viernes, 10 de abril de 2020

ALFREDO PÉREZ ALFARO: SUPERARÁ ARGENTINA LA INTERRUPCIÓN ENDÉMICA DE SU DESARROLLO?

LA HOJA DE RUTA DEL DESARROLLO ARGENTINO

Alfredo Pérez Alfaro

CAPÍTULO I

EL DÍA DESPUÉS DEL CORONAVIRUS: VOLVER AL DESARROLLO

Cuál será el modelo de desarrollo que implementará Argentina una vez superada la crisis del coronavirus y resuelto el replanteo de la deuda externa? Analizaremos la cuestión a la luz de la evolución de las teorías del desarrollo prevalecientes a comienzos del Siglo XXI, y cómo sus conclusiones resultarán desafiadas por los graves acontecimientos que se están produciendo en la economía del país.

De la “falacia cuantitativa” a la valoración del ser humano

La concepción del desarrollo en las primeras décadas del Siglo XXI fue influenciada por la corriente encabezada ya desde fines del siglo pasado por Amartya Sen, inspirador de la creación del Indice de Desarrollo Humano (IDH) de las Naciones Unidas. Sen sostiene que toda política de desarrollo debería tomar en cuenta la garantía del bienestar de los individuos, la igualdad de género, la mejora de la calidad de vida y el equilibrio demográfico.

Pierde así predicamento la llamada “falacia cuantitativa”, que pretende manejar únicamente números y dimensiones de carácter económico para definir el desarrollo, condicionando su éxito a la mera relación entre el aumento de la producción y el número de habitantes. En esa línea, autores de la talla del Premio Nobel W. Arthur Lewis llegaron a definir al desarrollo “simplemente como el crecimiento de la producción por habitante”[1].   

A contrario sensu, los enfoques “finalistas” se alimentaban de contribuciones como las de la Iglesia Católica, a través de las encíclicas Populorum Progressio[2] y Centesimus Annus[3].

Ya ingresados al Siglo XXI, podemos afirmar que una de las mayores contribuciones al fortalecimiento de las concepciones éticas, solidarias y humanistas del desarrollo proviene de la sanción por las Naciones Unidas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (ODS 2030), que plantea 17 objetivos y 169 metas a considerar cumplidas en el año 2030, de carácter integrado e indivisible y que abarcan las esferas económica, social y ambiental[4].

La disrupción del coronavirus

En el mundo, y particularmente en Argentina, es seguro que se demandará la máxima profundidad y contundencia en la consideración de estos enfoques, y que se multiplicará la urgencia en implementarlos en la economía y la sociedad reales, cuando comience el farragoso retorno a una actividad razonablemente normalizada, luego de esta prolongada y disruptiva cuarentena.

En nuestro país habrá que tener en cuenta que las condiciones del escenario en el que se pretenderá regresar al desarrollo aparecerán insólitamente deterioradas: una sociedad estresada a límites todavía difíciles de prever, el aparato económico parcialmente desintegrado, niveles inéditos de pobreza y marginalidad, y fuera de nuestras fronteras un mundo apartado de la globalización, inmerso como nunca en la preservación de intereses domésticos.

En estas instancias, está claro que le corresponderá al Estado un protagonismo político excluyente en el desafío colectivo de coordinar y establecer espacios amplios de construcción social que nos permitan avizorar un objetivo de desarrollo integral, habida cuenta que dispondrá para ello de la enorme ampliación de su rol y su poder fáctico, generada por las medidas de excepción dispuestas durante la contención de los picos más dramáticos de la pandemia, las que vienen siendo aceptadas hasta ahora de buen grado por la sociedad.

La incidencia decisiva de las instituciones

Llegado ese momento, aparecerá como un requisito fundamental la calidad de la gestión institucional necesaria para definir los objetivos y aplicar los recursos estratégicos que nos permitan un camino de crecimiento de bases sólidas en el marco de las nuevas concepciones del desarrollo que hemos descripto.

Aquí es donde adquiere importancia el enfoque que denominaremos “institucionalista” de Daron Acemoglu y Aldo Ferrer. El primero de ellos expresa que “el éxito económico de los países difiere debido al tipo de las relaciones y articulaciones entre sus instituciones (políticas y económicas), a las reglas fijadas por la política que influyen en cómo funciona la economía y a los incentivos que motivan a las personas”[5].

