miércoles, 9 de febrero de 2011

A la India le llegó su oportunidad

Apuntes de un viaje a un país que sabe crecer. Gustavo Grobocopatel.
Los diarios y las revistas de la India hablan de 400 billones de dólares en operaciones de fusiones y adquisiciones, principalmente en pymes, y se refieren permanentemente a las proyecciones de crecimiento de su economía y de las transformaciones que la llevaron a ser una de las regiones más promisorias del planeta en el siglo XXI.
Algunos especialistas las comparan con las reformas de los Meiji, en Japón, o de Deng, en China, a fines de la década del 70. En la India, la democracia llegó antes que el capitalismo y por ello se sienten por detrás de los gigantes asiáticos. Creen que para que este crecimiento sea sostenido e inclusivo es fundamental adaptarse a la globalización y a la economía del conocimiento, con un sistema democrático y un Estado presente y facilitador.
La India tiene mas de 1,2 billones de habitantes, 75% de su población es rural y de menos de 35 años. Un 20% de la población pertenece a la clase media, que se triplicó en los últimos 10 años, y por lo menos 27%, o sea, más de 300 millones, está bajo la línea de pobreza, es decir, gana menos de un dólar por día.
La India pone en discusión muchos de nuestros sistemas de valores y creencias. Nunca se acaba de conocerla, aunque visitándola con algún detenimiento se tiene la convicción de que la India cambiará muchísimo en los próximos años y de que la historia recordará este proceso de la primera mitad del siglo XXI. Uno sale con esperanza, no con el sentimiento zonzo del optimismo, como diría mi paisano Oscar Terán. Vi cómo crece la India: el gobierno sabe que no se puede mantener un 9% de crecimiento anual si no hay inversión. A pesar de las quejas sobre que la inversión pública es insuficiente e ineficaz, hay nuevas autopistas y carreteras, nuevos aeropuertos, y los subterráneos crecen como topos en algunas de las grandes ciudades. Hay nuevas construcciones a la vera de los caminos, son complejos habitacionales y oficinas supermodernas que desafían al cielo, nuevas escuelas y universidades. En general, la gente está mejor cada año, hay menos pobres y más clase media.
Los cambios iniciados en 1991 son diferentes según los segmentos de la economía. En general, los sectores abiertos a la competencia global son más competitivos y tienen una proyección mayor. Los sectores donde el Estado gerencia e interactúa mucho, salvo honrosas excepciones, son más lentos, burocráticos e ineficientes. Los consumidores se quejan.
Sin duda que hay muchos interrogantes sobre cómo seguirá este proceso, pero, ante los desafíos y la incertidumbre, ante la dimensión de su problema, la India prefiere mirar hacia adelante y asumir un compromiso con el pasado y con el futuro. Con el pasado para aprender, no para negarlo ni para que los condicione. Con el futuro, para construirlo, no para temerle ni para adivinarlo.
Los indios piensan en sus 100.000.000 de emprendedores que utilizarán la plataforma de la sociedad del conocimiento para crear productos y servicios innovadores, en los millones de obreros que seguirán haciendo la obra pública, en los millones de artesanos de la seda, de la lana y en las industrias iniciales, como la textil, la minería y la química.
En los campos de la India se expone una versión abierta de la sociedad agrícola: agricultores que trabajan sin mecanización alguna, con mucha actividad para autoconsumo, con baja tecnología, sin ningún tipo de organización e integración en cadenas de valor. Paradójicamente, en medio de esos campos hay innumerables molinos de energía eólica y publicidad que habla de educación para emprendedores e innovadores.
Los agricultores tendrán el desafío de alimentar a una población creciente en número y en demandas. Visitando la Universidad de Punjab, centro desde donde se irradió la revolución verde y que llevó a la India al superávit de alimentos en la década del 80, intercambiamos ideas con los académicos y productores del próspero Estado indio, que, junto con Hariyana, aporta el 70% de la oferta de granos.
Los desafíos de la agricultura en la India son aumentar la productividad, mejorando el manejo de plagas y enfermedades y, sobre todo, el desarrollo de la biotecnología; hay un problema de logística e infraestructura y se pierde cada año el 10% de la producción por no poder almacenar los granos. Por otra parte, tiene pendiente la agenda de la sustentabilidad. Los suelos se agotan; son dos cultivos cada año desde hace más de 40 y tienen una agricultura muy dependiente del agua -se riega más del 80% de sus cultivos-; no saben cómo los impactará el cambio climático.
En cada uno de estos temas, la experiencia argentina tiene mucho para dar y aportar: la India está frente al desafío de una nueva revolución agrícola en la cual la siembra directa, la biotecnología, la utilización del silo bolsa, entre otras tecnologías, pueden ser claves para su éxito.
Otro de sus grandes desafíos es cómo reorganizar su sistema productivo, y en esto el desarrollo de redes del campo argentino puede ser un aporte importante. La organización en red ayuda mucho más a los pequeños productores que a los grandes. Por otra parte, el consumo de proteínas per cápita es muy bajo, sólo un 25% de lo aconsejado por la OMS, y la Argentina y esta región del mundo son líderes en el comercio de proteínas y sus diversos envases.
Los diarios locales también hablan mucho de la corrupción y hay escándalos diarios que comprometen al partido gobernante, funcionarios y opositores. Se dice con claridad: "Aquí los dos grandes problemas son la población y la corrupción". Es probable que el Estado y el sistema político tengan que hacer una profunda reforma para reducir la corrupción y aumentar su eficiencia. Una especie de movimiento gandhiano del siglo XXI en pos del servicio y la generosidad de sus funcionarios públicos. Digo gandhiano por sus ideas de descentralización y vocación de servicio, y digo del siglo XXI porque recordemos que Gandhi no estuvo abierto a la sociedad industrial y muchos creen que éste fue su error más grande.
Tengo aquí la misma sensación que en Brasil: países pobres que han estado esperando por años una oportunidad y ahora la tienen. Están corriendo desesperadamente y a pasos agigantados para aprovecharla. Saben que pueden resolver los problemas del hambre y el desarrollo en los próximos 10 o 20 años o, por lo menos, crear una nueva plataforma, diferente a la que heredaron de sus padres. Las expectativas de las clases bajas son muy diferentes en estos países en relación con el nuestro (aquí la pobreza fue masiva y a cielo abierto).
Los jóvenes indios preguntan sobre China, la ven como una competencia feroz, muy organizada. Tienen dudas sobre cómo será el mundo jugando el partido con ellos, piensan que tienden a dominar y a cooperar poco.
Los indios también piensan y se afianzan en las redes globales y su integración. Cientos de miles de indios están en Dubai, Estados Unidos, Gran Bretaña o Qatar manejando empresas globales por sus inigualables competencias. Esas que les vienen de sus más profundas creencias y valores: adaptación a los cambios, manejo de la incertidumbre, la creatividad, la capacidad de comunicarse empáticamente. Los indios ocupan lugares de privilegio en la gestión de empresas de trading , de finanzas y de logística globales. También miran a Africa como lugar de inversión y desarrollo de negocios. Todavía no tienen tanto en el radar a América latina, y es una pena. Tenemos mucho para ofrecerles desde nuestro sur de América y, fundamentalmente, mucho por aprender de ellos.
El autor es empresario agropecuario

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