domingo, 11 de diciembre de 2016

2016. La copa medio llena para el brindis económico del finde año que se acerca

En 2004, tres años antes de fallecer, el filósofo y sociólogo francés Jean Baudrillard pidió, en un texto, prestar atención a las miserias de los países en vías de desarrollo, porque allí había un oráculo anticipatorio de lo que ocurriría tarde o temprano con las potencias de Occidente. Las palabras del intelectual experto en el análisis de la posmodernidad hoy parecen proféticas en la era Trump, con una grieta social intensa y un destrato a los medios, entre otros detalles, que suenan conocidos como fenómeno para la historia argentina reciente. Esta semana, la revista Slate tituló que el Saturday Night Live, uno de los programas humorísticos más famosos de la TV de Estados Unidos, "está básicamente recitando hechos de la administración Trump". Porque la realidad supera a la ficción, aun para los gags cómicos.
Con el motivo de presentar dos instalaciones en el Centro Cultural Kirchner, el legendario músico y productor Brian Eno pasó por Buenos Aires, en lo que fue su primera visita a la Argentina. Eno, al igual que Baudrillard, tuvo una intuición futurista acertada años atrás. En 2012 publicó uno de los 125 ensayos del libro ¿Qué lo va a cambiar todo?, compilado por John Brockman, el editor del medio edge.com. La mayoría de las respuestas, escritas por autores de la talla de Ian McEwan, Nassim Taleb, Steven Pinker o Ricahrd Dawkins, venía por el lado de la inteligencia artificial, la biología sintética, la física o la astronomía.
Eno, que en el pasado produjo discos de U2, Talking Heads y Coldplay, entre otros, fue por otro lado. Su respuesta a ¿Qué lo va a cambiar todo? fue "la sensación de que las cosas empeorarán". "Lo que lo cambiará todo no es un pensamiento, sino un sentimiento", arriesgó el músico y productor.
Para Eno, "el desarrollo de la humanidad hasta ahora fue motorizado por la idea de que las cosas, con una probabilidad alta, serán mejores en el futuro. El mundo era rico en relación a su población, había nuevas tierras por conquistar, nuevos pensamientos para descubrir y nuevos recursos para aprovechar. Las grandes migraciones de la historia se concretaron a partir de la proyección de que existía un mejor lugar. ¿Pero qué pasaría si este sentimiento cambia?" Si este sentimiento se impusiera, especula el compositor, la población se fragmentaría en unidades más pequeñas y egoístas (¿Brexit previsto seis años atrás?). Las grandes instituciones, que operan con proyectos a escala de décadas y largo plazo, y requieren basamentos sociales de confianza, perderían sentido. Las iniciativas a más de cinco años se abandonarían: el repago se vuelve demasiado remoto.
Esta sensación sombría es la imperante en el último trimestre a partir del triunfo de Trump, el Brexit, el avance de las derechas nacionalistas en otros países, etcétera. En la Argentina, los análisis de fin de año, con una economía que no arranca, están teñidos de un tono grisáceo. ¿Hay tan pocos motivos para brindar, desde el punto de vista económico?
En un reciente evento sobre Negocios del Futuro organizado por LA NACION, el vicepresidente del BCRA, Lucas Llach, comentaba que "hay un sesgo negativo en las especulaciones sobre el futuro de la economía global, en tanto provienen en general de países que hoy tienen crecimiento bajo -Estados Unidos y Europa- y no de las naciones emergentes que están sumando cientos de millones de habitantes a la clase media mundial, en un proceso que algunos llaman «la gran convergencia»". Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la tasa de crecimiento de los países emergentes en 2016 fue de un robusto 4,2%. En 15 años, la proporción de la población que vive con menos de US$ 1,90 al día cayó del 37 al 10% en el mundo.
En otro evento de Innovación organizado por LA NACION, el estratega de marcas Diego Luque comentaba que tenía la sensación de que, en términos de avances científicos y tecnológicos, "en este 2016 caben varios años".
Y en efecto es así. Hoy tenemos en nuestro celular más poder computacional que el que la NASA poseía en 1969 para mandar al hombre a la luna. La India envió una nave a Marte por menos plata de lo que a Hollywood le costó filmar la película Gravity. En un año estelar, desarrollos de inteligencia artificial lograron ganarle al campeón humano de go (un hecho pronosticado para 2020), resolver problemas de matemática y biología que llevaban siglos en penumbras, y hasta vaticinar con mayor éxito que cualquier consultora "humana" el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos a partir del "tono" detectado por los sistemas de computación cognitiva en las conversaciones de millones de votantes en las redes sociales.
No es la única tecnología exponencial que parece haber entrado este año en su etapa "vertical" de crecimiento. Semanas atrás se supo que un equipo médico chino utilizó por primera vez en un ser humano una técnica revolucionaria de "edición" genética, que se conoce como Crispr, para remover células cancerígenas en un paciente enfermo y reemplazarlas por unidades sanas creadas en laboratorio. "En biología estamos viendo una dinámica más que exponencial, nos enteramos de «eventos bisagra» cada mes", remarca el economista, emprendedor y ex alumno de Singularity Leonardo Valente.
Un paneo global publicado días atrás por The Atlantic repasa razones para brindar con optimismo. En el hemisferio occidental no hay guerras ni gobiernos militares ni insurgencias mayores. El crimen a nivel mundial está cayendo y los países más pobres están mejor preparados para enfrentar catástrofes. La tasa de muertes por ciclones severos en Bangladesh, que antaño causaban centenares de miles de decesos, cayó un 98% desde que se impulsaron nuevos planes de atención pública en emergencias. Y el mundo, a pesar de una sequía severa en el Cuerno de África, termina 2016 sin una hambruna grave.
Otras "uvas dulces" para cuando den las campanadas del 31 a la medianoche: este año África se declaró libre de polio y Europa, de malaria. Desde 1960 el promedio de expectativa de vida mundial subió 20 años, y no hay signos de que este proceso se detenga. Cuando Marck Zuckerberg vaticinó este año que los chicos de hoy verán en el transcurso de sus vidas descubrimientos para curar, prevenir o tratar exitosamente el 100% de las enfermedades nadie se burló: parece un objetivo con altas chances de cumplirse.
El planeta, según la última encuesta mundial de valores, se está volviendo más tolerante. En 2016 la homosexualidad se volvió legal en Botswana, Belice, Benín, Nauru y las Seychelles. Así como hay tecnologías exponenciales, ciertas tendencias sociales y culturales parecen adoptar una dinámica igual de acelerada: la conciencia medioambiental, la agenda de género o los cambios en las formas de trabajo, entre otros casos. El vaso (o la copa de champagne) medio lleno, en un ejercicio de "reencuadre" (reframing), el término clave, para apreciar una realidad más luminosa.

