martes, 9 de octubre de 2012

Malas noticias para las universidades latinoamericanas

Por Andrés Oppenheimer | LA NACION
MIAMI.- Mientras la atención de América latina se concentraba en las elecciones de Venezuela, pocos repararon en una noticia que debería haber producido alarma: un nuevo ranking de las mejores universidades del mundo revela una ausencia casi total de instituciones latinoamericanas.
El Times Higher Education World University Ranking, que consigna las 400 mejores universidades del mundo y que fue dado a conocer en Londres el 3 de octubre, revela que, pese al hecho de que Brasil es la sexta economía del mundo y México la decimocuarta, no hay una sola universidad latinoamericana entre las 100 mejores y hay apenas cuatro entre las 400 mejores.
La universidad de la región que ocupa la mejor posición es la Universidad de San Pablo, Brasil, situada en el puesto número 158. La Universidad Estatal de Campiñas, Brasil, está en el grupo genérico en el que se amontonan las universidades que van del puesto 251 al 275, mientras que la Universidad de Los Andes, Colombia, y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), están en el grupo que va del puesto 351 al 400. No hay ninguna universidad de la Argentina, Chile, Perú, ni Venezuela entre las 400 mejores del mundo en este ranking. En comparación, hay 22 universidades asiáticas entre las 200 mejores, y 56 instituciones asiáticas entre las mejores 400.
El ranking sigue encabezado por universidades de Estados Unidos -el Instituto de Tecnología de California es la número uno del mundo, y siete de las primeras diez son universidades estadounidenses-, pero las instituciones asiáticas están ascendiendo. Varias instituciones chinas, japonesas y surcoreanas ascienden, mientras que 51 universidades estadounidenses perdieron terreno en relación con el año pasado.
Otros dos respetados rankings internacionales revelan resultados igualmente deprimentes para las universidades latinoamericanas. Ni el QS World University Ranking de Londres ni el de la Universidad Jiao Tong de Shanghai, China, incluyen a alguna universidad latinoamericana entre las primeras 100 del mundo.
Phil Baty, editor del ranking de Educación Superior del Times, me dijo en una entrevista telefónica que el motivo por el que hay tan pocas universidades latinoamericanas en los rankings es, entre otras cosas, porque los países latinoamericanos ofrecen poco apoyo económico a sus universidades, y estas últimas no hacen suficiente investigación. Con pocas excepciones, como la ayuda financiera que otorga el estado de San Pablo a sus universidades, casi todas las instituciones latinoamericanas reciben escasos fondos. Mientras Estados Unidos y Corea del Sur invierten el 2,6% de su PBI en la educación superior; Chile invierte el 2,5%, y México y la Argentina, el 1,4%, dice Baty.
"Las universidades de primera línea cuestan dinero -señaló-. Y en América latina vemos una concentración de recursos en universidades que tienen un enorme número de estudiantes y requieren mucho gasto en infraestructura, lo que les hace difícil invertir en investigación."
Muchos gobiernos latinoamericanos objetan estos rankings, alegando que la docena de indicadores que emplean -que incluyen encuestas de profesores universitarios de todo el mundo y publicaciones académicas reconocidas- tienden a favorecer a los países anglohablantes.
Varios países latinoamericanos están trabajando en un proyecto apoyado por la Unesco con el propósito de poder producir un nuevo ranking que sólo incluya a universidades latinoamericanas. Pero, según Baty, la encuesta mundial que sirve como uno de los 13 indicadores del ranking del Times está geográficamente equilibrada e incluye a muchos académicos latinoamericanos y españoles.
Mi opinión: estoy de acuerdo. La tendencia de muchos gobiernos latinoamericanos a desestimar a los principales rankings mundiales de universidades y el proyecto de producir un ranking regional hecho a medida de las universidades latinoamericanas son recetas para la autocomplacencia, la parálisis y el atraso. En vez de ser desestimados, los rankings de las mejores universidades del mundo deberían ocupar las primeras planas en América latina, aunque no sea más que para recordarnos que los países asiáticos están escalando posiciones en la economía del conocimiento, y muchos de nuestros países se están quedando cada vez más atrás.

jueves, 30 de agosto de 2012

Estados Unidos o China, ¿cuál será la superpotencia del siglo XXI?

