domingo, 24 de mayo de 2020

CORONAVIRUS: MICHEL WIEVIORKA: "ENTRAMOS EN UNA FASE DE LA MODERNIDAD DONDE EL RIESGO Y EL SENTIDO DE AUSENCIA DE SEGURIDAD SERÁN CENTRALES"


El sociólogo francés afirma que la retórica belicista contra la pandemia no aporta la respuesta a todos los problemas y que hay que pensar en el modelo de desarrollo para el futuro; "no salir de casa es la muerte social para muchos",
Hugo Alconada Mon. 24 de mayo de 2020 

"Entramos en una fase de la modernidad donde el riesgo y el sentido de ausencia de seguridad serán temas centrales", anticipa el sociólogo francés Michel Wieviorka, uno de los científicos sociales más reputados del mundo. Nieto de judíos polacos que murieron en Auschwitz, desde siempre se abocó a estudiar el sentido del riesgo y sus efectos. Y ahora avizora un mundo que será muy distinto tras la pandemia, con efectos que tomará años comprender y que se extenderán por décadas.

"Debemos recordar que en el siglo XVI, un volcán lanzó muchísimo polvo a la atmósfera, solapó al sol y el mundo entró en un período de miniglaciación durante 20, 30 años, con consecuencias naturales, políticas, económicas y sociales en el planeta. Por eso, ahora debemos mirar más allá de esta epidemia", invita. Pero con una primera sensación certera: "El cambio será global y será cultural".

El problema, sin embargo, es que "es imposible saber qué será del mundo", dice el ex director de la célebre Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, en París. Pero, aun así, invita a "pensar qué modelo de desarrollo queremos en el futuro". ¿Por qué? Porque "el cambio será cultural y será global".

Al frente hoy de la Maison des Sciences de l'Homme -una de las contadas entidades que aportaron expertos al comité de científicos que asesora en la emergencia al presidente Emmanuel Macron-, Wieviorka también alerta sobre la presencia y vigencia de las "fuerzas de la irracionalidad" y las flaquezas de la "retórica de guerra" que imperan en Francia, la Argentina y tantos otros países.

"Un aspecto positivo del discurso de guerra es que permite hablarles a todos, movilizar a todos contra algo externo, promoviendo la unidad del cuerpo social. Pero recordemos algo: el cuerpo social no es monolítico, tiene diferencias, hay desigualdades -remarca-. Hay gente que sufre mucho más que otra. Algunos tienen más probabilidades de contagiarse y de morir que otros. La sociedad no es totalmente homogénea. Y la retórica de guerra excluye algunas preguntas y respuestas: ¿quién va a pagar este esfuerzo? ¿Quién va a sufrir?".

Recluido ahora en su casa de Fontaine-de-Vaucluse, 700 kilómetros al sur de París y una hora al norte de Marsella, junto a Avignon, se sabe un privilegiado. "Yo estoy en un paraíso", dice a LA NACION, rodeado de su familia y de sus libros, junto a la ventana que le muestra la campiña en primavera. "Pero hay muchos que afrontan condiciones terribles durante la cuarentena", dice, para luego plantear un apartado especial para los mayores de 65 años. Recluirlos, alerta, implicará la "muerte social" para muchos de ellos.

-Comencemos por lo básico: ¿los temas de ayer serán importantes mañana? ¿Las categorías de pensamiento que eran relevantes antes de esta pandemia global serán útiles en el futuro?
-Hay dos posiciones extremas ante su pregunta. Por un lado, cuando Alexis de Tocqueville hablaba de la Revolución Francesa, remarcaba que ese evento tan importante fue apenas un momento en un proceso histórico que comenzó a gestarse mucho antes y cuyos efectos se extendieron mucho después. Entonces, una manera de pensar es que esta pandemia es muy relevante, pero que los temas que antes eran importantes lo seguirán siendo después. Y en el extremo opuesto están quienes afirman que no podremos aplicar las mismas ideas y categorías de pensamiento después del coronavirus, sino que todo va a cambiar. Y si es así, debemos modificar nuestras ideas y nuestros instrumentos para pensar el mundo.

-¿Y su posición es...?
-Que es imposible saber qué será del mundo. Mi sensación es que no todas las categorías previas a esta pandemia podrán aplicarse en el futuro, pero lo que no cambiará, en primer lugar, son las tendencias negativas de la vida colectiva: el racismo, el egoísmo, la ausencia de civismo... Todo eso continuará. Hoy mismo, en mi país, hay racismo contra los chinos, contra los asiáticos. Racismo. Muy físico, muy clásico. Se habla incluso del "peligro amarillo", que era una expresión de antes de la guerra. Este tipo de fenómenos no va a desaparecer. Tampoco la violencia de los hombres contra las mujeres. En Francia hay mucha más violencia conyugal ahora, por la cuarentena, que nunca antes.

