El politólogo y profesor
analizó la crisis del coronavirus en Argentina y el mundo
Por Sebastián Fest. 28 de
abril de 2020. Especial para Infobae
¿Una solución europea para los
problemas argentinos? Andrés Malamud larga una pequeña risa y avanza con más
fuerza en su análisis: la crisis del coronavirus en Argentina está siendo
manejada por un trío de porteños, y eso tiene consecuencias que ya se están
viendo. Y añade: “Una pandemia es un asunto demasiado serio como para dejarlo
en manos de los sanitaristas”.
“La cuarentena argentina es la
revista Barcelona: una solución europea para los problemas argentinos, es algo
que no hicieron ni Estados Unidos, ni México, ni Brasil”, dijo Malamud durante
una entrevista con Infobae en la que advirtió que la cuarentena “va a dejar de
ser efectiva” y aseguró que Cristina Kirchner está dando los pasos correctos
“para mantener la estabilidad política” y “una eventual sucesión” de Fernández.
Desde el balcón del Atlántico
que es Lisboa, el politólogo y profesor que es Malamud observa lo que sucede en
la Argentina y en todo el mundo. Cree que Jair Bolsonaro no está loco, aunque
sí corre peligro de perder el poder, ve posible que China esté detrás de la
decisión argentina de congelar el Mercosur y pronostica que en pocos meses la
efervescencia social que se veía hasta hace poco en muchos países de América
Latina se va a multiplicar. Y añade una frase al recordar el caso de Sara, la
señora de 83 años que salió a tomar sol en un parque y le creó un gran problema
a la policía al violar la cuarentena: “No todos podemos ser Marcelo Tinelli,
que hace lo que quiere y nadie le dice nada”.
- Usted vive en Portugal, que
según las cifras está manejándose bien en la crisis del coronavirus. ¿Cómo lo
hace?
- Le está yendo mejor que a
los vecinos, de eso no hay dudas. En muertes tiene 75 por millón, está al nivel
de los nórdicos buenos. Alemania está mejor que Portugal, pero así y todo se
puede decir que le está yendo bien, porque británicos, españoles, franceses e
italianos están entre 300 y 500 muertes por millón de personas. América Latina
está mejor que Portugal, pero llegó tarde, mide peor y ahora viene el invierno.
Hasta Brasil está bárbaro en los números por millón comparando con Europa.
Todavía.
- ¿Qué hizo bien Portugal?
- Dos factores: Portugal
agarró la crisis temprano, la vio venir y se preparó a tiempo. Le llegó después
que a Italia y España. Por el otro, la respuesta muy clara del poder político.
El líder de la oposición le dijo al primer ministro en el Parlamento: durante
esta crisis no somos oposición, somos colaboración.
- Tomemos el caso de Pedro
Sánchez en la vecina España, que vive un drama de proporciones. ¿Podrá sobrevivir
políticamente una vez superada la pandemia?
- Puede. A pesar de que su
gestión no es brillante, el hecho de que estemos en tiempos de emergencia le da
oxígeno. El problema viene después. Es altamente improbable que le facturen los
muertos, pero le van a facturar la recesión después. Maquiavelo decía que es
mejor para el príncipe matar al padre que robarle la bolsa a sus enemigos,
porque el padre no se recupera, la bolsa sí. La pandemia deja muertos, la
recesión deja pobres. La gente te factura eso, la pobreza. Todos los líderes
van a pagar la recesión, Trump lo tiene muy claro, sabe que se juega la
reelección en la recesión, no en la pandemia.
- Lo que está diciendo es que
los muertos no votan.
- Exactamente. Y la gente no
te factura los muertos, te factura el bolsillo en tiempos normales. La pandemia
va a pasar, pero si se vota en pandemia, en guerra, los gobiernos ganan. Si se
vota fuera de la pandemia, pierden.
- ¿A eso está jugando también
Bolsonaro en Brasil?
- Sí, Bolsonaro sabe que su
supervivencia depende de la economía y que la cuarentena hubiera destrozado la
economía. Probablemente la no cuarentena también, pero su apuesta es que si lo
obligan a hacer cuarentena la culpa de la recesión sea de los gobernadores, que
la están forzando, y no de él. Algo así como “ustedes rompieron la economía, yo
quería que la gente siguiera trabajando”. La apuesta de Bolsonaro es que la
recesión inevitable sea de otros.
