miércoles, 29 de abril de 2020

ANDRÉS MALAMUD: "UNA PANDEMIA ES UN ASUNTO DEMASIADO SERIO PARA DEJARLO EN MANOS DE LOS SANITARISTAS"


El politólogo y profesor analizó la crisis del coronavirus en Argentina y el mundo
Por Sebastián Fest. 28 de abril de 2020. Especial para Infobae

¿Una solución europea para los problemas argentinos? Andrés Malamud larga una pequeña risa y avanza con más fuerza en su análisis: la crisis del coronavirus en Argentina está siendo manejada por un trío de porteños, y eso tiene consecuencias que ya se están viendo. Y añade: “Una pandemia es un asunto demasiado serio como para dejarlo en manos de los sanitaristas”.

“La cuarentena argentina es la revista Barcelona: una solución europea para los problemas argentinos, es algo que no hicieron ni Estados Unidos, ni México, ni Brasil”, dijo Malamud durante una entrevista con Infobae en la que advirtió que la cuarentena “va a dejar de ser efectiva” y aseguró que Cristina Kirchner está dando los pasos correctos “para mantener la estabilidad política” y “una eventual sucesión” de Fernández.

Desde el balcón del Atlántico que es Lisboa, el politólogo y profesor que es Malamud observa lo que sucede en la Argentina y en todo el mundo. Cree que Jair Bolsonaro no está loco, aunque sí corre peligro de perder el poder, ve posible que China esté detrás de la decisión argentina de congelar el Mercosur y pronostica que en pocos meses la efervescencia social que se veía hasta hace poco en muchos países de América Latina se va a multiplicar. Y añade una frase al recordar el caso de Sara, la señora de 83 años que salió a tomar sol en un parque y le creó un gran problema a la policía al violar la cuarentena: “No todos podemos ser Marcelo Tinelli, que hace lo que quiere y nadie le dice nada”.

- Usted vive en Portugal, que según las cifras está manejándose bien en la crisis del coronavirus. ¿Cómo lo hace?
- Le está yendo mejor que a los vecinos, de eso no hay dudas. En muertes tiene 75 por millón, está al nivel de los nórdicos buenos. Alemania está mejor que Portugal, pero así y todo se puede decir que le está yendo bien, porque británicos, españoles, franceses e italianos están entre 300 y 500 muertes por millón de personas. América Latina está mejor que Portugal, pero llegó tarde, mide peor y ahora viene el invierno. Hasta Brasil está bárbaro en los números por millón comparando con Europa. Todavía.

- ¿Qué hizo bien Portugal?
- Dos factores: Portugal agarró la crisis temprano, la vio venir y se preparó a tiempo. Le llegó después que a Italia y España. Por el otro, la respuesta muy clara del poder político. El líder de la oposición le dijo al primer ministro en el Parlamento: durante esta crisis no somos oposición, somos colaboración.

- Tomemos el caso de Pedro Sánchez en la vecina España, que vive un drama de proporciones. ¿Podrá sobrevivir políticamente una vez superada la pandemia?
- Puede. A pesar de que su gestión no es brillante, el hecho de que estemos en tiempos de emergencia le da oxígeno. El problema viene después. Es altamente improbable que le facturen los muertos, pero le van a facturar la recesión después. Maquiavelo decía que es mejor para el príncipe matar al padre que robarle la bolsa a sus enemigos, porque el padre no se recupera, la bolsa sí. La pandemia deja muertos, la recesión deja pobres. La gente te factura eso, la pobreza. Todos los líderes van a pagar la recesión, Trump lo tiene muy claro, sabe que se juega la reelección en la recesión, no en la pandemia.

- Lo que está diciendo es que los muertos no votan.
- Exactamente. Y la gente no te factura los muertos, te factura el bolsillo en tiempos normales. La pandemia va a pasar, pero si se vota en pandemia, en guerra, los gobiernos ganan. Si se vota fuera de la pandemia, pierden.

- ¿A eso está jugando también Bolsonaro en Brasil?
- Sí, Bolsonaro sabe que su supervivencia depende de la economía y que la cuarentena hubiera destrozado la economía. Probablemente la no cuarentena también, pero su apuesta es que si lo obligan a hacer cuarentena la culpa de la recesión sea de los gobernadores, que la están forzando, y no de él. Algo así como “ustedes rompieron la economía, yo quería que la gente siguiera trabajando”. La apuesta de Bolsonaro es que la recesión inevitable sea de otros.

- O sea que Bolsonaro no está loco...
- No, no está loco. Y no me creas a mí. Hay una entrevista maravillosa a un epidemiólogo sueco que sostiene la postura diferente, la que siguieron los británicos al principio. Dice lo mismo que Bolsonaro de manera mucho más razonable: esto es una gripe un poco fuerte, va a matar a alguna gente, pero si no la mata ahora la va a matar después, porque aplanar la curva es postergar el pico, y lo que tenemos que buscar es que haya las consecuencias menos graves posibles ante algo que va a pasar de todos modos.

- ¿Por qué los suecos siguen con esa política y los británicos no?
- En el corto plazo no les está funcionando, mucha gente se pregunta cuándo los suecos se convirtieron en el primo tonto entre los nórdicos. Pero los suecos tienen otro cálculo: tenemos más muertes ahora, pero esto lo tenemos que juzgar dentro de un año, y ahí vamos a ver la estrategia más adecuada. Boris Johnson cambia de idea por el documento del Imperial College y la presión de los países cercanos. Fue la presión de otros países que hacían otras cosas.

- En el contexto europeo, el caso de Portugal es comparable al argentino en el latinoamericano. ¿En qué nos parecemos? ¿Y en qué no?
- Cuarentena precoz y acuerdo político. Después hay diferencias, porque Portugal es un país unitario en el continente y luego tiene un par de archipiélagos muy aislados. Los cuatro grandes países federales de América son Estados Unidos, México, Brasil y Argentina. El presidente, el poder federal, fue reacio a la cuarentena en esos tres países, y los poderes locales fueron favorables, porque los gobernadores pagan el costo de la salud pública, de las muertes, pero no pagan el costo de la recesión, ese costo lo paga el gobierno federal, de ahí se explica lo de México, Brasil y Estados Unidos. En la Argentina, como tenemos un presidente urbano, porteño, hubo alineamiento de preferencias, entre el poder federal y los poderes locales. Todos pro cuarentena, considerando secundaria la cuestión de la recesión. Alberto Fernandez está jugando un juego riesgoso. La cuarentena argentina es la revista Barcelona: una solución europea para los problemas argentinos. es algo que no hicieron ni Estados Unidos, ni México, ni Brasil. De las cuatro grandes federaciones de las Américas tres tomaron un camino y Argentina tomó el camino europeo.

- Eso, podría decirle alguno, confirma esa vieja idea de que somos europeos...
- Eso confirma que Alberto Fernández es porteño, porque Cristina no hubiera hecho lo mismo. Alberto Fernández, Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof: los tres que decidieron son hombres porteños con el oído y el corazón en la avenida Corrientes. Tienen una sensibilidad porteña, burguesa, de ingresos superiores al promedio nacional y con biblioteca, Netflix e Internet en casa. Así, la cuarentena es tolerable, no tienen que ganarse la diaria. En otras regiones del país la situación es más compleja y esto es lo que está reconociendo la actual flexibilización.

- ¿Qué conclusiones sacás de lo sucedido este fin de semana, de las tensiones entre el presidente y los gobernadores?
- Nadie discute la cuarentena. Y nadie discute que la cuarentena se tiene que terminar. La pregunta es cuando y cómo. Y la respuesta es, con un buen timing y de manera inteligente. Cuando Fernández dice que tiene un plan, y que ese plan tiene cinco etapas, hace referencia a eso, al timing y a la inteligencia.

- Pero por primera vez se advirtió un quiebre con los gobernadores.
- Es que ahora está cayendo la ficha de que la estructura social latinoamericana no resiste mucho tiempo la estrategia sanitaria europea. El dilema que tantos niegan es ahora real.

- ¿Puede precisar con más detalles ese dilema?
- Es simple: una pandemia es un asunto demasiado serio como para dejarlo solo en manos de los sanitaristas. La frase, espero que se entienda, es una remake sarcástica de aquella que dice que “la guerra es un asunto demasiado serio como para dejarlo en manos de los militares”. La pandemia es sinfónica, enfrentarla con un solo instrumento sería un error.

- ¿La Argentina está usando solo un instrumento? ¿O ve algún otro músico que esté preparándose?
- Quizás empresarios, trabajadores, cientistas sociales, psicólogos y diseñadores de software tengan algo que aportar. Y si antes de la pandemia se prometió una mesa de concertación social, ahora parece aún más necesaria.

- ¿Cómo ve el estilo de comunicación del presidente, ese instalarse como “primer profesor de la República”?
- Es lo que sabe hacer, él sabe negociar y explicar, está en una zona de comfort, y no lo critico. Asume con un plan, que es renegociar la deuda, ahora se encuentra con otro problema y tiene dos planes: renegociar la deuda y la cuarentena. No creo que haya ni alternativa a esos dos planes ni secuencias. Como con esto les está yendo más o menos bien, aunque esto se acaba, las dos cosas se acaban, tienen un periodo limitado, tendremos que ver a Alberto Fernández gobernando la emergencia, como piloto de tormentas, y no solo como profesor en jefe.

- ¿Pero no es precisamente ahora un piloto de tormentas?
- No, me da la impresión de que lo que está haciendo es explicando, está comunicando. Está comunicando bien.

- ¿Está comunicando bien?
- Sí, comunica bien. Informa mal, que no es lo mismo. Transmite lo que hace falta transmitir, que es credibilidad y contención, no transmite la información necesaria, y por eso después hay que explicarlo y aclararlo.