Tras la crisis financiera del 2008 se formó un creciente consenso de que el país asiático se convertirá en el más poderoso. La crisis económica no solo ha puesto el presente en duda: el futuro mismo parece más borroso. Con el estallido financiero de 2008, se formó un creciente consenso de que China se convertiría en la potencia dominante del siglo XXI. El debate se centraba más en cuándo superaría a Estados Unidos: 2015, 2030 o a mediados de siglo. En todo caso, el declive estadounidense era tan inevitable como el del anterior imperio, el británico, que a fines del XIX empezó a mostrar signos de debilidad que se volvieron irreversibles en las primeras décadas del XX.

Hoy la polémica se ha reabierto. El coautor de "The American Phoenix" ("El Fénix americano"), Charles Dumas, cree que China es un insostenible castillo de naipes mientras que Estados Unidos está mostrando señales de recuperación. "China ha crecido de la mano de una inversión absolutamente insostenible y de un modelo exportador que se ha agotado porque Estados Unidos ya no está en condiciones de absorber sus productos. Mientras que Estados Unidos está mostrando nuevamente su capacidad histórica para reinventarse", le comenta Dumas a la BBC.
En el rincón opuesto se encuentra Arvind Subraminian, del Peterson Institute de Washington, autor de "Eclipse: living in the shadow of Chinese economic dominance" ("Eclipse: viviendo en la sombra del dominio económico chino"). "Por el poder poblacional, por su dinamismo interno y por su extraordinaria capacidad financiera, China va a desplazar a Estados Unidos", dice Subraminian.
Cosas chinas
Curiosamente la posición oficial china coincide más con el escéptico Dumas que con el optimista Subraminian. La dirigencia comunista no se cansa de subrayar que China es un país en desarrollo con urgentes problemas económicos y sociales. Un par de datos abonan esta tesis. Estados Unidos tiene un ingreso per capita seis veces mayor. En el índice de Desarrollo Humano de la ONU, China se encuentra en el lugar 101, por debajo de la mayoría de los países latinoamericanos (sólo supera a El Salvador, Paraguay, Bolivia, Honduras y Nicaragua).
Y, sin embargo, el año pasado, cuando la eurozona pareció a punto de la desintegración, sus dirigentes no buscaron una solución en Estados Unidos (como con el Plan Marshall después de la segunda guerra mundial): miraron a China. "Estados Unidos es como un edificio que fue un orgullo hace mucho tiempo. Hoy los pisos de arriba, los más ricos, se siguen expandiendo, los del medio están achicándose, los de abajo están inundados y el ascensor no funciona", Arvind Subraminian, Peterson Institute de Washington. En sus tres décadas de crecimiento promedio de 10% anual, China se ha convertido en la reserva financiera más grande del mundo: unos tres millones de millones de dólares (30% de las reservas globales).


Como otras naciones asiáticas (Japón y Corea del Sur), China creció a pasos gigantescos de la mano de un modelo exportador con mano de obra barata y una coyuntura internacional favorable. Este modelo está agotado hoy por el desequilibrio que produjo con Estados Unidos y otras economías. La inversión estatal masiva de 2008-2009 no puede sustituirlo y corre el peligro de generar burbujas insostenibles. "China ha crecido con una inversión de casi la mitad del Producto Interno Bruto (PIB). Mientras tanto, el consumo interno solo constituye un 34%. Este modelo constituye una distorsión insostenible", opina Charles Dumas.

