Cientista social publica un
nuevo libro y reafirma su creencia en un futuro cercano y próspero para Brasil
Carlos Haag. jun. 2009
“En épocas de gran agitación, el deber del
intelectual es mantenerse callado, pues en esos momentos se hace necesario
mentir y el intelectual no tiene ese derecho”, afirmó, no sin una cuota de
cinismo, el filósofo José Ortega y Gasset (1883-1955). Aunque confiesa ser un
apasionado por las ideas del español, -que ejerció una influencia
extraordinaria en mi formación-, el cientista social Helio Jaguaribe no es un
discípulo intransigente. Si bien coincide en que la mentira no tiene cabida en
el decir de los pensadores, se rehúsa a mantenerse callado, por suerte para
nosotros, más aún en tiempos difíciles como los actuales. En este punto,
Jaguaribe, actualmente Decano Emérito del Instituto de Estudios Políticos y
Sociales (Iepes), es un seguidor más de las enseñanzas de su padre, Francisco
Jaguaribe de Matos. “Era un hombre de cultura con un profundo espíritu cívico y
ético. Me inculcó las ideas de amor y dedicación al país, de sentido público”.
En ello se puede reconocer con facilidad al pensador que, a los 86 años (un
“inmortal” de la Academia Brasileña de Letras), no se calla ni miente. Prefiere
pensar Brasil.
Carioca, abogado de profesión,
Jaguaribe no se acomodó meramente en la teoría, y a partir de 1949, empezó a
escribir la famosa y prestigiosa Columna de la Quinta Página en el Jornal do
Commercio. También se reunía con un grupo de amigos intelectuales de Río y de
São Paulo en Parque do Itatiaia para pensar los problemas que veía todos días
en la empresa y que obstaculizaban el desarrollo de la sociedad brasileña. En
1953, las reuniones dieron lugar al Instituto Brasileño de Economía y
Sociología y Política, para posteriormente, en 1955, con el apoyo del
presidente Café Filho, adquirir el estatuto de Instituto Superior de Estudios
Brasileños, el célebre Iseb, núcleo de pensamiento que elaboró la teoría del
nacional-desarrollismo. “Queríamos plantear un proyecto reformista para la
transformación de Brasil, la idea de una reforma del capitalismo que partiese
del propio capitalismo”. En discordancia con ciertos cambios acaecidos en el
Iseb, Jaguaribe dimitió en 1959. Se arremangó y se puso a trabajar en un
proyecto de expansión de la Companhia de Ferro e Aço de Vitória [Compañía de
Hierro y Acero de Vitória], perteneciente a su familia, experiencia que le
mostró la dura realidad de empresarios y trabajadores. Con el golpe militar, se
exilió en EE.UU., donde se dedicó a la docencia en el área de sociología, en
universidades del porte de Harvard y Stanford y en el Massachusetts Institute
of Technology (MIT). Regresó al país en 1969 y diez años más tarde asumió la
dirección del Iepes. “Flirteó” de manera responsable con el Estado dos veces:
en 1985, cuando coordinó el Brasil 2000, durante el gobierno de José Sarney; y
en 1992 fue secretario de Ciencia y Tecnología del gobierno de Fernando Collor,
cargo que abandonó cuando el presidente fue destituido del poder.
En 1988 ayudó a fundar el
Partido de la Socialdemocracia Brasileña, el PSDB, y tiene ahora un candidato
que considera imbatible para 2010: el gobernador de São Paulo, José Serra.
Jaguaribe sigue al servicio del país con sus ideas. Como por cierto lo
comprueba el libro Brasil, mundo e homem na atualidade [Brasil, el mundo y el
hombre en la actualidad], una selección de estudios escritos a partir de 1983,
editado por la Fundación Alexandre de Gusmão. Este libro, de más de 930
páginas, contiene un condensado de su pensamiento, con estudios sociopolíticos,
sobre relaciones internacionales, reflexiones sobre Brasil, análisis de
filosofía y notables estudios sobre diversas personalidades. Es difícil
destacar uno entre tantos textos profundos e inteligentes, pero son dignos de
nota estos: “Nación y nacionalismo en el siglo XXI”; “Socialdemocracia y
gobernabilidad”; “Pax americana o ‘Pax Universalis'”; “La alianza Argentina-Brasil”;
“La pérdida de la Amazonia”; “Brasil: ¿qué hacer?”; “Universalidad y razón
occidental”; “Testimonio sobre el Iseb”; “Ortega y Gasset: vida y obra”; y
“Celso Furtado: teoría y práctica del desarrollo”; entre otros, prueba de su
pensamiento agudo e inquieto.
