domingo, 10 de noviembre de 2019

AVANZADA ANTIMONOPOLIO. EL DESAFÍO DE DIVIDIR A LOS GIGANTES TECNOLÓGICOS


Mark Zuckerberg confía en que Facebook resistirá los embates para dividir a la compañíaMark Zuckerberg confía en que Facebook resistirá los embates para dividir a la compañía Fuente: AFP
En Estados Unidos se alzan cada vez más voces que alertan sobre el papel que tienen empresas como Facebook, Amazon, Apple y Google; las propuestas para separar a las compañías
9 de noviembre de 2019 

"Padre Lennon, ¿tiene algo de dinero? Compre acciones de Standard Oil." Es lo que se dice que John D. Rockefeller le aconsejó a su compañero de golf, un sacerdote, cuando recibió en 1911 la noticia de que la Corte Suprema había dictaminado que su compañía petrolera debía ser dividida en 34 firmas más pequeñas. Fue un buen consejo. En pocos años el valor de esas firmas se triplicó. La riqueza neta de Rockefeller, que poseía más del 25% de cada empresa, pasó de alrededor de US$300 millones en 1911 a US$900 millones en 1923, alrededor de US$23.000 millones actuales.

Una división de los gigantes tecnológicos de hoy -Google, Amazon, Facebook y Apple- también podría destrabar una inmensa riqueza, según algunos analistas. Si se implementara plenamente el plan más radical, propuesto por Elisabeth Warren, una contendiente demócrata líder para la presidencia de Estados Unidos, de acuerdo a algunos cálculos las partes separadas podrían valer más de US$2 billones, lo que es aproximadamente la mitad del valor de las cuatro firmas completas hoy.

El esquema de Warren que tiene dos vertientes, fue presentado en marzo, pero ahora está siendo analizado más cuidadosamente, a medida que su campaña por la nominación presidencial demócrata cobra impulso. La primera parte es relativamente directa. Quieren deshacer fusiones tecnológicas consideradas "anticompetitivas", porque se realizaron para neutralizar a potenciales competidores. Esto apunta principalmente a Facebook, que en 2012 compró la red social Instagram por US$1000 millones y en 2014 pagó US$19.000 millones por el servicio de mensajería WhatsApp. En la industria hay voces que sostienen que ambas empresas podrían haberse convertido en serias rivales para Facebook. Pero Warren también apunta a deshacer otros acuerdos, como el de DoubleClick, un market place de publicidad comprado por Google, y Whole Foods, la cadena de supermercados que fue adquirida por Amazon.

La segunda vertiente del esquema requiere más explicación. Los gigantes tecnológicos son mayormente bestias de dos cabezas. No sólo operan un mercado sino que también compiten en el mismo. Amazon posee el mayor market place del mundo y también vende productos en ese mercado bajo marcas privadas. Apple administra la tienda de apps del iPhone pero también ofrece sus propias apps. Esto crea incentivos para que estas firmas promuevan sus productos de manera desleal, por ejemplo presentándolos en primer lugar en las páginas de resultados de sus motores de búsqueda.

Warren quiere que los operadores de mercados online que generen ingresos globales anuales de más de US$25000 millones sean declarados "empresas de servicios de plataformas" y que se les prohíba ser dueños de una plataforma y hacer negocios en la misma. Como mínimo esto significaría, por ejemplo, que Amazon tendría que deshacerse de sus marcas privadas, en particular Amazon Basics. Apple tendría que deshacerse de apps como Mail y Maps.

Determinar el efecto de las divisiones es difícil, aunque un análisis de los ingresos de varias partes de los negocios de los titanes tecnológicos da una idea de su valor. Analistas de activos que hacen análisis "de la suma de las partes" también tratan de estimar el valor de las piezas de un negocio usando como medida firmas similares. Sus evaluaciones con exceso de entusiasmo de cuánto podrían valer las firmas a veces parecen fantasiosas. Pero el enfoque puede servir razonablemente bien para unidades de negocios que tienen partes comparables, como Instagram. En junio Bloomberg Intelligence calculo que Instagram valdría US$100.000 millones (aunque algunos en Silicon Valley ubican la cifra en un nivel mucho más alto, alrededor de US$200.000 millones, por su acelerado crecimiento). El banco Brent Thill valúa el negocio de comercio minorista online de Amazon (incluyendo Amazon Basics, pero sin su mercado) en casi US$200.000 millones, y las tiendas físicas de la firma (principalmente Whole Foods) en hasta US$6000 millones.