- O sea que Bolsonaro no está
loco...
- No, no está loco. Y no me
creas a mí. Hay una entrevista maravillosa a un epidemiólogo sueco que sostiene
la postura diferente, la que siguieron los británicos al principio. Dice lo
mismo que Bolsonaro de manera mucho más razonable: esto es una gripe un poco
fuerte, va a matar a alguna gente, pero si no la mata ahora la va a matar
después, porque aplanar la curva es postergar el pico, y lo que tenemos que
buscar es que haya las consecuencias menos graves posibles ante algo que va a
pasar de todos modos.
- ¿Por qué los suecos siguen
con esa política y los británicos no?
- En el corto plazo no les
está funcionando, mucha gente se pregunta cuándo los suecos se convirtieron en
el primo tonto entre los nórdicos. Pero los suecos tienen otro cálculo: tenemos
más muertes ahora, pero esto lo tenemos que juzgar dentro de un año, y ahí
vamos a ver la estrategia más adecuada. Boris Johnson cambia de idea por el
documento del Imperial College y la presión de los países cercanos. Fue la
presión de otros países que hacían otras cosas.
- En el contexto europeo, el
caso de Portugal es comparable al argentino en el latinoamericano. ¿En qué nos
parecemos? ¿Y en qué no?
- Cuarentena precoz y acuerdo
político. Después hay diferencias, porque Portugal es un país unitario en el
continente y luego tiene un par de archipiélagos muy aislados. Los cuatro
grandes países federales de América son Estados Unidos, México, Brasil y
Argentina. El presidente, el poder federal, fue reacio a la cuarentena en esos
tres países, y los poderes locales fueron favorables, porque los gobernadores
pagan el costo de la salud pública, de las muertes, pero no pagan el costo de
la recesión, ese costo lo paga el gobierno federal, de ahí se explica lo de
México, Brasil y Estados Unidos. En la Argentina, como tenemos un presidente
urbano, porteño, hubo alineamiento de preferencias, entre el poder federal y
los poderes locales. Todos pro cuarentena, considerando secundaria la cuestión
de la recesión. Alberto Fernandez está jugando un juego riesgoso. La cuarentena
argentina es la revista Barcelona: una solución europea para los problemas
argentinos. es algo que no hicieron ni Estados Unidos, ni México, ni Brasil. De
las cuatro grandes federaciones de las Américas tres tomaron un camino y
Argentina tomó el camino europeo.
- Eso, podría decirle alguno,
confirma esa vieja idea de que somos europeos...
- Eso confirma que Alberto
Fernández es porteño, porque Cristina no hubiera hecho lo mismo. Alberto
Fernández, Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof: los tres que decidieron
son hombres porteños con el oído y el corazón en la avenida Corrientes. Tienen
una sensibilidad porteña, burguesa, de ingresos superiores al promedio nacional
y con biblioteca, Netflix e Internet en casa. Así, la cuarentena es tolerable,
no tienen que ganarse la diaria. En otras regiones del país la situación es más
compleja y esto es lo que está reconociendo la actual flexibilización.
- ¿Qué conclusiones sacás de
lo sucedido este fin de semana, de las tensiones entre el presidente y los
gobernadores?
- Nadie discute la cuarentena.
Y nadie discute que la cuarentena se tiene que terminar. La pregunta es cuando
y cómo. Y la respuesta es, con un buen timing y de manera inteligente. Cuando
Fernández dice que tiene un plan, y que ese plan tiene cinco etapas, hace
referencia a eso, al timing y a la inteligencia.
- Pero por primera vez se
advirtió un quiebre con los gobernadores.
- Es que ahora está cayendo la
ficha de que la estructura social latinoamericana no resiste mucho tiempo la
estrategia sanitaria europea. El dilema que tantos niegan es ahora real.
- ¿Puede precisar con más
detalles ese dilema?
- Es simple: una pandemia es
un asunto demasiado serio como para dejarlo solo en manos de los sanitaristas.
La frase, espero que se entienda, es una remake sarcástica de aquella que dice
que “la guerra es un asunto demasiado serio como para dejarlo en manos de los
militares”. La pandemia es sinfónica, enfrentarla con un solo instrumento sería
un error.
- ¿La Argentina está usando
solo un instrumento? ¿O ve algún otro músico que esté preparándose?
