentina eludir la trampa del “carrusel argentino”?

En los apuntes de aquel Otoño-Invierno de 2002, el autor anotaba los siguientes conceptos: “La sociedad argentina vive atrapada, tanto en su cotidianeidad como en sus raíces profundas, por una mezcla recurrente de corrupción, violencia delicuencial y justicia imprevisible. Su recurrencia persistente podría compararse a la imagen de un carrusel: está en movimiento y gira constantemente, pero siempre permanece en el mismo lugar”.

“A lo largo de los vaivenes de las últimas décadas se ha edificado un capitalismo de rapiña, donde las clases dirigentes solo han atendido a sus intereses sectoriales de supervivencia. Se ha visto aflorar una catarata de delitos violentos que delatan detrás de un robo, un secuestro o un asesinato, una especie de subyacente revancha de clase. Y nadie confía ya en la Justicia, cuyos fallos absurdamente garantistas o de marcada intencionalidad política poco contribuyen a corregir este estado de cosas. Como sucede en las ´tormentas perfectas´, se han logrado acumular todos los males posibles”.

“Queda muy claro: mientras no se restaure la vigencia de la ley, hacia dentro y hacia fuera, mientras no se respete la vigencia de los derechos de propiedad, mientras se continúen mancillando las instituciones con el sostenimiento de todo tipo de inequidades y privilegios corporativos, mientras no se restauren el orden y la seguridad interior, pocas esperanzas habrá de lograr condiciones ciertas de desarrollo, de confiabilidad y de reinserción en el capitalismo global[30]”.

c) ¿Existen las condiciones objetivas para que las instituciones políticas argentinas diseñen instituciones económicas inclusivas, capaces de reformular un nuevo perfil industrial adaptado al Siglo XXI?

Resultará imposible para la economía argentina recobrar un impulso hacia el crecimiento sostenido si lo intentase a partir de las ruinas remanentes del obsoleto perfil industrial vigente al comienzo de la pandemia. Visto desde otro ángulo, semejante nivel de destrucción masiva de empresas y empleo podría derivar en la oportunidad histórica de reconstruir nuestro aparato productivo en los términos que hoy demanda el impacto sin precedentes de la cuarta revolución industrial.

Los problemas que plantea el rápido avance tecnológico de hoy ya eran advertidos con admirable intuición a fines del siglo pasado por Alvin Toffler: "Pasan siglos y milenios y de pronto, en nuestro tiempo, estallan en pedazos las fronteras y se produce un súbito impulso hacia delante. La razón de esto es que la tecnología se alimenta de sí misma. Es la misma tecnología la que hace posible una mayor cantidad de tecnología”. "Al tornarse la información más importante que nunca, la nueva civilización reestructurará la educación, redefinirá la investigación científica y sobre todo, reorganizará los medios de comunicación[31]." 

No habrá opciones frente a la necesidad imperiosa de sumarse –saltando etapas- a ese mundo 4.0 avizorado por Toffler, que aun sufriendo los últimos embates de la pandemia, no detendrá la carrera tecnológica: inteligencia artificial, blockchain, big data, robótica, 5G, realidad virtual, impresoras 3D, fabricación digital, Internet de la energía, nanotecnología, bioingeniería, proyecto CALICO, ciudades inteligentes, e-learning, gobierno digital, la era de la singularidad… esos son los temas que volverán a preocuparnos, aun con mucha mayor intensidad gracias al acortamiento de etapas generado por la “vulgarización” de la vida digital producida durante las cuarentenas.

Para Argentina, subirse a este tren de un futuro que ya llegó se convertirá en su “ser o no ser” como país. Decía John Kenneth Galbraith: “un país puramente agrícola  tiene todas las posibilidades de no prosperar, ni siquiera en la agricultura”. Y sostenía Víctor Flores Olea: “en tanto la industria no mejore la tecnología de las zonas rurales, no promueva la transformación local de los productos primarios, creando nuevas oportunidades de trabajo y educación, y no reconfigure sustancialmente la relación de intereses entre la ciudad y el campo, es una mistificación hablar de auténtico desarrollo”. El Presidente Carlos Pellegrini había ido aún más lejos: “sin industria no hay nación”, decía. Pero en estas instancias surge una pregunta crucial ¿qué industria?.

Ante todo debemos tener en cuenta que, acelerado por la pandemia, el mundo asiste al quiebre del sistema tecnoeconómico que prevaleció hasta fines del Siglo XX. Cada época en la evolución económica del mundo está asistida por su propio sistema tecnoeconómico: una combinación de tecnologías, materias primas, fuentes de energía e infraestructuras afines, que definen las maneras de producir y los estándares prevalecientes de productividad. 