Sebastián Campanario

sábado, 12 de noviembre de 2016

El triunfo del hombre hueco

Y finalmente, contra la mayoría de los pronósticos, la "política de la ira", de la que se habló la semana pasada en esta columna, se impuso en las elecciones norteamericanas. Como lo interpretó el periodismo, fue la rebelión de las clases media y trabajadora disgustadas con el establishment, que las marginó del bienestar y la esperanza en el futuro. Avala esta descripción un dato clave: a pesar de los millones de puestos de trabajo creados durante la administración Obama, el ingreso medio de las familias americanas permanece estancado desde principios de siglo. Creció el PBI, pero ese incremento no se derramó sobre la mayoría. La incertidumbre material y el miedo a empeorar la inclinaron por un outsider, desechando su falta de antecedentes y las reservas sobre su moralidad. Pero más allá de la angustia económica de los norteamericanos y de las alternativas de la campaña -Clinton no fue una buena candidata-, el triunfo de Trump es el síntoma de una mutación más profunda, que anuncia una nueva época de la historia mundial.
Sin agotar el tema, podría argumentarse que al menos tres factores convergen en este cambio, cuya rostro trágico es la desigualdad. Ellos son: la desnaturalización del sistema democrático, la globalización económica y el efecto de la revolución tecnológica sobre el empleo. La pérdida de sustancia democrática no es un fenómeno nuevo. Consiste en la transformación de las democracias en plutocracias, es decir, en gobiernos conformados por élites que concentran el poder y deciden sobre el destino de los ciudadanos, devenidos súbditos de una dominación invisible.
Las transacciones entre las aristocracias definen las políticas públicas, debilitan los controles republicanos, reparten las oportunidades entre pocos, facilitan la corrupción. El retrato de las élites norteamericanas trazado por Wright Mills a mediados del siglo pasado resulta ejemplar de estos fenómenos. Y más cerca, Democracia S.A., de Sheldon Wolin, los muestra en toda su crudeza contemporánea. Hillary Clinton, tal vez a su pesar, terminó representando a esa democracia desencantada, que tampoco pudo transformar Obama.
El balance de la globalización arroja más pérdidas que ganancias, considerando los ingresos de las familias, que en buena medida explican las razones del voto. La globalización está impulsando la inequidad no tanto entre las naciones, sino entre los trabajadores al interior de ellas, con incidencia particular en los países ricos como Estados Unidos y Gran Bretaña. El economista Branko Milanovic explica que la especialización en exportaciones sofisticadas aumenta la brecha entre los salarios de los trabajadores calificados y los no calificados. Y las importaciones con poco valor agregado, junto a la tercerización, también reducen los sueldos o aumentan el desempleo de los asalariados con menos preparación. En procesos como éstos deben encontrarse parte de las razones de Trump y sus votantes. Para esta gente, abrirse al mundo significa perder, no ganar e integrarse.
La revolución tecnológica es la frutilla del postre. A principios de este año, un informe del World Economic Forum (WEF) estimó que debido a los avances en la genética, la digitalización, la inteligencia artificial y la impresión en 3D, se perderán a corto plazo 5 millones de puestos de trabajo. Este proceso, al que el WEF llama "cuarta revolución industrial", llevó al economista principal del Banco de Inglaterra, Andy Haldane, a advertir que habrá "grandes perturbaciones no solamente en los modelos empresariales, sino también en el mercado laboral durante los próximos cinco años". La cuestión es alarmante porque según Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee, la evolución tecnológica ha tomado velocidad exponencial en la etapa actual, que ellos bautizaron, con gran suceso, como "La segunda era de las máquinas". Las capas medias y bajas de la población, con educación insuficiente para adaptarse a la transformación, temen ser reemplazadas por robots. En el imaginario popular, Trump las defenderá de ellos.
Hasta aquí las razones que podrían explicar el ascenso del magnate neoyorquino. Pero él también significa otra cosa: la pérdida de estilo, el abandono de una ética y una estética asociada -acaso idealmente- a la democracia liberal y al capitalismo productivo. Para los intelectuales tributarios de esa tradición, los liberals, Trump implica una tragedia, como lo expresó con frustración un editorial de The New Yorker esta semana. El editor, sin piedad, llama al presidente electo "un hombre hueco" (a hollow man), codicioso, mendaz y fanático. Es paradójico: recurre a la misma expresión usada por T. S. Eliot para titular su célebre poema, que es una metáfora del hombre contemporáneo: "Somos los hombres huecos/ Los hombres rellenos de aserrín/ Que se apoyan unos contra otros/ Con las cabezas llenas de paja".