Si no hay buenos términos de comparación y datos financieros, estimar los valores se parece más a un arte que a una ciencia, dice Brian Wieser, de Group m, el mayor comprador de publicidad del mundo. Eso hace aún más difícil calcular el valor del negocio publicitario de Google de conjunto (La estimación de Jefferies es de US$539.000 millones). Warrant quiere dividirlo en un mercado de publicidad y los servicios que operan en el mismo. Pero valuar sus partes constitutivas es pura adivinanza. La firma no da cifras.

Estos no son los únicos problemas. WhatsApp, pese al tremendo precio que pagó Facebook por la firma, no gana mucho dinero, lo que hace difícil valuarla. No tiene sentido tratar de estimar un precio para las apps de Apple y Google.

Lo poco preciso del plan de Warren también hace difícil estimar un valor total de la división. Si Facebook tiene que separarse de WhatsApp, ¿por qué debería conservar Messenger, su otro servicio de mensajería instantánea? ¿O porque debe Apple conservar iMessage? Se puede considerar ambos como servicios sobre una plataforma. Del mismo modo no está claro lo que sucedería con las tiendas de apps de Apple y Google o las ramas de computación en la nube de Amazon y Google (y la de Microsoft, que es rival de Amazon). La separación de Servicios Amazon en la red, por ejemplo, crearía la segunda firma corporativa más valiosa del mundo. Valdría US$438.000 millones, dice el banco Morgan Stanley, alrededor de cuatro veces más que IBM.

¿Aunque la mayoría de los analistas suponen que las partes separadas valdrían más que el todo, podría ser cierto lo opuesto? Las divisiones podrían destruir valor. Se evaporarían las sinergias, señala Amit Daryanani de Everccore, una firma financiera. Apple quizás ya no pueda ofrecer un paquete de hardware, software y servicios fuertemente integrado, lo que es su principal ventaja competitiva. Si se le quitara a Amazon su rama de computación en la nube perdería su negocio más rentable, lo que haría del resto una inversión menos atractiva. Tampoco está claro cómo reaccionarían los mercados si las desinversiones debilitaran los efectos de red y a las fuerzas económicas que permiten a las firmas grandes hacerse más grandes.

Los que creen que pueden beneficiarse de las divisiones no debieran llenarse de expectativas. Abundan las barreras políticas y legales. Aunque Warren gane la elección el año entrante, el senado norteamericano probablemente seguiría bajo control republicano y podría no estar dispuesto a convalidar una división radical. La otra vía, a través de los entes regulatorios, parece igualmente complicada. Warren quiere nombrar reguladores "comprometidos a revertir fusiones tecnológicas ilegales y anticompetitivas". Pero probablemente tendrían que convencer a la Justicia norteamericana. Tanto los jueces de los tribunales federales de apelación como la mayoría conservadora de la Corte Suprema son escépticos en cuánto a las posturas antimonopólicas.

En segundo lugar las dificultades prácticas serán una dificultad de agregada. En otros sectores prohibiciones de "líneas de negocios", del tipo que Warren quiere imponer a Amazon y Apple, han sido usadas para evitar el abuso de una posición dominante. Se prohibió a los ferrocarriles en EE.UU. transportar productos producidos por ellos mismos y a los bancos intervenir en el comercio. En el mundo digital estas fronteras son más arbitrarias y fluidas.