Para Acemoglu se distingue, tanto en el marco económico como en el marco político, entre instituciones inclusivas e instituciones extractivas. Las instituciones inclusivas posibilitan y fomentan la participación de la gran mayoría de las personas en actividades económicas que aprovechan mejor su talento y sus habilidades, y son esencialmente abiertas y pluralistas. Cuando tanto las instituciones políticas como las económicas son extractivas –ineficaces, anacrónicas, de baja calidad y sesgadas por intereses sectoriales- no hay incentivos para la destrucción creativa y el cambio tecnológico, ingredientes esenciales del progreso de las naciones. Se pueden asignar recursos y personas por decreto para promover el desarrollo, sostiene Acemoglu, pero sus resultados estarán limitados intrínsecamente.

Aldo Ferrer se refiere a lo mismo cuando destaca la necesidad de Argentina de generar y sostener la necesaria densidad nacional, entendida como un conjunto de condiciones de gestión de saberes orientada a crear incentivos al desarrollo[6]. 

El dicotomía de Amartya Sen[7]

Superados los peores momentos de la crisis del coronavirus, y aun conviviendo con sus ecos menos rigurosos en la etapa de la normalización, muchos países se enfrentarán a la dicotomía que plantea Amartya Sen: recuperar el desarrollo según la concepción que él denomina BLAST (Blood, And Sweat and Tears), o según la concepción GALA (Getting by, with A Little Assistance).

En el modo BLAST, cuando se necesitan altos niveles de acumulación para alcanzar el desarrollo económico, se recurre en el corto plazo a limitar los niveles de bienestar de la población, con el fin de alcanzar mayores beneficios en el futuro. Se los considera sacrificios necesarios que deben sufrir los individuos de una sociedad si quieren progresar. Sen expone los defectos de este enfoque: problemas como la pobreza, la educación, el alimento y la vivienda, que tienen relación con la productividad económica, surgen irremediablemente, dado que este modelo no prioriza la solución de las necesidades presentes, en pos del mayor beneficio que se conseguirá en el futuro. Para este método las medidas distributivas o equitativas en etapas tempranas del desarrollo serían un error pues los beneficios llegarán a todos a su debido tiempo a través de la filtración (el “derrame”). Otra de las consecuencias de la concepción BLAST para alcanzar el desarrollo es la afectación temporaria de los derechos humanos, civiles y políticos en las etapas tempranas del desarrollo. Un claro ejemplo contemporáneo de este modelo quizás podríamos encontrarlo en la experiencia china de las últimas décadas.

A contrario sensu, la concepción GALA define el desarrollo como un proceso amigable al cual se llega con la cooperación entre los individuos, a través de la interdependencia entre el bienestar social, un novedoso concepto de la felicidad, la capacidad productiva y el desarrollo potencial de una economía, de una manera más armónica, es decir, que se tratan como un todo y no las dos últimas condiciones como requisito sin el cual no se pueden mejorar las primeras en el presente. Los modelos escandinavos de desarrollo, centrados en un concepto superador de la tradicional y abandonada “economía del bienestar” se inscriben en el modo GALA

En posteriores entregas exploraremos otras dicotomías y opciones que la sociedad argentina deberá resolver para aspirar a superar la –hasta ahora frustrante y ahora dramática-  interrupción de su desarrollo.

Nota de prensa publicada en  https://fundaciongeo.org.ar/



[1] W. Arthur Lewis. Teoría del desarrollo económico. Fondo de Cultura Económica. Barcelona. 1971.
[2] Paulo VI. “El desarrollo debe ser integral, concebido por el hombre y para el hombre, encuadrado en una moral de comportamiento humano, no solo en relación a los individuos sino también a través de los pueblos. El desarrollo es el nuevo nombre de la Paz”.
[3] Juan Pablo II. “El desarrollo no debe ser entendido de manera exclusivamente económica, sino bajo una dimensión humana integral. No se trata solamente de elevar a todos los pueblos al nivel de vida que gozan hoy los países más ricos, sino de fundar sobre el trabajo solidario una vida más digna, hacer crecer efectivamente la dignidad y la creatividad de toda persona, su capacidad de responder a la propia vocación, y por lo tanto a la llamada de Dios”. 
[5] Daron Acemoglu y James A. Robinson. Por qué fracasan los países. Ariel. Buenos Aires. 2015.
[6] Aldo Ferrer. La densidad nacional: el caso argentino. Colección Claves para Todos. Edit. Capital Intelectual. Buenos Aires. 2004.
[7] https://www.bbc.com/mundo/noticias/2010/11/101103_desarollo_libertad_entrevista_sen_aw