- ¿Hay un enamoramiento de la cuarentena?
- La cuestión es esta: el resultado es por ahora efectivo, pero va a dejar de serlo, porque tiene rendimientos decrecientes. Caminar hacia el abismo no es un problema si no te tirás, el problema es el último paso. Si aumentás la temperatura de 60 a 90 grados no importa, pero si la subiste de 99 a 100 la herviste y no te sirve para el mate. Es una sintonía muy fina y es un riesgo.

- No es una probabilidad, pero sí una posibilidad que el presidente de la Nación se enferme y que asuma el poder, como ya sucedió en otros países, su número dos. En nuestro caso sería Cristina Kirchner. ¿Cómo reaccionaría el país ante una situación de ese calibre?
- Tenemos que creer que las instituciones son fuertes y podrían procesar perfectamente la situación. Hay casos en la Argentina y muchos en el mundo, uno cercano en el tiempo, el de Brasil, de vicepresidentes que asumen en caso de renuncia, destitución o muerte. En Estados Unidos pasó nueve veces en la historia, en Brasil ocho y en Argentina siete. Y en general la sucesión fue estabilizadora, no desestabilizadora. El presidente se va por el motivo que sea y el presidente que llega estabiliza. En este caso el problema es la controversialidad de Cristina, aunque ya fue ocho años presidente y la institucionalidad no se rompió.

- Cristina está muy silenciosa, salvo por su presentación ante la Corte Suprema. ¿Cómo la ve?
- El vicepresidente es una figura ambigua en nuestra Constitución, porque el Poder Ejecutivo argentino es unipersonal, y el vicepresidente preside el Senado, pero no es miembro, solo desempata. Así que no es ni poder ejecutivo ni poder legislativo, y sin embargo es al mismo tiempo cabeza de una de las dos cámaras legislativas y rueda de auxilio del poder ejecutivo. En esa ambigüedad y esa potencialidad se juegan muchas consecuencias políticas. Lo que hizo Cristina con la Corte fue afirmarse en su presidencia legislativa y eso es funcional a Alberto, que lo que menos necesita es que Cristina le dispute espacios de poder. Lo que ella hace es funcional a la estabilidad política y genera mejores condiciones para una eventual sucesión. Permite que Alberto sea mejor presidente y se prepara por si ella tuviera que ser presidente. No complica al que está y no se complica a sí misma disputando poder con el jefe de Estado.

- La propuesta del impuesto a los ricos, de la que el presidente aparentemente no estaba enterado, ¿qué explicación tiene dentro de la estrategia de la vicepresidenta?
- Se me ocurren dos posibilidades. Una es la convicción genuina de que esto es justicia social, de que el país pasa por una crisis y los que deben contribuir son los que más tienen. La otra es la galvanización de la base propia, demagogia. Esto le gusta a su gente y ella lo hace, salga o no. Si no sale, por lo menos contentó a sus bases. Y si sale, consigue plata para la emergencia. Es un win-win político, pero podría no serlo si lo que provoca es la emigración de los ricos y que se lleven la plata. Aunque esto también podría pensarse como una jugada altruista, porque Cristina y gente como Marcelo Tinelli tendrían que aportar bastante. Esto es una jugada para tasar el stock y no el flujo, que es lo que tasan los sistemas que funcionan.

- El ministro de Salud, Ginés González García, admitió el temor que le generaron las imágenes de cientos de miles de españoles en las calles una vez que se relajó la cuarentena. Mucha gente cree que no estaríamos preparados para algo así porque somos esencialmente deshonestos, o, más suavemente dicho, excesivamente pícaros.
- Te cuento la experiencia de Portugal y que el lector haga la comparación. Acá el primer día que se hizo el cierre de escuelas era invierno, pero había sol, y toda la gente se fue a la playa. Al día siguiente fue tapa de todos los diarios, fue una gran vergüenza nacional, porque en la playa se iban contagiar también aunque cerraran las escuelas. No volvió a pasar. Existe una vergüenza social. La gente, confrontada con su propia picardía, decidió no volver a repetir la experiencia. Quizás en la Argentina también funcione.

- ¿Cree que en la Argentina puede haber suficiente vergüenza social?
- Me encantaría creerlo. No apostaría, pero no cierro la puerta.

- ¿Cómo va a lidiar Alberto Fernández con la enorme recesión que se viene?
- Mal, pero no es que haya muchos gobernantes en el mundo que vayan a lidiar bien. Argentina es más frágil económicamente que la mayor parte de los países, porque tiene más inflación, menos moneda y poco crédito.

- Sostiene Simon Kuper, columnista del Financial Times, que la Argentina va inevitablemente al default, pero que no debe preocuparse tanto, porque va a ir muy acompañada.
- Mal de muchos, consuelo de tontos, aunque en realidad esto es falso, porque en el fondo esto significa que no somos tan tontos.

- ¿Y entonces...?
- Si vos debés un millón de dólares tenés un problema, si debés cien millones es el banco el que tiene un problema. Si muchos países del mundo entran en default entonces habrá que tomar una medida general. Si solo Argentina entra en default, entonces nos pueden dejar caer. Si otros cincuenta países entran en default, el sistema no lo puede permitir, nos tienen que rescatar.

- Y ahí hay una situación muy peculiar de la Argentina: la condonación de la deuda de países africanos es una reacción habitual ante grandes crisis, pero plantearse la condonación de la deuda de un país medio como es la Argentina, que además es miembro del G-20, es complicado.
- Exactamente. Argentina es el país más ambiguo del mundo, porque pretende una solución de país menos desarrollado, como los del África subsahariana, siendo un país medio, emergente, y estando en el club de los ricos. Tenemos características de los tres grupos y no somos relevantes como para que nos presten atención. Lo que te dijo Kuper es cierto: si otros países tienen el mismo problema, más chance tenemos de que nos presten atención para la solución. Estamos en medio de una crisis sistémica.

- En este contexto, Argentina le da un portazo a sus socios del Mercosur y se baja de acuerdos de libre comercio que estaban por cerrarse. ¿Qué opina de la decisión en sí y de las formas?
- El Mercosur funciona por consenso, eso significa que si un país se opone los demás no pueden hacerlo. Es la regla básica. En la Unión Europea no, se aplica la mayoría. Si no estás de acuerdo y perdiste te la tenés que aguantar. En el Mercosur no hay ninguna posibilidad, en ningún área de políticas públicas, de que te puedan imponer una decisión. En ese contexto, levantarse de la mesa es innecesario, porque sentado en la mesa tenés poder de veto. ¿Cuál es la razón para haberse levantado de la mesa? Tiene que ser una decisión política que mira a otra cosa. Quizás acentuar el debilitamiento de Bolsonaro, darle una respuesta a tu propio electorado. Es no tener recursos diplomáticos para invertir en relaciones internacionales, porque los necesitás para otra cosa. Cualquier razón que busques no está dentro de las reglas del Mercosur, que de ninguna manera necesita una decisión de este tipo. Al contrario: si querés volver te vas a tener que bancar las decisiones que tomaron los demás sin tu participación.

- ¿Y entonces por qué se hizo?
- La excusa del gobierno fue cómo la pandemia le pega a la Argentina, fue una explicación doméstica. Pero no se si es esa.

- En el comunicado se habla de la profunda convicción argentina de que la integración es lo mejor para el país y la región.
- Es una explicación contradictoria. La integración regional entre países desarrollados se da porque comerciar entre ellos es mutuamente beneficioso. La integración regional entre países en vía de desarrollo se da para mejorar sus condiciones de negociación externas. Los países desarrollados buscan crear un mercado común, los países en desarrollo buscan acceder a mercados externos. Los mercados externos son la razón de ser del Mercosur, porque el Mercosur por si solo no nos alcanza para generar los dólares que necesitamos, hace falta exportar más allá. El Mercosur es un trampolín, no puede ser una fortaleza. Ni siquiera la Unión Europea es una fortaleza, por eso tiene acuerdos con el resto del mundo. La concepción de la integración como fortaleza tiene 40 años y caducó.

- ¿El gobierno argentino está funcionando entonces con una concepción antigua?
- Excelente pregunta, pero no necesariamente es así. El mundo que viene va a acentuar más los mercados internos, porque descubrimos que la integración de cadenas globales nos deja dependientes de otros países que si cortan la cadena nos dejan sin producto. Va a haber más duplicación, fabricación en China, pero también en la Argentina. Va a haber más mercado doméstico, aunque el mercado doméstico argentino es liliputiense, es ínfimo. Corea del Sur tiene un buen mercado doméstico, Japón tiene un buen mercado doméstico. Argentina no, y ni siquiera la totalidad del Mercosur. Hay que fortalecer el mercado doméstico, sin dudas, pero no alcanza con eso. El mundo que viene va a ser un mundo de economía de la información y de alimentos.

- Ahí tenemos ventajas comparativas, ¿o no?
- Exactamente, pero correrse de las negociaciones internacionales nos perjudica, sobre todo para la venta de alimentos. Si el mundo que viene es asiático, como suponemos, los asiáticos necesitan mucha comida que ellos no producen. Y menos energía: los que producen petróleo hoy tienen problemas, los que producimos alimentos estamos beneficiados. Si nos cerramos nos perjudicamos a nosotros mismos.

- Felipe Solá fue dos veces secretario de Agricultura, conoce el tema. Hoy es canciller, ¿es el adecuado para el momento?
- Por antecedentes, sí. Por práctica no estoy seguro. Porque se está cerrando. La apuesta argentina tiene que ser alimentar a Asia, a granel y en detalle. China, India, Japón, Corea del Sur, Filipinas e Indonesia: más del 50 por ciento de la humanidad vive ahí. Occidente es una península periférica del mundo que viene y Argentina es un país marginal dentro de esa península periférica. Si no entendemos la proporción ínfima que tenemos en el mundo no nos va a ir muy bien.

