Charles Lane, editorialista
del diario norteamericano, escribió su habitual columna semanal y se refirió a
la crisis por el coronavirus COVID-19
21 de abril de 2020
The Washington Post, el diario
de la capital de los Estados Unidos referencia obligada de políticos y hombres
de negocios, fue lapidario en relación a las causas de la actual crisis
sanitaria, económica, social y humanitaria que enfrenta el planeta como
consecuencia de la pandemia del coronavirus Sars-CoV-2. “Esta crisis nos ha
enseñado el verdadero costo de hacer negocios con China”, es el título de la
columna publicada hoy en el medio norteamericano que lleva la firma de Charles
Lane, quien se unió al afamado periódico en 2000 y tiene estudios en Harvard y
Yale, entre otras universidades de renombre internacional.
Lane es contundente y no
aplica metáforas al momento de dar su diagnóstico sobre lo sucedido a partir
del brote nacido en Wuhan en noviembre último. “A través de la crisis del
coronavirus, todo el mundo está aprendiendo, por las malas, el verdadero costo
de hacer negocios con China", subrayó. "Reflexivamente reservado, los
gobernantes comunistas de ese país retuvieron o minimizaron la información
crítica sobre el virus hasta que fue demasiado tarde para evitar que el
patógeno se propague desde Wuhan a través de los sistemas de transporte y las
cadenas de suministro industriales que unen la República Popular a cualquier
otro lugar”.
“La salud pública no es el
único área en la que la insistencia de China en jugar según sus propias reglas
no transparentes puede amenazar la estabilidad internacional. Las finanzas
globales, especialmente las de los países más pobres del mundo, también enfrentan
lo que podría llamarse riesgo de secreto chino”, explicó el abogado experto en
leyes y en Corte Suprema de los Estados Unidos. En esa línea, el editorialista
de The Washington Post advierte que Beijing utilizó su dinero para cooptar
voluntades en las naciones menos desarrolladas por un total de “cientos de
miles de millones de dólares en préstamos que China otorgó en las últimas dos
décadas, posiblemente más que el Banco Mundial y otros bancos multilaterales de
desarrollo combinados, con poca o ninguna exposición al tipo de escrutinio
público que los gobiernos occidentales , las instituciones multilaterales y los
bancos privados generalmente aceptan al hacer préstamos".
El autor del libro The Day
Freedom Died pronosticó también el futuro próximo al que se enfrentarán esos
países deudores: “Con sus exportaciones de productos básicos cayendo en picado
en medio de la crisis económica mundial, los deudores a China en África y Asia
pronto se enfrentarán a una horrible opción: empobrecer a su gente para pagar
el servicio de la deuda a China o incumplir y perder activos nacionales clave,
que publicaron como garantía para Beijing”. El caso de Venezuela y de tantos
otros países de América Latina sirven como muestra. En Infobae ya se había
advertido sobre esta realidad en noviembre pasado.
“Los orígenes de la ola de
préstamos en el extranjero de China radican en su necesidad de encontrar usos
rentables para sus vastas reservas de ingresos de exportación en dólares, al
tiempo que busca ganar influencia política en regiones estratégicas y ricas en
recursos del mundo”, enciende las luces de alerta Lane. “En cierto sentido, la
conducta de China se asemeja a los esfuerzos anteriores de financiación del
desarrollo occidental liderados por Estados Unidos, con una excepción crucial.
En general, Occidente mantuvo una distinción entre los préstamos oficiales
‘blandos’, realizados bajo condiciones concesionarias, y los préstamos de
bancos privados, que incluían tasas de interés de mercado y garantías. Sin
embargo, China utiliza los bancos estatales para prestar a los gobiernos, o, a
menudo, a las corporaciones gubernamentales, a tasas de mercado. Hambrientos de
efectivo y, hasta ahora, seguros de que podrían pagar a China a través del
crecimiento futuro, las naciones africanas y asiáticas aceptaron el acuerdo.
Los funcionarios corruptos pueden haber considerado las formas secretas de
China, incluidas las cláusulas de confidencialidad en los acuerdos de préstamo,
como una atracción adicional. El fraude y el desperdicio plagan muchos proyectos
respaldados por China”.
Lane vuelve a poner el foco en
algo esencial, la falta de transparencia y las poco claras intenciones del
régimen: “Los préstamos de bancos estatales chinos quedan fuera del alcance de
dos monitores internacionales clave: el Club de París para créditos de gobierno
a gobierno y el Instituto de Finanzas Internacionales para financiamiento de
banco privado a gobierno”. “La economista de Harvard Carmen Reinhart y dos
colegas, Sebastian Horn y Christoph Trebesch, del Instituto Kiel de Alemania
para la Economía Mundial pasaron dos años limpiando fuentes de datos
previamente sin explotar y descubrieron que China había prestado 400 mil
millones de dólares a 106 países en desarrollo y de mercados emergentes hasta
2017, la mitad de los cuales no aparece en los datos sobre la carga de la deuda
de organizaciones multilaterales y agencias de calificación crediticia. Según
el estudio, cincuenta países en desarrollo deben al menos el 15 por ciento de
sus respectivos PIB a los bancos estatales chinos; 12 de ellos debían más del
20 por ciento”, expresó el editorialista del diario norteamericano.
“Los gobiernos occidentales y
los periodistas financieros han estado llamando la atención sobre esta bomba de
tiempo durante años, instando a China a unirse al Club de París y asumir las
obligaciones de transparencia que conlleva. En cambio, China ha insistido en
tratar con sus deudores uno a uno. China modificó esa situación ligeramente en
medio de la crisis del coronavirus al aceptar la moratoria muy limitada del G20
sobre el servicio de la deuda para los 76 países más pobres del mundo hasta
fines de 2020”, agregó Lane.
Por último, Lane concluyó:
“Con tanta oscuridad en torno a lo que las naciones realmente le deben a China,
existe un riesgo real para los acreedores de los Estados Unidos y Occidente,
públicos y privados, de que el alivio de la deuda en efectivo que proporcionan
a los países pobres terminará canalizado a los bancos de Beijing. Y una
reestructuración más amplia aún requeriría cambios importantes en las políticas
de Beijing. No puede haber una respuesta internacional efectiva y coordinada a
la crisis financiera que enfrenta el mundo entero, especialmente sus naciones
más pobres a menos y hasta que China acepte aclarar completamente sus préstamos
al exterior. Al no cumplir con sus responsabilidades globales de salud pública,
a Beijing no se le debe permitir escapar con la no divulgación y el
egocentrismo en las finanzas globales”.
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