El fin de la pandemia enfrenta al mundo con un momento bisagra en el que se está produciendo el quiebre del sistema tecnoeconómico que prevaleció hasta comienzos del Siglo XXI. Tal como lo describe Joaquín Ledesma: “Se Podría redefinir la historia económica como la historia del nacimiento, desarrollo, decadencia y sustitución de sucesivos sistemas tecnoeconómicos. La decadencia y sustitución ocurre cuando cada sistema se encuentra frente a su ´jaque mate tecnológico´, es decir cuando el antiguo sistema tecnoeconómico alcanza la frontera de su productividad, encontrándose en un callejón del que solo puede salir mediante la revolución tecnológica”[32].

Las sucesivas cuarentenas, forzando la digitalización, aceleraron de manera exponencial el tránsito de la economía a un nuevo sistema tecnoeconómico signado por la irrupción de las nuevas tecnologías en la vida cotidiana de personas, empresas y gobiernos.

En un artículo de abril de 2020, en plena pandemia, Jeremy Rifkin aludía a otros cambios concurrentes que también se avecinan en el mundo: “Ya nada volverá a ser normal. Esta es una llamada de alarma en todo el planeta. Lo que toca ahora es construir las infraestructuras que nos permitan vivir de una manera distinta. Debemos asumir que estamos en una nueva era. Si no lo hacemos, habrá más pandemias y desastres naturales. Estamos ante la amenaza de una extinción. Lo primero que debemos hacer es tener una relación distinta con el planeta. Cada comunidad debe responsabilizarse de cómo establecer esa relación en su ámbito más cercano. Y sí, tenemos que emprender la revolución hacia el Green New Deal global, un modelo digital de cero emisiones; tenemos que desarrollar nuevas actividades, crear nuevos empleos, para reducir el riesgo de nuevos desastres. La globalización se ha terminado, debemos pensar en términos de glocalización. Esta es la crisis de nuestra civilización, pero no podemos seguir pensando en la globalización como hasta ahora, se necesitan soluciones glocales para desarrollar las infraestructuras de energía, comunicaciones, transportes, logísticas”[33].

Estas nuevas realidades, que prefiguran grandes cambios en los formatos inmediatos de la globalización, consolidan la vigencia de las teorías de la endogenización del crecimiento citadas en el Capítulo 1[34]

Tomando conciencia de estas perspectivas, nuestro nuevo desarrollo se deberá apoyar en un radical proceso de reindustrialización orientado al uso masivo de las nuevas tecnologías, a las exigencias de las producciones limpias y a la glocalización de la que habla Rifkin,  aupado en la marcha forzada hacia la digitalización impuesta por la cuarentena.

Reconstruir la economía conlleva necesariamente a la reconstrucción industrial. La definición de un nuevo proyecto nacional supone la definición de un nuevo perfil industrial superador de las estructuras industriales ineficientes del pasado inmediato, eludiendo la tentación de reeditar nuestra anacrónica resignación pastoril basada en el aprovechamiento mezquino de nuestras menguadas –aunque aún importantes- ventajas comparativas. Ya es tiempo de reconocer que los  males endémicos de Argentina no se resuelven con algunas buenas cosechas o con los esporádicos buenos precios de nuestros productos primarios.

La adopción de un modelo de desarrollo por parte de una comunidad nacional, supone la orientación de sus objetivos hacia pautas muy definidas. A partir de claros principios orientadores y juicios de valor, el modelo requerirá la vigencia de instrumentos y políticas que hagan factible su funcionamiento. Resulta imprescindible la correspondencia entre los fines del modelo y los resortes institucionales con que esos fines habrán de ser alcanzados.

Así, junto con la conformación consensuada de un entramado social, ético y colaborativo, podrá aparecer un desarrollo económico a su servicio; ello no será posible si no se cuenta con renovadas instituciones políticas inclusivas que establezcan los requisitos productivos, fiscales, tecnológicos, financieros y educativos que sustentarán el proceso.

Definir una estructura productiva significa definir la forma de asignar los recursos económicos entre las diferentes actividades y regiones, la combinación de estos recursos y el nivel de productividad con el que se trabajará en cada sector. Hablar de reindustrialización en la economía de la post pandemia apunta mucho más al surgimiento de nuevos sectores a cargo de nuevos emprendedores, que a la mera resurrección vegetativa de actividades de la vieja guardia. Solo a través de una planificación estratégica capaz de encarar una rigurosa selectividad de objetivos podrá ponerse en marcha un nuevo perfil industrial capaz de sustentar el revolucionario salto cualitativo que exige nuestro desarrollo.