Entre 2009 y 2010, los bancos chinos prestaron cerca de tres millones de millones de dólares. Los pesimistas que vaticinan un aterrizaje forzoso de la economía china estiman que un 30 por ciento de estos préstamos podrían quedar impagos. En los 80´ Japón era la sombra que amenazaba el poder estadounidense: un estallido bancario-inmobiliario a fines de la década llevó a un estancamiento de casi dos décadas. ¿Es este el espejo real chino? ¿Quién no tiene pies de barro?
Si no todas son luces en el caso chino, en el estadounidense, los desequilibrios y señales de decadencias son evidentes desde hace tiempo. El gigantesco doble déficit fiscal y comercial estadounidense se ha basado en un modelo que, según sus críticos, es también insostenible. El salario real promedio es el mismo que en la década de los ´70. La deuda pública-privada es tres veces el PIB nacional. "Estados Unidos es como un edificio que fue un orgullo hace mucho tiempo. Hoy los pisos de arriba, los más ricos, se siguen expandiendo, los del medio están achicándose, los de abajo están inundados y el ascensor no funciona", dice Subraminian.
A pesar de este dislocado panorama social, Estados Unidos sigue dominando un sector clave de la economía moderna: la innovación tecnológica. Los grandes inventos de la última década -desde Windows hasta Facebook- han venido de Estados Unidos.
Con el estallido financiero de 2008, se puso en marcha un cambio de modelo. Si entre 1982 y 2007 el crecimiento se basó en el consumo financiado con el crédito fácil en detrimento de la industria, hoy Estados Unidos ha vuelto a exportar: sus ventas al exterior fueron casi la mitad de su crecimiento económico el año pasado. Además, no es la primera vez que se anuncia el inevitable fin de la hegemonía estadounidense. El Japón de los 80 es el caso que más se asemeja a China, pero en los 50 y 60 el pronóstico de moda era que la hoy difunta Unión Soviética dejaría atrás a Estados Unidos.


¿Y entonces?
La realidad es que el futuro es un territorio que, por definición, nadie jamás ha pisado: nuestras predicciones son una mezcla de datos presentes y pasados teñidos por nuestros deseos o temores. El peso poblacional chino es una realidad innegable. Con cuatro veces la población de Estados Unidos, China solo necesita avanzar un poco en su productividad por habitante para alcanzar al PIB estadounidense. Pero sus debilidades están también a la vista. El déficit institucional, la necesidad de un reequilibrio entre su crecimiento y el nivel de vida, la misma dimensión del país son gigantescos desafíos.Estados Unidos también los tiene. Ningún imperio es eterno: Estados Unidos no será una excepción.
Según señaló a BBC Mundo Shaun Breslin, autor de "China and the global political economy" ("China y la política económica global"), el resultado será más matizado que una mera victoria o derrota. "A nivel militar China no va a alcanzar a Estados Unidos. Pero por su mera gravitación poblacional China no será como el Japón de los 80. Su importancia a nivel mundial es muy clara como se ve por el impacto que tiene en América Latina y los países en desarrollo", afirma Breslin. En gran medida, la clave estará en cómo salga cada uno parado de la incierta crisis economía financiera que estalló en 2007-2008 y que todavía ensombrece el panorama global.

martes, 15 de mayo de 2012

Krugman: un corralito para el euro

El sombrío pronóstico de Krugman: un corralito. Vaticinó el fin del euro en "pocos meses"

NUEVA YORK.- El premio Nobel de Economía y columnista estrella de The New York Times Paul Krugman vaticinó que Grecia abandonará el euro "muy probablemente" en junio, y ve posible el fin de la zona euro meses más tarde si Alemania no acepta una profunda revisión de la estrategia contra la crisis.
En un brevísimo artículo titulado "Eurodämmerung" ("El ocaso del euro"), que fue publicado ayer en el blog del economista norteamericano en The New York Times, Krugman describe las cuatro fases que a su juicio llevarán a este "final del juego".

1. "Salida griega del euro, muy posiblemente el próximo mes", prevé Krugman, mientras los líderes de los partidos de ese país siguen sin alcanzar un acuerdo para formar gobierno, que de no producirse llevará a una nueva convocatoria a elecciones, en junio próximo (ver aparte). En caso de que se cumpla esta posibilidad, en su opinión y la de otros, como el Der Spiegel o incluso el Financial Times, el pánico se extendería al resto de la zona euro.
La siguiente etapa de la debacle de la moneda única sería una corrida bancaria en España e Italia:
2. "Cuantiosas retiradas de fondos de los bancos españoles e italianos, a medida que los depositantes tratan de llevar su dinero a Alemania", dice Krugman. Esa sangría de depósitos se frenaría con la imposición de un eventual "corralito".

3a. "Tal vez, sólo posiblemente, se impongan controles de facto, con los bancos prohibiendo transferir depósitos fuera del país y limitando la retirada de dinero en efectivo". Esas restricciones bancarias estarían acompañadas de un auxilio financiero del bloque.