Tal vez no haya que dramatizar. La burocracia norteamericana racionalizará los excesos de Trump, sin reparar en si se expresa a sí mismo o representa al hombre actual. Mientras tanto, los progresistas, en lugar de gemir, podrían preguntarse qué hicieron para evitar que llegara a la cima. Las principales razones de su éxito tienen que ver con la injusticia.
Walter Fidanza


viernes, 4 de noviembre de 2016

Nuevo acuerdo global sobre el cambio climático

Entró en vigor el mayor acuerdo global contra el cambio climático
Hoy (4/11/2016) es un día histórico para el planeta Tierra, ya que el tan esperado y dilatado Acuerdo de París, el instrumento para combatir el cambio climático a nivel global, entró en vigor.
Para su efectividad era necesaria la ratificación del mismo por parte de al menos 55 países representantes del 55 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
Y esa meta se alcanzó el pasado 5 de octubre, cuando la Unión Europea (UE), que representa el 12 % de las emisiones, hizo entrega de los documentos de ratificación del Acuerdo en la sede de la ONU. Hasta ese momento, los 61 países que ya lo habían ratificado sumaban sólo el 47,7 % de las emanaciones globales, lo que impedía poner en marcha el instrumento legal.
A fin del año pasado, este acuerdo fue adoptado en la capital francesa por los 195 países signatarios de la Convención Marco de la ONU sobre cambio climático y la Unión Europea, en el transcurso de la 21 Conferencia de las Partes (COP21).
La importancia que reviste es que está destinado a sustituir en 2020 al Protocolo de Kioto y tiene como objetivo "mantener la temperatura media mundial por debajo de dos grados centígrados respecto a los niveles preindustriales".
No obstante, el texto recoge que los países se comprometen a llevar a cabo todos los esfuerzos necesarios para que no se rebasen los 1,5 grados y evitar así los impactos más catastróficos del cambio climático.

Fecha inolvidable
"La humanidad recordará este 4 de noviembre de 2016 como el día en que los países levantaron una barrera ante los inevitables desastres del cambio climático, y como el día en que comenzaron con determinación a caminar hacia un futuro sostenible", aseguró la nueva Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (Cmnucc).
"Sin duda, el acuerdo es un punto de inflexión en la historia de los esfuerzos colectivos de la humanidad, puesto que aúna la determinación política, económica y social de gobiernos, ciudades, regiones, ciudadanos, empresas e inversionistas para superar la amenaza existencial que plantea un cambio climático sin control", destacó la funcionaria, que subrayó que la rápida entrada en vigor del acuerdo es una señal política clara del compromiso de todas las naciones del mundo para actuar con decisión frente al cambio climático.
Nicholas Nuttall, encargado de comunicaciones de la Secretaría de Naciones Unidas para el Cambio Climático, explicó a LA NACION que la nueva conferencia de la ONU sobre cambio climático que se abre la semana que viene en Marrakech necesita rellenar urgentemente los detalles sobre cómo funcionará el Acuerdo de París en la realidad, además de muchas otras facetas importantes para que cumplan las naciones sus objetivos.
"El Acuerdo de París es un tratado extraordinario y señala claramente el camino hacia lo que hay que hacer y cuándo. Sin embargo, será un esfuerzo de muchas décadas de mejora constante y de ambición de los gobiernos de todo el mundo. El tiempo se está acelerando y las emisiones de gases de efecto invernadero en el planeta necesitan alcanzar un pico muy rápido y reducirse drásticamente", apuntó Nuttall consultado por correo electrónico.

Objetivos pasados
El Protocolo de Kioto de 1997 estableció objetivos de emisiones solo para países desarrollados, una de las razones por las que EE.UU. decidió no participar en ese pacto, que está en vigor desde 2005.
El Acuerdo de París es legalmente vinculante en su conjunto, no lo es sin embargo en buena parte de su desarrollo (las llamadas decisiones) y tampoco lo es en los objetivos nacionales de reducción de emisiones.
Su fuerza reside en el mecanismo con el que periódicamente deben revisarse los compromisos de cada país y esto sí es jurídicamente vinculante.
"Los gobiernos no se demoraron para que entre en vigencia, y eso es una buena noticia. Pero por esto y por el desafío de los compromisos de reducción de gases de efecto invernadero que pueden y deben seguir siendo más ambiciosos en cuanto a sus recortes, es que necesitamos las reglas claras de este acuerdo para que todo funcione correctamente", puntualizó Nuttall.
Cada nación está obligada a rendir cuentas de su cumplimiento, y a renovar sus contribuciones al alza cada cinco años. Los estados que quieran, pueden usar mecanismos de mercado (compraventa de emisiones) para cumplir los objetivos de emisión. La primera revisión de las contribuciones tendrá lugar en 2018 y la primera actualización de las mismas en 2020.
Si bien el Acuerdo no establece sanciones por incumplimiento, sí fija un comité que diseñe un mecanismo transparente para garantizar que se cumplen los compromisos adquiridos y advertir antes de expirar los plazos si puede o no cumplirse lo acordado.

