8 de julio, 2020
Por Julieta Zelicovich
Doctora en Relaciones
Internacionales, Profesora en UNR e Investigadora en Conicet
El mundo pospandemia para Argentina no se
define tanto por las innovaciones que los efectos del Covid-19 generen en la
economía y política mundial, sino por los déficits de política exterior e
inserción internacional nuestro país presenta desde hace ya un tiempo. Este
mundo pospandemia corre el riesgo de parecerse mucho al mundo que hoy
conocemos. La resolución del endeudamiento externo y el incremento de las
exportaciones eran las urgencias de la política exterior argentina en el mes de
enero, y lo siguen siendo. Los cambios en el contexto internacional, con una
economía internacional deprimida y un multilateralismo en crisis, en todo caso,
vuelven a estas metas un poco más difíciles. Con recursos acotados, la
cooperación internacional y el regionalismo suelen ser buenas cartas sobre la
mesa.
Los déficits. La política
exterior argentina ha tenido al menos tres problemas recurrentes que necesita
superar para consolidar esta política como un instrumento que efectivamente
contribuya a “traducir necesidades internas en posibilidades externas”, como
solía decir Celso Lafer. El primero, es la falta de consensos de largo plazo
respecto de las estrategias de inserción internacional, reflejada en las
recurrentes “refundaciones de la política exterior” y “vueltas al mundo”. El
segundo, es el de las inconsistencias entre la política exterior y otras
políticas, especialmente económicas. Sobran ejemplos de acciones de política
exterior que han quedado truncadas por objetivos de corto plazo en materia
fiscal o cambiaria. Los diseños institucionales juegan un rol importante en ese
sentido. El tercero: la sobreestimación o subestimación de los recursos de
poder con los que cuenta el país, cuya oscilación se vincula además con las
refundaciones mencionadas. Pensar el mundo pospandemia, implica necesariamente
atender primero estos condicionantes en el plano nacional.
Los desafíos. El mundo
atravesaba ya procesos de cambio, y la pandemia ha acelerado estas
transformaciones: transición de poder entre EE.UU. y China, menor crecimiento
de la economía mundial, cierta ralentización en las cadenas globales de valor,
crisis de los mecanismos de gobernanza multilateral y también regionales,
crecimiento de los nacionalismos y populismos, nuevos proteccionismos. Todo
tiene al menos una década en curso, pero ahora todo es más intenso. El
resultado de la aceleración, y aquí sí, el elemento novedoso con el que tiene
que lidiar Argentina, es el incremento sustancial de la incertidumbre como
rasgo de época. ¿Cómo incrementar exportaciones y llevar adelante un proceso de
desendeudamiento externo en este contexto? ¿Cómo reducir las vulnerabilidades
externas de Argentina frente a estos cambios?
El instrumento. Ante las
crisis globales las regiones vuelven a ser puestas en valor. ¿Puede el regionalismo,
y en particular el Mercosur, ser una vía para la inserción internacional de
Argentina, tanto en el contexto actual como en la imaginada pospandemia? El
Mercsour, elemento constitutivo de nuestra política exterior, ha enfrentado
muchas críticas e incluso ha visto puesto en duda su continuidad. En el marco
de los desafíos que se presentan, merece ser re-evaluado. Los procesos de
integración para funcionar necesitan factores de oferta, plasmados en el
liderazgo político; de demanda, motivados por la interdependencia y el interés
de los actores transnacionales y de inercia, impulsado por las instituciones
que lo componen.
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