3b. "Alternativamente, o tal vez a la vez, el BCE (Banco Central Europeo) realizará fuertes inyecciones de crédito para evitar el derrumbe de los bancos", especula Krugman.
4a. "Luego, y para salvar el euro, Alemania tiene una elección. Aceptar indirectamente los reclamos que se hacen sobre Italia y España (además de realizar una drástica revisión de su estrategia) básicamente, para darle a España alguna esperanza. Además, poner en marcha garantías a la deuda para mantener bajos los costos de endeudamiento y permitir una mayor inflación en la eurozona para posibilitar el ajuste de precios relativos. O, de lo contrario...
4b. "Fin del euro".

Feroz crítico de las políticas de austeridad impulsadas por Alemania y Francia, Krugman concluye: "Y estamos hablando de meses, no de años, para que esto ocurra".

martes, 31 de enero de 2012

Inquetantes predicciones para 2030


En 2030, la demanda global de alimentos habrá aumentado un 50%, la de energía un 45% y la de agua un 30%
La gran pregunta es cómo responderá la economía mundial a estas exigencias sin precedentes en la historia de la humanidad. Ésa es la meta clave que debe concentrar desde ya la mente y la energía de gobiernos y organismos internacionales, según un informe divulgado este lunes por el Panel de Alto Nivel sobre Sostenibilidad Global.

El grupo de expertos y funcionarios, que incluye a la actual ministra de Medio de Ambiente de Brasil, Isabella Teixeira, y a la ex secretaria de Medio Ambiente de México, Julia Carabias, fue designado por el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon. El panel señala que los actuales patrones de consumo, fundamentalmente en Occidente, no son sostenibles y es hora de cambiar la dirección de la economía. La salud y la educación deben mejorar, los subsidios a los combustibles fósiles deben cesar y los gobiernos deben considerar otros indicadores económicos, además del Producto Bruto Interno, advierte el panel.
El actual modelo económico, "nos está empujando en forma inexorable hacia los límites de los recursos naturales y los sistemas ecológicos que hacen posible la vida a nivel planetario", señala el informe. El panel recomienda más de 50 medidas que deben ponerse en práctica y advierte que la actual crisis financiera "fue causada en parte por reglas de mercado que alientan la mentalidad cortoplazista y no premian las inversiones sostenibles".

Desigualdad
"Nuestro informe deja en claro que el desarrollo sostenible es más importante que nunca dadas las múltiples crisis que afectan actualmente al mundo", señaló durante el lanzamiento del informe en Addis Ababa el presidente de Sudáfrica Jacob Zuma, quien copreside el panel junto a la mandataria de Finlandia, Tarja Hanonen. Uno de los temas centrales del informe es la necesidad de mejorar los niveles de equidad. El documento señala que si bien los índices de pobreza a nivel global han disminuido, tanto el número de personas con hambre como la desigualdad en la distribución de la riqueza han aumentado.

El acceso a agua potable ha mejorado, pero al menos 2.600 millones de personas en el mundo carecen de sistemas de sanidad aceptables. Las mujeres, por otra parte, siguen siendo "frecuentemente excluidas" de las oportunidades a nivel económico. "Eradicar la pobreza y mejorar la equidad deben ser prioridades a nivel mundial", señaló Tarja Halonen, quien recalcó especialmente la "necesidad de reducir la creciente brecha entre los grupos de menor y mayor ingreso".
Fin a los subsidios

El informe, titulado "Personas con resistencia, planeta con resistencia: un futuro que valga la pena elegir", incluye 56 recomendaciones concretas que de ser implementadas, tendrían implicaciones profundas para todos. Los gobiernos deben incluir en el precio de los bienes el verdadero costo ambiental de producirlos, lo que llevaría a un sistema económico que "protege los recursos naturales", señala el documento. Todos los productos deben llevar en sus etiquetas información sobre su impacto ambiental, para hacer posible que los consumidores tomen decisiones basadas en datos reales.
Con el apoyo de la ONU, los gobiernos deben elaborar indicadores de rendimiento económico que van más allá del Producto Bruto Interno y miden la sostenibilidad del sistema económico. El informe también recomienda que los gobiernos cambien la regulación del mercado financiero para promover inversiones más estables y sostenibles. Y los subsidios que tienen un efecto prejudicial en el medio ambiente deben ser gradualmente eliminados, según el documento. La ONU estima que los gobiernos gastan a nivel global más de US$400 mil millones cada año en subsidiar los combustibles fósiles. Y estima que sólo la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, destina un monto similar a subsidios agrícolas.

