martes, 29 de julio de 2008

Plan de largo plazo: lo que tiene Brasil y le falta a Argentina

Por: Alcadio Oña , para Clarín.
Una crítica recurrente, extramuros, durante estos cinco años de poder kirchnerista, fue la ausencia de un plan de largo plazo. Que la mira haya sido puesta siempre en la coyuntura. Que en vez de enfrentar los problemas que iban apareciendo con políticas articuladas, se los tapase. O que se hubiera mantenido, estático, el modelo macroeconómico tal cual fue heredado: sin avanzar en instrumentos más refinados, así se preservaran sus piezas clave.
En fin, nada parecido a sacar de escena al Estado, sino aplicar la intervención y las regulaciones del Estado allí donde mejor sirven. Y aplicarlas certeramente, usando apropiadamente los recursos públicos, por definición limitados.
Es un comentario a cuento, entre economistas heterodoxos cercanos al Gobierno, el Programa de Desarrollo Productivo brasileño 2008-2010 (PDP) que el presidente Lula da Silva anunció el pasado 12 de mayo. Justo cuando aquí crecía el conflicto con el campo y avanzaban sus derivaciones políticas.
Se lo puede leer en la Web del Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior de Brasil (www.mdic.gov.br). La definición de los objetivos, los instrumentos para conseguirlos, las fortalezas y debilidades sectoriales y las metas cuantitativas fueron el resultado de un trabajo que arrancó en el segundo semestre de 2007 y concluyó en los primeros meses de 2008. Intervinieron, entre otros, ministerios, entes y bancos públicos, centrales empresarias, universidades y organizaciones de especialistas diversos.
Así, en más de 40 páginas, con cuadros y gráficos, el PDP brasileño se propone:
Mantener o posicionar sistemas productivos y empresas entre los "cinco grandes jugadores mundiales". Por dimensiones patrimoniales, tecnológicas o productivas, aquí aparecen: minería, petróleo, siderúrgia, industria aeronáutica y bioetanol.
Consolidarse o ganar espacio entre los principales exportadores de bienes de consumo durables y bienes de capital: para el caso, en equipamientos del hogar, electrónica y maquinarias.
Focalización y especialización en áreas de alta densidad tecnólogica, en base a ventajas competitivas ya existentes. El programa identifica al complejo industrial de la salud, la industria de bienes de capital y la tecnología de la información.
Refirmación, a través de políticas explícitas, de las marcas brasileñas en el mundo.
El PDP también señala otras áreas y actividades donde se considera central movilizar recursos: biotecnología; nanotecnología, o sea, la manipulación de materiales a escalas mínimas; la industria de la defensa y la energía atómica.
La idea es llegar al 2010 con una inversión equivalente a 386.000 millones de dólares y exportaciones por US$ 208.500 millones. En números más cercanos: la inversión proyectada en Brasil supera al actual PBI de la Argentina y las exportaciones casi triplican las de nuestro país.
Y aun cuando en el PDP se considera crucial la interrelación con el sector privado, hay también una apuesta clara al papel del Estado. A través del financiamiento de largo plazo y los incentivos fiscales para inversiones nuevas; las compras de las empresas públicas, como Petrobras; las regulaciones activas y la asistencia técnica de los organismos oficiales.
Para ponerlo en plata, en tres años el Banco de Desarrollo brasileño (BNDES) comprometerá créditos por 131.000 millones de dólares en programas de expansión industrial. Y, junto a otras instituciones estatales, contribuirá con US$ 25.600 millones para innovación tecnológica, una de las flaquezas de la economía brasileña.
Proveedor de créditos a largo plazo a tasas de interés blandas, el BNDES es un motor clave en el despliegue de las empresas brasileñas, hacia adentro y hacia afuera. Tanto, que tiene una capacidad prestable aún mayor a la del BID.
Según se lee en la WEB del Ministerio de Desarrollo, el gobierno de Lula ha preferido apostar a la diversidad productiva, acomodarse dinámicamente a los cambios mundiales, en vez de la especialización. Desplegar fuerzas hacia el interior del gigantesco mercado propio, con mayor acceso de la población a bienes y servicios básicos, y a la vez maximizar la presencia externa, con inversión y marcas.
Que Brasil sea una potencia en expansión, aplique incentivos fiscales, atraiga capitales y movilice financiamiento que aquí no existe entraña obvios riesgos para la Argentina. También que sea, detrás de EE.UU., el segundo complejo agroindustrial exportador del mundo. O que entre las actividades que se prevé consolidar figure la producción de carnes.
Pero, al decir de los especialistas, allí también existen oportunidades: la complementación productiva con Brasil, extendida a la innovación y el comercio exterior. Eso sí, nada reemplazará a las políticas propias. O más que eso: a la ausencia de un verdadero plan de largo plazo. Todo puede ser parte de los ajustes que ya reclama el modelo macroecnómico heredado.

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