- ¿Cabe la posibilidad de que China haya jugado un rol más importante de lo que se sabe detrás de esta sorprendente decisión de Argentina?
- No tengo la menor idea, pero no lo descarto. Para complicar a Bolsonaro, para terminar de sacárselo de encima, Argentina le hace el servicio a China. Tiene sentido pensar que China apoya o simpatiza con esta decisión argentina, por lo que entonces sería una decisión más racional de lo que parece. Bolsonaro está alineado con Estados Unidos y enfrentado a China. Argentina no le importa mucho a China, pero Brasil le importa un poco más. Si Argentina ayuda a recuperar a Brasil, bienvenida sea. Un dato: si cae Bolsonaro, su vicepresidente, Hamilton Mourao, es un pragmático en las relaciones internacionales. Mientras el canciller de Brasil doblaba la apuesta todo el tiempo contra China, Mourao era el que viajaba a Pekín para curar las heridas.

- Se teme a la influencia de los militares en las democracias latinoamericanas, pero en este caso Mourao parece alguien mucho más sensato que Bolsonaro.
- Las Fuerzas Armadas no están a cargo del gobierno brasileño, es un grupo de militares que actúa por su cuenta, no en nombre de la corporación militar. Por ahora. Se suponía que eran los adultos en la sala, pero algunos de ellos terminaron alineados con Bolsonaro, que, como Trump, es indomesticable. Mourao es el único que tiene un cargo que no depende de Bolsonaro.

- Ser candidato a vicepresidente de Brasil es la gloria...
- Ya hay ocho que llegaron al cielo y uno que está en precalentamiento.

- Hay gente que sostiene que Bolsonaro firmó su partida de defunción al echar a Sergio Moro, ¿coincide?
- La partida de defunción de Bolsonaro necesita dos firmas. La de Moro y la de Paulo Guedes. Todavía tiene sobrevida. Si se cae Guedes, no le veo mucho futuro...

- En medio de todo este lío mundial está la pregunta de si Kim Jong un está vivo o no. ¿Importa tanto eso ahora? ¿Y por qué importa?
- Es una cuestión fascinante. Nosotros creemos que hay dos Corea, pero hay tres. La tercera es la etnia coreana que vive en Manchuria, la zona china limítrofe con Corea. Lo que China quiere evitar es una unificación de la península coreana que pueda generar reclamos de los coreanos chinos. Le temen al secesionismo de Manchuria. Para eso es que garantiza desde hace décadas la estabilidad política de Corea del Norte. Fue muy eficiente hasta ahora, no veo razones para que deje de serlo.

- ¿Y cuál es el poder de daño de Corea del Norte hoy?
- Dos. Las armas atómicas, por un lado, y los ciberataques. Tanto Trump como Bolsonaro denunciaron como fraudulentas las elecciones en las que ganaron ellos, imaginate lo que podría pasar si perdieran. Si Corea del Norte hackea las elecciones de noviembre en Estados Unidos y Trump pierde es un desastre. Y si gana también, porque pueden ser los demócratas los que hagan la denuncia. Es decir: una potencia con ciberataques que generan incertidumbre en las elecciones de Estados Unidos te incendia el planeta.

- El hackeo sucedió ya con Rusia hace cuatro años.
- No creo que lo haga China, lo pueden hacer Rusia, Corea del Norte, Irán... Tienen capacidad, pero Estados Unidos tiene capacidad de defensa, aunque hace cuatro años no quedó tan claro. Ese es el riesgo.

- ¿Alguna vez imaginó que un presidente de Estados Unidos llegaría a recomendar la ingesta de desinfectante y meter luz dentro del cuerpo “de alguna manera”?
- Es una locura a nivel de política doméstica y una amenaza a nivel de política internacional. Nunca imaginé algo así. Lo de Gran Bretaña, donde pasaron muchas cosas, es un juego de niños al lado de lo de Estados Unidos. Al final Gran Bretaña sigue siendo un país más serio y previsible. ¿Y por qué los comparo? Porque fueron los dos países que resistieron al nazismo y sostuvieron la democracia, y ahora son dos países que parecían volcarse para el lado de la demagogia payasesca. En el caso de Estados Unidos ya no es payasesca, es criminal. Gran Bretaña detuvo la caída, tiene un sistema nacional de salud que es ejemplar, tiene un primer ministro que es salvado en un hospital público por enfermeros inmigrantes. Gran Bretaña sigue siendo un país decente, Estados Unidos dejó de serlo. Recomendar que se tome lavandina y después negarlo es indecente.

- ¿Nos puede sorprender aún con algo Trump?
- En un año electoral Trump puede necesitar una guerra, pero la guerra no es una invasión, ese tipo de guerras ya no existen. Una guerra hoy puede ser en Venezuela, y puede ser un misil contra el lugar donde esté Nicolás Maduro.

- Eso nos lleva a América Latina, efervescente hace unos meses y contenida hoy.
- Hace cuatro meses América Latina estaba detonada, vivimos la era de la bronca. La bronca hoy está en cuarentena, pero cuando vuelva a la calle se encuentra con el doble de pobreza y el doble de desempleo. Es inevitable encontrase un mundo más turbulento del que teníamos, va a haber que redoblar los esfuerzos para controlar ese mundo. Con redistribución, pero sobre todo con moderación política. El incendio es inevitable. América Latina ya estaba incendiada, la pandemia apagó ese incendio, pero las brasas siguen ardiendo dentro de las casas. Es como Chile: están en casa, pero van a volver a salir. Y si en Argentina no tuvimos eso fue por la expectativa de la alternancia. Cuando salgamos de la cuarentena no va a haber posibilidad de alternancia, sino de tres años y medio más de lo mismo.

LA EMERGENCIA VIRAL Y EL MUNDO DE MAÑANA. BYUNG-CHUL HAN


Los países asiáticos están gestionando mejor esta crisis que Occidente. Mientras allí se trabaja con datos y mascarillas, aquí se llega tarde y se levantan fronteras
BYUNG-CHUL HAN, el filósofo surcoreano que piensa desde Berlín. 22 MAR 2020

El coronavirus está poniendo a prueba nuestro sistema. Al parecer Asia tiene mejor controlada la pandemia que Europa. En Hong Kong, Taiwán y Singapur hay muy pocos infectados. En Taiwán se registran 108 casos y en Hong Kong 193. En Alemania, por el contrario, tras un período de tiempo mucho más breve hay ya 15.320 casos confirmados, y en España 19.980 (datos del 20 de marzo). También Corea del Sur ha superado ya la peor fase, lo mismo que Japón. Incluso China, el país de origen de la pandemia, la tiene ya bastante controlada. Pero ni en Taiwán ni en Corea se ha decretado la prohibición de salir de casa ni se han cerrado las tiendas y los restaurantes. Entre tanto ha comenzado un éxodo de asiáticos que salen de Europa. Chinos y coreanos quieren regresar a sus países, porque ahí se sienten más seguros. Los precios de los vuelos se han multiplicado. Ya apenas se pueden conseguir billetes de vuelo para China o Corea.

Europa está fracasando. Las cifras de infectados aumentan exponencialmente. Parece que Europa no puede controlar la pandemia. En Italia mueren a diario cientos de personas. Quitan los respiradores a los pacientes ancianos para ayudar a los jóvenes. Pero también cabe observar sobreactuaciones inútiles. Los cierres de fronteras son evidentemente una expresión desesperada de soberanía. Nos sentimos de vuelta en la época de la soberanía. El soberano es quien decide sobre el estado de excepción. Es soberano quien cierra fronteras. Pero eso es una huera exhibición de soberanía que no sirve de nada. Serviría de mucha más ayuda cooperar intensamente dentro de la Eurozona que cerrar fronteras a lo loco. Entre tanto también Europa ha decretado la prohibición de entrada a extranjeros: un acto totalmente absurdo en vista del hecho de que Europa es precisamente adonde nadie quiere venir. Como mucho, sería más sensato decretar la prohibición de salidas de europeos, para proteger al mundo de Europa. Después de todo, Europa es en estos momentos el epicentro de la pandemia.

Las ventajas de Asia
En comparación con Europa, ¿qué ventajas ofrece el sistema de Asia que resulten eficientes para combatir la pandemia? Estados asiáticos como Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán o Singapur tienen una mentalidad autoritaria, que les viene de su tradición cultural (confucianismo). Las personas son menos renuentes y más obedientes que en Europa. También confían más en el Estado. Y no solo en China, sino también en Corea o en Japón la vida cotidiana está organizada mucho más estrictamente que en Europa. Sobre todo, para enfrentarse al virus los asiáticos apuestan fuertemente por la vigilancia digital. Sospechan que en el big data podría encerrarse un potencial enorme para defenderse de la pandemia. Se podría decir que en Asia las epidemias no las combaten solo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre todo también los informáticos y los especialistas en macrodatos. Un cambio de paradigma del que Europa todavía no se ha enterado. Los apologetas de la vigilancia digital proclamarían que el big data salva vidas humanas.