El panel señala que deben establecerse nuevas metas para el acceso universal a la energía sostenible para 2030 y a internet de banda ancha en 2025. También afirma que debe establecerse un "fondo global para educación", que permita cumplir las actuales Metas de Desarrollo del Milenio de lograr acceso universal a la educación primaria en 2015 y a la educación secundaria en 2030.  Esta y otras metas deben incorporarse en un nuevo conjunto de Metas de Desarrollo Sostenible en los próximos años, señala el panel. Muchos de los objetivos y medidas recomendadas coinciden con las incluidas en un borrador de la ONU para Rio+20, la conferencia sobre desarrollo sostenible que tendrá lugar en junio dos décadas después de la Cumbre de la Tierra de 1992.
Generaciones futuras

El panel de alto nivel incluye a Gro Harlem Brundtland, la ex primera ministra de Noruega que presidió la llamada Comisión Brundtland en 1987. El informe divulgado en aquella época contiene una de las definiciones más conocidas de desarrollo sostenible como "desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades". Veinticinco años después, el nuevo informe concluye que si bien ha habido progreso en varios campos, como la reducción de la pobreza, el modelo de desarrollo actual dista de ser sostenible. "Este informe es divulgado en un momento de volatilidad económica global e incertidumbre", señala el documento.
"Las economías están frágiles, la desigualdad está creciendo y la temperatura global del planeta sigue aumentando. Estamos poniendo a prueba la capacidad del planeta". Para afrontar la crisis actual, concluye el informe, "necesitamos un cambio dramático, comenzando por modificar la forma en que pensamos sobre las generaciones futuras y los ecosistemas que hacen posible nuestra vida".

