LA NACION. 23 de abril de 2020
Si
los gobiernos pudieran determinar la evolución económica de los países, no
habría crisis. Cuando los funcionarios creen que vía decretos, resoluciones,
prohibiciones, subsidios, emisión monetaria, etc., lo pueden lograr, y actúan
en consecuencia, los habitantes tenemos dos problemas: lo que ocasionó la
crisis y el gobierno de turno.
En
breve, el presidente de la Nación tendrá que tomar una difícil decisión: cuánto
de la cuarentena dispuesta hasta ahora seguirá de aquí en adelante y durante
cuánto tiempo. La cuestión, entonces, no es cuarentena sí o no, sino cuánta y
durante qué lapso.
Con
el tamaño que en nuestro país tiene la economía informal, con el impacto que
sobre los bolsillos de los argentinos tuvo y tiene la paralización a la que
estamos sometidos, por entendibles razones sanitarias, el peor error que pueden
cometer los funcionarios es pensar que la población obedecerá de manera
estricta cualquier extensión de la cuarentena en las condiciones que disponga
el Poder Ejecutivo.
No
puede esperarse, de un ser humano que se quedó en su casa, que muera en su
domicilio porque obedece la cuarentena, pero no tiene cómo comprar alimentos o
pagar otros gastos esenciales. Salta el cerco, a lo que venga.
No
estoy invitando a la población a delinquir, estoy diciéndole al Gobierno que
entienda que el conflicto entre salud y economía es cuantitativo. El Presidente
tiene que ser exigente, con los infectólogos y con su equipo económico, para
que tanto unos como otros diseñen e implementen todas las iniciativas que
reduzcan el conflicto.
Por
razones entendibles, en las decisiones presidenciales por ahora los primeros
tienen las de ganar. Pero si los segundos no se mueven, temo que el salto del
cerco sea creciente y, si esto ocurre, será imposible pararlo.
Quienes
piensen que se puede emitir mucho dinero, pero que esto no genera inflación
porque los precios están congelados, sencillamente no piensan; quienes piensen
que los subsidios generalizados a las empresas, a los informales, etc., pueden
ser un buen sustituto del funcionamiento económico, tampoco piensan. Y mucho
menos piensan quienes creen que lo que puede ser aceptable durante una
emergencia servirá para siempre porque estamos inventando una nueva teoría
económica.
La
economía no es una planilla de Excel; es la base material de la vida humana.
Los funcionarios no pueden pretender que los seres humanos ajustemos nuestro
comportamiento a sus velocidades.
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