LA HOJA DE RUTA DEL DESARROLLO ARGENTINO
Alfredo Pérez Alfaro
CAPÍTULO I
EL DÍA DESPUÉS DEL CORONAVIRUS: VOLVER AL DESARROLLO
Cuál será el modelo de desarrollo que implementará Argentina una vez superada la crisis del coronavirus y resuelto el replanteo de la deuda externa? Analizaremos la cuestión a la luz de la evolución de las teorías del desarrollo prevalecientes a comienzos del Siglo XXI, y cómo sus conclusiones resultarán desafiadas por los graves acontecimientos que se están produciendo en la economía del país.
De la “falacia cuantitativa” a la valoración del ser humano
La concepción del desarrollo en las primeras décadas del Siglo XXI fue influenciada por la corriente encabezada ya desde fines del siglo pasado por Amartya Sen, inspirador de la creación del Indice de Desarrollo Humano (IDH) de las Naciones Unidas. Sen sostiene que toda política de desarrollo debería tomar en cuenta la garantía del bienestar de los individuos, la igualdad de género, la mejora de la calidad de vida y el equilibrio demográfico.
Pierde
así predicamento la llamada “falacia cuantitativa”, que pretende
manejar únicamente números y dimensiones de carácter económico para definir el
desarrollo, condicionando su éxito a la mera relación entre el aumento de la
producción y el número de habitantes. En esa línea, autores de la talla del
Premio Nobel W. Arthur Lewis llegaron a definir al desarrollo “simplemente como
el crecimiento de la producción por habitante”[1].
A
contrario sensu, los enfoques “finalistas” se alimentaban de contribuciones
como las de la Iglesia Católica, a través de las encíclicas Populorum
Progressio[2]
y Centesimus Annus[3].
Ya
ingresados al Siglo XXI, podemos afirmar que una de las mayores contribuciones
al fortalecimiento de las concepciones éticas, solidarias y humanistas del
desarrollo proviene de la sanción por las Naciones Unidas de la Agenda 2030
para el Desarrollo Sostenible (ODS 2030), que plantea 17 objetivos y 169 metas
a considerar cumplidas en el año 2030, de carácter integrado e indivisible y
que abarcan las esferas económica, social y ambiental[4].
La disrupción del coronavirus
En el mundo, y particularmente en Argentina, es seguro que se demandará la máxima profundidad y contundencia en la consideración de estos enfoques, y que se multiplicará la urgencia en implementarlos en la economía y la sociedad reales, cuando comience el farragoso retorno a una actividad razonablemente normalizada, luego de esta prolongada y disruptiva cuarentena.
En
nuestro país habrá que tener en cuenta que las condiciones del escenario en el
que se pretenderá regresar al desarrollo aparecerán insólitamente deterioradas:
una sociedad estresada a límites todavía difíciles de prever, el aparato
económico parcialmente desintegrado, niveles inéditos de pobreza y
marginalidad, y fuera de nuestras fronteras un mundo apartado de la
globalización, inmerso como nunca en la preservación de intereses domésticos.
En
estas instancias, está claro que le corresponderá al Estado un protagonismo
político excluyente en el desafío colectivo de coordinar y establecer espacios
amplios de construcción social que nos permitan avizorar un objetivo de
desarrollo integral, habida cuenta que dispondrá para ello de la enorme
ampliación de su rol y su poder fáctico, generada por las medidas de excepción dispuestas
durante la contención de los picos más dramáticos de la pandemia, las que
vienen siendo aceptadas hasta ahora de buen grado por la sociedad.
La incidencia decisiva de las instituciones
Llegado ese momento, aparecerá como un requisito fundamental la calidad de la gestión institucional necesaria para definir los objetivos y aplicar los recursos estratégicos que nos permitan un camino de crecimiento de bases sólidas en el marco de las nuevas concepciones del desarrollo que hemos descripto.
Aquí
es donde adquiere importancia el enfoque que denominaremos “institucionalista”
de Daron Acemoglu y Aldo Ferrer. El primero de ellos expresa que “el éxito
económico de los países difiere debido al tipo de las relaciones y articulaciones
entre sus instituciones (políticas y económicas), a las reglas fijadas por la
política que influyen en cómo funciona la economía y a los incentivos que
motivan a las personas”[5].