Nada de plataformas
Separar a las plataformas de los servicios que funcionan en ellas suena elegante. ¿Pero cómo dividir los datos que los gigantes tecnológicos han recogido? ¿Qué es parte de la plataforma y que no? ¿Qué pasa si se mueven las líneas que las separan? La mensajería instantánea podría describirse como un aspecto de una plataforma de redes sociales pero también como un servicio por separado. El caso contra Microsoft se detonó cuando empaquetó su sistema operativo Windows con su navegador de la red, que hasta entonces eran piezas separadas. Hoy los navegadores generalmente son considerados parte de un sistema operativo.

Tercero, el temor a consecuencias no deseadas actuará como un freno a las divisiones. El plan de Warren fue inspirado en parte por Lina Khan, Una estudiosa del derecho, que en 2017 publicó un trabajo influyente titulado "Amazon paradoja antitrust" y ahora asesora al subcomité antitrust del Congreso de EE.UU. en su investigación de las grandes empresas tecnológicas.

Pero en un trabajo más reciente enumera varios problemas que acarrearía imponer una regulación muy pesada. La tecnología en rápida evolución puede hacer que las divisiones resulten obsoletas. Debido a que introducen fricción, podrían llevar a una suba de precios. Si se las limita en cuanto a lo que pueden hacer, las plataformas pueden reducir la inversión, haciendo así más lenta la innovación. Aunque identifica estos problemas dice que no son "un argumento convincente para la inacción".

Lo que es más, las divisiones por sí solas no bastarán para domar a las grandes empresas tecnológicas. Harold Feld de Public Knowledge, un centro de estudios de orientación progresista, señala el "problema de la estrella de mar". Algunas estrellas de mar tienen poderes increíbles de regeneración: si se las rompe, las partes rápidamente crecen y se convierten en nuevas criaturas completas. En forma similar, una parte de un gigante tecnológico podría volverse dominante nuevamente debido a efectos de red. Sostiene que las divisiones tienen que ser acompañadas por una normativa que debilite este efecto, por ejemplo con el requisito de que el usuario de un servicio de mensajería instantánea pueda intercambiar textos con el usuario de otro servicio.

¿Dadas todas estas barreras se concretará alguna vez la división? Desinversiones en todo el sector parecen improbables, pero incluso Makan Derahim, jefe de la división antitrust del departamento de Justicia de EE.UU., dijo el 22 de octubre que están "perfectamente a la orden del día". Amazon se ve vulnerable. Está perturbando muchos sectores y creándose muchos enemigos. Parece relativamente fácil argumentar políticamente en favor de prohibirle algunas líneas de negocios. La víctima más probable es Facebook. Escándalos de privacidad y su rol en la diseminación de desinformación han convertido a la firma en un blanco tanto para los demócratas como para los republicanos.

Es relativamente fácil argumentar contra Facebook. Scott Hemphill y Tim Wu, dos estudiosos del derecho de Nueva York, ya lo están haciendo. Con el respaldo de Chris Hughes, un cofundador de Facebook que ahora es crítico de la firma, han estado haciendo presentaciones ante las autoridades regulatorias explicando que "evidencias disponibles indican que en 2010 Facebook lanzó un programa de adquisiciones defensiva seriales para mantener su dominio".

Más allá de los argumentos legales, no se presenta como una tarea fácil. WhatsApp sigue siendo un ente separado pero Instagram no lo es. Usa la misma plataforma de publicidad que Facebook. Y la firma está uniendo aún más sus mayores servicios fusionando sus agendas de direcciones. Los suscriptores de Facebook en algún punto podrán mandar mensajes con WhatsApp. La firma dice que busca hacerle la vida más fácil a los usuarios. Los críticos dicen que el objetivo es hacer más difícil la división. Para evitar un "daño irreparable" Hemphill y Wu piden a los reguladores que soliciten una prohibición preliminar que pondría fin al trabajo de integración.

Mark Zuckerberg, el dueño de Facebook, sabe que tiene un blanco en la espalda. Si Warren fuera elegida presidenta, le dijo recientemente al personal "apuesto a que enfrentaríamos un desafío legal". Agregó que además apostaría que él ganaría. Zuckerberg quizás debiera informarse de la historia de la Standard Oil. Rockefeller pensaba lo mismo, hasta que fue demasiado tarde.

Traducción de Gabriel Zadunaisky

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