La conciencia crítica ante la vigilancia digital es en Asia prácticamente inexistente. Apenas se habla ya de protección de datos, incluso en Estados liberales como Japón y Corea. Nadie se enoja por el frenesí de las autoridades para recopilar datos. Entre tanto China ha introducido un sistema de crédito social inimaginable para los europeos, que permite una valoración o una evaluación exhaustiva de los ciudadanos. Cada ciudadano debe ser evaluado consecuentemente en su conducta social. En China no hay ningún momento de la vida cotidiana que no esté sometido a observación. Se controla cada clic, cada compra, cada contacto, cada actividad en las redes sociales. A quien cruza con el semáforo en rojo, a quien tiene trato con críticos del régimen o a quien pone comentarios críticos en las redes sociales le quitan puntos. Entonces la vida puede llegar a ser muy peligrosa. Por el contrario, a quien compra por Internet alimentos sanos o lee periódicos afines al régimen le dan puntos. Quien tiene suficientes puntos obtiene un visado de viaje o créditos baratos. Por el contrario, quien cae por debajo de un determinado número de puntos podría perder su trabajo. En China es posible esta vigilancia social porque se produce un irrestricto intercambio de datos entre los proveedores de Internet y de telefonía móvil y las autoridades. Prácticamente no existe la protección de datos. En el vocabulario de los chinos no aparece el término “esfera privada”.

En China hay 200 millones de cámaras de vigilancia, muchas de ellas provistas de una técnica muy eficiente de reconocimiento facial. Captan incluso los lunares en el rostro. No es posible escapar de la cámara de vigilancia. Estas cámaras dotadas de inteligencia artificial pueden observar y evaluar a todo ciudadano en los espacios públicos, en las tiendas, en las calles, en las estaciones y en los aeropuertos.

Toda la infraestructura para la vigilancia digital ha resultado ser ahora sumamente eficaz para contener la epidemia. Cuando alguien sale de la estación de Pekín es captado automáticamente por una cámara que mide su temperatura corporal. Si la temperatura es preocupante todas las personas que iban sentadas en el mismo vagón reciben una notificación en sus teléfonos móviles. No en vano el sistema sabe quién iba sentado dónde en el tren. Las redes sociales cuentan que incluso se están usando drones para controlar las cuarentenas. Si uno rompe clandestinamente la cuarentena un dron se dirige volando a él y le ordena regresar a su vivienda. Quizá incluso le imprima una multa y se la deje caer volando, quién sabe. Una situación que para los europeos sería distópica, pero a la que, por lo visto, no se ofrece resistencia en China.

Los Estados asiáticos tienen una mentalidad autoritaria. Y los ciudadanos son más obedientes
Ni en China ni en otros Estados asiáticos como Corea del Sur, Hong Kong, Singapur, Taiwán o Japón existe una conciencia crítica ante la vigilancia digital o el big data. La digitalización directamente los embriaga. Eso obedece también a un motivo cultural. En Asia impera el colectivismo. No hay un individualismo acentuado. No es lo mismo el individualismo que el egoísmo, que por supuesto también está muy propagado en Asia.

Al parecer el big data resulta más eficaz para combatir el virus que los absurdos cierres de fronteras que en estos momentos se están efectuando en Europa. Sin embargo, a causa de la protección de datos no es posible en Europa un combate digital del virus comparable al asiático. Los proveedores chinos de telefonía móvil y de Internet comparten los datos sensibles de sus clientes con los servicios de seguridad y con los ministerios de salud. El Estado sabe por tanto dónde estoy, con quién me encuentro, qué hago, qué busco, en qué pienso, qué como, qué compro, adónde me dirijo. Es posible que en el futuro el Estado controle también la temperatura corporal, el peso, el nivel de azúcar en la sangre, etc. Una biopolítica digital que acompaña a la psicopolítica digital que controla activamente a las personas.

En Wuhan se han formado miles de equipos de investigación digitales que buscan posibles infectados basándose solo en datos técnicos. Basándose únicamente en análisis de macrodatos averiguan quiénes son potenciales infectados, quiénes tienen que seguir siendo observados y eventualmente ser aislados en cuarentena. También por cuanto respecta a la pandemia el futuro está en la digitalización. A la vista de la epidemia quizá deberíamos redefinir incluso la soberanía. Es soberano quien dispone de datos. Cuando Europa proclama el estado de alarma o cierra fronteras sigue aferrada a viejos modelos de soberanía.

La lección de la epidemia debería devolver la fabricación de ciertos productos médicos y farmacéuticos a Europa
No solo en China, sino también en otros países asiáticos la vigilancia digital se emplea a fondo para contener la epidemia. En Taiwán el Estado envía simultáneamente a todos los ciudadanos un SMS para localizar a las personas que han tenido contacto con infectados o para informar acerca de los lugares y edificios donde ha habido personas contagiadas. Ya en una fase muy temprana, Taiwán empleó una conexión de diversos datos para localizar a posibles infectados en función de los viajes que hubieran hecho. Quien se aproxima en Corea a un edificio en el que ha estado un infectado recibe a través de la “Corona-app” una señal de alarma. Todos los lugares donde ha habido infectados están registrados en la aplicación. No se tiene muy en cuenta la protección de datos ni la esfera privada. En todos los edificios de Corea hay instaladas cámaras de vigilancia en cada piso, en cada oficina o en cada tienda. Es prácticamente imposible moverse en espacios públicos sin ser filmado por una cámara de vídeo. Con los datos del teléfono móvil y del material filmado por vídeo se puede crear el perfil de movimiento completo de un infectado. Se publican los movimientos de todos los infectados. Puede suceder que se destapen amoríos secretos. En las oficinas del ministerio de salud coreano hay unas personas llamadas “tracker” que día y noche no hacen otra cosa que mirar el material filmado por vídeo para completar el perfil del movimiento de los infectados y localizar a las personas que han tenido contacto con ellos.

Ha comenzado un éxodo de asiáticos en Europa. Quieren regresar a sus países porque ahí se sienten más seguros
Una diferencia llamativa entre Asia y Europa son sobre todo las mascarillas protectoras. En Corea no hay prácticamente nadie que vaya por ahí sin mascarillas respiratorias especiales capaces de filtrar el aire de virus. No son las habituales mascarillas quirúrgicas, sino unas mascarillas protectoras especiales con filtros, que también llevan los médicos que tratan a los infectados. Durante las últimas semanas, el tema prioritario en Corea era el suministro de mascarillas para la población. Delante de las farmacias se formaban colas enormes. Los políticos eran valorados en función de la rapidez con la que las suministraban a toda la población. Se construyeron a toda prisa nuevas máquinas para su fabricación. De momento parece que el suministro funciona bien. Hay incluso una aplicación que informa de en qué farmacia cercana se pueden conseguir aún mascarillas. Creo que las mascarillas protectoras, de las que se ha suministrado en Asia a toda la población, han contribuido de forma decisiva a contener la epidemia.

Los coreanos llevan mascarillas protectoras antivirus incluso en los puestos de trabajo. Hasta los políticos hacen sus apariciones públicas solo con mascarillas protectoras. También el presidente coreano la lleva para dar ejemplo, incluso en las conferencias de prensa. En Corea lo ponen verde a uno si no lleva mascarilla. Por el contrario, en Europa se dice a menudo que no sirven de mucho, lo cual es un disparate. ¿Por qué llevan entonces los médicos las mascarillas protectoras? Pero hay que cambiarse de mascarilla con suficiente frecuencia, porque cuando se humedecen pierden su función filtrante. No obstante, los coreanos ya han desarrollado una “mascarilla para el coronavirus” hecha de nano-filtros que incluso se puede lavar. Se dice que puede proteger a las personas del virus durante un mes. En realidad es muy buena solución mientras no haya vacunas ni medicamentos. En Europa, por el contrario, incluso los médicos tienen que viajar a Rusia para conseguirlas. Macron ha mandado confiscar mascarillas para distribuirlas entre el personal sanitario. Pero lo que recibieron luego fueron mascarillas normales sin filtro con la indicación de que bastarían para proteger del coronavirus, lo cual es una mentira. Europa está fracasando. ¿De qué sirve cerrar tiendas y restaurantes si las personas se siguen aglomerando en el metro o en el autobús durante las horas punta? ¿Cómo guardar ahí la distancia necesaria? Hasta en los supermercados resulta casi imposible. En una situación así, las mascarillas protectoras salvarían realmente vidas humanas. Está surgiendo una sociedad de dos clases. Quien tiene coche propio se expone a menos riesgo. Incluso las mascarillas normales servirían de mucho si las llevaran los infectados, porque entonces no lanzarían los virus afuera.

En la época de las ‘fake news’, surge una apatía hacia la realidad. Aquí, un virus real, no informático, causa conmoción
En los países europeos casi nadie lleva mascarilla. Hay algunos que las llevan, pero son asiáticos. Mis paisanos residentes en Europa se quejan de que los miran con extrañeza cuando las llevan. Tras esto hay una diferencia cultural. En Europa impera un individualismo que trae aparejada la costumbre de llevar la cara descubierta. Los únicos que van enmascarados son los criminales. Pero ahora, viendo imágenes de Corea, me he acostumbrado tanto a ver personas enmascaradas que la faz descubierta de mis conciudadanos europeos me resulta casi obscena. También a mí me gustaría llevar mascarilla protectora, pero aquí ya no se encuentran.

En el pasado, la fabricación de mascarillas, igual que la de tantos otros productos, se externalizó a China. Por eso ahora en Europa no se consiguen mascarillas. Los Estados asiáticos están tratando de proveer a toda la población de mascarillas protectoras. En China, cuando también ahí empezaron a ser escasas, incluso reequiparon fábricas para producir mascarillas. En Europa ni siquiera el personal sanitario las consigue. Mientras las personas se sigan aglomerando en los autobuses o en los metros para ir al trabajo sin mascarillas protectoras, la prohibición de salir de casa lógicamente no servirá de mucho. ¿Cómo se puede guardar la distancia necesaria en los autobuses o en el metro en las horas punta? Y una enseñanza que deberíamos sacar de la pandemia debería ser la conveniencia de volver a traer a Europa la producción de determinados productos, como mascarillas protectoras o productos medicinales y farmacéuticos.