Para
Acemoglu se distingue, tanto en el marco económico como en el marco político,
entre instituciones inclusivas e instituciones extractivas. Las instituciones
inclusivas posibilitan y fomentan la participación de la gran mayoría de las
personas en actividades económicas que aprovechan mejor su talento y sus
habilidades, y son esencialmente abiertas y pluralistas. Cuando tanto las
instituciones políticas como las económicas son extractivas –ineficaces, anacrónicas,
de baja calidad y sesgadas por intereses sectoriales- no hay incentivos para la
destrucción creativa y el cambio tecnológico, ingredientes esenciales del progreso
de las naciones. Se pueden asignar recursos y personas por decreto para
promover el desarrollo, sostiene Acemoglu, pero sus resultados estarán limitados
intrínsecamente.
Aldo
Ferrer se refiere a lo mismo cuando destaca la necesidad de Argentina de
generar y sostener la necesaria densidad nacional, entendida como un conjunto
de condiciones de gestión de saberes orientada a crear incentivos al desarrollo[6].
El dicotomía de Amartya Sen[7]
Superados los peores momentos de la crisis del coronavirus, y aun conviviendo con sus ecos menos rigurosos en la etapa de la normalización, muchos países se enfrentarán a la dicotomía que plantea Amartya Sen: recuperar el desarrollo según la concepción que él denomina BLAST (Blood, And Sweat and Tears), o según la concepción GALA (Getting by, with A Little Assistance).
En
el modo BLAST, cuando se necesitan altos niveles de acumulación para alcanzar
el desarrollo económico, se recurre en el corto plazo a limitar los niveles de
bienestar de la población, con el fin de alcanzar mayores beneficios en el
futuro. Se los considera sacrificios necesarios que deben sufrir los individuos
de una sociedad si quieren progresar. Sen expone los defectos de este enfoque:
problemas como la pobreza, la educación, el alimento y la vivienda, que tienen
relación con la productividad económica, surgen irremediablemente, dado que
este modelo no prioriza la solución de las necesidades presentes, en pos del
mayor beneficio que se conseguirá en el futuro. Para este método las medidas
distributivas o equitativas en etapas tempranas del desarrollo serían un error
pues los beneficios llegarán a todos a su debido tiempo a través de la
filtración (el “derrame”). Otra de las consecuencias de la concepción BLAST
para alcanzar el desarrollo es la afectación temporaria de los derechos
humanos, civiles y políticos en las etapas tempranas del desarrollo. Un claro
ejemplo contemporáneo de este modelo quizás podríamos encontrarlo en la
experiencia china de las últimas décadas.
A
contrario sensu, la concepción GALA define el desarrollo como un proceso
amigable al cual se llega con la cooperación entre los individuos, a través de
la interdependencia entre el bienestar social, un novedoso concepto de la
felicidad, la capacidad productiva y el desarrollo potencial de una economía,
de una manera más armónica, es decir, que se tratan como un todo y no las dos
últimas condiciones como requisito sin el cual no se pueden mejorar las
primeras en el presente. Los modelos escandinavos de desarrollo, centrados en
un concepto superador de la tradicional y abandonada “economía del bienestar”
se inscriben en el modo GALA
En
posteriores entregas exploraremos otras dicotomías y opciones que la sociedad
argentina deberá resolver para aspirar a superar la –hasta ahora frustrante y ahora
dramática- interrupción de su
desarrollo.
Nota de prensa publicada en https://fundaciongeo.org.ar/
Nota de prensa publicada en https://fundaciongeo.org.ar/
[1] W.
Arthur Lewis. Teoría del desarrollo económico. Fondo de Cultura Económica.
Barcelona. 1971.
[2] Paulo VI. “El desarrollo
debe ser integral, concebido por el hombre y para el hombre, encuadrado en una
moral de comportamiento humano, no solo en relación a los individuos sino
también a través de los pueblos. El desarrollo es el nuevo nombre de la Paz”.
[3] Juan Pablo II. “El desarrollo no
debe ser entendido de manera exclusivamente económica, sino bajo una dimensión
humana integral. No se trata solamente de elevar a todos los pueblos al nivel
de vida que gozan hoy los países más ricos, sino de fundar sobre el trabajo
solidario una vida más digna, hacer crecer efectivamente la dignidad y la
creatividad de toda persona, su capacidad de responder a la propia vocación, y
por lo tanto a la llamada de Dios”.
[5]
Daron Acemoglu y James A. Robinson. Por qué fracasan los países. Ariel. Buenos
Aires. 2015.