- Quizás empresarios,
trabajadores, cientistas sociales, psicólogos y diseñadores de software tengan
algo que aportar. Y si antes de la pandemia se prometió una mesa de
concertación social, ahora parece aún más necesaria.
- ¿Cómo ve el estilo de
comunicación del presidente, ese instalarse como “primer profesor de la
República”?
- Es lo que sabe hacer, él
sabe negociar y explicar, está en una zona de comfort, y no lo critico. Asume
con un plan, que es renegociar la deuda, ahora se encuentra con otro problema y
tiene dos planes: renegociar la deuda y la cuarentena. No creo que haya ni
alternativa a esos dos planes ni secuencias. Como con esto les está yendo más o
menos bien, aunque esto se acaba, las dos cosas se acaban, tienen un periodo
limitado, tendremos que ver a Alberto Fernández gobernando la emergencia, como
piloto de tormentas, y no solo como profesor en jefe.
- ¿Pero no es precisamente
ahora un piloto de tormentas?
- No, me da la impresión de
que lo que está haciendo es explicando, está comunicando. Está comunicando
bien.
- ¿Está comunicando bien?
- Sí, comunica bien. Informa
mal, que no es lo mismo. Transmite lo que hace falta transmitir, que es
credibilidad y contención, no transmite la información necesaria, y por eso
después hay que explicarlo y aclararlo.
- ¿Hay un enamoramiento de la
cuarentena?
- La cuestión es esta: el
resultado es por ahora efectivo, pero va a dejar de serlo, porque tiene
rendimientos decrecientes. Caminar hacia el abismo no es un problema si no te
tirás, el problema es el último paso. Si aumentás la temperatura de 60 a 90
grados no importa, pero si la subiste de 99 a 100 la herviste y no te sirve
para el mate. Es una sintonía muy fina y es un riesgo.
- No es una probabilidad, pero
sí una posibilidad que el presidente de la Nación se enferme y que asuma el
poder, como ya sucedió en otros países, su número dos. En nuestro caso sería
Cristina Kirchner. ¿Cómo reaccionaría el país ante una situación de ese
calibre?
- Tenemos que creer que las
instituciones son fuertes y podrían procesar perfectamente la situación. Hay
casos en la Argentina y muchos en el mundo, uno cercano en el tiempo, el de
Brasil, de vicepresidentes que asumen en caso de renuncia, destitución o
muerte. En Estados Unidos pasó nueve veces en la historia, en Brasil ocho y en
Argentina siete. Y en general la sucesión fue estabilizadora, no
desestabilizadora. El presidente se va por el motivo que sea y el presidente
que llega estabiliza. En este caso el problema es la controversialidad de
Cristina, aunque ya fue ocho años presidente y la institucionalidad no se
rompió.
- Cristina está muy
silenciosa, salvo por su presentación ante la Corte Suprema. ¿Cómo la ve?
- El vicepresidente es una
figura ambigua en nuestra Constitución, porque el Poder Ejecutivo argentino es
unipersonal, y el vicepresidente preside el Senado, pero no es miembro, solo
desempata. Así que no es ni poder ejecutivo ni poder legislativo, y sin embargo
es al mismo tiempo cabeza de una de las dos cámaras legislativas y rueda de
auxilio del poder ejecutivo. En esa ambigüedad y esa potencialidad se juegan
muchas consecuencias políticas. Lo que hizo Cristina con la Corte fue afirmarse
en su presidencia legislativa y eso es funcional a Alberto, que lo que menos
necesita es que Cristina le dispute espacios de poder. Lo que ella hace es
funcional a la estabilidad política y genera mejores condiciones para una
eventual sucesión. Permite que Alberto sea mejor presidente y se prepara por si
ella tuviera que ser presidente. No complica al que está y no se complica a sí
misma disputando poder con el jefe de Estado.
- La propuesta del impuesto a
los ricos, de la que el presidente aparentemente no estaba enterado, ¿qué
explicación tiene dentro de la estrategia de la vicepresidenta?
- Se me ocurren dos
posibilidades. Una es la convicción genuina de que esto es justicia social, de
que el país pasa por una crisis y los que deben contribuir son los que más
tienen. La otra es la galvanización de la base propia, demagogia. Esto le gusta
a su gente y ella lo hace, salga o no. Si no sale, por lo menos contentó a sus
bases. Y si sale, consigue plata para la emergencia. Es un win-win político,
pero podría no serlo si lo que provoca es la emigración de los ricos y que se
lleven la plata. Aunque esto también podría pensarse como una jugada altruista,
porque Cristina y gente como Marcelo Tinelli tendrían que aportar bastante.