Equilibrio buscado
Además, con este acuerdo los países se comprometen a conseguir "un equilibrio entre los gases emitidos y los que pueden ser absorbidos" en la segunda mitad de siglo, es decir, que no se pueden producir más emisiones que las que el planeta pueda absorber, bien por mecanismos naturales o por técnicas de captura o almacenamiento geológico.
En cuanto a la financiación, el nuevo Acuerdo de París obliga a los países desarrollados a contribuir a financiar la mitigación y la adaptación en los Estados en vías de desarrollo, y anima a los estados que se encuentren en condiciones económicas de contribuir a que efectúen aportaciones voluntariamente. En este sentido, la intención de financiar debe ser comunicada dos años antes de transferir los fondos.
Según el Acuerdo, el compromiso radica en lograr que para 2025 se movilicen 100.000 millones de dólares anuales, aunque se fija una revisión al alza para antes de ese año.

Estados Unidos y China, los países más contaminantes del mundo, buscan "liderar" la lucha contra el cambio climático, por ello, ambos estados se han fijado ya metas para recortar emisiones. EE.UU. entre un 26 % y un 28 % respecto a los niveles de 2005 y China ha prometido impedir el crecimiento de sus emisiones a partir de 2030.

lunes, 19 de septiembre de 2016

LA TRAMPA DEL DESARROLLO ARGENTINO

Si queremos crecer sin afectar las metas de inclusión, empleo de calidad y federalismo, tenemos que encontrar algo para venderle al mundo más allá de granos y autos a Brasil.
Por Eduardo Levy Yeyati

Crecimiento inclusivo y federal, aumento de productividad, empleo de calidad bien remunerado son todas buenas consignas. Pero al bajar esa estrategia a la práctica notamos que estos objetivos no siempre van de la mano. Aumentar la productividad implica producir más con menos recursos, incluyendo menos empleo. Federalizar implica mejorar la conectividad y favorecer actividades diseminadas, priorizando la geografía por sobre las ventajas competitivas.

Por otro lado, crecimiento no siempre implica inclusión: la Argentina es un país rico en recursos naturales donde varios de los sectores con mayor potencial de crecimiento, desde el campo a las energías renovables, generan poco empleo. Y la inclusión exige aceptar y trabajar con la fuerza laboral que tenemos.

Si la meta a futuro es crear empleo de calidad con salarios altos (¿quién se opondría a esto?), hoy nuestros trabajadores son mayoritariamente de calificación media y baja (sólo como referencia, apenas el 16% tiene terciario completo) y la calidad educativa de los últimos años sugiere que los nuevos trabajadores no elevarán mucho el promedio actual. 


Es natural entonces que tengamos un déficit de ingenieros y un superávit de albañiles.
Por eso, si bien la demanda de trabajo calificado es crucial para agregar valor e incentivar la educación, difícilmente resuelva en lo inmediato el problema del empleo y del ingreso, porque la mayor parte del desempleo en la Argentina es trabajo no calificado. Muchas veces tenemos la tentación de reconciliar estas tensiones entre el futuro deseado y el presente heredado recurriendo a modelos externos. Este "desarrollo por analogía" presume que lo que falló fueron nuestras políticas: si otros partieron de condiciones similares y tuvieron éxito, basta con imitarlos.

Pero la Argentina es el caso paradigmático de la "trampa del ingreso medio" -un trastorno definido, un poco circularmente, como el estancamiento de los países de ingresos medios en su camino al desarrollo. El dato a tener en cuenta es que, al menos por el momento, no hay precedentes de países medianos que hayan sorteado esta trampa sin ayuda externa.
Un trabajo reciente del Banco Mundial lista las economías que pasaron de ingresos medios, en 1960, a ingresos altos en 2010: tres islas industriales (Taiwán, Hong Kong y Singapur), una isla turística (Mauricio), un país desarrollado transitoriamente empobrecido por la guerra (Japón), las economías de la crisis europea (España, Grecia, Irlanda, Portugal) y Corea.

El caso de Corea, en apariencia el más cercano, muestra los límites del desarrollo por analogía: su industrialización temprana comienza en la posguerra bajo una dictadura, con bajos niveles de ingreso y condiciones laborales que en la Argentina ya eran inaceptables a fines de los años 40. Corea eludió la trampa del ingreso medio con el envión de un crecimiento acelerado desde muy abajo, que precedió a las demandas sociales de un país de clase media. Pero cuando estas demandas preceden al desarrollo, el atajo coreano deja de ser viable y los países se quedan "a medio camino" (como resumen Alejandro Foxley y Fernando Henrique Cardoso los casos de Brasil y Chile, que hoy enfrentan el mismo problema).