CAPÍTULO II

EL TRIÁNGULO DEL DESARROLLO ARGENTINO 
Y LAS DICOTOMÍAS DE HOSELITZ
ANTES Y DESPUÉS DE LA PANDEMIA

¿Existe la posibilidad de establecer una Hoja de Ruta de las decisiones políticas, sociales y económicas que deben tomar los países para recorrer exitosamente los caminos del desarrollo? El Proyecto Nacional de un país discurre a través de cuatro dimensiones de reflexión: la doctrina (una concepción del hombre), la ideología (un modelo de sociedad), las políticas de largo plazo (afines a la doctrina y a la ideología), y la coyuntura (generación de políticas de corto plazo coherentes con la visión de largo plazo).

Los esfuerzos a coordinar en esa tarea imponen la necesidad de elegir alternativas, de resolver dicotomías y de ponderar las fortalezas y debilidades de cada país como un condicionante clave a la hora de tomar aquellas decisiones.

Prosiguiendo con el hilo argumental del Capítulo anterior, completaremos el conjunto de herramientas de análisis que nos permitirán dibujar los posibles rasgos del “viaje” al desarrollo de Argentina luego del shock de la pandemia: se deberá evaluar el estado del “triángulo del desarrollo” nacional, tal como lo plantean John Kenneth Galbraith y Jorge A. Sábato; será necesario resolver la dicotomía de Amantya Sen (¿modelo BLAST o modelo GALA?); corresponderá resolver las tres dicotomías del modelo de Bert Hoselitz (¿expansionista o intrínseco? ¿autónomo o satélite? ¿espontáneo o inducido?); y finalmente habrá que considerar, según Daron Acemoglu, la calidad y efectividad de las instituciones políticas y económicas del país encargadas de poner en marcha el proceso (¿inclusivas o extractivas?.

El triángulo del desarrollo: un modelo para armar  

Inspirado en las propuestas de John Kenneth Galbraith[1], el físico y tecnólogo argentino Jorge A. Sábato plantea, para cada caso puntual de situación nacional, una visión del desarrollo apoyada en la fortaleza de los que él denomina “triángulos de desarrollo”. Tres son los vértices del triángulo: el gobierno, el aparato productivo y la infraestructura científico-tecnológica. Cada uno de estos vértices está integrado por múltiples instituciones. 

- El gobierno está representado por el sistema político, y las formas en que las instituciones nacionales, provinciales y municipales ejercen el poder.
- El aparato productivo está conformado por el conjunto de las empresas y demás sectores
de la producción, sus microeconomías y el sistema de inversiones  que los contiene.
- La infraestructura científico-tecnológica está integrada por el sistema educacional, los 
centros de investigación, las instituciones de planeamiento, las usinas culturales y
creativas, etc.

Los lados del triángulo representan las inter relaciones entre los vértices, mientras que dentro de cada vértice pueden darse intra relaciones de distinta intensidad. Cualquier política de desarrollo debiera apoyarse en un triángulo nacional de vértices eficientes y eficaces, muy consolidados en sus intra relaciones, y con lados de gran solvencia y  fluidez, capaces de asegurar un ida y vuelta virtuoso en sus inter relaciones.

En plena coyuntura de la actual pandemia surgen varias preguntas cuyas respuestas será necesario elaborar con claridad, realismo, espíritu crítico y mirada estratégica:

- ¿Cuál era el estado del triángulo del desarrollo argentino en vísperas de la pandemia?
- ¿En qué estado se encontrará el triángulo del desarrollo argentino cuando finalice la
actual cuarentena de duración todavía impredecible? 
- Cuando la pesadilla finalice ¿qué caminos podrían emprenderse para acondicionar el 
triángulo a las exigencias de una recuperación del crecimiento, en el marco de las 
concepciones “finalistas” del desarrollo, superadoras de la “falacia cuantitativa”?