La conformación estructural del perfil industrial reconoce la interacción de cuatro componentes

1. El pilar finalista.

2. El pilar estructural.

3. El pilar primario-transformador.

4. El pilar tecnológico e innovador.

1. El pilar finalista, generador de calidad de vida, atiende la oferta plena y accesible de los bienes de consumo social básico.

Está orientado al consumo masivo de la población. Se trata de estructurar y sostener un conjunto de industrias capaces de asegurar al modelo una oferta organizada de bienes de consumo social básico. Serán industrias sólidas y rentables, orientadas a producir bienes y servicios relacionados con la salud, la vivienda, la educación, la alimentación esencial, la vejez y el esparcimiento. Su función social-motora será la de incrementar sustancialmente la calidad de vida de las mayorías y superar la exclusión y el dualismo económico y social. Las pequeñas y medianas empresas tendrán un rol importante en este sector de la economía.

2. El pilar estructural, de industrias básicas, orientado al autoabastecimiento del mercado interno y su proyección regional latinoamericana.

Le corresponde armonizar la interdependencia regional con la salvaguardia de la capacidad de decisión nacional. Se trata de un conjunto de industrias fundamentales para el objetivo de autodeterminación del perfil planteado. Energía, petroquímica, siderurgia, automovilística, transporte, comunicaciones, telecomunicaciones y muchas otras, serán industrias concebidas en torno a la integración latinoamericana, articuladas en un ambiente económico pragmático, en el marco de una protección sensata y una apertura estratégica a la inversión externa.

3. El pilar primario-transformador, de proyección exportadora, y por lo tanto financiador de los demás pilares.

Asegurará la transformación industrial generalizada de nuestros productos primarios. Armonizará una economía de plena disposición en el mercado interno con los objetivos de expansión del comercio exterior.

El pilar primario-transformador se asentará en una revolución exportadora de Argentina, capaz de devolverle sus históricos coeficientes de participación en el comercio mundial. Asegurará la disponibilidad de volúmenes multiplicados de bienes primarios elaborados. Agricultura, ganadería, alimentos, pesca, agroindustria, vitivinicultura, productos regionales, minería, con cargas de valor industrial agregado y alta productividad, abrirían la puerta de acceso a una Argentina exportadora, integrada en lo nacional, y con peso específico internacional.

4. El pilar tecnológico e innovador, estratégico, movilizador de inteligencia. Propulsor del proceso de endogenización del crecimiento argentino.

Brindará amplia disponibilidad tecnológica a las otras industrias rectoras del perfil. Se trata del conjunto de industrias del conocimiento, apuntalado por las “fintech”, no solo concebido como un nuevo y voluminoso sector económico exportador de servicios, sino también orientado a asegurar a los otros pilares el acceso al “paquete tecnológico” imprescindible para producir competitivamente en el Capitalismo del Siglo XXI que sobrevendrá. El hábitat laboral natural de este perfil será el teletrabajo, impulsado por instituciones laborales ad hoc.  

Para sobrevivir en el nuevo paradigma económico que planteará la revolución tecnológica, caracterizado por una batalla de la productividad en todos los órdenes de la actividad humana, el rol de este pilar asume una importancia crítica. Ya lo adelantaba Jeremy Rifkin antes de la pandemia: “Parece que nos hallamos en las primeras etapas de una transformación revolucionaria en los paradigmas económicos. En el ocaso de esta era del capitalismo está surgiendo un modelo económico nuevo y más adecuado para organizar una sociedad hiper competitiva en la que cada vez hay más bienes y servicios casi gratuitos”[35].

Estos cuatro pilares deberán apoyarse en un proyecto político capaz de convocar y conciliar las enormes energías humanas y materiales todavía disponibles en nuestra sociedad. Ello requerirá un institucionalismo previsible, inclusivo, capaz de revertir el círculo vicioso de la pobreza en un círculo virtuoso de progreso y bienestar.

V. POST PANDEMIA Y NUEVA NORMALIDAD: ARGENTINA Y EL MUNDO

Tras el impiadoso paréntesis –social, económico y emocional- impuesto por muchos meses de cuarentena, ya sobre la finalización de 2020 se inician los aprestos para la aprobación y aplicación de la tan esperada vacuna.