A pesar de todo el riesgo, que no se debe minimizar, el pánico que ha desatado la pandemia de coronavirus es desproporcionado. Ni siquiera la “gripe española”, que fue mucho más letal, tuvo efectos tan devastadores sobre la economía. ¿A qué se debe en realidad esto? ¿Por qué el mundo reacciona con un pánico tan desmesurado a un virus? Emmanuel Macron habla incluso de guerra y del enemigo invisible que tenemos que derrotar. ¿Nos hallamos ante un regreso del enemigo? La “gripe española” se desencadenó en plena Primera Guerra Mundial. En aquel momento todo el mundo estaba rodeado de enemigos. Nadie habría asociado la epidemia con una guerra o con un enemigo. Pero hoy vivimos en una sociedad totalmente distinta.

En realidad hemos estado viviendo durante mucho tiempo sin enemigos. La guerra fría terminó hace mucho. Últimamente incluso el terrorismo islámico parecía haberse desplazado a zonas lejanas. Hace exactamente diez años sostuve en mi ensayo La sociedad del cansancio la tesis de que vivimos en una época en la que ha perdido su vigencia el paradigma inmunológico, que se basa en la negatividad del enemigo. Como en los tiempos de la guerra fría, la sociedad organizada inmunológicamente se caracteriza por vivir rodeada de fronteras y de vallas, que impiden la circulación acelerada de mercancías y de capital. La globalización suprime todos estos umbrales inmunitarios para dar vía libre al capital. Incluso la promiscuidad y la permisividad generalizadas, que hoy se propagan por todos los ámbitos vitales, eliminan la negatividad del desconocido o del enemigo. Los peligros no acechan hoy desde la negatividad del enemigo, sino desde el exceso de positividad, que se expresa como exceso de rendimiento, exceso de producción y exceso de comunicación. La negatividad del enemigo no tiene cabida en nuestra sociedad ilimitadamente permisiva. La represión a cargo de otros deja paso a la depresión, la explotación por otros deja paso a la autoexplotación voluntaria y a la autooptimización. En la sociedad del rendimiento uno guerrea sobre todo contra sí mismo.

Umbrales inmunológicos y cierre de fronteras.
Pues bien, en medio de esta sociedad tan debilitada inmunológicamente a causa del capitalismo global irrumpe de pronto el virus. Llenos de pánico, volvemos a erigir umbrales inmunológicos y a cerrar fronteras. El enemigo ha vuelto. Ya no guerreamos contra nosotros mismos, sino contra el enemigo invisible que viene de fuera. El pánico desmedido en vista del virus es una reacción inmunitaria social, e incluso global, al nuevo enemigo. La reacción inmunitaria es tan violenta porque hemos vivido durante mucho tiempo en una sociedad sin enemigos, en una sociedad de la positividad, y ahora el virus se percibe como un terror permanente.

Pero hay otro motivo para el tremendo pánico. De nuevo tiene que ver con la digitalización. La digitalización elimina la realidad. La realidad se experimenta gracias a la resistencia que ofrece, y que también puede resultar dolorosa. La digitalización, toda la cultura del “me gusta”, suprime la negatividad de la resistencia. Y en la época posfáctica de las fake news y los deepfakes surge una apatía hacia la realidad. Así pues, aquí es un virus real, y no un virus de ordenador, el que causa una conmoción. La realidad, la resistencia, vuelve a hacerse notar en forma de un virus enemigo. La violenta y exagerada reacción de pánico al virus se explica en función de esta conmoción por la realidad.

La reacción pánica de los mercados financieros a la epidemia es además la expresión de aquel pánico que ya es inherente a ellos. Las convulsiones extremas en la economía mundial hacen que esta sea muy vulnerable. A pesar de la curva constantemente creciente del índice bursátil, la arriesgada política monetaria de los bancos emisores ha generado en los últimos años un pánico reprimido que estaba aguardando al estallido. Probablemente el virus no sea más que la pequeña gota que ha colmado el vaso. Lo que se refleja en el pánico del mercado financiero no es tanto el miedo al virus cuanto el miedo a sí mismo. El crash se podría haber producido también sin el virus. Quizá el virus solo sea el preludio de un crash mucho mayor.

Žižek afirma que el virus ha asestado al capitalismo un golpe mortal, y evoca un oscuro comunismo. Cree incluso que el virus podría hacer caer el régimen chino. Žižek se equivoca. Nada de eso sucederá. China podrá vender ahora su Estado policial digital como un modelo de éxito contra la pandemia. China exhibirá la superioridad de su sistema aún con más orgullo. Y tras la pandemia, el capitalismo continuará aún con más pujanza. Y los turistas seguirán pisoteando el planeta. El virus no puede reemplazar a la razón. Es posible que incluso nos llegue además a Occidente el Estado policial digital al estilo chino. Como ya ha dicho Naomi Klein, la conmoción es un momento propicio que permite establecer un nuevo sistema de gobierno. También la instauración del neoliberalismo vino precedida a menudo de crisis que causaron conmociones. Es lo que sucedió en Corea o en Grecia. Ojalá que tras la conmoción que ha causado este virus no llegue a Europa un régimen policial digital como el chino. Si llegara a suceder eso, como teme Giorgio Agamben, el estado de excepción pasaría a ser la situación normal. Entonces el virus habría logrado lo que ni siquiera el terrorismo islámico consiguió del todo.

El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia. La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. No podemos dejar la revolución en manos del virus. Confiemos en que tras el virus venga una revolución humana. Somos NOSOTROS, PERSONAS dotadas de RAZÓN, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta.

Byung-Chul Han es un filósofo y ensayista surcoreano que imparte clases en la Universidad de las Artes de Berlín. Autor, entre otras obras, de ‘La sociedad del cansancio’, publicó hace un año ‘Loa a la tierra’, en la editorial Herder. Traducción de Alberto Ciria.

lunes, 27 de abril de 2020

EL DESPOTISMO Y LA DEMOCRACIA EN LA ERA DEL VIRUS


Por Roger Cohen. 26 de abril de 2020

La primera gran crisis del mundo posestadounidense está fea y se va a poner peor. Una pandemia exige una reacción pan-planetaria. En vez de eso, se encontró con el Dr. Pangloss (ese personaje de ‘Cándido’, la novela de Voltaire, que no solo mantiene el optimismo durante la tragedia, sino que además la justifica), en la Casa Blanca haciendo cortinas de humo e insistiendo, cuando el desastre se avecinaba, que Estados Unidos seguía siendo el mejor de todos los mundos posibles.

“No ha habido ni una pizca de aspiración de liderazgo estadounidense”, me comentó Carl Bildt, ex primer ministro sueco. “Eso básicamente es nuevo”, agregó.

Lo es. Estados Unidos como punto de referencia mundial se ha desvanecido. El premio al mayor acto de desaparición en la crisis del coronavirus es para Mike Pompeo, el secretario de Estado de Estados Unidos.

Digamos que nadie ha llenado el vacío mundial. Ni todos los funcionarios chinos ondeando banderas al descender de aviones en suelo europeo con ofertas de tapabocas y respiradores artificiales pueden ocultar el hecho de que todo esto comenzó con un Chernóbil biológico en Wuhan, encubierto durante semanas como resultado del terror que es la moneda de cambio de las dictaduras.

Las potencias asiáticas que mejor paradas han salido de este desastre son las democracias medianas de Corea del Sur y Taiwán. La gran competencia de déspotas y demócratas por la ventaja en el siglo XXI sigue abierta.

La Gran Depresión que comenzó en 1929 produjo dos resultados distintos a cada lado del Atlántico. En Estados Unidos condujo, a partir de 1933, al Nuevo Pacto de Roosevelt. En Europa, al ascenso al poder de Hitler en el mismo año, a la propagación del fascismo y, finalmente, a la devastación a una escala inimaginable.

Esta vez, a medida que el coronavirus detiene la producción y deja a más de 26 millones de estadounidenses en el desempleo mientras que en Europa ocasiona que los salarios se “nacionalicen”, como dijo el presidente francés Emmanuel Macron, los efectos de un colapso económico que no se ha visto en casi un siglo pueden revertirse.

Los Estados Unidos de Donald Trump, a los que la revista alemana Der Spiegel llama ahora “el paciente estadounidense”, están listos para una sacudida autoritaria.

El país, inundado por las mentiras de Trump, afectado por el virus, enterrado en la incompetencia, lacerado por la división y gobernado por un lunático desatado, se acerca a unas elecciones en noviembre cuyo robo, subversión o aplazamiento son escenarios creíbles. Nada en la psique de Trump le permite concebir la derrota, las perspectivas de su familia fuera del poder son escasas y la crisis es el pretexto perfecto para una toma de poder. La guerra, y esta pandemia tiene similitudes con una, fomenta el “engrandecimiento ejecutivo”, como advirtió James Madison.

Trump encarna el colapso personal y social que sabe explotar con tanta habilidad. Insulta a la prensa. Desacredita a los jueces independientes. Elimina los pesos y derriba los contrapesos. Se dedica a la abolición de la verdad. Se embolsa el sistema paso a paso. Se inyecta Lysol. Los fundamentos de la dictadura.

Europa es otra historia. Su división entre el norte próspero y el sur más pobre se agudiza por la pandemia, y su línea de fractura entre las democracias de Europa occidental y los sistemas antiliberales o autoritarios de Polonia y Hungría, se evidencia aún más, así el continente se enfrenta a una dura prueba de su capacidad de unidad y solidaridad. No ha tenido un buen desempeño, pero no lo descartaría.