Pensar nuestro déficit de desarrollo de este modo también pone en duda el popular atajo australiano: invirtiendo el argumento, podríamos decir que Australia eludió la trampa del ingreso medio porque partió de ingresos altos. (Por si esto no fuera suficiente, en sus trabajos Pablo Gerchunoff aporta otros aspectos diferenciadores: recursos naturales por habitante más generosos que los nuestros, un nivel de educación históricamente más elevado, cercanía a los grandes mercados asiáticos en crecimiento y un financiamiento externo "garantizado" por el Commonwealth y la Guerra Fría que explica décadas de déficit externo sin crisis.)

Pensar nuestro desarrollo frustrado en estos términos modifica diametralmente el diagnóstico y la terapia. No fueron (sólo) las malas políticas ni fuimos (sólo) nosotros: las políticas, malas o no, reflejan las demandas de los votantes. Acá y en el resto de los muchos países atrapados en esta escala intermedia.

Y, dado que no hay precedentes exitosos, no hay modelos a imitar.
El objetivo modesto de crecer entre 3% y 4% en los próximos 15 años es un desafío si partimos de que la Argentina creció en promedio 2,7% en los últimos 15 años y 2,3% desde 1983. Si queremos crecer de manera sostenida sin contraponer las metas de inclusión, aumento de productividad, empleo de calidad y federalismo, tenemos que encontrar algo para vender al mundo más allá de granos y autos a Brasil. En este frente, dos ejemplos de encadenamientos productivos señalan el camino.

Foxley, en su libro de 2012 sobre la trampa de ingresos medios, rescata a Finlandia como ejemplo de fuga hacia adelante. Finlandia es también el ejemplo preferido de Ricardo Hausmann para ilustrar el proceso de encadenamiento de materias primas a industrias de alto valor: Finlandia pasó de talar bosques a diseñar cortadoras; de ahí, a diseñar maquinarias de precisión, y de ahí, a diseñar Nokia. Un encadenamiento lateral no muy distinto del que, más cerca de casa, fue de la soja a la maquinaria agrícola.

A este "modelo Nokia" podríamos sumarle un "modelo Malbec" siguiendo el ejemplo de nuestros vinos (que a su vez siguieron el ejemplo del Cabernet de Napa Valley o el Syrah australiano). De la uva a granel al vino, del vino al varietal local, del varietal local a la marca global. En la misma línea, tanto la certificación de alimentos orgánicos como la comercialización de las bondades bioeconómicas de la siembra directa (en granos y en máquinas) son modos inteligentes de "industrializar" nuestros recursos naturales y contribuir al supermercado premium del mundo desarrollado.

Lo mismo aplica a nuestras industrias culturales o educativas. O al turismo receptivo, esa mina de oro que, aún inexplotada, ya exporta US$ 5 mil millones. LGBT, medicinal, de adultos mayores, ecológico y de aventura, el turismo es la industria ideal para resolver el descalce entre oferta y demanda de empleo, porque satisface tres condiciones clave para la inclusión: demanda mano de obra de poca calificación, baja especificidad y, si abaratamos el transporte, regionalmente equilibrada.

Venderles Malbec a los chinos, alimentos orgánicos, a los norteamericanos o turismo aventura, a los alemanes es un buen comienzo para encontrarle la vuelta a la trampa de ingresos medios en la que estamos varadas hace casi un siglo. Una cosa es segura: si logramos salir, no será con un modelo genérico sino con una receta propia.

martes, 29 de marzo de 2016

Macri: reforma bing bang que traería recesión, pero una recuperación más rápida


El economista de la Universidad de California, Berkeley, uno de los más influyentes en Estados Unidos, dice que el hecho de que un gobierno sea de izquierda o de derecha no necesariamente significa algo, y que Venezuela debería seguir el camino que tomó la Argentina.


Barry Eichengreen, uno de los economistas más influyentes de Estados Unidos, escribió en mayo pasado que "la historia está llena de cadáveres de los países que han liberalizado los mercados financieros y abrieron la cuenta de capital de la balanza de pagos antes de tiempo, lo que resulta en crisis financieras en lugar de la reforma y el desarrollo económicos". Pero no se refería al levantamiento del cepo cambiario argentino, sino que advertía sobre los efectos, no de corto, sino de mediano y largo plazo en el caso de que China prosiga los ejemplos liberalizadores de Europa, América latina y Asia de los 90.

En otro estudio, pero de 2009, este profesor de la Universidad de California, Berkeley, de 63 años, concluía que "los efectos positivos de la apertura de la cuenta de capital están limitados a los países con relativo buen desarrollo de sus sistemas financieros, buenos estándares contables, fuertes derechos de los acreedores y el imperio de la ley". En diálogo con LA NACION, este doctor en Economía de Yale, ex asesor del Fondo Monetario Internacional (FMI), ex presidente de la Asociación de Historia Económica de Estados Unidos y experto en controles de capitales, analizó la situación de la Argentina y el resto de América latina. Calificó la política económica de Mauricio Macri como una reforma big bang, por haber recurrido a una modificación del tipo de cambio de manera no gradual, y sostuvo que ese tipo de estrategias pueden llevar a una recesión más aguda, pero más tarde a una recuperación más rápida y a un crecimiento más sostenido.