-Pero abre la puerta a que otras ideas sí cambiarán?
-Creo que hay una mayor conciencia de que no podemos vivir más con esta globalización. Algunos plantean que debemos acabar con ella; otros dicen que debemos imaginar otra globalización. ¿Dónde funcionará bien? En el área de la medicina y la ciencia, por ejemplo, para desarrollar vacunas o medicamentos. Los científicos trabajan juntos, hoy, con una dinámica de open source. Por eso creo que debemos pensar qué modelo de desarrollo queremos en el futuro. Debemos apuntar a un mundo abierto, pero también debemos reindustrializar nuestros países, por ejemplo. Debemos definir qué productos queremos desarrollar por nuestra cuenta.

-Un abordaje que, por lo tanto, excederá lo coyuntural...
-El cambio será cultural y será global, al mismo tiempo. Otro cambio claro es que ahora todos pensamos que necesitamos muchas más políticas públicas, de Estado. El keynesianismo tiene hoy una acogida mucho más favorable. Es claro que vamos a necesitar un Estado distinto al de antes. Y otro punto, para nosotros, los franceses, pasa por las fronteras. Hasta hoy era una bandera de los extremistas que pregonaban la necesidad de las fronteras porque no querían migrantes. Hoy todos hablan de fronteras. ¿Cómo es posible construir la Europa si hablamos de fronteras? Las cosas cambiarán en Europa. Será terrible para la Unión Europea.

-¿Puede colapsar?
-¡Sí, claro! Si los países miembros comienzan a decir que no quieren ayudar a Italia, por decir cualquier país, o que no quieren modificar la manera de pensar la moneda o lo que fuere, puede ocurrir. El Brexit fue un momento de debilitación para la Unión Europea, y otros países pueden seguir el mismo camino. No será inmediato, pero puede ocurrir. Europa será distinta después de todo esto.

-¿Y la democracia, tal y como la conocemos en Occidente al menos, está en riesgo?
-Primero debemos determinar si la democracia ofrece las mejores respuestas ante desafíos como una pandemia o si sería más eficaz un gobierno autoritario o incluso totalitario. Muchos señalan ahora que China, por ejemplo, fue más eficaz que nosotros para controlar la pandemia, y concluyen que entonces es mejor un gobierno autoritario. Pero no me parece correcto. Miremos qué ocurre en otros países donde rige la democracia y sus resultados contra la pandemia son buenos, como Alemania o Austria o Taiwán. Comparemos sus cifras con las de España o Francia o Italia. Entonces no podemos decir que el problema es entre China y las democracias, sino cuáles son las soluciones democráticas que funcionan y cuáles no. Y ahí es donde pienso que las ciencias sociales son muy útiles. Ayudan a decidir cuáles son las mejores políticas públicas. Aquellos que conocen sobre epidemias, por ejemplo, pueden iluminar el pensamiento de los actores políticos, pueden exponer ante un jefe de Estado que tal política pública tiene tal o cual efecto en tal o cual circunstancia o remarcar que no se sabe cuáles podrían ser sus efectos, porque también hay mucho sobre lo que no se sabe y eso también es un insumo de conocimiento. Por eso pienso que, hoy, las ciencias sociales pueden ser muy útiles a la política y al debate público. Y en este sentido hay más y más pluridisciplinariedad: sociólogos, antropólogos, politólogos trabajando con médicos, epidemiólogos, virólogos y otros expertos de muy distintas disciplinas y, juntos, en colaboración, introducen nuevas ideas y producen nuevos conocimientos en el debate público. Todo esto es muy positivo.

-El contexto pandémico global, sin embargo, también puede depararnos disgustos. ¿Qué ve en el horizonte?
-Las fuerzas de la irracionalidad son hoy muy importantes. Eso lo saben muy bien en América Latina. No todas, pero hay ciertas iglesias evangelistas o ciertos sectores del judaísmo ultra ortodoxo que afirman que su fe es más fuerte que el virus, que pueden seguir congregándose y que no habrá problemas. Eso es lo que ocurre con Jair Bolsonaro, por ejemplo. La irracionalidad es fuerte en ciertos sectores religiosos que también son reaccionarios a la ciencia. Otro punto preocupante es que cuando hay un fenómeno de este tipo, desconocido, tienden a generarse visiones conspirativas, una paranoia colectiva, una búsqueda de explicaciones no naturales, de "chivos expiatorios". Hoy hay mucho de eso. Gente que busca culpables, sean los chinos, los judíos, la CIA, y en este tipo de momentos hay mucho espacio para los rumores. Por eso pienso que la realidad de hoy es una mezcla de confianza en la ciencia, en los médicos, en la razón, por un lado, y de rumores y "complotismo".