viernes, 6 de enero de 2012

Jugando con fuego: Obama amenaza a China

Geopolítica de 2012. Por Michael T. Klare .                                                                                   
En lo que respecta a su política para con China, ¿no está la administración Obama saltando de una sartén caliente directamente al fuego? En un intento de darle vuelta a la página después de dos guerras desastrosas en el Gran Oriente Medio, lo que acaba de hacer Obama se aproxima a haber iniciado una nueva guerra fría en Asia, una vez más con el petróleo como clave para la supremacía global.
La nueva política señalada por el propio Presidente Obama el 17 de noviembre en un discurso ante el Parlamento australiano apunta a una visión geopolítica ambiciosa -y extremadamente peligrosa-. En lugar de centrarse en el Gran Oriente Medio, como ha sido el caso en la última década, los Estados Unidos ahora concentrarán sus poderes en Asia y el Pacífico. "Mi orientación es clara", declaró en Canberra. “En nuestros planes y presupuestos para el futuro, vamos a asignar los recursos necesarios para mantener nuestra fuerte presencia militar en esta región" Si bien los funcionarios de la administración se esforzaron en señalar que la nueva política no está dirigida específicamente a China, la implicación es clara: a partir de ahora , el foco principal de la estrategia militar estadounidense no será la lucha contra el terrorismo, sino la contención del territorio asiático, en pleno auge económico, a cualquier riesgo o costo.
Nuevo centro de gravedad del planeta
El nuevo énfasis en Asia y la contención de China son necesarios, insisten los altos funcionarios del gobierno, porque la región de Asia-Pacífico constituye, hoy por hoy, el "centro de gravedad" de la actividad económica mundial. Mientras los Estados Unidos se empantanaron en Irak y Afganistán, señala el argumento, China tuvo el margen de maniobra para extender su influencia en la región. Por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Washington no es el actor económico dominante allí. Si los Estados Unidos han de mantener su título de potencia mundial dominante, es necesario, según este pensamiento, restablecer su primacía en la región y hacer retroceder la influencia china. En las próximas décadas, no habrá tarea de política exterior, según dicen, más importante que esta.
En línea con su nueva estrategia, la administración ha implementado una serie de acciones para fortalecer el poderío norteamericano en Asia, y así poner a China a la defensiva. Estas acciones incluyen la decisión de movilizar una fuerza de 250 infantes de marina estadounidenses –a incrementarse a 2.500 en el futuro– a una base aérea australiana en Darwin, en la costa norte de ese país; y  la adopción, el 18 de noviembre, de la "Declaración de Manila", que no es más que un compromiso de estrechar los lazos militares entre los EE.UU. y las Filipinas.
Al mismo tiempo, la Casa Blanca anunció la venta de 24 aviones de combate F-16 a Indonesia y una visita de Hillary Clinton a la aislada Birmania, un viejo aliado de China, la primera visita de un secretario de Estado estadounidense en 56 años. Clinton también habló de un mayor acercamiento diplomático y militar con Singapur, Tailandia y Vietnam, todos ellos países vecinos de China o en rutas de comercio clave para la importación de materias primas y la exportación de productos manufacturados.
Tal como lo representan los funcionarios del poder ejecutivo estadounidense, estas acciones están destinadas a maximizar las ventajas de los Estados Unidos en los ámbitos diplomático y militar en un momento en que China domina el ámbito económico regional. En un reciente artículo en la revista Foreign Policy, Clinton sugirió que tras años de debilitamiento económico, los Estados Unidos ya no pueden esperar prevalecer en múltiples regiones de forma simultánea sino que deben elegir cuidadosamente sus campos de batalla y desplegar con cautela sus limitados recursos –la mayoría de ellos de carácter militar– para obtener el máximo provecho. Dada la centralidad estratégica de Asia para el poderío global, esto significa concentrar allí los recursos.
"Durante los últimos 10 años", escribió Clinton, "hemos dado ingentes cantidades de recursos a [Irak y Afganistán]. En los próximos 10 años, debemos ser inteligentes acerca de dónde invertimos nuestro tiempo y energía, de forma que logremos la mejor posición posible para mantener nuestro liderazgo [y] proteger nuestros intereses... Una de las tareas más importantes de la política extranjera de los Estados Unidos en los próximos diez años será el asegurar una mayor inversión –diplomática, económica, estratégica y demás– en la región Asia-Pacífico".
Esa forma de pensar, con un enfoque claramente militar, parece peligrosamente provocativa. Los pasos anunciados implican una creciente presencia militar en las aguas fronterizas con China y un importante acercamiento en las relaciones militares con los vecinos de ese país, movimientos que ciertamente elevarán los niveles de alerta de Beijing y endurecerán el puño del círculo de gobierno (sobre todo en la cúpula militar china), que favorecen una respuesta más activa, militarmente hablando, a las incursiones estadounidenses. Cualquier forma que esto tome, una cosa es cierta: los directivos del número dos del mundo en poder económico no permitirán que se les vea débil e indecisos ante una concentración de fuerza militar estadounidense en su periferia. Esto, a su vez, significa que podríamos estar sembrando las semillas de una nueva guerra fría en Asia en 2011.