La reacción europea inicial a la pandemia fue débil (Lombardía no olvidará pronto el abandono en el que se vio sumida) y la respuesta de la Unión Europea a la afirmación del 30 de marzo de un poder casi totalmente autocrático por parte del líder húngaro, Viktor Orbán, fue patética, equivalente al entreguismo.

El hecho de que la Unión Europea se comprometiera a proporcionar miles de millones de dólares en ayuda a Hungría a través de la Iniciativa de Inversión de Respuesta al Coronavirus el mismo día en que Orbán comenzó a gobernar por decreto durante un periodo indefinido fue “una locura, una desgracia y un peligro”, como me dijo Jacques Rupnik, politólogo francés. Orbán es un político al que Trump admira.

Pero en Angela Merkel, la canciller alemana, Europa ha vuelto a descubrir a una lideresa que inspira por su franqueza, cordura y firmeza. He aquí la hora, he aquí a la mujer.

Las sociedades europeas, con sus estados de bienestar que cubren los salarios de los trabajadores despedidos y proporcionan asistencia sanitaria universal, están mejor preparadas que Estados Unidos para un desastre de esta magnitud. Los gobiernos y el Banco Central Europeo ahora han movilizado recursos masivos.

Macron, en una entrevista con The Financial Times, ha argumentado que el virus debería en última instancia reforzar el multilateralismo y anunciar el retorno de lo “humano” por encima de lo “económico” o, dicho de otro modo en términos generales, anteponer la solidaridad europea al capitalismo estadounidense desenfrenado.

Sin duda, los mal pagados trabajadores que están en la primera línea de respuesta, los recolectores de basura, los trabajadores agrícolas, los camioneros, los cajeros de supermercado, los repartidores y el resto que han mantenido a las personas vivas y alimentadas, mientras los ricos se iban a las colinas o a las playas han dado una poderosa lección sobre la necesidad de una mayor equidad y una forma diferente de globalización. Los que padecen el COVID-19 se asfixian. También podemos asfixiarnos un día, como señaló Macron, en un planeta sobrecalentado y sobreexplotado. Que la lección nos lleve a un reequilibrio radical, tanto personal como corporativo, es otra cosa.

Lo que está claro es que, si la UE no defiende los valores democráticos liberales, esos valores quedarán huérfanos en el amenazador mundo de Trump, Putin y Xi Jinping.

Dije que la gran batalla entre la democracia y la dictadura del siglo XXI está lejos de haber terminado. Las emergencias les sirven a los autócratas, pero también sirven para demostrar los fallos de sus sistemas y provocar un replanteamiento radical.

La fecha crucial de esa lucha será el próximo 3 de noviembre. Si Trump gana, suponiendo que se celebren las elecciones, y el Dr. Pangloss continúe su ataque a la verdad, el campo democrático de Merkel-Macron padecerá. Si Joe Biden, el supuesto candidato demócrata, gana, Estados Unidos no recuperará ese mundo liderado por los estadounidenses, porque ese mundo se ha ido para siempre, pero el retorno de la decencia y los principios por los que se rige esta nación hará una enorme diferencia. Para empezar, Estados Unidos ya no dará carta blanca a los autócratas.

“El virus está atacando a un mundo incoherente y desglobalizado”, explicó Bildt. “Y mientras ese sea el caso, el virus gana”.

(c) The New York Times 2020

EL ECONOMISTA RICARDO ARRIAZU ALERTÓ: "SON DÍAS MUY PARECIDOS A LOS DEL RODRIGAZO"

El consultor resaltó los serios desajustes económicos que atraviesa la Argentina, y los comparó con lo que ocurría en el país en junio de 1975.

23/04/2020. Clarín.com Economía
El economista Ricardo Arriazu, posiblemente uno de los más consultados por el empresariado local, alertó por el particular momento que atraviesa la economía argentina.

En su modo de ver, dijo que lo que se está viendo en lo que va de 2020, pero sobre todo a partir de la paralización económica a la que obliga la cuarentena, es muy parecido a los días previos al Rodrigazo, esa mega devaluación seguida por una disparada de la inflación que estalló en junio de 1975.

En una entrevista concedida al canal de TV LN+, al ser consultado sobre si este momento argentino se parecía al de la hiperinflación de 1989 o la debacle post convertibilidad de 2001/2002, Arriazu respondió. "En realidad le falta una más, que es la que ocurrió en 1975. Y es a esa a la que más se parece este contexto. En el 73, el gobierno entró con un déficit fiscal del 3,5 del PBI y un pequeño superávit comercial. Hizo un programa en el que básicamente aumentó salarios, congeló precios, tipo de cambios y tarifas. E hizo una enorme expansión crediticia. Como la economía estaba más cerca de pleno empleo, esa expansión crediticia produjo aumento de actividad económica, deterioro del sector externo y produjo que suba la brecha en el paralelo. En ese momento hubo un evento externo, que fue la triplicación del precio del petróleo. Eso produjo una baja de los precios de las materias primas de un 35 por ciento. Y la Argentina pasó inmediatamente a tener un déficit comercial donde antes tenía superávit. Con el agregado del turismo empezó a perder reservas. El valor del paralelo se fue cuatro veces al valor del oficial, y cuando se quedaron sin reservas vino el Rodrigazo."

Otras definiciones de Arriazu:
-La humanidad está enfrentando uno de sus mayores desafíos: una pandemia y una implosión económica. Se está destruyendo todo el comercio , que es el 80 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) mundial" "Lo primero que hay que lograr es evitar una conflictividad y un colapso social. Lo segundo: hay que salvar a las empresas. Una vez hecho eso hay que evitar que esa expansión monetaria genere inflación. Y para eso es fundamental cuidar el superávit fiscal que tenemos.
- La humanidad está enfrentando uno de sus mayores desafíos: una pandemia y una implosión económica. La Argentina no es ajena. Tiene ambas. Pero además le pasa lo que le pasa a todos los países emergentes, que es que cuando la gente tiene miedo, busca vender todos los activos que considera de riesgo.
-Por eso la gente vende acciones, cae el precio de las acciones (más del 50% en los países emergentes), venden bonos, caen los bonos. Sube el riesgo país. Buscan refugio en otros países. Con lo cual su moneda se devalúa. Cuando esa moneda va y entra a Estados Unidos se revalúa el dólar. Al suceder eso caen los precios de las materias primas y entonces el país se enfrenta al efecto de la pandemia, de la economía y del resultado de todo esto.
-Estamos en una implosión económica. Es algo que no se ha visto, donde desaparece la base de la economía moderna, de hace 7000 años, que es la especialización y el intercambio.
-Lo que se está tratando de hacer es en primer lugar darle ingreso a la gente que perdió al haberse caído el PBI, y darle dinero a las empresas para que no quiebren. En algunos países, por ejemplo, en Estados Unidos, la Reserva Federal expandió en tres semanas lo que serían sus activos, la base monetaria, en 46 por ciento. En la Argentina el crecimiento de la base monetaria fue del 41 por ciento.
- La gran diferencia es que en Estados Unidos hay confianza, es un país que tiene historia, liderazgo, que se cree a sí mismo. Y la Argentina es un país que no tiene moneda, no tiene crédito y no tiene reserva. Pero la Argentina tiene algunas fortalezas.Las fortalezas principales son un bajo nivel de monetización (no hay pesos para comprar dólares). El más importante es que tiene superávit comercial, que es lo que permite que no haya una explosión con esa emisión. Y lo tercero es que los precios relativos están relativamente ajustados. Y la situación fiscal argentina al comienzo era la más baja de la Argentina.
-Hay que evitar que la expansión monetaria genere inflación. Y para eso es fundamental cuidar el superávit fiscal que tenemos. Una aclaración: todas las hiperinflaciones en la Argentina fueron el resultado de que el gobierno se quedó sin divisas y el tipo de cambio oficial explotó. Si hay reservas y el tipo de cambio oficial no explota, generalmente no hay hiperinflación. Obviamente semejante emisión monetaria da una vuelta por el dólar paralelo y eleva su cotización, y esa brecha genera una cantidad de factores para sacarle dólares al Banco Central. Pero la Argentina ahí tiene una fortaleza que debe cuidar. Y cuando digo cuidar no es cerrando la economía. Se habla de la Gran Depresión del 29. Y uno de los grandes errores de aquello fue que al segundo día cerraron la economía. Esta vez no están haciendo eso.

sábado, 25 de abril de 2020

JUAN CARLOS DE PABLO: LA ECONOMÍA SE PUEDE LLEVAR PUESTOS A LOS FUNCIONARIOS


LA NACION. 23 de abril de 2020
 
Si los gobiernos pudieran determinar la evolución económica de los países, no habría crisis. Cuando los funcionarios creen que vía decretos, resoluciones, prohibiciones, subsidios, emisión monetaria, etc., lo pueden lograr, y actúan en consecuencia, los habitantes tenemos dos problemas: lo que ocasionó la crisis y el gobierno de turno.

En breve, el presidente de la Nación tendrá que tomar una difícil decisión: cuánto de la cuarentena dispuesta hasta ahora seguirá de aquí en adelante y durante cuánto tiempo. La cuestión, entonces, no es cuarentena sí o no, sino cuánta y durante qué lapso.

Con el tamaño que en nuestro país tiene la economía informal, con el impacto que sobre los bolsillos de los argentinos tuvo y tiene la paralización a la que estamos sometidos, por entendibles razones sanitarias, el peor error que pueden cometer los funcionarios es pensar que la población obedecerá de manera estricta cualquier extensión de la cuarentena en las condiciones que disponga el Poder Ejecutivo.