Esto es una jugada para tasar el stock y no el flujo, que es lo que tasan los
sistemas que funcionan.
- El ministro de Salud, Ginés
González García, admitió el temor que le generaron las imágenes de cientos de
miles de españoles en las calles una vez que se relajó la cuarentena. Mucha
gente cree que no estaríamos preparados para algo así porque somos
esencialmente deshonestos, o, más suavemente dicho, excesivamente pícaros.
- Te cuento la experiencia de
Portugal y que el lector haga la comparación. Acá el primer día que se hizo el
cierre de escuelas era invierno, pero había sol, y toda la gente se fue a la
playa. Al día siguiente fue tapa de todos los diarios, fue una gran vergüenza
nacional, porque en la playa se iban contagiar también aunque cerraran las
escuelas. No volvió a pasar. Existe una vergüenza social. La gente, confrontada
con su propia picardía, decidió no volver a repetir la experiencia. Quizás en la
Argentina también funcione.
- ¿Cree que en la Argentina
puede haber suficiente vergüenza social?
- Me encantaría creerlo. No
apostaría, pero no cierro la puerta.
- ¿Cómo va a lidiar Alberto
Fernández con la enorme recesión que se viene?
- Mal, pero no es que haya
muchos gobernantes en el mundo que vayan a lidiar bien. Argentina es más frágil
económicamente que la mayor parte de los países, porque tiene más inflación,
menos moneda y poco crédito.
- Sostiene Simon Kuper,
columnista del Financial Times, que la Argentina va inevitablemente al default,
pero que no debe preocuparse tanto, porque va a ir muy acompañada.
- Mal de muchos, consuelo de
tontos, aunque en realidad esto es falso, porque en el fondo esto significa que
no somos tan tontos.
- ¿Y entonces...?
- Si vos debés un millón de
dólares tenés un problema, si debés cien millones es el banco el que tiene un
problema. Si muchos países del mundo entran en default entonces habrá que tomar
una medida general. Si solo Argentina entra en default, entonces nos pueden
dejar caer. Si otros cincuenta países entran en default, el sistema no lo puede
permitir, nos tienen que rescatar.
- Y ahí hay una situación muy
peculiar de la Argentina: la condonación de la deuda de países africanos es una
reacción habitual ante grandes crisis, pero plantearse la condonación de la
deuda de un país medio como es la Argentina, que además es miembro del G-20, es
complicado.
- Exactamente. Argentina es el
país más ambiguo del mundo, porque pretende una solución de país menos desarrollado,
como los del África subsahariana, siendo un país medio, emergente, y estando en
el club de los ricos. Tenemos características de los tres grupos y no somos
relevantes como para que nos presten atención. Lo que te dijo Kuper es cierto:
si otros países tienen el mismo problema, más chance tenemos de que nos presten
atención para la solución. Estamos en medio de una crisis sistémica.
- En este contexto, Argentina
le da un portazo a sus socios del Mercosur y se baja de acuerdos de libre
comercio que estaban por cerrarse. ¿Qué opina de la decisión en sí y de las
formas?
- El Mercosur funciona por
consenso, eso significa que si un país se opone los demás no pueden hacerlo. Es
la regla básica. En la Unión Europea no, se aplica la mayoría. Si no estás de
acuerdo y perdiste te la tenés que aguantar. En el Mercosur no hay ninguna
posibilidad, en ningún área de políticas públicas, de que te puedan imponer una
decisión. En ese contexto, levantarse de la mesa es innecesario, porque sentado
en la mesa tenés poder de veto. ¿Cuál es la razón para haberse levantado de la
mesa? Tiene que ser una decisión política que mira a otra cosa. Quizás acentuar
el debilitamiento de Bolsonaro, darle una respuesta a tu propio electorado. Es
no tener recursos diplomáticos para invertir en relaciones internacionales,
porque los necesitás para otra cosa. Cualquier razón que busques no está dentro
de las reglas del Mercosur, que de ninguna manera necesita una decisión de este
tipo. Al contrario: si querés volver te vas a tener que bancar las decisiones
que tomaron los demás sin tu participación.
- ¿Y entonces por qué se hizo?
- La excusa del gobierno fue
cómo la pandemia le pega a la Argentina, fue una explicación doméstica. Pero no
se si es esa.