Como si ello implicara la mágica puerta de acceso a la imagen de un mundo sin pandemia, en todos los países las expectativas de centran en lo que vendrá después, a la espera de señales que detecten el comienzo de una nueva etapa plena de desafíos e interrogantes: la post pandemia, y que con ella se descorra finalmente el velo que nos permita conocer las características de una “nueva normalidad”.    

¿Una nueva normalidad o la nueva realidad del cambio permanente?

La crisis del coronavirus está devorando vidas, empleos, economías e ilusiones. Pero también está devorando palabras, que de pronto van siendo cada vez menos apropiadas para describir lo que pasa, y mucho menos para imaginar lo que puede llegar a pasar.

-¿Qué significa y en qué dimensión de tiempo y espacio se ubica la “post pandemia”?

-¿Qué significa y en qué dimensión de tiempo y espacio se ubica la “nueva normalidad”?

-¿Y si el cambio ya se ha producido, se está produciendo y seguirá en proceso permanente?

Constantemente se utilizan esos términos; sociólogos, filósofos, economistas, sanitaristas, periodistas, políticos y politólogos suelen incluir en sus expresiones o en sus escritos referencias a una quimérica “post pandemia”, momento inasible pero tan esperado, a partir del cual brotará una “nueva normalidad” que acomodará las cosas, se ajustará la brújula de la humanidad y todos regresarán por fin a una renovada vida “normal”.

Para los que quedan atrapados en ese marco conceptual, el mundo estaría sometiéndose a una agenda temporal de tres fases: 1) enfrentamiento de la pandemia, cuarentenas y vacuna; 2) derrota de la pandemia, por lo tanto ingreso en la “post pandemia”; 3) a partir de la “post pandemia”, conquista final de una “nueva normalidad”.

Se percibe claramente en este enfoque una mirada estrecha, de calendario, de un “antes” y un “después”, cuando lo que sucede es que esos dos tiempos son sólo uno. Aunque muchos aun no lo perciban, ya estamos inmersos en el “después”: el “después” es hoy.    

La inexistencia de certezas en el horizonte y el profundo cambio de expectativas que nos sorprende día a día nos están demandando nuevas dimensiones de análisis para describir ese “después”. Por lo pronto, no parece que la revolución tecnológica en curso prometa un “después” estable.

Así lo advierte Yuval Noah Harari en un reciente diálogo con Impact Theory: “… no estamos siquiera cerca del potencial máximo de la inteligencia artificial. La velocidad a la que se desarrolla sólo se va a acelerar, probablemente. Así que lo que realmente vamos a enfrentar es una sucesión de revoluciones en el mercado laboral, en las relaciones, en la política y en otros ámbitos de la vida. Tendremos una gran perturbación en 2025, sí. Y tendremos una mayor en 2035, y tendremos una aún mayor en 2045. Y así”.

Según estos vaticinios, más que el ingreso futuro a una “nueva normalidad”, el mundo ya está experimentando una “nueva realidad”, que es el cambio permanente, impulsado por el comportamiento exponencial de la tecnología, con los consiguientes desafíos de adaptación; pero el fenómeno tecnológico, lejos de ser autónomo, convivirá a su vez con dos exigencias que se imponen por su propio peso: a) la prolongada batalla que a partir de la vacuna permita erradicar definitivamente la pandemia -con la cual se empieza a convivir- que no reconoce fecha cierta de vencimiento; b) la aplicación impostergable de paliativos ante los efectos catastróficos del cambio climático en todos los órdenes de la vida.

Es de imaginar un proceso sinérgico donde la tecnología, cada vez más “inteligente”, se orientará a resolver el vector salud y el vector ecológico aplicando recursos cada vez más potentes, algunos de los cuales ni siquiera conocemos en este momento.  

Pierde así significancia la utilización facilista del término “post pandemia” como un cómodo punto de referencia ubicado en un momento todavía impreciso del futuro, a partir del cual recién se podrán poner en marcha planes, políticas y estrategias nacionales. Por el contrario, presente y futuro aparecen enlazados en un monumental cambio de época que ya ha comenzado, aunque el dramatismo diario de la pandemia impida todavía apreciarlo en toda su virulencia.

Un mundo abocado a superar el nuevo jaque mate tecnológico

Estamos entrando a un mundo “5.0” superador del virus, inmerso en la aceleración profunda de la sociedad del conocimiento y limpio de amenazas ecológicas; los países que continúen distraídos con sus penurias coyunturales y sus rencillas domésticas, serán los grandes perdedores.