El incremento de la presencia militar de estadounidense y la posible respuesta china ya han sido objeto de debate en la prensa americana y asiática. Pero existe una dimensión crucial de esta incipiente lucha que no ha recibido ninguna atención: la medida en la cual las recientes acciones en Washington son el resultado de un nuevo análisis de la ecuación energética global, que revela (según lo entiende la administración Obama) una mayor vulnerabilidad de la parte china y nuevas ventajas para Washington.
La nueva ecuación de la energía                                                                                                                 Durante décadas, los Estados Unidos han sido muy dependientes de las importaciones de petróleo, en gran medida desde Oriente Medio y África, mientras que China era en gran parte autosuficiente. En 2001, Estados Unidos consumió 19,6 millones de barriles de petróleo por día, mientras que sólo produjo 9 millones de barriles por día. La dependencia de proveedores extranjeros para el déficit de esos 10,6 millones de barriles por día es una fuente de constante preocupación para los políticos de Washington. Y la respuesta tradicional ha sido crear los lazos militares más fuertes con los productores de petróleo del Medio Oriente y recurrir a la guerra de vez en cuando para garantizar el suministro.                                                                                                                                                        Por otro lado, en 2001, China consumió solamente cinco millones de barriles por día y con una producción nacional de 3,3 millones de barriles, sólo tuvo que importar 1,7 millones de barriles. Esas cifras frías y duras hacían que su liderazgo se preocupara menos por la fiabilidad de sus principales proveedores extranjeros y, por lo tanto, no tenía necesidad de imitar los tejes y manejes en política exterior en los que Washington siempre está involucrado.                                                    Ahora, el gobierno de Obama ha concluido que la situación está empezando a voltearse. Como resultado de la pujante economía de la China y el surgimiento de una importante y creciente clase media (que ya ha empezado a comprar sus primeros coches), el consumo de petróleo del país se está disparando: según las últimas proyecciones del Departamento de Energía de los Estados Unidos, pasará de 7,8 millones de barriles por día en 2008, a 13,6 millones de barriles en 2020, y a 16,9 millones en el 2035. Por otro lado, se espera que la producción nacional de petróleo crezca de 4,0 millones de barriles diarios en 2008 a 5,3 millones en 2035. No es de extrañar, entonces, que las importaciones chinas tengan que crecer de 3,8 millones de barriles por día en 2008 a un proyectado 11,6 millones en 2035, momento en que superará a las de los Estados Unidos.                          Entretanto, los Estados Unidos podrían mejorar su situación energética. Gracias al aumento de la producción en “áreas de difícil extracción” (o tough-oil areas en inglés) en los Estados Unidos, incluyendo los mares del Ártico en Alaska, las aguas profundas del Golfo de México, y formaciones de esquisto, en Montana, Dakota del Norte y Texas, se espera que disminuyan las importaciones futuras, a pesar del aumento en el consumo de energía. Además, es probable que la producción en el hemisferio occidental aumente para reemplazar a las fuentes de Oriente Medio o África. Una vez más, esto será posible gracias a la explotación de áreas de petróleo de difícil extracción, incluyendo las arenas de alquitrán de Athabasca en Canadá, los campos de petróleo en las profundidades del Atlántico brasileño, y regiones ricas en petróleo de una Colombia pacificada. De acuerdo con el Departamento de Energía, la producción combinada de los Estados Unidos, Canadá y Brasil aumentaría en 10,6 millones de barriles por día entre 2009 y 2035, un salto enorme, considerando que la mayoría del mundo espera presenciar un descenso de la producción.
¿A quien pertenecen estas rutas marítimas?
Desde una perspectiva geopolítica, todo esto parece conferir una ventaja real sobre los Estados Unidos, aún cuando China se convierte cada vez más vulnerable a los caprichos de los acontecimientos en, o a lo largo de, las rutas marítimas a tierras lejanas. Significa que Washington será capaz de contemplar una relajación gradual de sus lazos militares y políticos con los estados petroleros de Oriente Medio que han dominado la política exterior durante tanto tiempo y ha conducido a esas guerras tan devastadoras y costosas.
De hecho, tal como dijo en Canberra el presidente Obama, los EE.UU. están ahora en condiciones de comenzar a reorientar sus capacidades militares. "Después de una década en la que luchamos dos guerras que nos costaron muy caro", declaró, "los Estados Unidos estamos ahora mirando al vasto potencial de la región Asia-Pacífico".