No puede esperarse, de un ser humano que se quedó en su casa, que muera en su domicilio porque obedece la cuarentena, pero no tiene cómo comprar alimentos o pagar otros gastos esenciales. Salta el cerco, a lo que venga.

No estoy invitando a la población a delinquir, estoy diciéndole al Gobierno que entienda que el conflicto entre salud y economía es cuantitativo. El Presidente tiene que ser exigente, con los infectólogos y con su equipo económico, para que tanto unos como otros diseñen e implementen todas las iniciativas que reduzcan el conflicto.

Por razones entendibles, en las decisiones presidenciales por ahora los primeros tienen las de ganar. Pero si los segundos no se mueven, temo que el salto del cerco sea creciente y, si esto ocurre, será imposible pararlo.

Quienes piensen que se puede emitir mucho dinero, pero que esto no genera inflación porque los precios están congelados, sencillamente no piensan; quienes piensen que los subsidios generalizados a las empresas, a los informales, etc., pueden ser un buen sustituto del funcionamiento económico, tampoco piensan. Y mucho menos piensan quienes creen que lo que puede ser aceptable durante una emergencia servirá para siempre porque estamos inventando una nueva teoría económica.

La economía no es una planilla de Excel; es la base material de la vida humana. Los funcionarios no pueden pretender que los seres humanos ajustemos nuestro comportamiento a sus velocidades.

miércoles, 22 de abril de 2020

CORONAVIRUS. RICARDO ARRIAZU: "DESAPARECIERON LAS BASES DE LA ECONOMÍA MODERNA"

Ricardo Arriazu: "Cuidar la economía no es cerrarla"
21 de abril de 2020

El reconocido economista Ricardo Arriazu analizó la coyuntura actual, atravesada por el avance del brote del nuevo coronavirus, y sostuvo que "la humanidad está enfrentando uno de sus mayores desafíos: una pandemia y una implosión económica", provocada en gran medida por una destrucción del comercio.

"La implosión económica es algo que no se ha visto, donde desaparece la base de la economía moderna, de hace 7 mil años, que es la especialización y el intercambio. Lo que está pasando es que se está destruyendo todo el comercio, que es el 80 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) mundial, y se calcula que ello produce un efecto instantáneo del 25 por ciento del producto de caída", explicó Arriazu.

"Argentina no es ajena a la situación, tiene la pandemia y la implosión económica, pero además le pasa lo mismo que a todos los países emergentes, que es que cuando la gente tiene miedo busca vender todos los activos que consideran de riesgo", sostuvo el economista.

El especialista señaló que la situación actual no destruye el capital, sino a las empresas y a la personas. Por tal motivo, Arrizu advirtió: "Si no hay empresas, no hay recuperación posterior, entonces lo que se está tratando de hacer es darle ingreso a la gente que perdió, al haberse caído el PBI y darle plata a las compañías para que no quiebren".

En ese sentido, Arriazu destacó que el objetivo del ministro de Economía, Martín Guzmán, debería ser, en primer lugar, evitar un colapso social, en un momento en el que el país tiene un 39% de empleo informal, y en segundo lugar, "salvar a las empresas". Para ello, el especialista recomendó el modelo norteamericano y alemán que se basa en brindar créditos con garantías del Estado.

"Una vez hecho esto tengo que evitar que esa expansión monetaria genere inflación y para eso es fundamental cuidar el superávit fiscal que tenemos", advirtió Arriazu. Y al respecto, concluyó: "Obviamente cuidar no es cerrando la economía. Ese fue uno de los grandes problemas de la gran depresión".

LA NEOCOLONIZACIÓN: CÓMO ES EL PLAN DE CHINA PARA CONQUISTAR AMÉRICA LATINA Y LAS PELIGROSAS CONSECUENCIAS


El gigante asiático somete a países empobrecidos a fuerza de préstamos y promesas de inversiones. Mano de obra barata, precarización y deterioro ambiental. El modelo impuesto en África.
Por Laureano Pérez Izquierdo. 2 de noviembre de 2019. Director de Infobae América.

China ha iniciado -desde hace ya algunos años- un lento pero constante proceso de “neocolonización” sin freno. Principalmente en América Latina. Los rígidos estándares morales impuestos por el Partido Comunista (PCC) a la población y a su clase dirigente le impedirían al régimen someter a otros pueblos a fuerza de crucifijos o evangelios tal como ocurriera en siglos pasados. Tampoco los actuales tiempos permitirían invasiones militares. Es por eso que su voracidad expansionista lleva el sello de la Reserva Federal de los Estados Unidos: sus funcionarios ofrecen dólares. Muchos dólares. De a miles de millones. Y parece funcionar.

La sabiduría milenaria rinde frutos al PCC. Sus jerarcas -encabezados por Xi Jinping, el presidente del Gobierno central- conocen cada una de las debilidades y necesidades de los países del Tercer Mundo, cuya mayoría de líderes y conductores solo piensa en perpetuarse en el poder o en sobrevivirlo. África y América Latina, continentes relegados históricamente, son claros ejemplos del uso que Beijing hace de su dinero para explotar sus recursos e intentar imponer costumbres y leyes.

En la región latina, China extiende sus brazos -más activamente- desde hace algo más de una década. Siempre con la misma táctica: préstamos blandos y dinero fresco. Siempre con la misma estrategia: intentar apropiarse de los tentadores e infinitos recursos naturales y de la información. Venezuela, Bolivia, Perú, Ecuador y Argentina, por ejemplo, fueron algunos de los países donde hicieron pie a fuerza de yuanes convertibles. Desde 2005 alrededor de 141 mil millones de dólares descendieron como maná para regocijo de presidentes amantes del Socialismo del Siglo XXI. Los dólares eran transferidos desde el Banco de Desarrollo Chino y el Banco de Exportaciones e Importaciones de China.

La dictadura chavista conducida por Nicolás Maduro, por ejemplo, es un gran socio y deudor. De acuerdo con la Base de Datos Financiera de China y América Latina, los créditos que desembarcaron en Caracas en los últimos diez años alcanzaron unos 62 mil millones de dólares. Hasta el momento, aún tiene que pagar más de un tercio de esa suma.

Conociendo la delicada situación financiera y económica del Palacio de Miraflores, Beijing deberá esperar. Sabe que el goteo de barriles de petróleo y de áreas de explotación minera y de crudo se le asignarán a cambio de no ser un acreedor hostil. Es más: Maduro promueve una joint venture con la casa matriz de PetroChina, la partidaria Corporación Nacional de Petróleo de China más conocida por sus siglas CNPC. En conjunto crearían una nueva unidad de negocio que podría equivaler a 65 mil toneles cada 24 horas.

Pero hay otro riesgo y es el ambiental. ¿Bajo qué parámetros operan las compañías chinas que se instalan en la Cuenca del Orinoco para explotar -además de las refinerías- las minas de diamantes y oro de Venezuela? Es un misterio. ¿Bajo qué legislación laboral trabajan los empleados venezolanos? ¿O son en su mayoría chinos?

Ecuador, en tiempos de Rafael Correa, también fue un beneficiario de la generosidad oriental. Desde 2009 fueron alrededor de 17.500 millones de dólares los que se le destinaron. Los sectores que verían llover los dólares: hidrocarburos, electricidad, minería. Compañías como Sinohydro, Gezhouba, China Petroleum y Chinalco están a cargo de varios de los proyectos más grandes, no solo en tierra ecuatoriana, sino en todo América Latina.

Un informe elaborado por el Colectivo sobre Financiamiento e Inversiones Chinas, Derechos Humanos y Ambiente (CICDHA) -compuesto por un consorcio de ONG de Ecuador, Argentina, Perú, Bolivia y Brasil- documentó “la falta de cumplimiento del Estado chino de sus obligaciones extraterritoriales en materia de derechos humanos por al menos 18 proyectos operados por 15 consorcios empresariales chinos, que han actuado con el apoyo de 6 bancos chinos en Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador y Perú. De los 18 casos documentados, 7 pertenecen a la industria minera, 6 a la industria petrolera y 5 al sector hídrico. Asimismo, 15 afectan a territorios indígenas, 11 a áreas naturales protegidas, 5 son patrimonio natural y cultural reconocidos por la Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultural (UNESCO) y 12 corresponden a la región amazónica ecuatoriana, boliviana y brasileña”.

La vulneración de los derechos de las comunidades es una constante. “En Ecuador, el proyecto San Carlos Panantza, ha reportado varios allanamientos, detenciones arbitrarias e investigaciones judiciales contra líderes indígenas a raíz de la confrontación por los desalojos forzosos de agosto 2016, evento que dejó un policía muerto y nueve personas heridas”, denuncian las organizaciones de derechos humanos. Detalle: todos los ataques eran conducido por las corporaciones a cargo del plan de inversiones.

En la mayoría de los proyectos, China desoye las recomendaciones internacionales y atropella a las comunidades -sobre todo originarias- y al medio ambiente. En Bolivia, por caso, “el bloque petrolero Nueva Esperanza se superpone con uno de los tres territorios del pueblo indígena Tacana, el cual alberga a un pueblo indígena en aislamiento voluntario, Toromona. A pesar de que los Tacana se opusieron a la exploración petrolera, el Estado boliviano impuso el proyecto, y realizó un proceso de consulta en el que se acordaron condiciones para salvaguardar el territorio y proteger a los pueblos Tacana y Toromona. Sin embargo, BGP Inc. desconoció los acuerdos y causó daños ambientales afectando sus medios de vida”, señala el mismo documento. Para Evo Morales algunos indígenas tienen más derechos que otros.