No hay “post pandemia” que justifique no tomar ya mismo el rumbo correcto, y la “nueva normalidad” se va convirtiendo en una entelequia sin contenido. Hay sí, una “nueva realidad”, un “mundo VICA” por delante, (Volátil, Incierto, Complejo, Ambiguo) que no tendrá compasión con aquellos países que no comiencen desde ahora a planificar sus estrategias de desarrollo sobre esas premisas.

Aunque algunas sociedades logran intuir estas disyuntivas históricas, siempre se necesitan liderazgos que encarnen esas convicciones para motorizarlas en el momento preciso. Es el tiempo de líderes visionarios que sepan elevarse sobre las dificultades del presente para avizorar estratégicamente las nuevas reglas de juego y actuar en consecuencia. Líderes despojados de prejuicios ideológicos que estén dispuestos a dejarse guiar exclusivamente por la grandeza de miras, el sentido común y la fuerza de los hechos.

Argentina frente al mundo: los ejes geoestratégicos del nuevo desarrollo

Frente a ese mundo cambiante, las políticas de desarrollo a implementar potenciarán –al ritmo de estos tiempos- las cuatro grandes yugulares geoestratégicas del crecimiento argentino, que se asientan en profundas raíces históricas. Es allí, en cada uno de estos verdaderos circuitos espaciales del desarrollo, donde se deberán aprovechar todas las oportunidades que cada uno de ellos representa. Son ellos:

a) El eje litoral, o de la Cuenca del Plata.

b) El eje mediterráneo, andino o del Pacífico.

c) El eje del Atlántico Sur, con su proyección a la Patagonia, Malvinas y la Antártida.

d) El eje del Atlántico Norte, de proyección europea y africana.

a) El eje del litoral, o eje de los ríos, o eje mesopotámico.

Este eje está orientado hacia la Cuenca del Plata, considerada una de las regiones más feraces y potencialmente desarrolladas del planeta. Una de las primeras decisiones de la Primera Junta fue organizar la campaña del Paraguay. El General San Martín libra su primera acción bélica sobre la región mesopotámica, en la batalla de San Lorenzo. Las misiones jesuíticas constituyen un antecedente importante de progreso y asentamiento civilizador en la región. Dos conflagraciones han tenido lugar en esta región a lo largo de la historia: primero fue la guerra con el Brasil, ganada en el campo de batalla, pero perdiendo luego La Banda Oriental en la mesa de negociaciones. Y luego la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay.

El eje litoral apunta de lleno al Mercosur. Dos grandes conglomerados industriales desempeñan allí un fuerte protagonismo: el triángulo Buenos Aires – Rosario – Córdoba, y el triángulo San Pablo – Belo Horizonte – Rio de Janeiro. La evolución de las relaciones entre Argentina y Brasil después de la pandemia, y las diferentes actitudes de los miembros respecto de la apertura de sus economías jugarán un papel decisivo en la suerte del Mercosur como herramienta válida de integración. 

b) El eje mediterráneo, o eje andino, orientado hacia la salida al Océano Pacífico.

Este es el eje latinoamericano por excelencia, inspirado en la primitiva visión virreinal; su fluidez y operatividad será decisiva para el destino de nuestro NOA. La expedición al Alto Perú, dispuesta por la Primera Junta, y el cruce de Los Andes encarado por el General San Martín, son antecedentes manifiestos de la enorme importancia estratégica de este direccionamiento geopolítico.

Hoy es la puerta a los crecientes mercados del oeste sudamericano, el oeste centroamericano y el oeste norteamericano. El acceso al océano Pacífico, aspiración geopolítica fundamental para los intereses argentinos, nos conduce también a los grandes mercados consumidores de Asia, tanto como a las fuentes primordiales de alta tecnología de China, Corea del Sur y el Sudeste asiático. Es el eje de los corredores bioceánicos, un recíproco derrotero de ida y vuelta de Chile y Perú con salida al Atlántico y de Argentina, Uruguay, Brasil y Paraguay con salida al Pacífico.

c) El eje del Atlántico en su direccionamiento Sur: el vector patagónico.

El eje del Atlántico Sur es tanto marítimo como territorial. Las campañas militares de Rosas y Roca, los duros diferendos limítrofes con Chile y la guerra de Malvinas jalonan militarmente los énfasis nacionales vinculados a la ocupación de la Patagonia, donde muchas cosas están aún por resolverse, como ocurre con la explotación de Vaca Muerta. Las demandas de los pueblos originarios, la pesca, la energía eólica, el gas y el petróleo, nuestra soberanía sobre las islas Malvinas y nuestras pretensiones sobre la Antártida son asignaturas pendientes de enorme significado estratégico, algunas dominadas por una fuerte impronta emocional.

d) El eje del Atlántico en su direccionamiento Norte: el vector europeo y africano.