-Potenciados, lo bueno y lo malo, por la accesibilidad y la difusión que aportan internet y las redes sociales.
-En Francia -y pienso que lo mismo ocurre en la Argentina-, mucha gente no puede salir de casa y, por lo tanto, está aislada, pero con internet y redes sociales, comunicándose como nunca antes. Entramos de lleno en un mundo digital. Hoy estamos totalmente involucrados, por ejemplo, en el teletrabajo o en la educación virtual. Estamos en una nueva cultura. Pero lo notable es que, al mismo tiempo, también queda muy claro que necesitamos que cierta gente haga su trabajo en el mundo real: los médicos o quienes ayudan a los mayores en sus casas o la cajera de un supermercado, que hoy es la heroína nacional de Francia. Personas que no viven en un mundo digital, sino en un mundo bien concreto. Por eso estamos en un momento único, en el que convive un mundo mucho más digital que antes con un mundo en el que descubrimos que la sociedad no puede funcionar sin la cajera del súper y otros trabajadores de servicios esenciales. Eso es parte del futuro. Viviremos en una sociedad que no es la de antes y tendremos que buscar nuevas categorías de pensamiento para abordarla.

-Y esto ocurre en un contexto de exacerbación del discurso belicista, con expresiones como "el enemigo invisible", tan presente en Francia, en la Argentina y otros países?
-[Asiente con la cabeza]. El caso francés es interesante. Hará un mes, nuestro presidente empezó diciendo "estamos en guerra" y pareció emular a [Winston] Churchill, con aquello de sangre, sudor y lágrimas, como un líder en tiempo de guerra. Pero después de 15 días Macron habló totalmente distinto. Ya no aludió a guerras, sino que planteó que debíamos movilizarnos, sin hablar en términos marciales. Un aspecto positivo del discurso de guerra es que permite hablarles a todos, movilizar a todos contra algo externo, promoviendo la unidad del cuerpo social. Pero recordemos algo: el cuerpo social no es monolítico, tiene diferencias, hay desigualdades. Hay gente que sufre mucho más que otra. Algunos tienen más probabilidades de contagiarse y de morir que otros. La sociedad no es totalmente homogénea. Y la retórica de guerra excluye algunas preguntas y respuestas: ¿quién va a pagar este esfuerzo? ¿Quién va a sufrir? Por eso, la retórica belicista no aporta la respuesta a todos los problemas. Hay regiones de Francia que no sufren los efectos de la pandemia y otras que sí, por ejemplo.

Muchos afrontan condiciones terribles durante la cuarentena; hacinados, con varios chicos que no van a la escuela y que, por lo tanto, no comen; o muchos mayores en geriátricos de condiciones muy dispares, entre otros. Esas personas no pueden pensar que sus problemas son los mismos de aquellas que están bien. Pero el vocabulario de la guerra no dice nada de eso o de las injusticias sociales. Y cuando se habla de salir del confinamiento, tampoco se puede plantear el mismo discurso para los mayores que para el resto. El gobierno plantea que los mayores de 65 o 70 años no podrán salir de sus casas. Pero no salir de casa es la muerte social para muchas personas.

Recomendación para aprovechar el tiempo
-Dado que los argentinos llevan semanas confinados por la pandemia y que aún falta un trecho incierto, ¿qué libros, series de televisión, películas o música les recomienda para "aprovechar" el tiempo? ¿Qué está leyendo, viendo o escuchando usted?
-¡Ja! [Arquea las cejas] ¡Difícil de responder! Pienso que escuchar música es importante y permite hacer otras cosas al mismo tiempo. Leer, también, por supuesto. Yo estoy leyendo todo lo que durante años y años me dije "algún día lo voy a leer?" ¡Hoy llegó el momento! Pero no voy a decir qué libros, aunque sí voy a decirle el libro que más me ha gustado a lo largo de toda mi vida: El conde de Montecristo [de Alejandro Dumas]. ¡Para leer este tipo de libros necesitas muchos días y puedes identificarte positivamente o negativamente con los personajes! Por eso, este tipo de libros me gustan mucho. Y si vamos a ampliar, habría que prestarle atención a la literatura china actual. Hay algunos autores muy interesantes que son traducidos al español, al francés y al inglés, y que nos permiten entender este nuevo mundo. Porque hoy, China probablemente es el centro del mundo.

Biografía
Nacido en Francia en 1946, Michelle Wieviorka se doctoró en Letras y Ciencias Humanas, dedicó su carrera a estudiar el terrorismo, la violencia, el racismo y la democracia; hoy es considerado uno de los científicos sociales más reputados del mundo
Fue director de la célebre École des Hautes Études en Sciences Sociales, en París, donde entre 1993 y 2009 lideró el Centro de Análisis y de Intervención Sociológica (Cadis), que fundó Alain Touraine, y presidió la Asociación Internacional de Sociología
Máximo responsable de la Maison des Sciences de l'Homme, e integrante del Consejo Científico de la Unión Europea, publicó varios libros. Entre ellos, El espacio del racismo; Otro mundo... Discrepancias, sorpresas y derivas en la antimundialización, El racismo: una introducción, El antisemitismo explicado a los jóvenes y La violencia.

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