Por lo tanto, para definirlo
mejor se hace necesario buscar otra frase de Ortega y Gasset: “Es inmoral
pretender que una cosa deseada se realice mágicamente, simplemente porque la
deseamos. Sólo es moral el deseo acompañado de la severa voluntad de aprontar
los medios de su ejecución”.
-Usted tiene 86 años y nunca
ha dejado de analizar el país. ¿Existe algo de nuestro presente que lo haya
sorprendido?
-No hay muchas sorpresas
porque la marcha que tomaron los acontecimientos fue más o menos en el sentido
que yo preveía. Yo diría que la situación de Brasil es razonable, está lejos de
ser pésima y lejos de ser excelente. Es razonable porque Brasil mantiene algo
que es precioso: su unidad nacional, pues somos un país con enorme sentido de
unidad nacional. Han mejorado las relaciones sociales, el país está
incorporando a las masas marginales, aunque a una velocidad menor que lo
deseable, pero camina en la dirección correcta. Estamos teniendo un crecimiento
técnico, económico y cultural razonable, de modo tal que Brasil no es un país
con un futuro preocupante; al contrario, es un país con un futuro muy
prometedor y exhibe un presente muy razonable. En este sentido soy bastante
optimista con relación a Brasil. Lo que nos hace un país eficaz es que así se
vuelve independiente de las voluntades individuales, es un proceso colectivo en
marcha. Lo que dota de una gran estabilidad a Brasil no es que sea un país con
un gran conductor, en el que un fenómeno específico esté favoreciendo. No:
somos un país cuya rutina es orientada en la dirección correcta. El desarrollo
sostenible es aquel que se hace por rutina.
-¿Qué nos impide de tener un
proyecto real de nación?
-Creo que el problema en este
momento es que las corrientes desarrollistas, que a decir verdad son predominantes
en la opinión pública y también en la propia línea del gobierno, no han logrado
sin embargo arribar a un modelo económico y financiero adecuado para su
proyecto. Existe un desarrollismo económico, pero la mecánica financiera de ese
desarrollismo aún no ha sido bien elaborada. ¿En qué condiciones financieras
será posible sostener un desarrollo importante a largo plazo? Éste es el
problema y esto requiere una combinación entre finanzas públicas y privadas, y
por lo tanto un modelo financiero global bajo el liderazgo del Estado. Compete
al Estado liderarlo. Pero los gobernantes no están teniendo una conciencia
financiera lo suficientemente clara, me parece a mí. Existe una conciencia
económica, pero la visión financiera es del “día a día”, es un poco una rutina,
de acuerdo con las experiencias anteriores, y no la finanza volcada a sostener
el desarrollo de largo plazo. Es el vacío financiero.
-¿Qué consecuencias tiene eso
para el futuro del país?
-El hecho es que Brasil tiene
una verdad empírica muy satisfactoria. Independientemente de grandes proyectos,
de grandes conductores y grandes liderazgos, el país marcha bien y eso es algo
altamente deseable, porque los progresos que dependen de los conductores están
sujetos a éstos y, por lo tanto, pueden no tener continuidad. Nuestra ventaja
es que tenemos una rutina positiva. Por eso soy muy optimista con relación al
futuro, precisamente por eso: lo que funciona bien en Brasil es su rutina, y la
rutina tiende a ser permanente. Este status quo, si bien es algo mediocre,
tiene la ventaja de ser estable, y por lo tanto probablemente tendrá
continuidad. Yo sería favorable a que además de esa rutina positiva surgiese un
gran proyecto nacional que movilizase a la opinión pública, como sucedió en el
tiempo de Juscelino Kubitscheck, por ejemplo, cuando la idea de “cincuenta años
en cinco” se hizo realidad. No necesitaríamos un nuevo proyecto tan avasallador
como ése, básicamente porque la rutina actual es buena y no lo era en aquel
tiempo. JK logró convertir una rutina negativa en una orientación positiva. Esa
orientación positiva sigue en pie de una manera moderada (un crecimiento del
2,5%, del 3% y en algunos casos hasta del 5%), pero podría ser un tanto
acelerada para superar el crecimiento demográfico, sino el país crece en la
misma proporción que la población y por ende no mejora.