Las dicotomías de Bert F. Hoselitz[2] en los procesos de desarrollo 

Para Hoselitz, los procesos nacionales de desarrollo acontecen en el marco de la resolución de tres grandes dicotomías. De hecho, los modelos de desarrollo posibles están supeditados a la elección que realizan las sociedades y sus gobiernos en relación con esos tres juegos de alternativas[3].

- La primera dicotomía es de carácter geoeconómico. De acuerdo a ella, los procesos de 
desarrollo pueden acontecer a través de una paralela agregación de espacios territoriales, 
en cuyo caso se los define como “expansionistas”, o bien operar sobre espacios no 
ampliables, en cuyo caso se trata de procesos “intrínsecos”. Hablar de agregación de 
espacios no se refiere hoy a la idea literal del ensanchamiento de las fronteras políticas por 
la fuerza, sino a la participación en mercados más amplios, a la regionalización 
transnacional, y a la proyección económica y comercial hacia otras latitudes geográficas.

- La segunda dicotomía es de carácter geopolítico, y tiene que ver con el grado de 
autodeterminación nacional existente en los hechos. Cuando un país se desarrolla
soberanamente y sus objetivos, metas y condiciones no se subordinan a los de otras
voluntades nacionales, asistimos a un proceso calificado por Hoselitz como “autónomo”. En
cambio, cuando la voluntad nacional se halla de alguna manera condicionada  por efectos
de dominación e influencia provenientes de otra u otras voluntades nacionales, asistimos a
un modelo “satélite”.

- La tercera dicotomía tiene que ver con el grado de libertad de acción concedido a los
agentes económicos. Si las unidades económicas – productores, consumidores, ahorristas,
empresas, bancos, etc. -  se rigen en sus actos exclusivamente por el sistema de precios,
los mecanismos del mercado y las reglas de la competencia, nos hallamos ante un modelo
“espontáneo”. Si por el contrario existe algún grado de planificación, incentivos,
intervención o direccionamiento de la economía, nos hallaríamos ante un proceso
“inducido”.

En relación con las dicotomías, de la misma manera que en relación con el triángulo del desarrollo, surgirían también varias preguntas de enorme contenido político y estratégico:

- ¿una vez resuelta la crisis del coronavirus, bajo qué opciones se encarará la reconstrucción de nuestro triángulo nacional para colocarlo al servicio de un modelo de desarrollo “finalista”, sustentable y auto sostenido?
- ¿qué características tendrá el sistema de poder que conducirá el proceso? GALA o BLAST?   
- ¿en términos geoeconómicos, el modelo a implementar será “expansionista” o “intrínseco”?
- ¿en términos geopolíticos, el nuevo crecimiento será “autónomo” o “satélite”?
- ¿en términos del juego de las leyes del mercado, el planeamiento se basará en la hipótesis de un desarrollo “espontáneo” o “inducido”?

El triángulo argentino y las dicotomías de Hoselitz al comienzo y al final de la pandemia

El triángulo del desarrollo argentino en las semanas previas a la declaración de la pandemia presentaba serias debilidades e inconsistencias.

- El vértice gobierno se encontraba todavía inmerso en una etapa de asentamiento y puesta en funciones por parte de las nuevas autoridades que asumieron sus cargos a partir de diciembre de 2019, tanto en el Poder Ejecutivo como en el Congreso Nacional y en numerosas provincias. La preocupación dominante giraba en torno a las negociaciones encaminadas a lograr el refinanciamiento de la deuda externa. Desde muchos sectores se reclamaba “un plan económico”.
- El vértice del aparato productivo enfrentaba las secuelas de una profunda recesión iniciada un año y medio antes, en el marco de una de las inflaciones más altas del mundo. En ese escenario de estanflación, se asistía a un conjunto de medidas de corto plazo que apuntaban a reactivar el consumo como recurso casi excluyente para lograr la reactivación económica, habida cuenta de la dramática ausencia de inversión que evidenciaba la economía.
- El vértice de la infraestructura científico tecnológica, en particular en el plano educativo, aparecía dominado por cuestiones coyunturales tales como la eterna discusión sobre el inicio puntual de las clases y las discusiones de la paritaria nacional docente, persistiendo como “asignatura pendiente” el profundo debate que se debe el país sobre la calidad, eficiencia y efectividad de la oferta educativa y su adecuación a los desafíos de la revolución de las nuevas  tecnologías.