Su proyección se remonta a los tiempos y las instituciones extractivas de la Colonia, que luego de la independencia marcaron a fuego las relaciones entre el puerto unitario y el interior federal, y apunta a los vínculos con la Unión Europea, a la conexión con África y a la incidencia decisiva de la inmigración europea plurinacional en la conformación de la cultura del esfuerzo y el emprendedurismo. 

La madre de todos los problemas: “Son las instituciones…”

Para articular el nuevo potencial industrial a las oportunidades que ofrecen estos ejes se requiere un institucionalismo inclusivo orientado a la articulación de nuestra geoeconomía con un criterio de conexión de fronteras, promoviendo polos industriales regionales y clústers que nos integren con países vecinos, con la vista puesta en un proyecto asociativo global latinoamericano. Solo de esta manera podrá lograrse el regreso de provincias hoy feudalizadas o convertidas en “enclaves subnacionales híbridos”, como las denomina Carlos Gervasoni[36], a razonables condiciones de viabilidad social, económica e institucional, en el marco de un moderno federalismo regional.

Durante una campaña presidencial en los Estados Unidos, se hizo famosa una frase del entonces presidente Bill Clinton, quien refiriéndose a la clave de salida de las dificultades que en ese momento afrontaba su país pronunció su célebre “es la economía, estúpido”. En el caso argentino, la explicación final de “la madre de todos los problemas” bien podría resumirse en una frase del mismo estilo, aunque con una importante modificación: “son las instituciones…”, como nos lo advertiría Clinton.

Por fuera de los argumentos ideológicos, académicos, matemáticos o economicistas que pretenden aportar al país sus soluciones particulares a la problemática elemental de crecer, y buscando fórmulas racionales apoyadas en el sentido común, se podría sintetizar así la “Ecuación cualitativa de la Felicidad Argentina”:

SENSATEZ = CONSENSO

CONSENSO = SUPERACIÓN DE LA GRIETA

SUPERACIÓN DE LA GRIETA = CONFIANZA

CONFIANZA = CRECIMIENTO CON SOLIDARIDAD SOCIAL

CRECIMIENTO CON SOLIDARIDAD SOCIAL = DESARROLLO

DESARROLLO = FELICIDAD

Simplificando las variables intermedias: SENSATEZ = FELICIDAD

V. DE LA “AVENIDA DEL MEDIO” A LA “EXPLANADA DEL CONSENSO”

A menudo se recurre en la política argentina a la figura de “la avenida del medio”, para expresar una idea reduccionista del país apartada de la grieta, proponiendo implícitamente el aislamiento de las “banquinas”; algunos de sus propulsores no dudan en promover la exclusión de los extremos en la construcción de coincidencias, como el precio a pagar por el sistema para superar posiciones presuntamente irreductibles. Los hechos han demostrado una y otra vez que los caminos que abrevan en la polarización tienen pocas perspectivas de convertirse en una alternativa capaz de aportar soluciones a largo plazo.

Argentina asiste desde hace tiempo a un árido triple empate entre tercios, donde el “tercio del medio”, lejos de poder prevalecer, se convierte una y otra vez en el árbitro circunstancial entre turnos de gobierno alternativos de los otros tercios.

Estos a su vez se ocupan en desmontar las instituciones de sus predecesores y a reconstruir las suyas, sin lograr que esas instituciones terminen siendo instaladas en la sociedad como instituciones de Estado. En el largo plazo el resultado es un proceso político de suma cero, causa fundamental del “carrusel argentino”.

Jorge Liotti lo describe con precisión cuando cita a quienes han venido anunciando este estado de cosas: “Un grupo de académicos estudió los déficits de la Argentina posperonista de mediados de los 50 a los 70, que iba y venía entre efímeros gobiernos democráticos y golpes militares, y acuñó términos como ´el juego imposible´ de Guillermo O'Donnell, o el ´empate hegemónico´, de Juan Carlos Portantiero. Todos reflejaban las limitaciones de un sistema atrapado entre dos polos alternativamente capaces de vetar los proyectos de los otros, pero sin recursos suficientes para imponer de manera perdurable los propios”[37]

Ha llegado el tiempo de superar la evocación poco feliz de la estrecha y ambigua “avenida del medio” por otra figura más esperanzadora, aunque por cierto más exigente: reunirnos todos, sin exclusiones, en la ancha “explanada del consenso”[38], único escenario desde donde Argentina podría comenzar a superar con madurez una saga secular de desencuentros que nos recuerda a la fábula del perro del hortelano.   