-¿Cómo sería un Estado más
creativo?
-Creo que sería necesario
contar con un conjunto de cosas. En primer lugar existe una noción bastante
generalizada en la opinión pública de una idea de desarrollo nacional: hay que
crear un modelo de desarrollo nacional que sea popular. En la medida en que eso
suceda (y de manera general está tendiendo a suceder), esa conciencia pública
configura los posibles gobiernos futuros en una dirección que es difícil que se
invierta. Brasil ha adquirido una rutina de crecimiento positivo social y
económico que tiende a ser estable. Por supuesto que a mí me gustaría que se
dinamizara, porque existe una cierta urgencia en apresurar particularmente dos
cosas. Del lado de las exigencias superiores, aumentar nuestra capacidad
científico-tecnológica: Brasil es un protagonista mediano -por no decir
mediocre- dentro del proceso científico-tecnológico. No es necesario que sea de
punta, pero debería estar un poco más a la vanguardia. Un gran esfuerzo
tendiente a perfeccionar, acelerar y ampliar el desarrollo
científicotecnológico es la primera condición. La otra es que el desarrollo
científico-tecnológico se lleve a cabo no precisamente en la línea
científico-tecnológica, sino teniendo en cuenta la necesidad de movilizar a la
totalidad de la población. Es decir, Brasil tiene un gran problema para
incorporar esos cambios, ya que un tercio de su población vive en condiciones
absolutamente inaceptables, y debe combinar un desarrollo del proceso
científico-tecnológico con un gran desarrollo social.
-Cualquier proyecto de
desarrollo se ve trabado en los cuellos de botella estructurales del país. Cómo
superarlos?
-La respuesta tiene una
primera dimensión que me parece absolutamente inequívoca: es la educación. El
país tiene el desarrollo que su educación le brinda. El hecho de que exista una
fracción muy grande de brasileños o totalmente deseducados o parcamente educados
constituye un peso inerte que dificulta la marcha del país. Por lo tanto, lo
primero que hay que hacer es expandir la educación y mejorar su nivel. Sólo eso
bastaría, porque como el país tiene una tendencia positiva al crecimiento, de
tener educación crecerá en la dirección correcta y a la velocidad correcta.
-Pero la cuestión de I&D
es compleja e involucra la llegada de tecnología extranjera, algo que a usted
no le agrada.
-Brasil ha llegado a una fase
en que tiene capacidad de autocrecimiento y autodesarrollo, incluso
científico-tecnológico. Eso no quiere decir que vaya a cerrar sus puertas y
ventanas al mundo, al contrario: cualquier apertura es absolutamente necesaria,
sobre todo en esa dirección. Brasil está lejos de ser un país de vanguardia en el
sentido del desarrollo científico-tecnológico, pero con seguridad no es un país
de retaguardia: se ubica en una posición intermedia, un poco más arriba que
abajo, pero precisa mantener esa media mejorando y, por ende mantener la
apertura. Lo principal es, evidentemente, una actuación del sector público a
través de volumen y orientación de fondos. Se necesita más dinero, más recursos
para el desarrollo científico-tecnológico y una actuación efectiva en pos de
desarrollo, partiendo del sector público que es abierto al sector privado.
-¿Cómo analiza la relación
entre universidades y empresas?