-¿Cuál es su opinión acerca de la Argentina si se tiene en cuenta el acuerdo con los fondos buitre, la devaluación, la eliminación de los controles de capital, una mayor inflación, la caída del PBI, el ajuste monetario, los recortes de gasto y las buenas expectativas de los hombres de negocios con el presidente Mauricio Macri?

-Las discusiones sobre la reforma de la política en la Argentina me recuerdan el debate entre los defensores del ajuste big bang y el gradual en las economías en transición de Europa oriental y la antigua Unión Soviética a principios de los 90. La cuestión es saber si hay que hacer la estabilización, la liberalización, el ajuste del tipo de cambio y la privatización de una vez en una reforma tipo big bang, o proceder gradualmente con el fin de reducir al mínimo las disrupciones en la economía y la profundidad de la recesión inicial. La experiencia de la región sugiere que si un país hace una reforma big bang puede provocar una recesión más aguda, pero logra una recuperación más rápida y mucho más vigorosa y un crecimiento sostenido posteriormente, si los responsables políticos mantienen el rumbo. Eso es lo que el señor Macri está tratando de hacer. Es demasiado pronto para decir con seguridad si va a tener éxito.

-¿Existen alternativas para el ajuste que están emprendiendo países como la Argentina, México o Brasil?

-En las circunstancias actuales, no hay alternativa obvia. Brasil y la Argentina, en particular, tienen que indicar que tienen planes creíbles a mediano plazo para poner sus deudas públicas en una senda sostenible, y convencer a los mercados de esto hará necesario tomar medidas dolorosas a corto plazo. Por supuesto que cuanto más ruido político y mayor desacuerdo haya, la mayoría en los mercados dudará de la habilidad de los gobiernos para continuar cumpliendo con sus promesas de política fiscal a futuro, lo que requiere que esos gobiernos tomen más medidas ahora como modo de enviar una señal de su compromiso. Por eso Brasil está obligado a presentar ahora un ajuste fiscal especialmente ambicioso, a pesar de la debilidad de su economía.

-¿Qué errores económicos cometió la variopinta izquierda latinoamericana que condujeron a su derrota electoral en la Argentina, Venezuela y Bolivia, y amenazan con un resultado similar en Brasil?

-Sin duda voy a tener revocado mi visado para entrar en los países de América latina por decir esto, pero el error número uno fue no hacer una reforma más estructural en los buenos tiempos. Eso habría sido una manera fácil de crear las condiciones para un crecimiento más rápido. Ahora que la bonanza de las commodities se ha terminado, no hay un camino fácil.

-¿Qué significa en términos económicos el giro al centro o a la derecha de América latina?

-No creo que necesariamente signifique algo. Hemos visto gobiernos de izquierda y de derecha ejecutando políticas responsables y llevar a cabo reformas estructurales significativas en varios países de América latina. La coloración política de una administración importa menos que sus políticas.

-¿Qué podría producir América latina y para qué mercados, ahora que las commodities valen poco?

-Commodities más baratas y tipos de cambio más débiles harán que las exportaciones de manufacturas sean más competitivas. Esto beneficia a México en la medida en que tiene extensas operaciones de montaje y está cerca del mercado de Estados Unidos. Beneficia a Brasil en la medida en que tiene por lo menos un poco de fortaleza en sectores fabriles como aviones y neumáticos de camiones. Sin embargo, un tipo de cambio competitivo es sólo una condición necesaria, pero no suficiente, para el crecimiento de las exportaciones no tradicionales.

-¿Cómo impactará el TPP (siglas en inglés del Tratado Transpacífico de libre comercio entre Estados Unidos, Brunei, Chile, México, Perú, Nueva Zelanda, Singapur, Australia, Canadá, Japón, Malasia y Vietnam) en los países de América latina que lo firmaron y en los que se quedaron fuera?

-Estoy fuera del consenso en el sentido de que no creo que el TPP sea un gran arreglo. Aumentará modestamente el comercio entre los participantes. A las empresas estadounidenses les gustarán las disposiciones sobre derechos de propiedad intelectual. Pero no contiene ningún elixir mágico del crecimiento económico.

-¿Cómo ve la situación económica brasileña y el impacto de la crisis política en ella?

-La de Brasil es fundamentalmente una crisis política. El país se metió en este lío porque los políticos fallaron en ponerse serios durante la bonanza de las commodities. Las cosas siguen empeorando porque los políticos no son capaces de ponerse de acuerdo sobre qué medidas tomar ahora, mientras el desorden empeora. Uno tiene la sensación de que algunos políticos están realmente felices de que las condiciones económicas sigan empeorando porque creen que esto desacredita a sus oponentes.

-¿Hay solución a la crisis económica de Venezuela?

-Venezuela tiene que hacer como la Argentina. La pregunta es si puede completar una transición política ordenada al igual que su vecino del Sur.

-¿Cómo ve a Chile, Perú y Colombia, cada vez más afectados por la caída del precio del petróleo?

-Hay un efecto negativo obvio para todos ellos, probablemente más para Colombia y menos para Chile, ya que Colombia se basa más en las exportaciones de petróleo.

miércoles, 20 de enero de 2016

2016-2017: alerta del FMI


Alerta del FMI: los emergentes se debilitan y cae la economía global

El Fondo rebajó sus previsiones a 3,4% debido a que China, entre otros países del mundo en desarrollo, bajaron sus ritmos. Advertencia sobre EE.UU. Leve crecimiento de Europa: 1,7%.