Los temas tratados en este ensayo pretenden acercar ideas al punto de partida de un diálogo integrador entre todas las fuerzas políticas y sociales, sin exclusiones, donde bajo las premisas de escuchar al otro y de reconocer los límites de cada posición, pueda arribarse como mínimo a un conjunto básico de no-negaciones que se convierta en común denominador de nuestro proyecto de país, enmarcado en el juego natural de la democracia y los principios republicanos.  Según un aforismo muy divulgado en estos días, se necesita –en sentido figurado- un espacio de debate donde concurran “Corea del Norte, Corea del Sur y Corea del Centro”.   

El solo hecho de generarse un debate abierto y plural en torno a las cuatro categorías de análisis presentadas sería el primer paso de un proceso arduo pero esperanzador hacia una mirada compartida que permita  arribar a propuestas superadoras desde una mesa del consenso donde se pueda comenzar a superar la insólita grieta que nos paraliza.

GALA: combate a la pobreza a través de la planificación indicativa del desarrollo

Habida cuenta de las tensiones extremas que afrontará la sociedad en la post pandemia, se abrirá camino la idea de un Estado capaz de implementar una planificación estratégica del desarrollo, de manera de asegurar los cuatro frentes de inducción que promueve la concepción GALA que nos propone Amartya Sen: a) el crecimiento económico, b) una capacidad productiva adaptada al Siglo XXI, c) la preservación del bienestar social y d) un concepto solidario de la felicidad colectiva.

A esos fines, la programación indicativa del desarrollo puede presentarse como un instrumento idóneo para asegurar una masa crítica de consenso, en un marco de paz social y coincidencias mínimas capaces de engendrar políticas de Estado.

Triángulo: reindustrialización inteligente para ingresar a la sociedad del conocimiento

Los acuerdos básicos por lograr apuntarían, desde el colapso del aparato productivo argentino, al aprovechamiento de la oportunidad histórica de reformular un nuevo perfil industrial adaptándolo a las exigencias del nuevo sistema tecnoeconómico emergente en el mundo, como nuestra respuesta inteligente al jaque mate tecnológico que sobreviene.

En su rol de promotor de las instituciones económicas requeridas, corresponderá al Estado otorgar prioridad absoluta en términos fiscales, financieros, arancelarios y laborales a las industrias del pilar tecnológico-innovador del perfil.

Hoselitz: modelo expansionista, multipolar, economía de mercado con parámetros sociales.

Siguiendo el enfoque de Hoselitz, el perfil del modelo a concertar debiera ser “expansionista”, en el sentido de concebir un desarrollo proyectado espacialmente hacia los ejes geoestratégicos que nos permitirán ser parte activa de un mundo que ingresa mucho más aceleradamente que antes de la pandemia a un nuevo sistema tecnoeconómico centrado en la revolución de las nuevas tecnologías.

Pero por los múltiples efectos del coronavirus, esa proyección ya no implicará sumarse a una globalización como se la conocía hasta ahora. Acontecerá flanqueada por dos perfiles que la condicionarán: el enfoque hacia la “glocalización” a la que hace referencia Rifkin: pensar globalmente y actuar localmente. Y la ineludible orientación hacia la “producción limpia”, en respuesta a las amenazas cada vez más palpables del cambio climático.

En términos geopolíticos, si hay acuerdo en apuntalar un modelo “no condicionado” orientado a la economía del conocimiento, ello implicará para Argentina la conveniencia de consensuar nuestra relación con el mundo de manera de asegurarnos una posición equidistante frente a los tres grandes polos de poder tecnológico con los que habrá que negociar en la salida de la pandemia: Estados Unidos, China, y el “mundo Rollerball” al que parece acercarnos el auge y el poderío planetario per se que acumulan las grandes empresas tecnológicas[39].

Tal como lo expone Ariel Torres, "Si antes de la pandemia un puñado de tecnológicas concentraban un poder nunca visto, ahora esos monopolios han acentuado ese poder a una escala incomprensible”[40].

Y en cuanto a la última de las dicotomías, el camino de consenso a recorrer  desde la planeación estratégica del desarrollo se sustentaría en una economía de mercado flanqueada por fuertes parámetros sociales, muy centrada en el emprendedurismo y en las pequeñas y medianas empresas argentinas que surjan del pilar tecnológico-innovador del nuevo perfil industrial a promover.    