-Ése es un problema muy serio,
porque en Brasil esa relación es muy remota: la universidad absorbe con gran
rapidez la información externa y tiende a ser razonablemente actualizada, pero
opera hacia dentro, y no hacia fuera. De manera tal que son dos entidades que
buscan insumos externos aisladamente una de la otra. La empresa procura ver lo
que la tecnología internacional tiene para copiarlo y la universidad procura
ver lo que la ciencia tiene para copiarlo. Creo que esas dos iniciativas son
perfectamente razonables, pero algo que convendría incrementar, sin ir en
detrimento de ellas, es la integración universidad-empresa. Es necesario que la
universidad se vuelva más consciente de su rol de educadora en la empresa y que
la empresa sea más abierta a las relaciones con la universidad.
-En cualquier punto que
toquemos está la presencia del Estado, satanizado por unos, glorificado por
otros. ¿Cuál es su visión del Estado, específicamente en el caso brasileño?
-A partir del siglo XVIII, los
países occidentales se diversificaron, con aquéllos que son impulsados por la
iniciativa privada y aquéllos que lo son por el Estado. Los países anglosajones
son predominantemente impulsados por la iniciativa privada y los países latinos
y germánicos por la iniciativa del Estado. Es una característica cultural
difícil de modificar y no es que algo esté mal en alguna de ellas, de manera
tal que nosotros, como país latino, debemos reconocer la necesidad de un activo
liderazgo del Estado sin perjuicio de la máxima apertura a la iniciativa
privada. Creo que lo que estoy diciendo es el gran consenso: lo que debería
hacerse para que dejara de ser discurso sería un poco que esas cosas entrasen
en los presupuestos y en las agendas públicas. Es necesario que el BNDES no sea
un mero receptor de proyectos, sino un formulador de políticas; es preciso que
exista un proyecto nacional de desarrollo consistente, realista, no utópico,
para lo cual el banco y otras agencias federales, además de abrirse a las
demandas, deben ser proponentes de proyectos.
-¿La crisis financiera actual
nos obliga a repensar el Estado?
-En el siglo XXI se arribó a
un consenso, más informal que formal, en el sentido de que el desarrollo depende
de una combinación de la actuación del Estado y la de la iniciativa privada, en
que la actuación del primero será mayor o menor según las características
culturales de cada país y su nivel de desarrollo. La intervención del Estado en
los países muy desarrollados no debe ser tan grande como en los países
subdesarrollados. En los países subdesarrollados no existe la menor duda de que
el Estado es el principal motor. En Brasil, aunque no es más un país
subdesarrollado, es un país mediano, el Estado sigue siendo el principal motor
de una manera menos urgente que en otros países de Latinoamérica o de Asia,
pero mucho más urgente que en países como Inglaterra o Estados Unidos. La única
solución para la crisis es que el Estado incremente su participación en el
desarrollo, en la promoción del crecimiento. La crisis es producto de un cierto
descompás entre la oferta y la demanda
de recursos. Esa demanda de recursos solamente puede ser atendida en el
corto plazo mediante un aumento de la intervención estatal. La forma por la
cual se puede conducir al empresariado a volcarse más hacia la actuación
productiva que al juego financiero consiste en que el Estado intervenga de una
forma muy eficaz en el financiamiento; al haber una amplificación del
financiamiento público, la especulación financiera privada se reduce y el
empresario es conducido naturalmente a utilizar ese financiamiento con fines
productivos. Al haber oferta de recursos, el empresariado funciona.
-Usted ha propuesto cambiar el
nacional-desarrollismo por el regional-desarrollismo. ¿Por qué?
-Estamos viviendo un proceso
histórico de formación de grandes bloques, por lo tanto, pese a que Brasil
tiene una masa crítica sumamente elevada comparativamente con otros países, no
es lo suficientemente autosuficiente como para poder contemplar aisladamente
las demandas de este tiempo. De allí la conveniencia de combinar una
consolidación nacional del desarrollo con una apertura al desarrollo regional.
