El capital humano y la educación, claves
Mauricio Grotz. El enfoque de la
productividad inclusiva dice que, a más saber, más crecimiento.17 de octubre de
2020
A principios del siglo XX, la
Argentina se destacó por su movilidad social ascendente y la imagen de un país
donde el progreso era posible: la "excepcionalidad argentina",
caracterizada por el crecimiento económico y la inclusión. Estos pilares fueron
socavados paulatinamente por una performance económica que se tornó errática al
compás de vaivenes políticos e institucionales y crisis recurrentes. La
pobreza, antes un fenómeno pasajero, se transformó en un problema grave y
persistente. Basta revisar la evolución de los números de pobreza, desempleo y
distribución del ingreso para advertir cómo fue irrumpiendo la exclusión en las
poblaciones en situación de vulnerabilidad, a pesar de algunos períodos -breves
o intermitentes- de crecimiento económico.
Se acumulan ya demasiadas décadas
sin que la sociedad sea testigo de períodos de progreso sostenido que permitan
romper los mecanismos que retroalimentan la exclusión. Las tendencias recientes
no pronosticaban un porvenir auspicioso, y el Covid-19 no ha hecho más que
potenciar los obstáculos.
¿Cómo revertir el proceso para
mejorar los estándares de vida de las personas en situación de pobreza y sus
descendientes? Parte de las respuestas están asociadas con la productividad.
"La historia de la
productividad es en esencia el registro de los esfuerzos del hombre para salir
de la pobreza", dijo en 1961 John W. Kendrick, economista estadounidense
pionero en estudiar y medir la productividad. La frase resume el espíritu del
proyecto "Productividad Inclusiva", del IAE-Business School y la
Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral y explica por qué
la temática fue cobrando relevancia.
Una de las dimensiones del
proyecto se relaciona con la "productividad total de los factores",
un indicador no ajeno a controversias, pero que intenta reflejar la eficiencia
en el uso de los recursos productivos. Existen múltiples formas de incrementar
esa eficiencia y mecanismos que fomentan el crecimiento y cómo "agrandar
la torta". Entre ellos, además de la tecnología y la innovación, nuestro
foco es el capital humano (en especial la educación). La idea es simple,
mientras más sabemos, producimos más y mejor.
Estudios previos en la Argentina
señalan el uso ineficiente de sus recursos y los principales hallazgos atribuyen
las dificultades de crecimiento al menor esfuerzo en promover la inversión
productiva con episodios de recuperación atribuibles al uso de capacidad
instalada ociosa. Ante esta insuficiencia, el premio Nobel de economía Finn
Kydland predijo en 2004 un largo período de pobreza y crecimiento de la
desigualdad. En las últimas tres décadas, el aporte promedio de la
productividad total de los factores al crecimiento ha sido nulo, lo cual
indicaría no solo ineficiencia, sino también escasa innovación tecnológica.
Análisis similares para América Latina han dado lugar a un nuevo argumento: el
problema es la falta o pérdida de capital humano.
La excepcionalidad argentina hoy
no es la inclusión social y el progreso, sino tener record de inflación, problema
casi resuelto en el resto del mundo, pero reincidente aquí, con efectos severos
en los sectores más vulnerables. Se requiere un cambio de estrategia de largo
plazo para torcer el rumbo, crecer y reducir la pobreza. Esperamos que un
enfoque desde la productividad inclusiva contribuya a esta transformación.
Economista, magíster en Ciencias
Políticas; Facultad de Ciencias Empresariales, Universidad Austral
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