En esta nota, algunas de las
reflexiones que el autor de "El fin de la historia" compartió en un
ciclo de conversaciones organizado por el Consejo Argentino para las Relaciones
Internacionales (CARI)
Francisco de Santibañes. 25 de
Julio de 2020
Uno de los primeros recuerdos
que tengo de Francis Fukuyama provienen de mi época de estudiante. Recuerdo
haber pasado por su oficina para realizar una consulta y encontrarme con que
esta celebridad, el autor de El fin de la historia, recibía a sus estudiantes
en una pequeña oficina que no superaba el tamaño de la de cualquier otro
profesor. Esta humildad, que suele caracterizar a muchos académicos
estadounidenses, es una de sus tantas virtudes. Hace unos días tuve la
oportunidad de a volver dialogar con Fukuyama como parte de un ciclo de
conversaciones que en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales
(CARI) estamos teniendo con grandes pensadores. Comparto algunas de sus
reflexiones.
Sobre Brasil y el nacionalismo
“Bolsonaro es un fenómeno
único en América Latina, ya que es un populista de derecha que utiliza a la
raza de la misma manera que los grupos populistas de derecha europeos la usan,
lo que es peculiar dado que la persona promedio de Brasil tiene un color de
piel oscuro. O sea, es una plataforma alocada sobre la cual levantarse, pero
que tiene cierto tipo de resonancia con cierta porción de la población
brasileña”.
Sobre la derecha nacionalista
“[Los nacionalistas de derecha
están] preocupados de que la migración masiva aplaste al grupo étnico dominante
del país, que cambien definitivamente la identidad de la nación. Así que todo
esto pasó mucho antes del COVID: fue la base sobre la cual se votó por el
Brexit, y la razón de ser de Donald Trump. Ahora, el COVID puede reforzar eso
fácilmente, pues ha inducido a todos, incluso a los europeos, a cerrar sus
fronteras externas e internacionales a los extranjeros; ha vuelto fácil a los
países culpar a los extranjeros de la epidemia. Esto es ciertamente lo que la
administración de Trump ha intentado hacer en los Estados Unidos”.
Sobre el liberalismo y China
“También es una oportunidad
para el restablecimiento del liberalismo sobre una base diferente. Pero para
ello es necesario aprender ciertas lecciones. Primero, alentamos una versión
muy extrema de la globalización: esencialmente, que compañías y empresas
colocaban la eficiencia por sobre cualquier otra consideración, como, por
ejemplo, las cadenas de suministro; y una de las cosas que esta epidemia ha
demostrado es que el mundo simplemente se volvió sobredependiente de un solo
país: China, que, políticamente, está demostrando no ser el socio más
confiable. Esta reconceptualización había comenzado antes del COVID. El único
elemento de la agenda de política exterior de Trump que recibió amplio apoyo
fue su guerra comercial con China, tratar de disminuir la excesiva dependencia.
Es una cuestión que ha surgido por todo el mundo, incluyendo Argentina, en
términos de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda y los proyectos de
infraestructura que China ha estado promoviendo, pues en muchos de los países
en desarrollo hay muchos de estos proyectos que no fueron negociados en
términos particularmente favorables. Ahora que todos se enfrentan a una
recesión y parálisis económicas masivas, las deudas no se pueden pagar, y allí
está el porqué ha habido toda esta serie de demandas para renegociar sus
términos. De manera que ese aspecto, ese libre flujo de capital a lo largo del
mundo, que ha sido asociado con el orden liberal temprano, es una de las cosas
que serán reconsideradas rápidamente”.
Sobre Estados Unidos y el
presidencialismo
“A mí no me gustan
particularmente los sistemas presidenciales y me han venido a disgustar aún más
a medida que envejezco. El presidencialismo estadounidense ha funcionado por
una especie de accidente histórico por el cual el poder ha estado ampliamente disperso
y, por ello, en la mayor parte de su historia, los presidentes no han hecho
mucho daño. Pues tuvimos suerte que, durante la Guerra Civil, durante la II
Guerra Mundial, tuvimos presidentes electos muy buenos y competentes; pero creo
que, como vemos en los últimos años, un mal presidente puede hacer mucho daño.
En cambio, si tienes un sistema parlamentario y tienes un presidente
incompetente, tienes manera de alternar el liderazgo; no es necesario esperar
al siguiente ciclo de elecciones. Sin embargo, en el sistema presidencial estás
encerrado en este sistema rígido que amplifica la naturaleza personalista del
liderazgo. El hecho de que todos estén enfocados en esta persona, el
presidente, y dependientes de su carácter, ya sea el de un estadista responsable
o el de un irresponsable guiado por su interés propio, hará que obtengas
diferentes clases de resultados”.
Sobre América latina en el
contexto del conflicto entre China y Estados Unidos
“En relación al rol de América
Latina en el mundo, el caso es que hasta que algunos de estos temas internos
sean solucionados, no estoy seguro que haya mucho en el campo de la política
exterior que la región pueda hacer para alterar su rol. Me parece que se ha
convertido un poco en peón de este juego de ajedrez entre China y Estados
Unidos, aunque, francamente, los Estados Unidos no han estado dando mucha
atención a muchas de las otras partes del mundo bajo esta administración. Puede
que no sea del todo malo pues a veces cuando administraciones republicanas
prestan mucha atención a América Latina es por las razones equivocadas: se
preocupan por la influencia del comunismo o de Cuba, o cosas de ese estilo. Así
que pienso que, hasta cierto punto, América Latina se ha convertido en un peón
en la lucha entre los Estados Unidos y China. En algún momento pienso que
Estados Unidos comenzará a prestarle atención a esto. China sí es una
alternativa atractiva, puesto que otros países occidentales no han venido
ofreciendo mucho en el área de infraestructura, por lo que es entendible que
haya una gran tentación en aceptar las ofertas chinas. Pero puede que haya una
interesante reflexión acerca de esto en muchos lugares pues, como dije, esa
excesiva dependencia en China no ha sido buena para muchos países en el largo
plazo”.
Las teorías no sólo resultan
útiles porque explican la realidad, sino también porque pueden brindarnos un
marco que fomente la aparición de otras teorías, fomentando así un sano y
enriquecedor debate. De más está decir que lograr esto resulta sumamente
difícil, pero Fukuyama lo logró con El fin de la historia.
Efectivamente, la idea de que
con la democracia liberal y el capitalismo la historia había alcanzado su fin,
el objetivo al que eventualmente se dirigirían todas las sociedades, fue
elogiada, criticada y citada en innumerables ocasiones. Fue la gran idea que
nos permitió pensar un mundo que comenzaba a tomar forma a fines de los 1980.
Dada la capacidad de Fukuyama, no debería sorprenderlos que este autor vuelva a
brindarnos el marco teórico que utilizaremos para debatir el nuevo orden
internacional que parece estar emergiendo. Este es uno de los tantos motivos
por los cuales deberíamos prestarles especial atención a sus palabras.
El autor es secretario general
del CARI y global fellow del Wilson Center
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