El nacional-desarrollismo es compatible con el regional-desarrollismo, que en
el caso brasileño tiene como base una alianza estratégica entre Argentina y
Brasil. Ésa es la clave de todo, la fuerza movilizadora de los otros países de
América del Sur y ciertamente de México, que es un socio fundamental en este
proceso. Por eso yo digo: hay que consolidar la alianza Brasil-Argentina, que
funciona de una forma tímida, y hacer que sea algo muy vigoroso, incorporando a
México. Es necesario que no se sobrecarguen las deficiencias del lado brasileño
porque también las hay del lado argentino, pero siempre digo que, para
comprender estas relaciones entre estos países no exageradamente asimétricos,
pero sí un tanto asimétricos, hay que dirigir la mirada hacia los ejemplos
históricos. Brasil tiene que pagar más que Argentina y ambos, juntos, deben
movilizar a América del Sur. América Latina no es una entidad “operativizable”,
sino que sigue siendo meramente cultural. Tenemos también la cuestión de
EE.UU., una gran potencia que en los últimos tiempos obró muy unilateralmente.
Al consolidarse esta alianza argentino-brasileña y la movilización a partir de
esta alianza del sistema sudamericano y vagamente del sistema latinoamericano,
contribuiremos para asegurar el espacio de una relación más multilateral en el
marco de las relaciones internacionales. Le daremos oportunidad al sector
dinámico de Europa y de Rusia de manifestarse más claramente. Por ende, el
protagonismo brasileño es movilizador de un sistema multilateral. Obama es una
gran promesa, habida cuenta de que EE.UU. nunca tuvo una postura internacional
más favorable que ahora. Lo que importa ahora es colaborar con el presidente
americano.
-Hablemos de política. Usted
es un defensor de la necesidad de hacer una reforma del sistema político…
-La democracia es operativamente
una “partidocracia”: depende de la existencia de partidos coherentes,
homogéneos, definidos, dotados de proyectos y de una identidad propia. Lo ideal
es evidentemente un régimen bipartidista, o de tres partidos, pues con muchos
partidos las cosas no funcionan. El problema brasileño, como lo es el de
Italia, es el exceso de partidos. Esto debe mitigarse mediante un proceso
mediante el cual ciertos partidos dejen de existir y sus miembros se incorporen
a partidos de mayor significación y que, dentro del régimen multipartidario, se
cree una polaridad entre los partidos con una orientación “A” y los de
orientación “B”. Existe en Brasil esa tendencia: existe un cierto grupo de
partidos que quieren maximizar la fórmula neoliberal y otros con tendencia a maximizar
la fórmula a la que yo denomino socioliberal. El liberalismo social tiende a
prevalecer en Brasil sobre el puro liberalismo clásico y eso me parece que es
algo sumamente positivo.
-Usted plantea algo muy
relacionado, que es esa distancia que existe entre el elector y el electo.
-Es obvia la necesidad de
introducir en Brasil el régimen distrital mixto, que es el país dividido en una
cantidad de distritos relativamente pequeños constituyendo un electorado que
sería supuestamente más homogéneo, y por ende cada distrito elegiría a un
representante que sería representativo de una mayoría nacional por la suma de
los distritos. Por otra parte, soy favorable al régimen distrital mixto, es
decir, que las elecciones no sean exclusivamente distritales, sino que se abra,
pongámosle, un porcentaje del 20% de los cargos para liderazgos nacionales,
porque hay algunas personalidades muy importantes que no tienen ningún distrito
propiamente a su favor. El régimen distrital mixto, en que el 80% de los
escaños se completa “distritalmente” y el 20% nacionalmente, me parece que es
un régimen muy favorable.
-¿Cuál es su visión sobre el
presidencialismo?