[6]
Aldo Ferrer. La densidad nacional: el caso argentino. Colección
Claves para Todos. Edit. Capital Intelectual. Buenos Aires. 2004.
[7] https://www.bbc.com/mundo/noticias/2010/11/101103_desarollo_libertad_entrevista_sen_aw
¿Existe la posibilidad de establecer una Hoja de Ruta de las decisiones políticas, sociales y económicas que deben tomar los países para recorrer exitosamente los caminos del desarrollo? El Proyecto Nacional de un país discurre a través de cuatro dimensiones de reflexión: la doctrina (una concepción del hombre), la ideología (un modelo de sociedad), las políticas de largo plazo (afines a la doctrina y a la ideología), y la coyuntura (generación de políticas de corto plazo coherentes con la visión de largo plazo).
CAPÍTULO II
EL TRIÁNGULO DEL DESARROLLO ARGENTINO
Y LAS DICOTOMÍAS DE HOSELITZ
ANTES Y DESPUÉS DE LA PANDEMIA
¿Existe la posibilidad de establecer una Hoja de Ruta de las decisiones políticas, sociales y económicas que deben tomar los países para recorrer exitosamente los caminos del desarrollo? El Proyecto Nacional de un país discurre a través de cuatro dimensiones de reflexión: la doctrina (una concepción del hombre), la ideología (un modelo de sociedad), las políticas de largo plazo (afines a la doctrina y a la ideología), y la coyuntura (generación de políticas de corto plazo coherentes con la visión de largo plazo).
Los
esfuerzos a coordinar en esa tarea imponen la necesidad de elegir alternativas,
de resolver dicotomías y de ponderar las fortalezas y debilidades de cada país
como un condicionante clave a la hora de tomar aquellas decisiones.
Prosiguiendo
con el hilo argumental del Capítulo anterior, completaremos el conjunto de
herramientas de análisis que nos permitirán dibujar los posibles rasgos del
“viaje” al desarrollo de Argentina luego del shock de la pandemia: se deberá
evaluar el estado del “triángulo del desarrollo” nacional, tal como lo plantean
John Kenneth Galbraith y Jorge A. Sábato; será necesario resolver la dicotomía
de Amantya Sen (¿modelo BLAST o modelo GALA?); corresponderá resolver las tres
dicotomías del modelo de Bert Hoselitz (¿expansionista o intrínseco? ¿autónomo
o satélite? ¿espontáneo o inducido?); y finalmente habrá que considerar, según
Daron Acemoglu, la calidad y efectividad de las instituciones políticas y
económicas del país encargadas de poner en marcha el proceso (¿inclusivas o
extractivas?.
El triángulo del desarrollo: un modelo para armar
Inspirado
en las propuestas de John Kenneth Galbraith[1],
el físico y tecnólogo argentino Jorge A. Sábato plantea, para cada caso puntual
de situación nacional, una visión del desarrollo apoyada en la fortaleza de los
que él denomina “triángulos de desarrollo”. Tres son los vértices del
triángulo: el gobierno, el aparato productivo y la infraestructura científico-tecnológica.
Cada uno de estos vértices está integrado por múltiples instituciones.
- El gobierno está
representado por el sistema político, y las formas en que las instituciones
nacionales, provinciales y municipales ejercen el poder.
- El aparato
productivo está conformado por el conjunto de las empresas y demás sectores
de
la producción, sus microeconomías y el sistema de inversiones que los contiene.
- La infraestructura
científico-tecnológica está integrada por el sistema educacional, los
centros
de investigación, las instituciones de planeamiento, las usinas culturales y
creativas, etc.
Los
lados del triángulo representan las inter relaciones entre los vértices,
mientras que dentro de cada vértice pueden darse intra relaciones de distinta intensidad.
Cualquier política de desarrollo debiera apoyarse en un triángulo nacional de
vértices eficientes y eficaces, muy consolidados en sus intra relaciones, y con
lados de gran solvencia y fluidez,
capaces de asegurar un ida y vuelta virtuoso en sus inter relaciones.
En
plena coyuntura de la actual pandemia surgen varias preguntas cuyas respuestas
será necesario elaborar con claridad, realismo, espíritu crítico y mirada
estratégica:
- ¿Cuál era el
estado del triángulo del desarrollo argentino en vísperas de la pandemia?
- ¿En qué estado se
encontrará el triángulo del desarrollo argentino cuando finalice la
actual cuarentena
de duración todavía impredecible?
