domingo, 13 de junio de 2010

Sudáfrica 2010: Argentina en otras tablas de posiciones.

El Mundial que pocos ven. Por Néstor O. Scibona
Hay un fenómeno sociológico difícil de explicar en la Argentina. La pasión competitiva que desata el fútbol en relación con el resto del mundo, rara vez se traslada a otros campos en los que el país también podría destacarse. Quienes sólo aceptan el triunfo en este deporte, o consideran que un subcampeón mundial argentino en cualquier disciplina es poco menos que un fracasado, casi siempre reaccionan con indiferencia o resignación cuando la Argentina pierde otros partidos que nada tienen que ver con una pelota.
Pocos se preocupan, en efecto, por el retroceso del país en los rankings internacionales que miden la competitividad de su economía, la calidad institucional, su capacidad de atraer inversiones, el clima de negocios, o incluso hasta el conocimiento de sus estudiantes en materias básicas, como matemática o lengua. Mucho menos por la baja proporción de graduados en carreras universitarias o terciarias relacionadas con el potencial productivo del país, la inversión en investigación científica y tecnológica, o el número de patentes anuales de innovaciones argentinas. En estos mundiales no televisados y poco difundidos, daría la impresión de que clasificar de la mitad de la tabla para abajo no tendría mayor importancia. Tampoco que se pierdan posiciones frente a otros países latinoamericanos a los que la Argentina superó durante décadas.
Aunque este fenómeno no es reciente, hay elementos políticos de cabotaje que contribuyen a agudizarlo sin que se lo pueda atribuir a la mala suerte ni a la "mala onda". Quizás esto tenga que ver con la arraigada cultura de conseguir resultados inmediatos a cualquier costo, o de que los fines justifican cualquier medio.
Es cierto que después de la recesión de 2009 el PBI de la Argentina viene creciendo en los tres últimos trimestres a una tasa anualizada promedio del 9%, similar a la de Brasil, Uruguay o Perú. Pero lo que suele no advertirse es que es a costa de una política que catapultó la inflación a un 25/30% anual para 2010, mientras en esos países se mantiene en un dígito (5/7% promedio). En una retrospectiva más amplia, que abarca el período 2005/2009, sólo la supera Venezuela, con 128% acumulado, según cifras de la Cepal. Y aún con las estadísticas del Indec (que registran un dudoso 38,7% para ese lapso, aunque bien podría calcularse el doble), la Argentina se ubica segunda en el ranking latinoamericano de inflación minorista, por encima de Uruguay (32,7%), Colombia (22,3%), Brasil (19,6%), Chile (19,2%) y México (19,2 por ciento).
A la hora de indagar las causas, surge que la aceleración inflacionaria no es un subproducto del crecimiento económico, sino de la decisión de impulsarlo mediante un fuerte estímulo al consumo interno a través del gasto público, los subsidios y la inversión pública, como sustituto de la insuficiencia de inversión privada para que la oferta crezca tanto como la demanda.
Mal clima de negocios
Aquí también tienen que ver otros aspectos. Según el ranking de competitividad mundial, elaborado por la escuela de negocios suiza IMD, sobre la base de encuestas empresarias, la Argentina ocupa el puesto 55º sobre 58 países, sólo por delante de Venezuela, Croacia y Ucrania. Dentro de la región, la superan Chile (en el puesto 28º), Brasil (38º), Perú (41º), Colombia (45º) y México (47º).
Otro ranking, en este caso de calidad institucional que acaba de difundir el Centro de Investigaciones Institucionales y de Mercado (Ciima-Eseade), coloca a la Argentina en la ubicación 120» sobre 198 países, detrás de Chile (22º), Uruguay (51º), México (82º), Colombia (91º) y Brasil (95º) y sólo por delante de Paraguay (142º) y Venezuela (182º).
Tal vez todo esto explique por qué la Argentina dejó de atraer inversiones extranjeras directas (IED) en los últimos años. Según datos de la Cepal para el bienio 2008/2009 (fuertemente afectado por la recesión global de este último año), la Argentina ocupó el quinto lugar como país receptor en América latina, con 14.600 millones de dólares, bien lejos de Brasil (71.000 millones), México (34.400 millones), Chile (27.000 millones) y Colombia (17.700 millones), y delante de Perú (11.600 millones).
Dentro de este panorama, hay una brecha enorme entre la región y los países centrales en materia de gasto público y privado en investigación y desarrollo tecnológico. Con la sola excepción de Israel, que ocupa el primer lugar al destinar 4,7% del PBI, los países latinoamericanos van a la zaga con niveles de 0,8%, en Brasil; 0,6%, en Chile, y 0,4%, en la Argentina y en México. De ahí que el número de patentes registradas a nivel mundial por estos países no supere los 10 por año, a mucha distancia de Estados Unidos y Japón (entre 270 y 280), pero también de Australia y de Irlanda (45/50).
Tampoco es para dar cátedra en el exterior la posición argentina en el informe Doing Business, que realiza anualmente el Banco Mundial y que encabezan Singapur y Nueva Zelanda. En la última edición, la Argentina se ubica en el puesto 118º, aunque con el consuelo de figurar delante de Brasil (119º). No obstante, está detrás de Colombia (37º), Chile (41º), México (51º) y Uruguay (114º). Aquí comparte ventajas y desventajas con sus vecinos. Por ejemplo, la proporción de empresas que exportan (44%) supera a la de Chile (13,9%) y Brasil (18,9%), lo mismo que las que importan (77% vs. 75,5 y 52,6%). En cambio, pierde en cuestiones clave como el acceso al crédito para las empresas (con sólo 39%, frente al 69% de Chile y el 65% de Brasil) y financiación bancaria de inversiones (apenas 6,8%, frente al 29% de Chile y el 48,3% de Brasil). En otros rubros, está algo mejor que Brasil en corrupción (60% vs. 70%), aunque ambos bien por encima de Chile (36%), y casi empata con respecto al gasto empresario en seguridad privada (75%), que en el caso chileno se reduce al 63 por ciento.
Aunque estas comparaciones resulten odiosas y seguramente se olviden con cada gol argentino, las políticas para mejorar estos pobres resultados deberían figurar en el fixture posterior al Mundial. A la larga, todo esto hace que el país siempre esté al borde del off side en el mundo; por su historia de las últimas décadas y también por su presente.

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