Similar situación de incertidumbre e indefinición se percibía claramente en torno a las dicotomías de Hoselitz, habida cuenta del giro ideológico producido por la asunción de un nuevo gobierno situado en las antípodas del anterior, dispuesto a cuestionar prácticamente todo lo hecho, en el marco de la ausencia crónica de políticas de Estado, lamentablemente arraigada en el país desde décadas atrás.

- La dicotomía geoeconómica [expansionista / intrínseco], históricamente irresuelta, aparecía flanqueada por cuestiones tales como el debate en torno a la conveniencia del acuerdo de comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, las consecuencias de la evidente falta de sintonía política entre los gobiernos de Argentina y Brasil, o la incertidumbre sobre la continuidad del proyecto de Vaca Muerta, mientras desde las nuevas autoridades volvían a la palestra las ideas del recordado Aldo Ferrer (“vivir con lo nuestro”). 
  
- En cuanto a la dicotomía geopolítica [autónomo / satélite], Argentina aparecía embarcada, como toda América Latina, en la disyuntiva entre la irrupción de China como el mayor inversor externo en la región y la firme posición de Estados Unidos en cuanto a no ceder posiciones en su “patio trasero”, acentuada en nuestro caso por su imprescindible colaboración en las inminentes negociaciones ante el Fondo Monetario Internacional. Todo ello en un mundo hiperglobalizado e interdependiente.

- Y en cuanto a la dicotomía de mercado [espontáneo / inducido], asistíamos a las primeras decisiones del nuevo Gobierno, que apuntaban a denostar las políticas pro mercado y de apertura económica de la administración anterior, para sustituirlas por medidas de corte intervencionista, que podrían resumirse en la frase esgrimida por muchos de los nuevos funcionarios: “vuelve el Estado”.

Estas descripciones del triángulo del desarrollo argentino y sus ancestrales dicotomías quedaron de pronto inmersas en la aparición de la pandemia del coronavirus y su brutal efecto de shock: la mayor parte de muchas cuestiones domésticas que preocupaban a los argentinos, y que parecían trascendentales, pasaron por completo a segundo plano. La excluyente dicotomía del momento pasó a ser [salud / economía]. Y la decisión del Gobierno –avalada por la mayoría de la población- fue indubitable: primero la salud, aun al precio de “congelar” y quizás colapsar gran parte de la economía.

La vida argentina está transcurriendo desde entonces en el “limbo” económico social de una extendida cuarentena, de final incierto, de resultados ya extremadamente graves, muy difícil de evaluarlos en toda su dimensión y profundidad. Pero se hace dramáticamente necesario comenzar a vislumbrar el final de este proceso doloroso e impostergable y a preguntarnos en qué condiciones estará entonces nuestro triángulo, qué habrá ocurrido con sus vértices y sus lados, e incluso si para ese momento fundacional estaremos en condiciones de resolver con inteligencia y acierto estratégico nuestro modelo de regreso al desarrollo: ¿expansionista / intrínseco? ¿autónomo / satélite? ¿espontáneo / inducido?.

En este tiempo de prueba y resiliencia, el mayor compromiso de nuestra dirigencia política, social, empresarial, sindical y cultural consistirá en generar un liderazgo de crisis capacitado para imponer una visión compartida sobre las cuestiones básicas abordadas en este y el anterior informe, a fin de estar en condiciones de encontrar el mejor y más equilibrado camino a la hora de pensar en volver al desarrollo. Si no lo encaramos ahora, sin prejuicios y con espíritu solidario, tendremos que hacerlo de apuro y sin margen para el error cuando llegue el momento, con las consecuencias que podemos imaginar. De ello nos ocuparemos en los próximos capítulos.


[1] John Kenneth Galbraith. El Nuevo Estado Industrial.
[2] Bert F. Hoselitz. Crecimiento económico, aspectos no económicos.
[3] https://www.academia.edu/35011868/Hoselitz_1974.pdf

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