- Cuando la
pesadilla finalice ¿qué caminos podrían emprenderse para acondicionar el
triángulo a las exigencias de una recuperación del crecimiento, en el marco de
las
concepciones “finalistas” del desarrollo, superadoras de la “falacia
cuantitativa”?
Las dicotomías de Bert F. Hoselitz[2] en los procesos de desarrollo
Para
Hoselitz, los procesos nacionales de desarrollo acontecen en el marco de la
resolución de tres grandes dicotomías. De hecho, los modelos de desarrollo posibles
están supeditados a la elección que realizan las sociedades y sus gobiernos en
relación con esos tres juegos de alternativas[3].
- La primera
dicotomía es de carácter geoeconómico. De acuerdo a ella, los procesos de
desarrollo pueden acontecer a través de una paralela agregación de espacios
territoriales,
en cuyo caso se los define como “expansionistas”, o bien operar
sobre espacios no
ampliables, en cuyo caso se trata de procesos “intrínsecos”.
Hablar de agregación de
espacios no se refiere hoy a la idea literal del
ensanchamiento de las fronteras políticas por
la fuerza, sino a la
participación en mercados más amplios, a la regionalización
transnacional, y a la
proyección económica y comercial hacia otras latitudes geográficas.
- La segunda
dicotomía es de carácter geopolítico, y tiene que ver con el grado de
autodeterminación nacional existente en los hechos. Cuando un país se desarrolla
soberanamente y sus objetivos, metas y condiciones no se subordinan a los de
otras
voluntades nacionales, asistimos a un proceso calificado por Hoselitz
como “autónomo”. En
cambio, cuando la voluntad nacional se halla de alguna
manera condicionada por efectos
de
dominación e influencia provenientes de otra u otras voluntades nacionales,
asistimos a
un modelo “satélite”.
- La tercera
dicotomía tiene que ver con el grado de libertad de acción concedido a los
agentes económicos. Si las unidades económicas – productores, consumidores,
ahorristas,
empresas, bancos, etc. - se
rigen en sus actos exclusivamente por el sistema de precios,
los mecanismos del
mercado y las reglas de la competencia, nos hallamos ante un modelo
“espontáneo”. Si por el contrario existe algún grado de planificación,
incentivos,
intervención o direccionamiento de la economía, nos hallaríamos
ante un proceso
“inducido”.
En
relación con las dicotomías, de la misma manera que en relación con el
triángulo del desarrollo, surgirían también varias preguntas de enorme
contenido político y estratégico:
- ¿una vez resuelta
la crisis del coronavirus, bajo qué opciones se encarará la reconstrucción de
nuestro triángulo nacional para colocarlo al servicio de un modelo de
desarrollo “finalista”, sustentable y auto sostenido?
- ¿qué
características tendrá el sistema de poder que conducirá el proceso? GALA o
BLAST?
- ¿en términos geoeconómicos,
el modelo a implementar será “expansionista” o “intrínseco”?
- ¿en términos geopolíticos,
el nuevo crecimiento será “autónomo” o “satélite”?
- ¿en términos del
juego de las leyes del mercado, el planeamiento se basará en la hipótesis de un
desarrollo “espontáneo” o “inducido”?
El triángulo argentino y las dicotomías de Hoselitz al comienzo y al final de la pandemia
El
triángulo del desarrollo argentino en las semanas previas a la declaración de
la pandemia presentaba serias debilidades e inconsistencias.
- El
vértice gobierno se encontraba todavía inmerso en una etapa de asentamiento y
puesta en funciones por parte de las nuevas autoridades que asumieron sus
cargos a partir de diciembre de 2019, tanto en el Poder Ejecutivo como en el
Congreso Nacional y en numerosas provincias. La preocupación dominante giraba
en torno a las negociaciones encaminadas a lograr el refinanciamiento de la
deuda externa. Desde muchos sectores se reclamaba “un plan económico”.
- El
vértice del aparato productivo enfrentaba las secuelas de una profunda recesión
iniciada un año y medio antes, en el marco de una de las inflaciones más altas
del mundo. En ese escenario de estanflación, se asistía a un conjunto de
medidas de corto plazo que apuntaban a reactivar el consumo como recurso casi
excluyente para lograr la reactivación económica, habida cuenta de la dramática
ausencia de inversión que evidenciaba la economía.