Con una inquietante radiografía del mundo para los meses que vienen, el Fondo Monatario Internacional (FMI) rebajó sus previsiones de crecimiento global para este año debido a que el repunte de las economías emergentes –con China y Brasil a la cabeza– será más débil de lo pronosticado y que Estados Unidos mantendrá su ritmo, en lugar de cobrar impulso. En el informe presentado ayer se sostiene que la economía se expandirá 3,4% y no 3,6% como se esperaba. A pesar de este diagnóstico, el organismo no contempla “una nueva crisis en un futuro inmediato”.

Para el FMI, las perspectivas mundiales siguen estando determinadas por tres transiciones críticas. Por un lado está la desaceleración y el reequilibramiento gradual de la actividad económica china, que se está alejando de la inversión y la manufactura para orientarse hacia el consumo y los servicios.

Respecto del gigante asiático, el Fondo pronostica un crecimiento del 6,3% este año y del 6,0% en 2017, por debajo del objetivo del 7,0% de Beijing y del 6,8% que tuvo el año pasado. A pesar de ese pronóstico, los mercados reaccionaron en alza ayer a la espera de que el gobierno de China inyecte una extraordinaria ayuda para recuperar su economía.

Por otra parte está el descenso de los precios de la energía y de otras materias primas y, finalmente, el endurecimiento de la política monetaria de Estados Unidos, que recientemente comenzó a elevar sus tipos de interés. “Si estos retos fundamentales no se manejan adecuadamente, el crecimiento mundial podría descarrilar”, advierte el informe del FMI.

“El repunte de la actividad mundial será más gradual de lo previsto (en octubre), especialmente en el caso de las economías de mercados emergentes y en desarrollo”, apunta el director de investigaciones del FMI, Maurice Obstfeld. Cabe destacar que el 70% de la economía global depende de los países emergentes.

También Obstefeld dijo que las previsiones son “menos nefastas de lo que los mercados parecían esperar” y explicó que se aguarda que el crecimiento “vuelva a subir algo en la mayor parte de los países a finales de año”.  Para las economías emergentes y en desarrollo el FMI pronostica un crecimiento del 4,3% y 4,7% en 2016 y 2017, respectivamente. En 2015 crecieron sólo un 4,0%, el nivel más bajo desde la crisis financiera de 2008-09. 

Respecto de Europa, la baja inflación lastra las exportaciones y resulta difícil calcular los costos económicos y financieros de la crisis migratoria en la que se encuentra inmerso el continente. Esa realidad supone un “gran reto para la capacidad de absorción de los mercados laborales y una prueba para los sistemas políticos”.

Dentro de la zona euro se destacan los pronósticos para España, al alza tanto para este año como para 2017, a pesar de la inestabilidad política que vive el país. Crecerá un 2,7%, por encima del promedio del bloque, que será de 1,7%.

América latina seguirá en recesión de -0,3% igual que en 2015, bastante lejos de la recuperación de 0,8% que se había anunciado en la revisión de octubre. Los gruesos problemas que tiene Brasil pesan mucho en ese número. El gigante sudamericano se precipita, con una caída de 3,5% en la previsión de 2016 tras el fuerte retroceso de 3,8% en 2015 y con la expectativa de un cero en 2017.

La contracción de la región no será tan pronunciada gracias al alza que se prevé en México (2,6% en 2016 y 2,9% en 2017), el otro gigante del subcontinente.

Otro caso preocupante de la región es el de Venezuela. El jefe del FMI para América Latina, Alejandro Werner, advirtió que la situación en ese país “empeorará tanto que la inflación podría alcanzar este año el 500%”.

miércoles, 13 de enero de 2016

Los cisnes negros de 2016


Los otros peligros que amenazan a la economía mundial
El financista-filósofo libanés-estadounidense Nassim Nicolas Taleb usó esta paradoja para cuestionar los análisis económicos con los que se predice lo que va a suceder y se explica lo que ocurrió. Los expertos llaman cisne negro a un evento inesperado que trastorna las predicciones. Con frecuencia la historia se presenta como un encadenamiento de inevitables eventos. Pero la realidad es que desde el surgimiento del cristianismo hasta la disolución de la Unión Soviética o desde la Revolución Francesa hasta la irrupción de Internet, nadie predijo los grandes cambios de la humanidad que, una vez ocurridos, todos explican con docta suficiencia. El financista-filósofo libanés-estadounidense Nassim Nicolas Taleb ha usado esta paradoja para cuestionar los análisis económicos con los que se predice lo que va a suceder y se explica lo que ocurrió. Lo bautizó como la teoría del "cisne negro" porque en el siglo XVII el descubrimiento de cisnes de ese color en Australia revolucionó la clasificación zoológica europea que se basaba en la idea de que todo cisne era, por definición, blanco. Los análisis de año nuevo -incluído el de este cronista- se han concentrado en esos "cisnes blancos" de la economía mundial: el previsible riesgo de una crisis en China o el riesgo de un aumento de la tasa de interés en EE.UU. Pero la consultora y agencia informativa internacional Bloomberg realizó una encuesta con 119 analistas económicos para identificar este tipo de riesgos que no figuran en el radar y que podrían tener un potencial devastador en la alicaída economía mundial. En base a este trabajo BBC Mundo identificó seis "cisnes negros" que podrían dar al traste con todas las expectativas económicas de 2016.