-Sería deseable que Brasil
transitase del presidencialismo al parlamentarismo, pero, para que éste
funcione son necesarias condiciones previas: se requiere un nivel de educación
política algo superior al que nosotros tenemos y que los partidos se reduzcan
idealmente a dos, ya que la multiplicidad partidaria conspira contra el buen
funcionamiento del régimen parlamentarista. Brasil no estaría en condiciones de
adoptar inmediatamente el régimen parlamentario. Cuando hubo ese reciente
plebiscito al respecto, yo voté en contra -no porque yo sea contrario, sino por
que creo que no es aplicable en las condiciones actuales. ¿Y cuáles son los
requisitos para que el parlamentarismo sea factible? El principal, por
supuesto, es la ampliación de la educación política de la población. El margen
de conciencia política brasileña aún se restringe más o menos a una tercera
parte de la población -una tercera parte es completamente alienada y la tercera
parte restante está más para “abajo” que para “arriba”. Tenemos aún un largo
camino por recorrer para movilizar a la gran mayoría de la población brasileña
hacia un nivel satisfactorio de conciencia política, de conciencia pública. Por
otra parte, en la medida en que se progrese en la dimensión de la conciencia
pública, de la conciencia política, tenderá a reducirse la cantidad de
partidos, porque la conciencia política conduce naturalmente a una bifurcación
entre partidos que pretenden modificaciones sustantivas y partidos que
pretenden la preservación del régimen actual. Pero la educación política
brasileña está mejorando mucho: el brasileño tiene más conciencia política hoy
que hace 20 años.
-¿Por eso usted defiende una
unión entre el Partido de los Trabajadores (PT) y el PSDB?
-Esa unión es deseable, pero
no es indispensable, porque hay dos alternativas: o se forma en el país una
conciencia tendiente a una cierta bipolaridad (y en ese caso podrá ser
representada por el PSDB y por el PT, lo que condenará al PSDB a una posición conservadora)
o las fuerzas conservadoras adquieren una cierta consistencia (el Partido
Liberal y esos partidos del frente liberal) y la unión del PT y del PSDB se
vuelve necesaria. O sea, la relación PSDB-PT depende de la evolución del
electorado y de la opinión pública. Si el electorado fortalece a los partidos,
como los partidos de la unión democrática, la fusión PSDB-PT se volverá algo
necesario y posible -o de lo contrario, la bifurcación entre el PT y el PSDB
lleva al PSDB a tener una función más conservadora.
-¿Cuál es el partido del
futuro no Brasil?
-Bueno, yo del PMDB tengo una
muy mala opinión, porque se convirtió en un partido de clientela: no tiene
proyecto, no tiene programa, no tiene identidad propia. Es un partido dedicado
a recoger migajas electorales en todo el territorio nacional y juntar esas
migajas, lo que le da un resultado positivo, porque la educación política
brasileña es aún insuficiente. El voto del PMDB es un voto clientelista; a
medida que prospera, vemos que esa clientela sigue siendo muy poderosa. Pero yo
creo que la tendencia va hacia la disminución de la importancia de la política
de clientela y por eso creo que a largo plazo el PMDB no tiene futuro. Sí
tienen futuro el PT y el PSDB. Esto significa que el PSDB va a ser un partido conservador
progresista y el PT un partido progresista moderado.
-¿El PT cambió luego de llegar
al poder?
-Es difícil analizar separando
a Lula del partido. ¿Qué sería del PT sin Lula? ¿Cuál sería la tendencia del
PT? Es difícil preverlo, ¿no? Yo no tengo la impresión de que el PT se haya
consolidado de una manera programática satisfactoria. Es más un partido de
“enlaces”, de “vanguardieros”, independiente de una consistencia programática.
Y el problema radica precisamente en eso, en la necesidad de una conciencia
programática. Mientras que el PSDB es un partido que tiene una buena conciencia
programática y logró algo muy interesante, que sería un partido de
centroizquierda. Es un partido que no es reaccionario, no es conservador, pero
tampoco es aventurero. Un partido de moderado desarrollo social y económico,
cosa que es altamente deseable. Lula se dio cuenta del error de entregar tanto
poder a los sindicalistas. Se dio cuenta y motivó deliberadamente un cambio en
el cuadro de poder. Por eso no veo un candidato del PT capaz de ejercer un rol
similar al que Lula tiene y, por otro parte, veo la probabilidad de que el PSDB
gane las elecciones. Posiblemente con el gobernador de São Paulo, José Serra.
Es el candidato más probable -y será una experiencia sumamente interesante,
pero hago fervientes votos para que se consolide la salud de Dilma Rousseff,
una figura muy positiva. Pero estando enferma no podrá ejercer ese papel. La
buena salud de Dilma es hoy casi que una prioridad nacional: teniendo salud,
ella y el PT son cosas positivas para el futuro.