- El
vértice de la infraestructura científico tecnológica, en particular en el plano
educativo, aparecía dominado por cuestiones coyunturales tales como la eterna
discusión sobre el inicio puntual de las clases y las discusiones de la
paritaria nacional docente, persistiendo como “asignatura pendiente” el
profundo debate que se debe el país sobre la calidad, eficiencia y efectividad
de la oferta educativa y su adecuación a los desafíos de la revolución de las
nuevas tecnologías.
Similar
situación de incertidumbre e indefinición se percibía claramente en torno a las
dicotomías de Hoselitz, habida cuenta del giro ideológico producido por la
asunción de un nuevo gobierno situado en las antípodas del anterior, dispuesto
a cuestionar prácticamente todo lo hecho, en el marco de la ausencia crónica de
políticas de Estado, lamentablemente arraigada en el país desde décadas atrás.
- La
dicotomía geoeconómica [expansionista / intrínseco], históricamente irresuelta,
aparecía flanqueada por cuestiones tales como el debate en torno a la conveniencia
del acuerdo de comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, las consecuencias
de la evidente falta de sintonía política entre los gobiernos de Argentina y
Brasil, o la incertidumbre sobre la continuidad del proyecto de Vaca Muerta,
mientras desde las nuevas autoridades volvían a la palestra las ideas del
recordado Aldo Ferrer (“vivir con lo nuestro”).
- En
cuanto a la dicotomía geopolítica [autónomo / satélite], Argentina aparecía
embarcada, como toda América Latina, en la disyuntiva entre la irrupción de
China como el mayor inversor externo en la región y la firme posición de
Estados Unidos en cuanto a no ceder posiciones en su “patio trasero”, acentuada
en nuestro caso por su imprescindible colaboración en las inminentes
negociaciones ante el Fondo Monetario Internacional. Todo ello en un mundo
hiperglobalizado e interdependiente.
- Y
en cuanto a la dicotomía de mercado [espontáneo / inducido], asistíamos a las
primeras decisiones del nuevo Gobierno, que apuntaban a denostar las políticas
pro mercado y de apertura económica de la administración anterior, para
sustituirlas por medidas de corte intervencionista, que podrían resumirse en la
frase esgrimida por muchos de los nuevos funcionarios: “vuelve el Estado”.
Estas
descripciones del triángulo del desarrollo argentino y sus ancestrales dicotomías quedaron de pronto inmersas en la aparición de la pandemia del
coronavirus y su brutal efecto de shock: la mayor parte de muchas cuestiones
domésticas que preocupaban a los argentinos, y que parecían trascendentales,
pasaron por completo a segundo plano. La excluyente dicotomía del momento pasó
a ser [salud / economía]. Y la decisión del Gobierno –avalada por la mayoría de
la población- fue indubitable: primero la salud, aun al precio de “congelar” y
quizás colapsar gran parte de la economía.
La
vida argentina está transcurriendo desde entonces en el “limbo” económico
social de una extendida cuarentena, de final incierto, de resultados ya
extremadamente graves, muy difícil de evaluarlos en toda su dimensión y
profundidad. Pero se hace dramáticamente necesario comenzar a vislumbrar el
final de este proceso doloroso e impostergable y a preguntarnos en qué
condiciones estará entonces nuestro triángulo, qué habrá ocurrido con sus
vértices y sus lados, e incluso si para ese momento fundacional estaremos en
condiciones de resolver con inteligencia y acierto estratégico nuestro modelo
de regreso al desarrollo: ¿expansionista / intrínseco? ¿autónomo / satélite?
¿espontáneo / inducido?.
En
este tiempo de prueba y resiliencia, el mayor compromiso de nuestra dirigencia
política, social, empresarial, sindical y cultural consistirá en generar un
liderazgo de crisis capacitado para imponer una visión compartida sobre las
cuestiones básicas abordadas en este y el anterior informe, a fin de estar en
condiciones de encontrar el mejor y más equilibrado camino a la hora de pensar
en volver al desarrollo. Si no lo encaramos ahora, sin prejuicios y con
espíritu solidario, tendremos que hacerlo de apuro y sin margen para el error
cuando llegue el momento, con las consecuencias que podemos imaginar. De ello
nos ocuparemos en los próximos capítulos.
[1]
John Kenneth Galbraith. El Nuevo Estado Industrial.
[2]
Bert F. Hoselitz. Crecimiento económico, aspectos no económicos.
[3] https://www.academia.edu/35011868/Hoselitz_1974.pdf
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