 1. Atentado de Estado Islámico contra instalaciones petroleras

Imaginen un escenario en que los oleoductos más importantes de Irak son destruídos por el autodenominado Estado Islámico. Un atentado de Estado Islámico contra instalaciones petroleras sería desastroso, según los expertos. Un atentado de Estado Islámico contra instalaciones petroleras sería desastroso, según los expertos.En ese escenario supuesto, el mundo pierde unos 3 millones y medio de barriles diarios. El impacto se extiende a otras zonas de Medio Oriente por esta demostración de fuerza de los jihadistas. Un poco más de la cuarta parte de los encuestados por Bloomberg eligieron este escenario como el cisne negro más probable. En tales condiciones el precio del petróleo trepa en cuestión de días o semanas hasta los US$100 el barril. Mario Manna, de la consultora internacional Nightberg, participante en la evaluación de Bloomberg, indicó a BBC Mundo que este escenario tendría un impacto muy fuerte sobre la frágil economía global. "La economía mundial no está en condiciones de absorber un precio de US$100 el barril. Sería añadir un fuerte impuesto al consumo justo en momentos en que el comercio internacional atraviesa su peor situación desde 2008", señaló Manna.  

2. Salida de Reino Unido de la Unión Europea

Reino Unido tiene hasta fines de 2017 para convocar el referendo sobre su permanencia en la Unión Europea, pero todo parece indicar que el gobierno de David Cameron hará la consulta este año, en junio o en el otoño europeo. Reino Unido podría tener un referendo en 2016 sobre su salida de la Unión Europea. Las encuestas predicen una victoria más o menos ajustada a favor de la permamencia del Reino Unido en la UE, pero ¿qué pasaría si el resultado es el contrario? Se trata de la segunda economía europea en una unión de 28 miembros que está atravesando una profunda crisis económica y política, agravada por el tema inmigratorio y los problemas internos del euro. Este escenario fue el segundo más temido. "No decimos que vaya a desintegrarse la Unión Europea, pero sí que va a haber un cambio de la dinámica interna y que se incrementará el riesgo de que otros adopten el mismo camino. Todo esto tiene un indudable efecto desestabilizador", señaló Manna.  

3. Ciberataques contra el sistema financiero

Las nuevas tecnologías son hoy esenciales para el funcionamiento del estado y la economía. Puede este sistema sobrevivir un ataque informático? Un ciberataque podría causar grandes estragos. Este escenario contó con un nada despreciable 10% de probabilidad en la encuesta de Bloomberg. "La bolsa de comercio, las cuentas bancarias, las plantas energéticas podrían ser blancos de ataques de fuerte impacto", indicó a BBC Mundo Mario Manna. 

4. Crisis en el sector financiero-especulativo

Nadie predijo un estallido financiero como el de 2008 aunque algunas voces aisladas expresaron su preocupación por el exceso de riesgo financiero en una economía global demasiado parecida a un casino. Casi nadie vaticinó el colapso financiero de 2008. Desde entonces ha habido una mayor atención al sector financiero-especulativo pero, a pesar de algunos tímidos intentos de transparencia y regulación, la "banca en la sombra" sigue creciendo y los paraísos fiscales florecen como nunca. El mercado de crédito corporativo es un área de extrema debilidad hoy. Es muy posible que haya un aumento de la cesación de pagos en el sector. No vemos una crisis al estilo de la de 2008, pero probablemente esta es la variante más peligrosa de estos escenarios", indicó a BBC Mundo Manna.  

5. Cambios en la política internacional

Este año hay elecciones presidenciales en Estados Unidos y muchos asumen que Hillary Clinton será la candidata de los Demócratas mientras que entre los republicanos la contienda viene más ceñida y confusa pero, a pesar de su impacto mediático, pocos apuestan por Donald Trump. ¿Qué pasa si todos estos pronósticos son erróneos y Donald Trump termina como presidente? O, más improbable aún, ¿y si los estadounidenses se inclinan por el socialista del Partido Demócrata, Bernie Sanders? Otro escenario de gran impacto: una caída de la canciller alemana Angela Merkel. "Esta dinámica política será más importante a medida que pase el año. Veremos qué impacto tiene porque siempre hay nuevos desarrollos como se vio ahora con los ataques en Colonia que han generado una fuerte presión sobre Merkel y su política hacia los refugiados", señala Manna. ¿Y si Angela Merkel pierde el poder?

6. Desastres climáticos y epidemias

Bien mirados estos cinco escenarios previos encajan dentro de la lógica de lo previsible: futuros que se pueden imaginar a partir del presente. Para ser realmente negro el cisne debe resultar verdaderamente imprevisible. Los desastres climáticos y las epidemias son algunas de las variantes que, en caso de suceder, pueden hacer desbarrancar una economía global en equilibrio precario. "Es lo más difícil de prever. Entendemos más fenómenos asociados a la interacción humana que los que dependen de la naturaleza. Uno puede decir, sin embargo, que fenómenos como el Ebola surgen repentinamente, pero suelen tener un efecto localizado. Sin embargo, la realidad es que siempre es posible que un fenómeno de esta naturaleza cruce fronteras", indicó Manna.