- En el comunicado se habla de
la profunda convicción argentina de que la integración es lo mejor para el país
y la región.
- Es una explicación
contradictoria. La integración regional entre países desarrollados se da porque
comerciar entre ellos es mutuamente beneficioso. La integración regional entre
países en vía de desarrollo se da para mejorar sus condiciones de negociación
externas. Los países desarrollados buscan crear un mercado común, los países en
desarrollo buscan acceder a mercados externos. Los mercados externos son la
razón de ser del Mercosur, porque el Mercosur por si solo no nos alcanza para
generar los dólares que necesitamos, hace falta exportar más allá. El Mercosur
es un trampolín, no puede ser una fortaleza. Ni siquiera la Unión Europea es
una fortaleza, por eso tiene acuerdos con el resto del mundo. La concepción de
la integración como fortaleza tiene 40 años y caducó.
- ¿El gobierno argentino está
funcionando entonces con una concepción antigua?
- Excelente pregunta, pero no
necesariamente es así. El mundo que viene va a acentuar más los mercados
internos, porque descubrimos que la integración de cadenas globales nos deja
dependientes de otros países que si cortan la cadena nos dejan sin producto. Va
a haber más duplicación, fabricación en China, pero también en la Argentina. Va
a haber más mercado doméstico, aunque el mercado doméstico argentino es
liliputiense, es ínfimo. Corea del Sur tiene un buen mercado doméstico, Japón
tiene un buen mercado doméstico. Argentina no, y ni siquiera la totalidad del
Mercosur. Hay que fortalecer el mercado doméstico, sin dudas, pero no alcanza
con eso. El mundo que viene va a ser un mundo de economía de la información y
de alimentos.
- Ahí tenemos ventajas
comparativas, ¿o no?
- Exactamente, pero correrse
de las negociaciones internacionales nos perjudica, sobre todo para la venta de
alimentos. Si el mundo que viene es asiático, como suponemos, los asiáticos
necesitan mucha comida que ellos no producen. Y menos energía: los que producen
petróleo hoy tienen problemas, los que producimos alimentos estamos
beneficiados. Si nos cerramos nos perjudicamos a nosotros mismos.
- Felipe Solá fue dos veces
secretario de Agricultura, conoce el tema. Hoy es canciller, ¿es el adecuado
para el momento?
- Por antecedentes, sí. Por
práctica no estoy seguro. Porque se está cerrando. La apuesta argentina tiene
que ser alimentar a Asia, a granel y en detalle. China, India, Japón, Corea del
Sur, Filipinas e Indonesia: más del 50 por ciento de la humanidad vive ahí.
Occidente es una península periférica del mundo que viene y Argentina es un
país marginal dentro de esa península periférica. Si no entendemos la
proporción ínfima que tenemos en el mundo no nos va a ir muy bien.
- ¿Cabe la posibilidad de que
China haya jugado un rol más importante de lo que se sabe detrás de esta
sorprendente decisión de Argentina?
- No tengo la menor idea, pero
no lo descarto. Para complicar a Bolsonaro, para terminar de sacárselo de
encima, Argentina le hace el servicio a China. Tiene sentido pensar que China
apoya o simpatiza con esta decisión argentina, por lo que entonces sería una
decisión más racional de lo que parece. Bolsonaro está alineado con Estados
Unidos y enfrentado a China. Argentina no le importa mucho a China, pero Brasil
le importa un poco más. Si Argentina ayuda a recuperar a Brasil, bienvenida
sea. Un dato: si cae Bolsonaro, su vicepresidente, Hamilton Mourao, es un
pragmático en las relaciones internacionales. Mientras el canciller de Brasil
doblaba la apuesta todo el tiempo contra China, Mourao era el que viajaba a
Pekín para curar las heridas.
- Se teme a la influencia de
los militares en las democracias latinoamericanas, pero en este caso Mourao
parece alguien mucho más sensato que Bolsonaro.
- Las Fuerzas Armadas no están
a cargo del gobierno brasileño, es un grupo de militares que actúa por su
cuenta, no en nombre de la corporación militar. Por ahora. Se suponía que eran
los adultos en la sala, pero algunos de ellos terminaron alineados con
Bolsonaro, que, como Trump, es indomesticable. Mourao es el único que tiene un
cargo que no depende de Bolsonaro.