Consensos institucionales: hacia grandes acuerdos superadores de la grieta

Una estrategia de desarrollo como la que se ha esbozado a lo largo de este ensayo no podría implementarse sin el acompañamiento de un institucionalismo consolidado, que aporte pautas estables con garantías ciertas de permanencia en el largo plazo.

Ello demanda la construcción consensuada de un enjambre de instituciones facilitadoras, inclusivas en el sentido en que lo plantea Acemoglu, lo que se logrará a través de la gestación de grandes acuerdos sobre un paquete interconectado de reformas: la reforma judicial, la reforma laboral, la reforma fiscal, la vigencia plena del régimen de coparticipación federal que establece la Constitución, la reforma educativa, la reforma previsional y otras especialmente funcionales al tránsito de Argentina hacia una sociedad más justa, incorporada a un mundo post pandemia signado por la digitalización con resguardos ecológicos.

Si los argentinos lo hacemos –y podemos hacerlo-  mereceremos que don José Ortega y Gasset, desde el podio de los grandes pensadores políticos de la historia, nos distinga con el honroso calificativo de “Nación”. 

Alfredo Pérez Alfaro

[1] W. Arthur Lewis. Teoría del desarrollo económico. Fondo de Cultura Económica. Barcelona. 1971.

[3] Abhijit Banerjee y Esther Duflo. Repensar la pobreza. CEGAL. Barcelona. 2019.

[4] La teoría del crecimiento endógeno y el comercio internacional. Carolina Hernández Rubio. Cuadernos empresariales. Vol. 12 (2002) 95-112

[5] Robert E. Goodin. Las instituciones y su diseño.

[6] Daron Acemoglu y James A. Robinson. Por qué fracasan los países. Ariel. Buenos Aires. 2015.

[7] Comentario al trabajo de Aldo Ferrer “Globalización, desarrollo y densidad nacional”. Marta Bekerman y Anabel Chiara.

[8] Pedro Gaite. Jornada sobre el pensamiento de Aldo Ferrer “La densidad nacional”. Realidad Sanmartinense. 1918.

[10] José Ortega y Gasset. La rebelión de las masas.

[11] John Kenneth Galbraith. El Nuevo Estado Industrial.

[12] Bert F. Hoselitz. Crecimiento económico, aspectos no económicos.

[13] Francois Perroux. A new concept of development.

[20] Yuval Noah Harari. Homo Deus. Debate. Buenos Aires. 2017.

[23] Francois Perroux. Economía Poilítica.

[24] Alberto Follari. Después del aislamiento. El mundo después del COVID-19. Argentina Unida. 2020.

[25] Diego Sztulwart. La crítica y el Estado fuerte. El mundo después del COVID-19.  Argentina Unida. 2020.

[26] Apuntes inéditos del autor sobre la crisis de 2001. Otoño-Invierno de 2002.

[27] Apuntes inéditos del autor sobre la crisis de 2001. Otoño-Invierno  de 2002.

[28] Elías Gannagé. Economía del desarrollo. Asociación de Economistas Argentinos. Buenos Aires.

[29] Daron Acemoglu y James A. Robinson. Porqué fracasan los países. Ariel. Buenos Aires. 2013.

[30] Apuntes inéditos del autor sobre la crisis de 2001. Otoño-Invierno de 2002.

[31] Alvin Toffler. El “shock” del futuro. Plaza y James. Barcelona. 1981

[32] Joaquín Ledesma. El cambio tecnológico. Lecturas sociales y económicas.

[33] Jeremy Rifkin. Estamos ante la amenaza de una extinción y la gente ni siquiera lo sabe.

[34] Referencias a los trabajos de Romer, Grossman  Helpman.

[35] Jeremy Rifkin. La sociedad del costo marginal cero. Paidós. Buenos Aires. 2014.

[36] Carlos Gervasoni. Democracia, autoritarismo e hibridez en las provincias argentinas: la medición. Programa Buenos Aires de Historia Política del Siglo XX.

[38] El consenso se diferencia de una mayoría en que cuando una mayoría se pone de acuerdo también hay una minoría que disiente, en cambio en el consenso no hay disenso. Una decisión por consenso, no obstante, no implica un consentimiento activo de cada uno, sino más bien una aceptación en el sentido de no-negación. En este tipo de modalidades de decisión encontró su fundamento la democracia griega. WIKIPEDIA

[39] Rollerball. Película distópica de ciencia ficción, donde el mundo del 2018 es un estado corporativo global, que contiene entidades tales como Energy Corporation, un monopolio global de energía con su base en Houston que hace transacciones con corporaciones nominales que controlan el acceso al transporte, lujo, vivienda, comunicación y alimentos a escala global.