-¿Y cómo será 2010 para el
PSDB?
-Me parece que existe un
consenso entre los analistas y entre los líderes partidarios en el sentido de
que Serra sea el futuro candidato del PSDB. Es un hombre de muy buena calidad,
a quien veo con buenos ojos. El PSDB tiene la ventaja de ser un partido que
tiene liderazgos de muy buena calidad, basta con nombrar a los dos principales
líderes, Serra y Aécio Neves, que son figuras de muy buena calidad. Yo diría
que un gobierno de Serra daría una amplia oportunidad también a Aécio.
Eventualmente dirigiendo el Congreso en consonancia con Serra. Sería mi
expectativa más favorable.
-¿El programa “Bolsa Familia”
se mantendría en un gobierno del PSDB?
-Lula dio respuesta a una
necesidad social. ¿Cómo se puede reducir la brecha social en países como
Brasil? Ésa es la meta a través del Estado, que es el gran promotor del
desarrollo social. El programa “Bolsa Familia” es fundamental para reducir el
abismo entre los participantes y los no participantes, los ciudadanos activos y
los pasivos. Ahora bien, si bien la idea del “Bolsa Familia” es absolutamente
correcta, como así también su ampliación, la elección de los beneficiarios
depende un poco de una política que no siempre es muy correcta. Pero eso es inevitable.
-Por cierto, usted afirma que
los grandes problemas de Brasil son fruto de una crisis ética.
-Es un problema sumamente
complicado porque tiene raíces estructurales y circunstancias ocasionadoras de
un agravamiento o, por el contrario, de una mejora. El problema de la crisis
ética tiene mucho que ver con la cultura. Los países de cultura católica tienen
una tendencia a la crisis ética. Los países de cultura protestante tienen una
tendencia a una afirmación ética más nítida, porque el protestantismo es una
opción ética, y no ideológica, y el catolicismo es una opción ideológica, y no
ética. Allí entra en juego una formación de base que será permanente; católico
o no en la práctica, Brasil será siempre católico en la cultura y en esa medida
habrá siempre un problema ético, que es típico de las culturas católicas.
Situaciones como el descrédito del Congreso y de los políticos no pueden
modificarse con base en la gritería de la opinión pública, sino y únicamente
mediante la reforma del proceso político. Nosotros tuvimos capacidad de formar
una competente elite empresarial, una razonable elite cultural, pero no tuvimos
capacidad de formar una buena elite política. Por eso existe una falla en el
proceso brasileño, que es el hecho de que la política no está movilizando a las
personas adecuadas, sino a oportunistas.
-¿Cómo cortar ese ciclo?
-En el corto plazo existen
formas de mejorar que dependen de la política, de la emergencia de líderes
políticos competentes y honestos. Esto hace falta, pero yo creo que existen
promesas de que en la sucesión de Lula surgirá un liderazgo político competente
y honesto. Veo con muy buenos ojos la emergencia de dos importantes líderes
dentro del PSDB, Serra y Aécio Neves, ambos con grandes estados que los
respaldan.
-¿Y qué se puede esperar de
ese liderazgo?
-La posibilidad movilizadora
en sentido positivo de un liderazgo depende de la medida en que ésta no sea una
estratagema para conservar y aumentar su poder, sino un proyecto de
movilización nacional, un proyecto nacional de desarrollo. Ése es el problema:
en la medida en que el liderazgo político sea por un nacional- desarrollismo,
conducirá al país a superar rápidamente sus obstáculos. Si fuera meramente una
búsqueda de poder, será un factor más de estancamiento.
-Si volviéramos a hablar
dentro de cinco años, ¿cree que estará más contento con Brasil?
-Creo que sí, si las cosas
siguen su rumbo y si yo estuviera vivo a los 91 años… [risas] Soy muy optimista
con relación a Brasil porque creo que la marcha inercial brasileña va lentamente
en la buena dirección. Vamos mejorando gradualmente. Somos un país
“autoperfeccionista” en el largo plazo: lentos, pero constantes.