Para China, todo esto significa un posible deterioro de su posición estratégica. Si bien en el futuro una parte importante del petróleo importado por China viajará por tierra a través de oleoductos desde Kazajstán y Rusia, la mayor parte seguirá llegando en buques tanque desde el Oriente Medio, África y América Latina, por rutas marítimas vigiladas por la Marina de los Estados Unidos. De hecho, casi todos los buques petroleros que van a China viajan a través del Mar del Sur de China, un cuerpo de agua que la Administración Obama ahora busca poner bajo control naval efectivo.
Al asegurar el dominio naval del Mar del Sur de China y aguas adyacentes, el gobierno de Obama pretende adquirir el equivalente del siglo XXI al chantaje nuclear del siglo XX. Si nos empujan demasiado, por implicaciones de la política, nos veremos obligados a poner de rodillas a su economía, mediante el bloqueo de sus vías de suministro de energía. Por supuesto, nunca dirán nada de esto en público, pero es inconcebible que los funcionarios de la administración no estén pensando en estos términos, y hay evidencia de que los chinos están seriamente preocupados por este riesgo como lo indica, por ejemplo, sus frenéticos esfuerzos para construir gasoductos tremendamente caros a través de toda Asia hasta la cuenca del Mar Caspio.
A medida que se aclaran los nuevos planes estratégicos de Obama, no puede haber ninguna duda de que el liderazgo chino tomará medidas para garantizar la seguridad de las líneas de suministro de energía. Algunas de estas acciones, sin duda, serán económicas y diplomáticas, incluyendo, por ejemplo, esfuerzos para cortejar a actores regionales, como Vietnam e Indonesia, así como a los principales proveedores de petróleo como Angola, Nigeria y Arabia Saudita. Pero no nos equivoquemos: otras serán de carácter militar y es inevitable una acumulación significativa de fuerzas de la marina de guerra china –aunque todavía pequeña y atrasada en comparación con la flota de los Estados Unidos y sus principales aliados–. Del mismo modo, podemos estar seguros de que China estrechará sus lazos militares con Rusia y con los estados miembros de la Organización de Cooperación de Asia Central de Shangai (Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán).
Además, Washington podría estar ahora provocando el comienzo de una verdadera carrera armamentista en Asia, al estilo de la de la guerra fría, que ninguno de los dos países puede costear en el largo plazo. Todo esto es probable que conduzca a una mayor tensión y riesgo de una escalada involuntaria que derive en incidentes futuros y que involucre buques de los Estados Unidos, de China y aliados -como el que ocurrió en marzo de 2009 cuando una flotilla de buques de guerra chinos rodearon a un barco de vigilancia anti-submarinos estadounidense, el Impeccable, y que casi ocasiona un intercambio de fuego. A medida que más buques de guerra circulan de forma cada vez más provocadora a través de estas aguas, crece el riesgo de que se produzca este tipo de incidentes.
Pero los riesgos potenciales y los costos de esta política primordialmente militar hacia la China no se restringen a Asia. En su intento de promover una mayor autosuficiencia estadounidense en la producción de energía, la administración Obama puso su sello de aprobación a varias técnicas de producción –perforación en el Ártico, perforación profunda en alta mar, la fractura hidráulica- que está garantizado que causarán más catástrofes ambientales al estilo del Deepwater Horizon. Una mayor dependencia de las arenas alquitranadas canadienses, la fuente de energía más "sucia", se traducirá en mayores emisiones de gases de efecto invernadero y una multitud de otros peligros ambientales, mientras que la producción de petróleo profundo del Atlántico frente a las costas de Brasil y otras partes, tiene su propio conjunto sombrío de peligros.
Todo esto asegura que, ambiental, militar y económicamente, nos encontraremos en un mundo más, y no menos, peligroso. Es entendible el deseo del gobierno estadounidense de alejarse de las desastrosas guerras terrestres en el Gran Medio Oriente para tratar cuestiones clave en Asia, pero elegir una estrategia que pone tan fuerte énfasis en el dominio y la provocación militar solo puede provocar una respuesta del mismo tipo. Difícilmente se puede considerar un camino prudente, y mucho menos que promueva los intereses de los Estados Unidos en el largo plazo, en un momento en que la cooperación económica mundial es crucial. Y sacrificar el medio ambiente para lograr una mayor independencia energética no tiene ningún sentido.
Una nueva guerra fría en Asia y una política energética hemisférica que podría poner en peligro el planeta: es esta una mezcla fatal que se debe reconsiderar antes de que ocurra la confrontación y nos deslicemos hacia un desastre ambiental irreversible. No hay que ser adivino para saber que esta no es la definición de lo que significa ser un buen estadista sino la de una “marcha hacia la locura”.
Michael T. Klare es profesor de estudios sobre paz y seguridad mundial en Hampshire College, un colaborador regular de TomDispatch, y el autor, más recientemente, de Rising Powers, Shrinking Planet. Una versión de la película documental del libro Blood and Oil, está disponible en la Media Education Foundation.