Matias
Kulfas, en el Seminario de Finanzas que se realizó en el Malba.
01/10/2019
En
unas pocas décadas la Argentina le ha quitado trece ceros al peso y todavía hay
discusión acerca de si la emisión genera inflación o no. Y como es país récord
en materia de inflación, aunque pueda parecer nada técnico preguntarnos si no
será que por no ponernos de acuerdo con las teorías, tenemos la inflación que
tenemos. Indudablemente sería una gran e interesante pregunta a responder. Eso,
antes de ensayar recetas mágicas, a estirar durante años y años aunque estén
fallando, o dejar las recetas ortodoxas y comprobadas a medias, justamente
porque la inflación no se para como la teoría indica.
Siempre
se habla de que hay que exportar más, algo a lo que nadie en su sano juicio
podría oponerse. Luego de ese enunciado, falta acordar qué podemos exportar
más, qué inversiones se necesitan, qué marco legal y sindical, etcétera. Y ahí
de nuevo aparecerán las ortodoxias y las heterodoxias. En concreto, la pregunta
es: ¿qué lugar ocupan entre nuestras exportaciones los dólares a los se convierten
depreciados pesos y que se envían afuera, considerando que el colchón es
también afuera, al menos afuera de la producción? Ese dólar del colchón algunos
economistas de Alberto F. también lo llaman fuga.
Durante
décadas se pronosticó la caída del capitalismo y lo que cayó fue el comunismo,
cuyo derrumbe comenzó hace casi 30 años con la caída del Muro de Berlín. El
problema es siempre el mismo: el clima no depende de los pronósticos del
tiempo, es decir de los pronosticadores. ¿Qué sentido tiene preguntarse por el
gusto de la sopa si es siempre la misma sopa? Entonces: ¿produce o no inflación
emitir dinero? La pregunta adolece de imprecisiones básicas: ¿cuánta emisión? Y
otra, entre muchas otras: ¿cuánta de ella irá a consumo y cuánta a ahorro? Es
uno de los factores, si no el principal.
De
cuánta plata hablamos cuando hablamos de la deuda que se va a reprogramar
Matías
Kulfas, un economista que talla en el entorno del candidato del Frente de
Todos, acaba de decir en el Malba que “financiar el déficit con el Banco
Central es una herramienta que existe”. Existe y se ha hecho. Y no hace falta
recordar la inflación crónica de cada día. ¿Quiso decir que acudiría a las
reservas o la emisión, o a las dos, para financiar un déficit cuyo número no se
conoce? Sí. Claro que todo, usado moderada y prudentemente, aclaró Kulfas, por
las dudas ante un auditorio sensible de banqueros. ¿Qué número es moderado y
prudente? No lo reveló.
Guido
Sandleris, a cargo del Banco Central, había dicho antes lo contrario. ¿Para qué
está el Central si no es para defender al peso de la emisión sin respaldo para
no terminar teniendo que defenderlo del dólar? Al menos es esa su misión,
aunque los resultados de toda la gestión económica de este gobierno hayan sido
esta durísima realidad, con indicadores sociales que avergüenza, que no
nacieron de un repollo.
Los
índices son oficiales y estatales. Está claro que hablan por sí mismos y que
condenan al Gobierno. Hay que decir, también, que cumplir con su medición y
difusión es un acto de servicio. ¿O acaso los que hoy esgrimen esos números de
la vergüenza como un trofeo político -que también los condenan a ellos- no
decían que no se medían ni se daban a conocer porque estigmatizaban la pobreza?
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