- Ser candidato a
vicepresidente de Brasil es la gloria...
- Ya hay ocho que llegaron al
cielo y uno que está en precalentamiento.
- Hay gente que sostiene que
Bolsonaro firmó su partida de defunción al echar a Sergio Moro, ¿coincide?
- La partida de defunción de
Bolsonaro necesita dos firmas. La de Moro y la de Paulo Guedes. Todavía tiene
sobrevida. Si se cae Guedes, no le veo mucho futuro...
- En medio de todo este lío
mundial está la pregunta de si Kim Jong un está vivo o no. ¿Importa tanto eso
ahora? ¿Y por qué importa?
- Es una cuestión fascinante.
Nosotros creemos que hay dos Corea, pero hay tres. La tercera es la etnia
coreana que vive en Manchuria, la zona china limítrofe con Corea. Lo que China
quiere evitar es una unificación de la península coreana que pueda generar
reclamos de los coreanos chinos. Le temen al secesionismo de Manchuria. Para
eso es que garantiza desde hace décadas la estabilidad política de Corea del
Norte. Fue muy eficiente hasta ahora, no veo razones para que deje de serlo.
- ¿Y cuál es el poder de daño
de Corea del Norte hoy?
- Dos. Las armas atómicas, por
un lado, y los ciberataques. Tanto Trump como Bolsonaro denunciaron como
fraudulentas las elecciones en las que ganaron ellos, imaginate lo que podría
pasar si perdieran. Si Corea del Norte hackea las elecciones de noviembre en
Estados Unidos y Trump pierde es un desastre. Y si gana también, porque pueden
ser los demócratas los que hagan la denuncia. Es decir: una potencia con
ciberataques que generan incertidumbre en las elecciones de Estados Unidos te
incendia el planeta.
- El hackeo sucedió ya con
Rusia hace cuatro años.
- No creo que lo haga China,
lo pueden hacer Rusia, Corea del Norte, Irán... Tienen capacidad, pero Estados
Unidos tiene capacidad de defensa, aunque hace cuatro años no quedó tan claro.
Ese es el riesgo.
- ¿Alguna vez imaginó que un
presidente de Estados Unidos llegaría a recomendar la ingesta de desinfectante
y meter luz dentro del cuerpo “de alguna manera”?
- Es una locura a nivel de
política doméstica y una amenaza a nivel de política internacional. Nunca
imaginé algo así. Lo de Gran Bretaña, donde pasaron muchas cosas, es un juego
de niños al lado de lo de Estados Unidos. Al final Gran Bretaña sigue siendo un
país más serio y previsible. ¿Y por qué los comparo? Porque fueron los dos
países que resistieron al nazismo y sostuvieron la democracia, y ahora son dos
países que parecían volcarse para el lado de la demagogia payasesca. En el caso
de Estados Unidos ya no es payasesca, es criminal. Gran Bretaña detuvo la
caída, tiene un sistema nacional de salud que es ejemplar, tiene un primer
ministro que es salvado en un hospital público por enfermeros inmigrantes. Gran
Bretaña sigue siendo un país decente, Estados Unidos dejó de serlo. Recomendar
que se tome lavandina y después negarlo es indecente.
- ¿Nos puede sorprender aún
con algo Trump?
- En un año electoral Trump
puede necesitar una guerra, pero la guerra no es una invasión, ese tipo de
guerras ya no existen. Una guerra hoy puede ser en Venezuela, y puede ser un
misil contra el lugar donde esté Nicolás Maduro.
- Eso nos lleva a América
Latina, efervescente hace unos meses y contenida hoy.
- Hace cuatro meses América Latina
estaba detonada, vivimos la era de la bronca. La bronca hoy está en cuarentena,
pero cuando vuelva a la calle se encuentra con el doble de pobreza y el doble
de desempleo. Es inevitable encontrase un mundo más turbulento del que
teníamos, va a haber que redoblar los esfuerzos para controlar ese mundo. Con
redistribución, pero sobre todo con moderación política. El incendio es
inevitable. América Latina ya estaba incendiada, la pandemia apagó ese
incendio, pero las brasas siguen ardiendo dentro de las casas. Es como Chile:
están en casa, pero van a volver a salir. Y si en Argentina no tuvimos eso fue
por la expectativa de la alternancia. Cuando salgamos de la cuarentena no va a
haber posibilidad de alternancia, sino de tres años y medio más de lo mismo.