En la Argentina, en tanto, el Gobierno de Cristina Kirchner y el de Mauricio Macri -de diferente signo político- coincidieron en algo. Permitieron y alentaron la instalación de una base de “observación” en la Patagonia de uso exclusivo del gobierno chino. Allí está vedada la participación de funcionarios argentinos. Nadie se puede acercar a ver de qué se trata esa gigantesca antena capaz de recoger las comunicaciones en todo el continente. So lo uniformados con bandera roja y estrellas amarillas pueden cruzar sus portones.

África bajo China
El continente africano es una de las mayores apuestas de China. Políticamente inició sus primeros pasos en los años 60, cuando comenzó a disputar su influencia en aquella región con los Estados Unidos y su rival en el comunismo, la Unión Soviética. Eran tiempos de Guerra Fría en los cuales el dinero no florecía en la capital de la Ciudad Perdida. Ahora es otra la historia... al menos económica.

En Nigeria, por caso, además de las grandes empresas asociadas con Beijng como Huawei o China Bridge, el régimen empuja a empresarios más pequeños a instalarse en el extranjero y penetrar en poblaciones hasta el hueso. Abandonan China por la escasa oportunidad de negocios internos que pueden encontrar en una población mayoritariamente empobrecida. O por orden directa.

En aquel país africano los ejemplos abundan. Igbesa, una pequeña área a 60 kilómetros de Lagos, la ciudad más importante de la nación es uno de ellos. En esa zona de libre comercio quienes mandan son empresarios chinos a quienes el poder central nigeriano les facilitó todo. Los “inversionistas” prometieron mejorar las infraestructuras. Lo hicieron al extremo: ahora en el importante y extenso poblado lograron imponer leyes propias, una policía que les responde y su administración. Un estado dentro de otro donde quienes tienen el manejo son hombres de negocios enviados por el PCC, que además de controlar el terreno, ordenan quién puede y quien no comercializar productos a través de las fronteras.

Pero la olvidada ciudad del estado de Ogun no solo sufre el yugo policial chino. También el medio ambiente es víctima de la destrucción. Su población ha hecho pedidos desesperados para que las autoridades pusieran un freno a lo que llaman una “invasión” de tierras. La comunidad ha denunciado que al menos 500 hectáreas habían sido destruidas por los “inversores” a pesar de que no podían hacer una explotación de ellas.

En términos absolutos la fracción aludida no parece extensa... si uno no es propietario de alguna de las hectáreas de allí. Los representantes legales chinos respondieron con dureza: amenazaron a los dueños con demandarlos ante la Justicia y retrotraer la adquisición que habían conseguido en 1977. Un litigio para ellos resultaría impensado en términos económicos. El gobierno de Nigeria, mientras tanto, mira hacia otro lado.

“Cada vez que vengo a África veo el dinamismo del continente y las aspiraciones de su gente para el desarrollo”. Las palabras corresponden a Jinping. Las pronunció en julio de 2018 en su cuarto viaje al continente. Seguramente no se refería al dinamismo y desarrollo percibido por los hombres y mujeres de Ogun.

Namibia es otro claro ejemplo. Le abrió completamente las puertas de sus recursos naturales, casi la exclusiva fuente de ingresos para la economía de aquel estado relativamente nuevo. A pesar de las promesas de crecimiento hechas por los “inversores”, ninguna permitió el desarrollo de su economía o infraestructura. La nación continúa atrasada.

Pero no solo aquella explotación de sus riquezas (diamantes, cobre, uranio, oro, plata, plomo, estaño, litio, cadmio, tungsteno, zinc y ¿petróleo?) interesa a Beijing. También su influencia política. Hace apenas diez días ambos gobiernos firmaron un acuerdo por el cual el régimen chino capacitaría a sus fuerzas armadas. Se trata del Colegio de Personal y Comandos dirigido por el PCC. Para el presidente del país africano, Hage Geingob, se trata del aporte de conocimiento en guerras tácticas y operativas y del papel de los militares en una “sociedad democrática”. Nadie se animó a lanzar una carcajada cuando las palabras “China” y “democracia” fueron conjugadas en la misma oración.

También emerge otra ironía: Namibia logró independizarse definitivamente en 1990. La rebeldía que supo tener en épocas coloniales parece haberla olvidado al dejar en manos de otro imperio recursos y entrenamiento militar, instrumentos que cualquier discurso político colocaría bajo el paraguas de la soberanía.

Otras naciones africanas también han permitido el desembarco del dinero y funcionarios y empresarios enviados del régimen comunista chino: Angola, Etiopía, Kenia, Senegal, Sudán o Yibuti, son otras de las bendecidas. En septiembre de 2018, Jinping había prometido flamantes capitales en el continente por 60 mil millones de dólares. A los gobernantes les brillaron los ojos. Alguno habrá exagerado una emoción. El gesto del jerarca chino, en cambio, era indescifrable. Su objetivo, no. Tres años antes también había ofrecido una suma idéntica que fue concretando. Los leones se relamían.

En concreto, esa última suma -anunciada el año pasado en la cumbre del Foro de Cooperación China-África- se repartirá en 15.000 millones de dólares en préstamos sin intereses, 20.000 millones en líneas de crédito, 10.000 millones en fondos para el desarrollo y 5.000 millones para financiar las importaciones africanas. El resto en otro tipo de capital privado.

El comercio bilateral entre China y el continente crece alrededor de un 20% anual. Desde el año 2000 Beijing concedió créditos por 136.000 millones de dólares, según datos de la consultora estadounidense McKinsey. El argumento es siempre el mismo desde la oficina de Jinping: el desarrollo de África. Sin embargo, en ese lapso es poca la evolución que puede observarse en aquellos países.

En 20 años un total de 5 millones de niños han muerto como consecuencia de la falta de un sistema sanitario eficiente y de agua potable en el continente que China dice ayudar. ¿Dónde están las inversiones de miles de decenas de millones de dólares? Una nota del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) de enero de este año advertía que “miles de personas viven en riesgo de inanición en Somalia, Sudán del Sur, Nigeria y Yemen y se hace más importante que nunca no olvidar para que la tragedia no se repita”.

Difícil de sostener la defensa de esas inversiones que no están orientadas a lo más básico para el ser humano: la subsistencia alimentaria. En cambio, los planes del régimen trazan otros horizontes. Decenas de empresas tecnológicas desembarcan en países africanos para realizar tendidos de todo tipo: redes móviles, eléctricas, aeropuertos, internet.

El manejo de estas redes implica además el manejo discrecional de la información que ellas poseen. Y los ejemplos de mal uso son numerosos. El más escandaloso es el que puso al descubierto una publicación del diario norteamericano The Wall Street Journal que indicó que la mayor telefónica aliada al PCC -Huawei Technologies Co.- habría ayudado a gobiernos locales a espiar rivales políticos. La compañía desmintió de inmediato la información y amenazó con un juicio al periódico radicado en Nueva York. Sin embargo, las pruebas presentadas por el equipo de investigación periodística eran contundentes y verosímiles.

En el artículo se describió cómo funcionaba el mecanismo que sirvió para interceptar y desbloquear comunicaciones encriptadas de opositores, hackear sus redes sociales o rastrearlos en tiempo real. Hasta uno de los gobiernos favorecidos agradeció públicamente la gestión. ¿Impunidad o ingenuidad?

Una de las víctimas fue un dirigente político con ascendencia sobre la juventud y miembro del parlamento de Uganda. Se trata de Robert Bobi Kyagulanyi, quien además es un reconocido músico. Bobi estaba siendo espiado por la unidad de vigilancia digital del régimen de Yoweri Museveni. Sin embargo, sus técnicos no pudieron penetrar su celular ni sus redes sociales. Fue en ese momento cuando habrían acudido al principal jugador móvil del país.

Los técnicos de la firma china constituyeron entonces la solución al problema que enfrentaba el régimen: espiar a un rival del presidente Museveni, de acuerdo a The Wall Street Journal. Necesitaron dos días para cumplir con su misión. Fue así que consiguieron penetrar sus diálogos a través Whatsapp y de Skype. Documentaron todos sus movimientos y desarticularon manifestaciones que estaba planificando. Bobi fue apresado.

En Zambia, otro presidente, Edgar Lungu también sospechaba de sus rivales y no tenía las herramientas necesarias para atraparlos. Es por eso que ordenó un sistema de espionaje que no fue suficiente. Fue por ello que su policía digital debió recurrir a técnicos más confiables. Casualmente, trabajaban para la empresa de tecnología más grande del mundo a la que Beijing protege.

En esta oportunidad fueron dos los expertos de Huawei que habrían sido contratados por el gobierno zambiano. Trabajaron en conjunto desde agosto de 2018 hasta fines de abril de 2019. Dedicaron sus conocimientos a infiltrarse en las redes y los teléfonos de bloggers molestos para el régimen. Liswaniso Songiso, Patrick Mweetwa, Derrick Munshya y Emmanuel Kamosha, los espiados, fueron detenidos tras el “exitoso” hackeo.

El dominio podría extenderse aún más si Huawei consigue contratos de red 5G en Europa, África y América Latina. ¿Quién controlará las puertas traseras que este tendido albergaría en todo el planeta? ¿Quién estaría dispuesto a regalarle al neocolonizador su omnipresencia en las telecomunicaciones?

La tentación es mayúscula para cualquiera necesitado de dinero y promesas de inversiones. Máxime en continentes pobres y con rumbo dispar. Mucho más si se trata de naciones cuyos líderes lo único que suelen ver hacia el futuro es su propio proyecto político y no el desarrollo sostenible en el tiempo sin comprometer los recursos naturales, uno de los principales valores que un país puede tener, además de la visión estratégica de sus conductores.